Capítulo Veintidós
Aún seguían avanzando en el carruaje esperando encontrar algo que les indicara la presencia de Freddy, para así poder volver al mar. Dejaron todo el caos atrás junto al palacio. Durante algunos minutos hubo silencio. Foxy y Mangle estaban sujetos de las manos y apegados al otro, por fin sus cuerpos podían agradecer estar juntos.
—Creo que veo algo —exclamó Fix.
La pareja de zorros intentaron ver a través de la ventana, pero difícilmente lograban distinguir las cosas. Llegaron a un punto alejado de la ciudad pues ya habían salido de sus límites, a los alrededores todo estaba consumido por neblina. Fix detuvo el carruaje y entonces a un lado distinguieron entre la niebla una gran silueta oscura sobre lo que parecía ser agua. Bajaron todos del carruaje y luego escucharon la voz de Freddy venir desde lo alto:
—¿Se les ofrece algo? —cuestionó, pues a lo lejos y en plena oscuridad no reconocía a los suyos.
—Tal vez que nos dejes subir —exclamó Foxy en respuesta, a lo que le precedió una pequeña risa de parte del castaño.
Así, los cuatro se acercaron al barco y empezaron a esperar. Fancy se quedó atrás.
—Bueno... fue un placer verla después de tanto tiempo, princesa —dijo la castaña torpemente.
—No sigas llamándome así, Fancy —sonrió Mangle y la tomó de las manos—, sólo soy Mangle.
Percibió que las manos de la mujer mayor estaban frías, notablemente estaba nerviosa. No debía sorprenderle, pues se hablaban cosas terribles de los piratas y ella estaba ahora frente a dos de esos —sin contar el que estaba sobre el barco—.
—¿Qué hará ahora? —le preguntó Mangle.
Fancy lo pensó un par de segundos.
—Sin lugar a dudas no regresaré al palacio, espero poder encontrar otra forma de ganarme la vida. Aunque ya estoy algo mayor y lejos de la aristocracia no es tan fácil ni cómodo encontrar algo a lo qué dedicarse.
Tenía razón, no iba a ser tarea fácil para ella hallar una forma de trabajo y Mangle la compadeció. En eso escucharon como Freddy arrojaba a la arena la larga tabla que les haría subir al navío. Los tres zorros se acercaron y Fancy se quedó detrás mirándolos. Antes de que subieran Freddy bajó para saludarles.
—¿Ves? Sabía que podías encontrar una nave —bromeó Foxy.
—Sí, me debes un saco de oro —sentenció Freddy.
Luego, vio a la mujer que se había quedado detrás.
»¿Y ella quién es? —cuestionó mirándola—. ¿Alguna rehén o algo?
—¡No! —exclamó Mangle—. Es una buena mujer, sólo quería escapar.
Freddy bufó por lo bajo y se acercó a ella cuidadosamente.
—N-no me haga daño... —murmuró ella algo asustada.
A medida que Freddy se acercaba Fancy notaba como la silueta era más alta, esto la puso aún más nerviosa. Pero entonces, en el instante en que estuvieron frente a frente y sus rostros eran más o menos visibles, sus expresiones se suavizaron.
—¿Freddy? —susurró suavemente la mujer.
—¡Mamá! —exclamó el contrario y la estrechó en sus brazos.
Los demás estaban sorprendidos, se miraron entre ellos y no terminaban de asimilar lo que recién acababa de suceder. ¿Freddy? ¿Mamá?
—¡Tantos años, hijo mío! —comentó ella con ojos llorosos.
Aunque estaban confundidos, decidieron darle su espacio a madre e hijo, mientras éstos se regocijaban por su reencuentro.
»Perdóname, hijo. Sólo quería buscar una manera de poder alimentarte. No debí dejarte sólo...
—No, no mamá, está bien —la consoló el contrario—. Hiciste tu mejor esfuerzo.
—¡Mira cómo has crecido! —continuó ella—. Estás mucho más alto que yo, y tan formado.
Y así siguieron por un largo rato, durante el cuál Mangle, Foxy y Fix miraban la escena conmovidos. Cuándo pasaron varios minutos, se acercaron a ellos.
—¡Caramba! —exclamó Foxy—. Qué pequeño es el mundo.
—Más pequeño de lo que parece —agregó Mangle.
Todos rieron en ese momento. Fueron instantes llenos de plena felicidad para ellos. Más tarde, los tres zorros volvieron a alejarse para disponerse a subir al barco.
—Fix, deberías venir con nosotros —dijo Mangle.
—No lo sé... —contestó ella—. Siempre pensé que si una oportunidad como esta se presentaba, sería con Lolbit a mi lado...
Sollozó, estaba por llorar y entonces los otros dos la abrazaron para consolarla.
—¿Qué pasó con su cuerpo? —cuestionó Foxy.
—Los estúpidos guardias se lo llevaron y ya no pude volver a verlo —repuso entre lágrimas.
—Entonces le daremos una despedida digna a tu hermano —la consoló Foxy—. Sin él tal vez nunca habría podido ir por Mangle.
