🤍ESPECIAL: Año Nuevo con los Capitanes🤍
El viento soplaba con gran fuerza. Un grande reluciente y brillante sol resplandecía en el cielo. El mar estaba sereno y en calma. Perfecto para un viaje especial.
—Noto que estás nerviosa. Ésto es realmente nuevo.
—¿Cómo lo supiste?
—Mmm...
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Minutos antes
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—¿Crees que éste atuendo sea lo apropiado?
—Tes ves magnífica —respondió Foxy por milésima vez—. Como ya te he dicho antes.
—¿No crees que debería hacerme algo en el cabello en lugar de llevarlo suelto? —continuó hablando Mangle mirándose preocupada en el espejo de la habitación—. ¿En dónde está mi moño negro?... ¡Niños!
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Mangle exhaló pesado mientras caminaba junto a su familia al puerto.
—Es que... tiene años que no veo a Anne.
—Sé lo especial que es ella para ti —comentó Foxy mientras miraba a los niños jugar en la arena un par de metros adelante—. Y entiendo que te preocupe verte mal delante de Anne. Pero relájate un poco.
—Es sólo que...
—Estoy seguro de que se alegrará de verte también.
Una sonrisa adornó el rostro de la albina, cuando entonces no muy lejos de ellos sus ojos se posaron en Fix. Quien a contrariedad de su personalidad habitual, se le veía bastante callada y pensativa, con apariencia nefelibata.
—Fix no ha vuelto a Londres desde que...
—Desde el día en que me acompañaron a Francia para ir por tí, sí —concluyó Foxy.
Mangle dejó salir un poco de aire.
—¿Sabes? Siempre me he sentido culpable de eso...
—¿De qué hablas? —repuso Foxy volviéndose a verla.
—Quiero decir que, de no ser por mí, su único hermano seguiría con vida.
El pelirrojo negó apresuradamente y la tomó por los hombros.
—Pero Madd, le has dado a Fix una gran oportunidad; de no estar aquí ella seguiría en Londres, llevando una vida monótona y encargándose de un bar clandestino tratando de superar la pérdida de Lolbit en completa soledad.
Más allá, los gemelos comenzaron a gritar de emoción.
—¡El barco! ¡Ahí está! —exclamaron corriendo hacia el gran barco de sus padres que estaba siendo abordado.
La peliblanca mostró una muy leve sonrisa:
—Supongo que tienes razón —bajó la mirada y luego se alzó para besarlo rápidamente—. Gracias Franz.
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—¿Crees poder vencerme? —apuntó Dalai a su hermana con una gran y reluciente espada que apenas y podía sostener.
—No lo creo ¡lo sé! —respondió Marine, sujetando otra espada de igual manera.
—¡Wow! —se interpuso Foxy sobre ellos arrebatándoles las armas con sumo cuidado—. ¿De dónde sacaron estas cosas?
—Del salón de entrenamiento... —respondieron los niños.
Mangle se cubrió el rostro poniendo una mano en su frente:
—Y ahora me pregunto como es que lograron subirlas al barco... —levantó la mirada—. Tengo una idea.
Hacía un viento fuerte en el mar, el barco se balanceaba mucho eventualmente y los pequeños aún no se adaptaban. Y apenas llevaban un par de horas navegando. Sucede qué, justo en ese momento el barco se movió con fuerza y los niños asustados se sujetaron abrazando las piernas de sus padres.
—¿En algún momento dejará de moverse así?... —cuestionó lentamente Dalai, aferrándose de su padre.
—Quiero vomitar —agregó Marine apretando su rostro contra la pierna de Mangle.
Los zorros mayores rieron entre dientes y los tomaron en brazos para cargarlos.
—Su madre tiene algo para contarles.
La mencionada le dio un toquesito en la nariz a su hija.
—¿Una historia? —dijeron ambos gemelos al mismo tiempo.
Mangle rió, y junto a Foxy comenzaron a caminar hacia el camarote.
—Sí, una historia.
—Amamos tus historias, mami —agregó Marine mientras la abrazaba del cuello con sus pequeños brazos y descansaba su cabeza en su pecho.
Cuando llegaron frente a la llamativa puerta de madera oscura, Foxy bajó a Dalai y junto a su hermana y su madre, se adelantaron ellos tres en entrar al camarote. Foxy miró hacia arriba y llamó con firmeza:
—¡Benn!
—Estoy detrás suyo.
Foxy se sobresaltó al darse la vuelta.
