09. Handsome
Jeno se subió a su auto una vez que Yeji estaba adentro de este, y comenzó a andar por las calles más prestigiosas de Gangnam para encaminarse hacia la casa de la castaña.
— Así que vives en Seongnam. — comentó lo primero que se le ocurrió para romper el hielo e iniciar una conversación.
— ¿Hasta ahora te das cuenta? — preguntó en un tono irónico mirándolo con el ceño fruncido.
— No. Ya lo sabía. — mintió con altanería, ella negó la cabeza con diversión, mirando hacia la ventana.
— Si, claro.
— ¿No te da miedo vivir en un lugar como ese?
— No. — negó sutilmente. — Es algo bonito, y mucho mejor que vivir en una zona como la tuya donde hay mucho ruido y los autos pitando a todas horas sin parar. Prefiero estar donde estoy. — sonrió orgullosa.
— ¿Así que prefieres estar en un lugar donde no hay tráfico, ni ruido y que solo hay más que gente caminando y desordenando por las calles? ¿Eso es un poco ilógico, no crees?
— Es mejor de lo que piensas cuando te acostumbras. — Jeno frunció su ceño sin entender aquello y se mantuvo mirando hacia la carretera.
Al parar en un semáforo rojo se volteó hacia Yeji, viendola admirar de nuevo el interior de su auto con la mirada hacia arriba. Dejó salir una risa entre dientes llamando un poco su atención.
— ¿Te gusta, no?
— Es muy bonito. — asintió sinceramente.
— ¿Recuerdas que también te dije que yo lo era? — mencionó con altanería a lo que Yeji rodó los ojos negando hacia arriba.
— Tú no eres bonito.
— ¿Ah, no? ¿Entonces que soy? — preguntó curiosamente con una sonrisa.
— Un tipo al que le gusta elogiarse a sí mismo. — Yeji sonrió en respuesta, a lo que Jeno borró la suya con desaire.
— Que gracia me das, niña.
— Es la verdad. —se encogió de hombros con desdén.
— Aunque fuera la verdad, no me importa. En todo caso, sabes que tengo razón.
— Eres un bobo. — Yeji negó la cabeza.
— Bueno, al menos tienes que admitir algo.
— ¿Qué cosa? — volteó hacia él con confusión.
— Tú sabes que.
— ¿Qué estás guapo, eso quieres que admita? — él asintió divertido como un niño pequeño. — No.
— ¿Por qué?
— No tengo necesidad de elogiarte cuando tú ya te crees la gran cosa. —dijo con desdén sin mirar hacia él.
— Osea que estás de acuerdo.
— ¿Qué? — volteó rápidamente. — Y-yo, yo no dije nada de eso. No digas tonterías.
— ¿Por qué no puedes admitirlo? — la miró divertida, mientras ella tenía la vista en el cristal de la ventana, su brazo sobre el respaldo de esta, apoyando su mano en la barbilla.
— Porque no quiero.
— ¿No quieres o no puedes?
— No quiero porque solo es darte en el ego para que se te suba más de lo que ya lo tienes. — contestó con furor hacia él, viendo como una carcajada salía de su boca.
— Qué dura eres, criatura.
— Pensé que mi apodo era princesa. — se volteó bromista lo cual Jeno no lo tomó de buena manera.
— Ah es cierto, que dura eres, princesa. — corrigió burlesco, sonriendo hacia ella hasta hacerla rechistar poniendo los ojos en blanco. Y sin querer, una sonrisa de vergüenza se le dibujó en el rostro. — Ya te hice reír.
— Cállate, no seas tonto. — miró hacia la ventana, sin quitar la sonrisa cuya no mostraba sus dientes.
— Entonces ¿no lo vas admitir?
— ¿Sigues con eso? — lo miró sin recibir una respuesta. — Si digo que si, ¿me dejas en paz? — Jeno volteó asintiendo, esta vez con sinceridad.
Yeji soltó un suspiro de resignación.
— Muy bien, Jeno. Si, eres muy guapo. ¿Estás contento? — Jeno volvió a asentir con una risa, que hizo que Yeji se riera junto con él.
Pronto estaban llegando hacia la casa de la castaña, y como la última vez, se inclinó hacia adelante para ver a esta.
