Capítulo Dieciséis
El típico «un, dos, tres» comenzaba a molestarla. La constante repetición al contar los pasos y el extraño maestro que le había impuesto Springtrap convertían esos momentos en eternos segundos de irritación. Obligada a bailar con un maestro de acento extraño mientras Springtrap supervisaba a cierta distancia la hacía sentir sin salida. Aunque debía admitir algo: bailar no era lo suyo. Desde que estaba pequeña viviendo en el palacio los maestros apenas y podían ayudarla. No tenía que ver con la gracia, porque Mangle poseía mucha gracia y soltura a la hora del baile, además contaba bien los pasos y los movimientos. Su problema era la cercanía de su compañero, pues siempre sentía que estaba demasiado cerca o demasiado lejos y eso la incomodaba y distraía. Incluso ahora había perdido la cuenta de cuántas veces había pisado al maestro.
—Princesse, s'il te plaît... un poco más de cuidado —dijo finalmente el tutor, algo irritado.
—Perdone, pero no puedo hacer esto —sentenció Mangle separándose de él—, a este ritmo ya no podrá sentir sus pies.
Aunque Mangle lo dijo con algo de humor, el maestro se irritó más y solo se alejó acercándose a la puerta de salida del gran salón, con una mirada le solicitó el permiso de retirarse a Springtrap, y de igual manera éste se lo permitió con un ademán. Mangle y Springtrap quedaron solos en aquel salón. El pelidorado, que había estado mirando todo cruzado de brazos junto a una de las paredes, cruzó miradas con ella y acto seguido se encaminó a su encuentro. Con cada paso que daba se escuchaba un eco resonar entre las paredes gracias a la soledad y silencio presente. Cuando estuvo a pocos metros de ella Mangle quiso caminar hacia la salida pero él la tomó del brazo.
—Tal parece que ese maestro tiene poca paciencia.
—¿Eso es todo lo que querías decirme? —soltó Mangle liberandose de su agarre.
—¿Gusta bailar conmigo, señorita?
Dijo ofreciéndole la mano derecha y posicionando la otra tras su espalda. Mangle sólo miró su mano y luego lo observó a él. Negó con la cabeza e intentó irse de allí nuevamente.
Springtrap soltó una pequeña risa ronca entredientes y volvió a tomarla del brazo y la jaló hacia él uniendola a su cuerpo.
—Maldición, Zelig, ¿nunca vas a dejarme en paz? —se quejó Mangle intentando soltarse.
—Sólo le estoy pidiendo un baile, señorita.
—No quiero bailar contigo —espetó.
Al conejo sólo le parecía atractivo y divertido el como la albina lo miraba enojada e intentaba separarse de él, pero se aseguraba de tenerla sujeta de tal manera que apenas y podía moverse.
—Mira, te dejaré ir si bailas un poco conmigo, ¿hecho?
Mangle exhaló envuelta en enojo, empezaba a comprender que no la dejaría ir de otra manera y seguiría forzandola a estar con él, así que tras breves segundos de meditación asintió con la cabeza con renuencia. Springtrap se sintió victorioso.
La liberó de aquel agarre y ahora pasó a poner su mano sobre su cintura; contuvo la respiración por unos segundos, se sentía dichoso de poder al fin tomarla en sus brazos sin que ella forcejeara, y lentamente, comenzó aquel baile. Aunque Mangle no lo sabía, estaba bailando con el enemigo, sí, no se llevaba bien con él, pero no tenía una razón exacta para no darle alguna oportunidad, al menos no que ella supiera. Desde su punto de vista Springtrap había cambiado ligeramente esos años —aunque claro, seguía siendo irritante—. Aquello le daba ventaja el pelidorado, Mangle no tenía idea de lo que había hecho para poder estar así con ella y le alegraba que su plan estuviera marchando correctamente.
Podía tenerla en brazos, podía tenerla sujeta de aquella cintura estrecha que tenía, aunque su cuerpo no estaba muy apegado al de ella, esto se debía a la inseguridad de Mangle a la hora de bailar.
—No le temas a la cercanía, no pasará nada —le susurró. Acto seguido, la apegó a él en su totalidad tomándola de la cintura.
