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Capítulo Dieciocho

Nota para recordarles que hace diez capítulos Foxy le prometía a Mangle que todo estaría bien </3

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—¿Para quién es esa carta?

Excusez-moi monsieur, es para su prometida, la princesa, señor.

A Springtrap le agradaba el hecho de que ya otras personas se dirigieran a Mangle como su prometida, le llenaba de una satisfacción interna que lo hacía un poco arrogante. Sin embargo, desde aquel día en que casi se sobrepasa con ella no se habían vuelto a dirigir una sola palabra. Frente a él, observaba la carta que el inferior frente a él sostenía con cuidado sobre una bandeja. Le preocupó pensar que Foxy pudiera comunicarse con Mangle, entonces, tomó la carta de la bandeja.

—Me encargaré de entregársela yo mismo. Ahora, retírate —ordenó.

El criado hizo lo que se le ordenó luego de saludarlo con respeto con un ademán en su cabeza, y luego se retiró de la gran sala. En eso, Springtrap tomó el sobre de la carta y la examinó breves instantes con la mirada, luego, cuando estaba dispuesto a abrirla, escuchó a Mangle bajar con prisa las escaleras mientras lo llamaba. Rápidamente escondió el sobre en la parte interna de su saco y se volteó a verla.

—¡Zelig! —llamaba Mangle bajando las escaleras, hasta que llegó junto a él.

—¿Mangle?

—Zelig, yo... quería disculparme, por lo del otro día —dijo ella.

Una nueva ilusión comenzaba a crecer en él. Empezó a considerar que Mangle no había detestado del todo aquel beso, tal vez lo había disfrutado, pensaba.

»En realidad, fue mi culpa —suspiró la albina, rompiendo las esperanzas del conejo—. A fin de cuentas, fui yo quien te lo permitió.

Zelig podría besarla y tocarla aunque fuera sin su consentimiento.

Ne t'en fais pas [1] —contestó él haciendo a un lado sus pensamientos—, no podría hacer algo que no quieras —sonrió.

Mangle le devolvió la sonrisa y arregló un poco su cabello. Casi parecía haber sanado su corazón roto, aunque internamente seguía extrañando la vida que alguna vez tuvo. A simple vista se veía risueña, impecable, cuidada, pero sus ojos seguían ocultando un vacío secreto, un vacío que sólo ella conocía.

—Veo que desde ahora están organizando todo en el salón —comentó la albina—, pareciera que despertaron arreglando lo de la fiesta.

—Pues es de esperarse, querida —agregó Springtrap—. La fiesta es en dos días, y todo debe estar preparado.

Ambos empezaron a caminar por la gran sala principal del palacio. Al escuchar su comentario Mangle detuvo un poco su paso.

—Pero, ¿no te molesta tenerlos trabajando arduamente desde que amaneció? —Springtrap negó.

—¿Por qué habría de molestarme? —repuso él—. Son criados, inferiores. No tiene porqué importarme.

Claro está que aquellas palabras se habían escapado sin su consentimiento. Cuando se volvió a ver a Mangle la encontró mirándolo, frunciendo el entrecejo. Ella se cruzó de brazos.

—¿No tienes un poco de empatía con ellos?

—No me refiero a eso... —pronunció el peliverde intentando remendar lo dicho—. Quise decir, es su trabajo, es lo que hacen.

Mangle suspiró pesado, y Springtrap recordó que tenía algo qué hacer.

—Mira —dijo acercándose a la frustrada albina y poniendo sus manos en sus mejillas—, si quieres, ve a visitarlos. Seguro que verte les alegraría —concluyó, y posteriormente le besó la cabeza cubierta de blancos cabellos.

Mangle asintió y Springtrap se alejó, dejándola sola. Mangle se encogió de hombros y, tal como se lo sugirió el contrario, se encaminó con destino a la sala en dónde se daría aquella prestigiosa fiesta. Mientras tanto, Springtrap fue caminando por uno de los pasillos del palacio y entró a una habitación con un par de sillones y una pequeña biblioteca. En la habitación había encendida una chimenea dispuesta frente al par de muebles, que se encargaba de iluminar la casi oscura habitación dado a la falta de ventanas presentes.

En aquella habitación, Springtrap se posicionó de pie frente a la chimenea y sacó el sobre de su saco. Lo único que le permitía ver el papel eran las luces naranjas y amarillentas del fuego frente a él. Abrió el sobre y medio abrió la carta, mostrando así las primeras dos líneas del escrito, que se mostraban en una letra y caligrafía alemana:

«C.M. Warte nur noch einen Tag. Nicht alleine. Bald können Sie zurückkehren zu... [2]

No quiso leer una sola palabra más. Se limitó a chistar la lengua y arrojó la carta a las brasas ardientes de la chimenea.

♔〘 𝕃𝕆ℕ𝔻ℝ𝔼𝕊 〙♔

Desde el momento en que Foxy recibió la carta, se la pasaba sentado en el sillón de la sala que miraba a la chimenea. A Lolbit y a Fix les preocupaba su estado, pero no tenían tiempo que perder; los hermanos hacían sus maletas, pues, ese mismo día zarparían a París, Francia, para llegar a tiempo a la fiesta en la que rescatarían a la peliblanca.