Y la albina se sintió conmocionada, aunque no había conocido a Lolbit se notaba que era una gran persona.
—Fix, tu hermano seguro querría verte felíz —dijo Mangle—. ¿Qué te haría felíz a ti?
Aquella pregunta la hizo pensar. Tenía razón, Lolbit querría que ella fuera felíz haciendo lo que le gusta. ¿Y qué era lo que ella quería? Quería experimentar la vida en el océano, quería aprender a bailar con espadas y a luchar y ser libre. Entonces, asintió.
—Iré con ustedes.
La pareja le sonrió y luego voltearon a ver a Freddy quien seguía con su madre. A pesar de que no deseaban interrumpir su encuentro ya debían irse, pues si llegaban guardias reales o algo similar la situación volvería a tornarse complicada. Entonces Foxy le llamó:
—¡Hey, Freddy! ¿Vienes?
El llamado lo tomó por sorpresa. Le dirigió la mirada a su madre.
—Mamá, ¿vendrás conmigo? —preguntó, y como era de esperarse ella negó.
—Los barcos no son lo mío, yo me quedaré aquí en tierra —dijo con suavidad, entonces notó como Freddy bajaba la mirada—. Pero ve tú, hijo, se libre y has lo que te apasiona. Te seguiré amando a pesar de todo.
Freddy le sonrió y volvió a estrecharla en un fuerte abrazo. Escuchó un silbido desde el barco; los tres zorros ya habían subido, sólo faltaba él. Se despidió entonces de su madre aunque no quisiera dejarla, se tomaron las manos por última vez, y luego se alejó lentamente. Fancy miraba como Freddy se iba alejando de ella y se acercaba al barco, miró como comenzaba a subir lentamente. Pero cuando iba a medio camino, Freddy se detuvo repentinamente y luego regresó corriendo hacia ella, tomándola por sorpresa la abrazó y la alzó un poco.
—Me quedaré contigo, madre. No quiero dejarte sóla.
Tales palabras fueron la mayor alegría para ella, que correspondió su abrazo amorosamente. Mientras tanto, desde arriba todos seguían esperando a Freddy, hasta que éste se separó del abrazo y exclamó:
—¡Me quedaré aquí! Quiero hacerle compañía a mi madre.
Así pues, todos comprendieron que debían seguir sin él. Se despidieron con fervor de su amigo, y habían comenzado a trabajar para mover el barco. Tras varios minutos de arreglos, finalmente el barco había comenzado a moverse sobre el agua. Mangle sintió una gran felicidad rodearla cuando al fin estaba sobre el mar otra vez, era allí donde pertenecía, al mar. A pesar de que era de noche y tardaron mucho en salir de la niebla para llegar a la zona libre y serena con la luz de la luna, estar mirando todo desde la borda era su pasatiempo favorito. Foxy se acercó a ella y la tomó de las manos.
—Capitana —dijo mirándola bajo la luz lunar y rodeados del frío nocturno.
Mangle lo miró sonriente y también observó como Foxy sacaba un anillo que había estado guardando.
»Creo que aún tenemos un compromiso pendiente.
El anillo dorado era una hermosa obra, pues tenía grabadas ondas como si se tratase de olas. La peliblanca se arrojó a sus brazos y se abrazaron con cariño. Todo estaba volviendo a la normalidad.
≈•×•≈
—Hemos perdido un gran amigo, un gran compañero, un hermano. Leal y con sentido del humor. Murió ayudando a uno de los suyos, por eso, su alma merece la libertad que sólo puede otorgarle el océano.
Foxy terminó de hablar y le cedió la palabra a Fix, la hermana del difunto. Los tres estaban junto a la proa mirando el mar haciéndole la mejor despedida que podían hacerle a Lolbit, de la manera que se acostumbraba hacer cuando perdían un amigo en altamar.
—Lolbit, mi hermano —pronunció Fix débilmente—. Me enseñaste a ser fuerte, valiente, fiel, y sobre todo a ser felíz. Aún no debías irte, tenías mucho por ofrecer y... me gustaría tenerte conmigo a mi lado en este momento —sollozó.
››Pero sé que sigues aquí, pues hoy le ofrecemos tu alma a la única patria de un pirata: la mar. Para que tu presencia se nos haga presente en las olas, en la lluvia que pueda mojarnos, en las tormentas, en el viento, en el sol y la luna. Porque eso eres ahora, hermano. Eres todo lo que nos rodea. Esperamos que ahora, en la eternidad, seas libre como el viento, como las aves, las gaviotas que vemos pasar, y como el agua que tenemos por delante.
Dicho esto, Fix sacó su espada, Foxy y Mangle le imitaron y los tres juntaron sus espadas asomandolas fuera de la borda.
››Descansa en la eternidad, Lolbit.
—El viento y el océano serán tu presencia ahora —concluyeron Foxy y Mangle.
Acto seguido separaron sus espadas y volvieron a enfundarlas. Un fuerte viento oceánico les sopló el rostro y Fix sonrió, pues sentía que era un abrazo de su hermano y amigo.
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