— Aquí está bien. — dijo y Jeno sin rechistar esta vez, detuvo el auto a unos metros de distancia de la casa. — Gracias, Jeno.
— Cuando quieras, preciosa. — sonrió con ternura llevandose un ceño fruncido de parte de ella.
— ¿Otro apodo? — Jeno se encogió de hombros inocentemente y Yeji negó su cabeza ocultando una sonrisa visible.
La vio bajarse y cerrar la puerta del auto. Por alguna razón, se quedó allí mismo hasta verla acercarse hacia la casa, la cual afuera de esta estaba un hombre y una mujer, supuso que tal vez eran sus padres, pero estos parecían como si estuvieran discutiendo por algo. No hacian movimiento de nada, más que solo estar de pie uno frente al otro, Yeji se detuvo un momento al acercarse hacia ellos y segundos después entró a la casa.
Jeno se confundió por todo lo que había visto, pero al final decidió irse de allí.
(...)
— ¡Papá! — entró furicamente a la casa yendo hacia la oficina de su padre. La puerta estaba abierta dandole una vista de su escritorio y él revisando papeles mientras los veía con sus lentes puestos.
Jeno ni siquiera pidió permiso y entró a la oficina, dejando caer las manos sobre el escritorio golpeando este, aunque su padre no haya levantado la mirada hacia él con susto, sino más bien, con serenidad.
— Veo que has llegado. — dijo volviendo a mirar a sus papeles. — ¿Cómo te fue?
— ¿Por qué me mentiste? Dijiste que eran solo unos contratistas que venían a hablar conmigo y resultaron ser unos estúpidos lincenciados.
— ¿Qué está pasando aquí? — Seulgi entró con preocupación mirando a ambos varones discutiendo.
— Tenía que hacerlo. ¿Crees que puedes verte como un imbécil cuando quieras? — cruzó sus brazos mirandolo con severidad.
— Él que me dejó como un imbécil fuíste tú. ¿De qué estás hablando?
— Me enteré por allí que perdiste a la mayoría de tus proveedores. — Jeno se colgeló al escucharlo, y justo en ese momento pudo estar seguro de haber tragado saliva. Cosa que nunca hacía delante de nadie, ni siquiera cuando estaba nervioso. — Te dije que lo de ser modelo era algo estúpido, y no me hiciste caso.
— ¿Quieres escucharme al menos?
— ¿Qué tengo que saber, Jeno? ¿Qué tengo un hijo por imbécil que no sabe hacer las cosas y que se comporta como uno?
— Eunseok, escuchalo... — Seulgi intervino, pero la mano frente a ella de su marido le hizo entender que guardara silencio.
— Seulgi, no te metas, por favor.
— Llegó un rumor a la Universidad y por eso es que los perdí. Se creen de las palabras de otras personas antes que de las mías. — Jeno contestó en un tono defensivo, pero enfadado a la vez. Esta vez su padre no dijo nada, y se quedó de brazos cruzados mirandolo con determinación. — Estoy trabajando en eso, solo necesito que lo sepas.
— Pues no sé como lo conseguirás de nuevo, pero te lo advierto, y está será la última vez. — dijo apuntando un dedo hacia él, amenazante. — Si no consigues por lo menos a la mitad de tus proveedores antes de que termines la carrera, o mejor aún, cuando termines de graduarte, vas a hacer todo lo que te diga. Dejarás ese estúpido sueño y te enfocarás en la empresa, y solo será eso si eres capaz de conseguirlo.
Jeno, inconscientemente volvió a tragar saliva. Sabía mejor que nadie que él había hecho de todo para conseguir a sus propios proveedores, sin el consentimiento y apoyo de su padre. Él ni siquiera podía estarle exigiendo ya que era algo que Jeno debía hacer por el mismo, porque ni broma pensaba hacerse cargo de una maldita empresa donde sabía que ese no era su beneficio, y donde no quería pasar los restos de su vida en él. Si los conseguía de nuevo podía demostrarle que estaba equivocado, y solo así lo dejaría en paz.
— Es lo que estoy haciendo, tú ni siquiera tienes idea de ello.
— Pues ya te lo dije. Ahora vete. — Jeno se dio la vuelta y antes de pasae por la puerta, se dio la vuelta para mirar a su padre.