—¡Podrías dejar de...! Ah, no importa —se aclaró la garganta—. Te encargo el barco hasta mi regreso.
El contrario, un compañero suyo de cabellera morada y largas orejas de conejo asintió con una sonrisa y haciendo un ademán con su mano.
—No se preocupe, capitán —se cruzó de brazos—... ¿es necesaria la formalidad?
—Estamos en pleno océano —repuso Foxy divertido dándose vuelta hacia la puerta—. Así que sí.
Y dicho esto, entró al camarote y cerró la puerta a sus espaldas.
Dentro del lugar, se encontraba una gran habitación con ventanas en los alrededores que daban vista al mar abierto. Sobre el techo, un gran candelabro. En el centro se encontraba una gran mesa, a la izquierda de ésta un gran armario junto a una cortina blanca y pulcra. Más adelante detrás de una puerta al final se entraba a la habitación, en dónde habían tres camas: una era grande, y las otras dos individuales una junto a la otra. Enmedio de la cama grande y las pequeñas había una cómoda con adornos de madera incrustados en dónde descansaba una vela que en ese momento estaba apagada.
Cuando Foxy entró a ésta habitación encontró a su esposa sentada en la cama grande con sus hijos sentados frente a ella, compartiendo la cama. Él se quedó de pie en la puerta mirando a su familia con una sonrisa mientras Mangle les narraba el cuento a los pequeños.
Era difícil imaginar que aquella mujer de aspecto aventurero era de sangre noble, y que según la ley, era la legítima reina de Francia: porque dado el tiempo que había pasado, el trono le correspondería. Sin embargo, luego de la revolución en Francia ya no tendrían más problemas con la nobleza francesa, por fortuna para ambos y sus hijos.
—... entonces, tuvimos que quedarnos quietos, esperando el momento perfecto para atacar —narraba Mangle con inspiración frente a la mirada admirada de los pequeños.
Tal vez tener hijos teniendo en cuenta la clase de vida que tenían no era lo apropiado.
No por su seguridad.
Pero ellos se veían tan felices.
La mirada de Foxy se perdió en el cuadro frente a él: ¿alguna vez había visto tanta felicidad contenida en un solo sitio? Nunca había visto a un niño realmente felíz y emocionado, y verlo de su propia carne lo hacía sentir... con miedo.
Si algo llegase a pasarle a su familia, a Mangle o a cualquiera de los pequeños, nunca iba a perdonarse. Debía proteger la sonrisa de su amada, esa sonrisa que vio por primera vez cuando era una inocente niña soñadora. Debía proteger la sonrisa de sus hijos, ese pequeño par de gemelos que con ansias esperaban a vivir una aventura. Recordó entonces como la semana pasada estuvieron viendo la lluvia de estrellas sobre el mar.
‹‹Hasta el día en que las estrellas se apaguen, daré todo por ustedes››.
—————·°•°•°·—————
—¡AHG!
Fix se echó al suelo sobre la cubierta, sentada y recargando su espalda de la borda. Tomó su cabeza entre sus manos y la apretó con fuerza.
Había estado teniendo esos escenarios desde la noche de Navidad.
Esta vez solo estaba viendo el mar por la noche cuando nuevamente ocurrió. Y cada vez era más intenso.
Su pecho se movía con fuerza en un intento de calmar su respiración agitada, y tenía los ojos cerrados con fuerza. Su cabello rosa pastel caía sobre su rostro.
Sabía que habían compañeros a su alrededor, pero también sabía que no iban a ayudarla. No porque fueran malintencionados: todo lo contrario; Benn, Shoddy, Golddie, todos habían estado preocupados por ella, pero cada vez que habían intentado brindarle ayuda sentía una ira irracional, no quería que nadie se le acercara. Y eso la había llevado a esta situación.
Dlanor no la había preparado para una situación como esta. Sentía como si algo estuviera dentro de su cabeza y quisiera salir de ella rompiendo su cráneo, creciendo cada vez más y más y haciéndose el espacio más y más reducido.
Flexionó sus rodillas y juntó con fuerza sus piernas contra su pecho.
Míos...
Habla...
Ayuda...
—¿Fix?
Curiosamente, al escuchar esa voz todo se detuvo de golpe.
Levantó la mirada y se encontró a su Capitana mirándola con preocupación.
—Los... los muchachos me han hablado de tu situación —se puso a su lado y tomó asiento junto a ella—. ¿Estás bien?
