Capítulo Trece
Les compenso este tiempo con un capítulo medio larguito.
Volvimos ♡
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Tiraron las cosas que estaban sobre la mesa y en su lugar extendieron de par en par un mapa de Francia y sus alrededores, fronteras, y adyacentes. Foxy lo miraba atentamente.
—¿Lolbit, te has logrado comunicar con alguien?
—He enviado una carta, solo debemos esperar un par de días—repuso el pelinaranja aproximándose.
—Un par de días, un par de días... —murmuró Foxy insatisfecho—. Bien, no hay de otra.
El característico sonido que se produce al morder una fruta sonó junto a él, que lo distrajo y lo hizo mirar sobre su hombro.
—... ¿Te apetece una manzana también? —comentó Fix, con la manzana mordida en su mano. Foxy negó.
—Cuando nos comuniquemos podremos dar con la ubicación de Mangle, donde sea que esté en Francia —señaló Foxy mirando el mapa—. Sería conveniente que no estuviera lejos de la costa, pero...
—Vamos, ese Zelig no ha de ser tan estúpido para dejarnos lo así de fácil —comentó Lolbit, a lo que Foxy asintió.
—Entonces hemos de plantear dos cosas en caso de que se encuentre cerca o lejos del océano.
—O hacer uso de ambas —indicó Fix—; si está lejos de la costa convendría tener a disposición un vehículo y de allí ir directamente al barco.
Foxy guardó silencio: ¿Cuál barco? Él ya no poseía un navío. Y ¿qué es de un pirata sin su barco? Mentalmente llegó a la conclusión de que iba a necesitar hurtar alguna nave para hacerse con ella y empezar de nuevo lo que con años de descendencia se había levantado. Tendría que reconstruir el Plötzlicher Tod.
—¿Y bien Foxy, tú qué opinas?
—¿Qué cosa?
Estaba tan concentrado en sus pensamientos que no había prestado atención a lo que decían el par de hermanos. Lolbit le repitió lo planteado sin problemas:
—Fácilmente podemos conseguir un coche para transportarlos a ti y a tu chica de vuelta al mar —Foxy asintió.
—Eso sería muy útil —repuso centrando la mirada en el mapa, dirigiendo la vista a las salidas al mar que estaban disponibles en el mapa.
≈•×•≈
Esa misma noche Foxy se sentó en el escritorio de su habitación y empezó a redactar un largo escrito. La inmensa casa se hallaba en completo silencio pues los únicos presentes en ella eran él y Fix, ésta última se había retirado a la biblioteca personal para distraerse con algunos libros. Mientras Foxy escribía pensaba en la responsabilidad que ahora caía sobre sus hombros, pues estaba por enfrentarse a los aristócratas con tal de sacar a Mangle de la prisión en la que se encontraba, y sabía que ella sufría. Aparte de eso, también tenía el deber de volver a levantar el legado del barco de sus ascendientes, el de sus bisabuelos, sus abuelos y sus padres que con tanto orgullo habían dirigido.
La puerta de su habitación fue abierta y cuando miró encontró a Fix entrar.
—¿Todo bien capitán? —cuestionó acercándose al escritorio.
—Solo puedo pensar en recibir una respuesta lo más pronto posible, para poder ejecutar lo planeado.
—Mmh... —musitó Fix pensativa—. Oye, estuve leyendo sobre los piratas en la biblioteca y me encontré muchas cosas interesantes que me gustaría discutir contigo, entonces, resulta que...
Fix empezó a hablar dando un largo discurso sobre lo que había encontrado en su lectura. Pero aquellas cosas solo llevaron a Foxy a volver a perderse en su mente mientras Fix hablaba sóla. No podía permitirse sentirse angustiado por lo que ahora tenía que hacer: iba a hacer todo lo necesario por volver a su vida de antes junto a su pirata albina. ¿Qué clase de pirata sería si tuviera miedo? Claro que se sentía algo atemorizado por los hechos, pero no permitiría que ese temor lo dominara, tenía que ser fuerte, debía serlo por él y por ella. Cuando finalmente hubo organizado sus pensamientos, se levantó entusiasmado del escritorio.
—¡Fix, eres una gran consejera! Esta plática me ha servido de mucho.
—¿Entonces es cierto que beben la sangre de sus enemigos? —repuso ella algo repugnada.
—¿Qué? ¡No! Bueno, no sé, eso depende —balbuceó Foxy—. ¡Pero eso no es lo que quiero decir! Ya sé qué posición tomar en todo este asunto.
Y dicho esto, salió de la habitación.
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Mientras en Londres tres zorros se debatían una noche como rescatarla, la mañana siguiente Mangle seguía acostada aún cuando escuchaba que todos estaban despiertos. Su depresión solo la empujaba a estar atada a su habitación y a la cama sin tener ganas de alguna otra actividad. No se dio cuenta del peliverde que entraba a dejarle desayuno a su alcoba.
Luego de dejarle la comida en la mesa, cuando Springtrap la vio allí acostada y arropada con las sábanas marcando la perfecta silueta de su cuerpo, solo pudo contemplarla. Se sentía embelesado al mirarla, incluso se sentó en la cama para poder disfrutar de su cercanía. A los pocos minutos, Mangle empezó a removerse en la cama, y cuando se dio vuelta se asustó al encontrarse a Springtrap a esa distancia de ella.
—¡Zelig! —exclamó sentándose al instante.
—Buenos días, Madeleine.
—Mangle —recalcó ella.
Springtrap no se acostumbraba a llamarla por ese apodo que consideraba ridículo.
—Mangle —repitió—. Te traje el desayuno.
A Mangle le indignaba el hecho de que Springtrap siguiera con esa cercanía ignorando su incomodidad. Parecía sentir que tenía el derecho de estar de esa forma y no pudo evitar sentirse repugnada por el hombre frente a ella.
—Gracias, ya puedes retirarte —señaló ella cubriéndose con las sábanas.
—Madeleine —suspiró Springtrap, y Mangle rodó los ojos al escuchar nuevamente su nombre—, necesitas seguir adelante e intentar hacer a un lado el pasado.
Mangle bajó la mirada, debía admitir que en parte tenía razón, sin importar cuánto lo odiara.
—N-no puedo... es que...
—Madeleine —continuó diciendo Springtrap, esta vez la tomó con delicadeza del mentón para levantarle la mirada—, si te aferras al pasado este va a consumirte y acabará contigo.
«Tal vez Zelig no sea tan malo» pensó ella. De todas formas no se había comportado desconsiderado esos últimos días, al contrario, había intentado ayudarla. Claro que, estos pensamientos positivos respecto a su persona se esfumaron con la misma velocidad con la que llegaron en el instante en que Springtrap se acercó a ella y juntó sus labios con los suyos. Mangle sintió que lo que hacía era un tacto invasor, y rápidamente se defendió con una bofetada que dejó su mano marcada en la cara del contrario.
Springtrap se levantó, y cuando ella pensó que iba a golpearla, solamente se pasó la mano por la mejilla lastimada.
—Mis disculpas, señorita —comentó—. ¿Te gustaría salir hoy? Te llevaré donde quieras, podemos ir al pueblo o...
—¡A la playa! —exclamó ella apresuradamente y con brillo en los ojos—. Ehh... quiero decir, me haría mucha ilusión visitar la zona costera.
Springtrap asintió lentamente, esperaba que ella quisiera ir a otro lugar, pero no se negó a su petición. Sin decir más Springtrap se alejó y salió de la habitación cerrando la puerta, y Mangle quedo en soledad, pensando que a partir de ese día aseguraría su puerta con llave en las noches.
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