Tenerla sujeta de esa forma, con su mano acariciando su cintura y su cuerpo pegado al de ella lo hacía sentir que era suya. Pero incluso él sabía que eso no era cierto, al menos no del todo. ¿En serio valía la pena? Se preguntaba ¿Valía la pena tenerla a su lado contra su voluntad?
Pero entonces la miraba y pensaba que claro que valía la pena. Aunque debía controlarse, aquella cercanía podía llevarlo a arruinar su progreso con la peliblanca. A pesar de que él buscara sus ojos Mangle se mantenía con la cabeza baja, no quería verlo. Pero él deseaba que lo viera, quería exigirle que lo mirara, sin embargo sabía que no podía permitirse hacer eso. Lo que hizo fue detener el baile y la tomó con cuidado del mentón para levantarle la mirada, y en cuanto miró sus ojos no encontró nada más que lágrimas.
—¿Sucede algo? —preguntó.
Mangle empezó a sollozar.
—Estoy muy herida, Zelig —contestó ella—. Tanto física como mentalmente. Y esto que me obligas a hacer me hace sentir culpable.
—¿Culpable? ¿Culpable de qué?
—Por Foxy...
Se quedó sin palabras al escuchar estas últimas palabras, comenzaba a pensar que Mangle aún no había superado a Foxy del todo aunque dejó de hacerlo cuando ella habló nuevamente.
—Sé que él me abandonó, sé que me escupió con odio todas sus verdades y prefirió dejarme en el martirio en esos calabozos —prosiguió ella—, pero algunas heridas a veces no sanan del todo...
Y esto fue lo que le devolvió las esperanzas. Springtrap la abrazó y le limpió las lágrimas con su mano libre, luego depositó un pequeño beso sobre su blanca frente.
—Entonces, déjame sanar esas heridas.
♔〘 𝕃𝕆ℕ𝔻ℝ𝔼𝕊 〙♔
—¿Cómo va todo allí dentro? —preguntó Lolbit.
—¡Está marchando a la perfección! —respondió Fix del otro lado de la puerta.
Lolbit asintió y se alejó de aquella puerta para volver a sentarse junto a la pared de al lado. Hacían ya varias horas desde que Fix se encerró ahí dentro con Foxy para «hacer su magia» como lo llamaba ella, y a veces debía admitir que le preocupaba lo que su hermana podía llegar a hacer. Se preguntaba como la estaría pasando Foxy, que no tenía ni idea de lo que pasaba porque en esa habitación específica no habían espejos o cualquier material con reflejo.
Finalmente media hora más tarde, Fix abrió la puerta.
—¡Listo! Ah, y por favor, trae un espejo, ya que el capitán está algo desesperado... —exclamó murmurando la última parte.
Lolbit se levantó, tomó un pequeño espejo de pared y entró a la habitación. Hizo una pequeña mueca al ver a Foxy, como si contuviese una sonrisa —y así era—.
—Bien, veo que quieres reír. Ahora me preocupa más lo que sea que haya hecho tu hermana —comentó Foxy.
Lolbit traía el espejo al revés, de manera que el lado reflejante estaba contra su pecho. Suspiró.
—Bueno Foxy, ¿estás listo? —dijo.
—Si sí, ya, mejor muéstrame ahora antes que empiece a perder la paciencia.
Y acto seguido, Lolbit volteó el espejo hacia él. Foxy simplemente no tuvo palabras.
¿A dónde se había ido su pelo pelirrojo?
—¡Me pintaste el cabello de negro?! —exclamó Foxy arrebatandole el espejo al de mechas naranjas.
—Oh no, claro que no —se defendió Fix—. Corrección, no fue solo tu cabello, también tus orejas y cola. Las nueces negras y el café pueden ser efectivas cuando se saben utilizar.
Lolbit se reía por lo bajo.
—Mi hermana, haciendo uso de sus extraños experimentos en mi mejor amigo... —agregó acercándose a Fix, y puso su mano sobre su hombro—. Me enorgulleces, hermanita.
Y en cuánto a Foxy, aún no alcanzaba a reconocerse a sí mismo en el reflejo.
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