Capítulo Quince
Cuando se empieza a recuperar el ánimo y cuando el corazón comienza a sanar, el apetito se abre nuevamente poco a poco. Discretamente Mangle bajó una noche al área de la cocina, apartado y recóndito en un rincón del palacio. Cuidadosamente bajó las escaleras que se encontraban tras la entrada del lugar y cómo era de esperarse estaba vacío, la servidumbre de la cocina no tenía razones para estar en el área a esas horas de la madrugada. Hurgando en los gabinetes y ollas se encontró con algo de dulce guardado en una de las que revisó. Tal fue su tentación, que tomó una cuchara para hundirla en esa consistencia acaramelada y luego se la llevó a la boca cerrando los ojos. Debía admitirlo, estaba delicioso. Su boca agradeció saborear algo dulce después de tanto tiempo. Abrió los ojos y luego buscó como limpiar la cuchara para poder tomar un poco más.
—¿Quién es usted? —habló una voz femenina a sus espaldas.
Mangle se asustó, se sobresaltó tanto al verse descubierta que accidentalmente tiró la cuchara y se volvió al instante para ver quién había hablado. Del otro lado de la cocina la veía una mujer de mediana edad y con el cabello café, no se veía muy alta pero si era delgada y notoriamente era una de las cocineras.
—Y-ya me voy... —balbuceó la peliblanca intentando abandonar el lugar. Pero la mujer se acercó a ella lentamente sin apartarle la mirada de los ojos.
—¿Alteza? —murmuró visiblemente sorprendida—. ¿M-Madeleine?
La peliblanca no sabía como reaccionar, pues la mujer frente a ella se veía muy sorprendida de verla. Poco a poco su expresión sorprendida fue cambiando su rostro a una expresión de profunda alegría y no tardó en ponerse de rodillas frente a la albina aferrándose a sus pijamas.
—Majesté, pardonne mon insolence —declaró tomando sus manos, Mangle seguía muy sorprendida—. Pensé que nunca la volvería a ver...
—Por favor, levántate, no tienes porqué ponerte de rodillas delante de mí —insistió Mangle.
Y así lo veía ella, a Mangle no le gustaba esa posición de princesa, no le gustaba eso de ser superior a otra persona solo por su procedencia natal. A pesar de haber nacido en una cuna dorada Mangle rechazaba ese tipo de vida, y aunque su sangre dictaba que ella era una princesa no toleraba que otra persona tuviera que humillarse de tal manera al verla. La mujer se levantó, y Mangle se sorprendió de verla limpiándose lágrimas que brotaban de sus ojos.
—Recuerdo cuando usted tenía tan solo cinco años... —dijo la cocinera y rió un poco por los recuerdos—. Solía venir acá por dulces, y mire ahora, la encuentro haciendo exactamente lo mismo quince años después.
»Usted siempre fue una niña encantadora, de espíritu libre y atada a vivir bajo una máscara de princesa. Cuando escapó pensé que nunca la vería nuevamente, o que la marina terminaría por acabar con usted, pero ahora la tengo aquí frente a mí en carne y hueso.
La mujer continuaba hablando, se encontraba muy conmocionada por la situación y Mangle solo la dejaba continuar conmovida de ver a alguien que realmente la echó de menos en el palacio.
»Pero me niego a creer que usted está aquí por decisión propia —continuó hablando, ahora más tranquila y limpiando mejor sus ojos—. Mon Dieu! ¡También veo que tiene varios golpes!
—Estoy bien, tranquila —repuso con suavidad Mangle—. Ciertamente no estoy aquí por mi cuenta.
—¿Fue ese Zelig, verdad? —adivinó la cocinera—. ¡Siempre tuve una mala impresión con ese conejo! No me extrañó que usted hubo de huir cuando supo de su compromiso.
—¿Qué ha pasado estos años en mi ausencia? —cuestionó Mangle con curiosidad.
Ambas se sentaron en el suelo ocultas en la oscuridad de la noche enmedio del área de las cocinas, y la mujer empezó a hablar en voz baja.
—Será mejor que hable así —indicó—. Las paredes pueden tener oídos.
»Estos últimos años la reputación de los monarcas ha estado yendo de mal en peor. Y eso no es todo, para empeorarlo, Zelig convence a los mayores para aumentar cada vez más los impuestos para hacerse con una parte del dinero. Y ahora todavía más que está organizando una fiesta en Paris.
—Esto no durará para siempre —la consoló Mangle—. Ningún mal puede durar mucho tiempo.
—Esperemos así sea —concordó la cocinera—. Bueno, usted puede contar conmigo para lo que necesite, señorita.
—¿Puede hacerme saber su nombre? —sonrió Mangle.
—Dígame Fancy.
ו×
Ya de vuelta en su habitación, al cerrar la puerta Mangle encontró una pequeña hoja de papel doblada a la mitad. Se podía deducir que la hoja de papel había sido deslizada a su habitación bajo la puerta. Mangle lo tomó, aseguró la puerta con llave como había decidido hacerlo y luego de poner la llave a salvo bajo su almohada, se sentó en la cama y abrió el pedazo de papel:
«Debes practicar baile para estar presente en la fiesta. Puedo deducir que ya has olvidado todo. Mañana te llevaré al salón para un breve ensayo.
Zelig.»
—¿Bailar? —dijo Mangle para sí misma—. Zelig, ya déjame en paz... cuando empiezas a caerme bien, vienes con esto —acto seguido rompió el papel en cuatro partes.
♔〘 𝕃𝕆ℕ𝔻ℝ𝔼𝕊 〙♔
Los tres zorros descansaban frente a la gran chimenea. Fix se entretenía sentada en el piso escribiendo algo en su diario, por otro lado Lolbit estaba algo recostado en uno de los sillones leyendo un libro de título desconocido, pues este no era visible. Foxy, pues, estaba sentado en otro sillón mirando las llamas crecer, luego encogerse y luego volvían a alzarse con poder.
—Foxy, tengo una pregunta que no ha dejado de molestarme —dijo Fix haciendo una pausa en su escritura—, ¿cómo piensas entrar a la fiesta?
—Me pregunto lo mismo —agregó Lolbit, pero sin apartar la vista del libro.
—¿Siendo mi cara tan conocida en Francia? No tengo idea —contestó Foxy, finalmente.
Un breve silencio se hizo presente, durante el cuál Lolbit miró a Fix y esta le devolvió la mirada de forma cómplice, acompañada de una sonrisa. Parecían que ambos hermanos podían hablar con la mente y aquello hacía sentir incómodo a Foxy, ¿qué estarían tramando?
—Ehhh... ¿pasó algo de lo que no me he enterado? —cuestionó el pelirrojo.
—Fix puede ayudarte con eso —le sonrió Lolbit volviendo a su lectura. Ese acto solo lo perturbó un poco más.
—¿Ah, sí? —insistió Foxy insatisfecho—. ¿Por qué siento que me ocultan algo de lo que soy partícipe?
Fix cerró su diario y miró a Foxy.
—Sólo debes dejarme jugar un poco con tu imagen... déjame esto a mí.
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Holaaa. Por favor, lean la siguiente parte ^^ ↓
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