—El capitán no parece tener ni ganas de salir —comentó Fix haciendo su equipaje en la misma habitación que su hermano. Dirigirse a Foxy con el apodo de Capitán ya se había vuelto costumbre suya.

A diferencia de ella, Lolbit ya había terminado sus maletas. Después de todo Fix siempre se tardaba en cuánto a equipaje se trataba, daba mil una vueltas escogiendo los atuendos y cosas personales que fueran perfectos e ideales para el viaje. El de mechas naranjas exhaló profundamente y, tomando su maleta, salió de la habitación para dirigirse a la sala junto a Foxy.

A medida que iba bajando las escaleras junto a su maleta café oscuro en una mano más clara era la imagen de Foxy sentado inexpresivamente, mirando algún punto muerto en el aire. Llegó a la planta baja, dejó su maleta en un lugar cercano y se puso frente a él de brazos cruzados.

—A ver, ¿no piensas arreglarte para algo que tú mismo quisiste? ¿Quieres ir por tu amada o no?

Foxy gruñó.

—Escúchame, Franz —dijo Lolbit con firmeza—, and listen to me carefully [3]: Mangle está allá en Francia con una vida que detesta, tú lo sabes mejor que yo. ¿En serio crees que no le haría felíz verte?

Foxy bajó la mirada y empezó a jugar con los dedos de sus manos, teniendo los brazos recargados de sus piernas.

»Si la amas, harás el intento de ir con ella, ¿entendido? —agregó Lolbit—. Porque estoy haciendo esto por ti, porque tú harías lo mismo por mí. Por lo tanto, te vas a levantar, tomarás toda la ropa que te he prestado y la vas a empacar. Porque nos vamos a Francia y vamos a ir por Mangle mañana mismo.

Foxy no dijo alguna palabra en su defensa, aunque la idea del compromiso de Mangle y Springtrap se encargaba de hacerlo sentir destrozado Lolbit tenía razón. Su amigo volvió a subir junto a su hermana, dejándolo solo en su meditación. Foxy lo pensó breves instantes y convino en que debía darlo todo por ella. Entonces, subió a su habitación, tomó una maleta y empezó a meter toda aquella ropa que había estado usando esos días a falta de vestimenta propia.

≈•×•≈

Como siempre, el puerto Londinense estaba lleno de ajetreo y muchedumbre. Los tres zorros se habrían paso para llegar al barco que pronto zarparía rumbo a tierras francesas. Las voces de las personas y el ladrido de uno que otro perro cerca hacían apenas audible otro posible sonido. Finalmente, llegaron frente al barco que había comenzado su abordaje. Mientras esperaban a abordar el barco, Foxy miraba los alrededores y no muy lejos de él distinguió a un vendedor pelicastaño que reconocería en cualquier parte.

—F-Fred, ¡Freddy! —exclamó. Para su sorpresa, el vendedor respondió al llamado y lo miró con extrañeza.

Freddy se acercó a él en la columna de personas que aguardaban para subir al gran barco.

—Disculpe, ¿lo conozco? —dijo Freddy torpemente, visiblemente no reconocía a Foxy con su nueva cabellera negra.

—Quién diría que pasarías a olvidar a tu capitán —respondió el contrario.

Freddy seguía mirándolo expectante, hasta que lentamente fue reconociendo sus rasgos faciales.

—... ¿Franz? ¡Capitán! —exclamó por lo bajo—. ¡Pensé que había muerto! ¿Dónde está la capitana Mangle?

Foxy suspiró con algo de nostalgia, no podían hablar mucho, pues el abordaje había empezado.

—Escúchame, Freddy, necesito tu ayuda —dijo Foxy apresuradamente mientras caminaba. Freddy le seguía.

—Lo escucho.

—Necesito encontrarte mañana en Francia, en la costa más cercana a París, lleva un barco contigo.

—¡Qué!? —gritó, hasta que Foxy le indicó bajar la voz—. ¿De dónde piensa usted que voy a sacar un barco de hoy para mañana?

—Haz lo que puedas, por favor, es por Mangle —suplicó.

Freddy seguía muy inseguro bajo aquella nueva responsabilidad, pero asintió mientras Foxy ya subía al barco. No tenía la remota idea de cómo haría para conseguir tan rápida y efectivamente un barco tan pronto, entonces, una parte de él deseó no haberse acercado al llamado.

—Tendrá que pagarme por esto —resopló algo frustrado.

El abordo se había llevado a cabo con éxito. Foxy, Lolbit, y Fix estaban ya sobre el barco que pronto los dejaría en Francia. Foxy recordaba algo: en su maleta, había llevado consigo el sombrero pirata de su amada, junto al suyo, como si se tratase de un amuleto. Estaban en la recta final. No hay vuelta atrás. En poco tiempo iban a enfriltrarse a la glamurosa fiesta, esta era una nueva misión pirata que se ejecutaría en tierra. Debían robarse a la princesa prometida. Sus vidas dependían del resultado final de la misión. Uno de ellos podía morir, podrían morir todos, o bien podrían salir a salvo. Todo eso, dependería tan solo de sus habilidades.

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[1] —No te preocupes.

[2] —«C.M. Espera un día más. Solo uno. Pronto podrás volver a...»

[3] —y escúchame con atención.

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