—Estoy... yo...
¿Acaso había escuchado susurros justo antes de que Mangle llegara?
—Estoy como siempre.
—Sabes que puedes contar con mi ayuda —puso una mano en su espalda con delicadeza—. Sé que tú y yo no somos muy cercanas, pero...
—¿Crees que podamos visitar a Dlanor, pronto?
La pregunta tomó a Mangle por sorpresa.
—Creo que... sí, claro. Después de la fiesta de Año Nuevo con Anne en Londres podemos visitar La Isla De Los Recuerdos.
Fix suspiró visiblemente aliviada. Dejó descansar su espalda relajada sobre la madera de la borda y bajó las piernas.
—Gracias. Es que, creo que estoy enferma —dijo con la mirada perdida en el cielo—. Tal vez sea por la magia... puede que esto no sea exactamente lo mío, ya sabes, soy parte zorro; esto no tiene mucho que ver conmigo.
—Fix, eres una bruja estupenda —sonrió Mangle con consuelo—. Dlanor hizo un buen trabajo en enseñarle magia a... ¿cómo dicen? ¿alguien de sangre impura? —rió—. No lo sé, cosas de magia que no entiendo.
Fix se carcajeó sin dejar de mirar las estrellas. Luego le dirigió la mirada a su Capitana.
—Gracias, Mangle.
Y por toda respuesta, Mangle le brindó calor con un abrazo consolador.
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Londres
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¿Es posible que una visita sea tan... grande?
La tripulación abarcaba buen espacio en el recibidor de la mansión. Y todos estaban en silencio, estáticos, viendo los alrededores. Mangle terminaba de arreglarle el cabello a Marine, cuando el mismo mayordomo que les abrió la puerta se acercó a ellos:
—La señora no tardará en venir.
Y solo dicho esto, se encaminó a una sala vecina. El mayordomo era un tipo alto que traía un ojo cubierto por un extraño parche blanco. Sus manos eran metálicas y su cabello extremadamente grisáceo oscuro y despeinado, como el color del humo.
—¿Quién es ese señor raro? —le susurró Marine a su hermano.
—No lo sé, pero da miedo.
—Niños —hablaron Foxy y Mangle a la vez.
—¡Aquí están! —exclamó una voz femenina desde la cima de las escaleras de terciopelo negro.
En contrariedad de lo que esperaban, la señora de la casa bajó la escaleras con emoción.
Los gemelos se miraron entre sí con preocupación.
—¡Mangle!
—H-hola Anne...
La marioneta tomó a Mangle en un fuerte abrazo que le sacó el aire.
—Te extrañé Maddie —agregó soltándola y dejándola de vuelta al piso.
—El sentimiento es mutuo —respondió Mangle.
—Y tú Foxy —rió mirando al pelirrojo—. ¿Vienes por algo de cerveza?
El pelirrojo se rascó la nuca.
—Anne, no me hagas quedar mal frente a mis hijos...
—¿Tus... tus hijos?
Anne bajó la mirada hacia el par de niños frente a ella.
—No me digas que...
Los hermanos retrocedieron un par de pasos.
—¡Por Neptuno!
Justo cuando los niños pretendían salir corriendo, la alta mujer los atrapó en sus brazos.
—¡Son unos lindos gemelitos!
Golddie y Benn se acercaron a ella.
—Pero seguro que nosotros si no rechazaríamos esa cerveza.
—¡Ayuda! —gritó Marine.
—¡No respiro! —exclamó Dalai.
Esa noche, tendrían una celebración por llevar a cabo.
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8:39 p. m.
Había mucha comida y bebidas. Los compañeros de los capitanes caían de lleno amenazando con acabar con el pastel y el ron.
Anne miraba todo junto a Mangle.
—Tus amigos...
—Sí, sí, así son siempre —rió la albina. Anne la acompañó en su risa.
Foxy llegó junto a ellas con algo de comida.
—¿En dónde están los niños?
Anne y Mangle se miraron.
—Creímos que estaban contigo.
—¡Mami, papi, encontramos un gatito!
Mangle suspiró con alivio al escucharlos, pero ese alivio se esfumó cuando vio la expresión de Anne.
—Ese no es un gato —explicó la pelinegra.
Los tres fueron por los gemelos a paso rápido.
10:39 p. m.
—¿Qué les parece si subimos al balcón? —sugirió Anne.
Y vaya que necesitaban un descanso en un lugar apartado del gentío.