— ¿Quién te dijo que los había perdido?
— Eso no importa, ahora vete. — dijo su padre secamente y Jeno salió cerrando la puerta de un azote detrás de él.
(...)
En su camino, Jeno iba por los pasillos de la Universidad con una mirada furiosa y llena de ira, que hasta los mismos estudiantes notaban con miedo y extrañeza. Pero esta vez no las notó ni le importaban mucho menos.
Mark salió de su salón y en su camino vio pasar a Jeno, hasta que fue detrás de él.
— Jeno. — lo llamó pero el castaño lo ignoró, siguiendo caminando. — Jeno, ¿a donde vas?
— Voy a matarlo.
Mark se confundió por un momento, pero luego comprendió al verlo entrar y ver que tambien allí estaba Jaemin y su grupo.
— ¡Na, sal ahora! — Jeno alzó la voz lo suficiente fuerte para que el rubio, y el resto de sus amigos voltearan la cabeza hacia él, con confusión. Jaemin sonrió de lado sin mostrar dientes antes de levantarse, y pasar por de lado de Jeno para salir del salón y que este lo siguiera mientras caminaba.
Jaemin abrió la puerta de un salón privado para él, dejando entrar a Jeno mientras este se daba la vuelta hacia él con los brazos cruzados, y el castaño cerró la puerta detrás de él, mirando con severidad a Jaemin.
— Te escucho.
— ¿Tuviste que ver algo con que mi padre supiera que perdí a mis proveedores? — señaló hacia él con enojo, viendo que Jaemin arqueaba una ceja con confusión.
— Si tuviera que acercarme a tu padre solo sería para estar loco. No tengo nada que ver con eso.
— Escuchame, Jaemin, no estoy para tus juegos. — lo tomó del cuello de su camisa apunto de querer azotarlo contra la pared. — Así que dime la verdad o te...
— ¿O qué? — lo paró en voz intimidante, mirandolo con superioridad. — ¿Me golpearás? Pues bien, hazlo. Nada más te recuerdo que no doy segundas oportunidades, así que deja de hacer tus teatritos y conserva tu postura o perderás esta apuesta ¿Entendiste? — Jaemin ladeó la cabeza con una sonrisa divertida cerca de su cara, después de separó de su agarre.
— ¿Y entonces quién fue?
— Probablemente lo vio, no me ensucies con tus problemas familiares, Lee. — sonrió con descaro caminando hacia la puerta y salir del salón.
Jeno salió segundos después pero justo en ese momento encontró a Hyunjin, parado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y la mirada aborrecedora.
— ¿Y tú qué? ¿Te gusta escuchar conversaciones ajenas? — se cruzó igual que él, sin quitar ese ápice de superioridad.
— ¿Por qué eres tan problemático?
— ¿Y eso a ti que te importa? — frunció el ceño con menosprecio.
— Jaemin es mi amigo.
— ¿Ah, si? No me digas. — rió sarcásticamente, Hyunjin puso los ojos en blanco y se fue pasando por su lado.
Idiota. — pensó Jeno.
En su camino a su siguiente clase, entró a esta tirando su mochila hacia el suelo, haciendo un ruido de estruendor mientras se sentaba en su asiento. Apoyando los codos sobre la mesa y pasandose las manos por el cabello con frustración hasta dejarlas en su nuca, quedando cabizbajo.
— Hola, Jeno. — escuchó una la dulce voz que se sentaba frente a él, pero ni siquiera levantó la vista. — Oye, ¿estás bien? — le preguntaron en un tono preocupante, pero aun así la siguió ignorando. — Jeno.
— ¿Qué? — levantó la mirada alterado con los brazos golpeando la mesa, haciendo que Yeji se encogiera en su lugar con espanto.
— ¿Te pasa algo? — preguntó con suavidad.
— ¿A ti qué te importa? — Jeno soltó agresivo, sin ver que la castaña cerraba los ojos y respiraba profundamente antes de levantarse con el semblante serio.
— ¿Sabes qué? Si te vas a comportar de esa manera entonces no me hables. Aquí está mi parte del informe. — Yeji le aventó el cuaderno negro al pecho y Jeno lo tomó mirando sorprendido a la castaña irse muy molesta a su asiento.
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