La noche nunca había sido tan larga para Douma.

Sentía que habían pasado siglos pero recién eran las cinco de la madrugada. Los sustos que le eran proporcionados no se detuvieron ni un solo segundo, pero al menos eran más leves y podía soportarlos.

Hasta que creyó estar alucinando por ver la silueta de un hombre alto parado al final de un pasillo.

──¿M-michikatsu? ¿También e-estás viendo eso? ──El rubio no pudo evitar temblar y esconderse detrás del gran cuerpo del pelinegro.

──Tal vez solo sea una sombra o algo p-

──¡CORRE, ESTÚPIDO! ¡ESTÁ ACERCÁNDOSE A NOSOTROS! ¡AHHH!

Douma salió corriendo y se encerró en la habitación más cercana, trabando la puerta con seguro y dejando a Michikatsu a la merced de aquel “ente paranormal”.

[ . . . ]

Yoriichi tuvo que cubrirse la boca para evitar soltar una ruidosa carcajada, al igual que Michikatsu, su hermano gemelo mayor.

Ambos se alejaron lo suficiente para poder reírse sin ser escuchados por el rubio, solamente pararon hasta que sus estómagos comenzaron a doler y pequeñas lágrimas se habían acumulado en sus ojos.

──Así que él es quien se robó tu corazón... Excelentes gustos, Aniue. ──Se burló el menor de los Tsugikuni para después dar media vuelta y dirigirse a la salida. ──Ve por tu gallina, yo tengo que irme.

Michikatsu rodó los ojos mientras bufaba, fingiendo fastidio para después despedirse de su hermano moviendo la mano en el aire.

[ . . . ]

──Hey, Douma... Esa cosa ya desapareció, puedes abrir la puerta.

Pasaron varios segundos sin recibir respuesta, hasta que el oji-arcoiris finalmente se dignó a cumplir con aquella petición, mostrando un rostro sonrojado y una mirada avergonzada.

──¿Me amarías... sabiendo que si nos persigue un fantasma te dejo atrás?

──...

──...

──Sí.