—Excelente propuesta —respondió el par de zorros.
Así pues, la marioneta y la familia de zorros se encaminó a las escaleras.
11:50 p. m.
Ahí estaban, reunidos nuevamente. Observando la vieja Londres desde lo alto. Parecía difícil creer que allí estaban todos tranquilos mientras que en las calles abundaba la pobreza y delincuencia.
Los niños se habían dormido, y cada uno cargaba uno en sus brazos.
—Duermen tan tranquilos... —tocó Mangle la carita de su pequeña.
—Tú qué dices, ¿crees que prefieran vivir en tierra, o querrán ser como nosotros? —indagó Foxy con una sonrisa.
Mangle tenía los ojos perdidos en ellos.
—Sea lo que sea, los amaré igual —repuso besando la frente de su hija.
La hora estaba por dar las 11:55 p. m.. Anne justo iba entrando al balcón cuando los vio, y prefirió esperar afuera para darle privacidad a la pequeña familia.
—Dalai, y Marine... —murmuró la peliblanca apegándose a él—. Foxy, gracias. De no ser por ti, yo probablemente...
—Soy yo quien debe agradecerte, Madd —la miró a los ojos—. Si no te hubiera encontrado, nunca habría sabido lo que es realmente vivir. Estoy tan agradecido contigo... por darme todo esto.
—Y gracias a ti por darme la oportunidad de ser algo más y cumplir mi sueño.
Besó su frente, luego su nariz y finalmente depositó un tierno y casto beso en sus rojos labios.
Y entonces, sucedió. Los gritos y aplausos atronadores se escucharon desde el piso de abajo.
—Felíz año nuevo, querida~
—Felíz año nuevo, mi amado Capitán~
Se besaron con amor. Una dulce caricia entre sus labios. Se separaron lentamente y miraron a las criaturas en sus brazos.
—Y felíz año nuevo a ustedes —sonrió Mangle acariciando el cabello de Dalai.
—Los amamos —agregó el pelirrojo.
En ese momento fue cuando Anne entró a la escena.
—Felíz año nuevo, para los cuatro —abrazó a cada uno y a los niños les apartó el cabello de la frente para darles un beso.
—Felíz año nuevo.
Anne se quedó mirando a los niños.
—Puedo llevarlos a una habitación para que descansen —sugirió con una amable sonrisa.
Foxy y Mangle estuvieron de acuerdo, y con cuidado pasaron ambos niños a sus brazos. Anne sonrió encantada, y le dio un beso a cada uno que hizo que una pequeña escarcha violeta emergiera de su cabecita.
—Yo me encargo.
Entonces salió del balcón, dejando sola a la pareja.
Anne empezó a caminar por uno de los largos pasillos de la mansión con una sonrisa plantada en su blanco rostro. En las paredes habían cuadros de una notable familia de marionetas. Al final del pasillo llegó a una puerta y la abrió. El interior estaba oscuro, así que el único brillo era el de la resplandeciente pupila blanca que aparecía en sus negros ojos cuando estaban en la oscuridad.
Dejó a los pequeños en la comodidad de una grande y esponjosa cama, y cuando estuvo segura de que estaban bien, sonrió y volvió a salir de la habitación. Apenas hubo cerrado la puerta detrás de ella, cuando:
—¡Ayúdame!
Fix se abalanzó sobre ella y se aferró con mucha fuerza a su vestido negro.
—¿Qué sucede? ¿Pasó algo? —cuestionó con gran preocupación la marioneta.
—Ayúdame, ayúdame... —comenzó a sollozar comenzando a tirarse al suelo, tirando de la ropa de Anne en el proceso—. Ayuda, a-ayuda...
—Dime tu nombre.
Se agachó con ella, pensando que sería algo fácil de curar, pero cuando empezó a revisarla y le alzó el rostro para verla a los ojos, se encendió su preocupación:
El blanco rostro de Fix estaba repleto de unas líneas rojas que parecían líneas sangre dentro de ella.
—¿¡Pero qué...?!
Fix comenzó a llorar. Luego gritó:
—¡AHHG! ¡M-mi cabeza!
Anne sabía perfectamente qué estaba sucediendo.
Sólo podía ser magia negra.
~···•••···•••···~
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N/A:
Y este ha sido el especial de Año Nuevo <3
¡Gracias por leer!
¿Les ha gustado?
¿Qué creen que cosas vendrán para esta parte final definitiva de la historia?
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