Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

FLAME TWELVE

La institución de los Paramilitares era aún más turbia desde dentro.

"Traidores" matados a frío golpe de bala, mujeres asustadas que accedían a librarse de cualquier castigo por sexo y hombres inestables que no deberían poseer un arma. Hideki era de esos pocos que simplemente estaban ahí por conveniencia y se encargaban de vigilar las áreas más riesgosas (peleas, robos, etc). Ella, por otro lado, se había convertido en una idiota que seguía al líder.

Junto a ella, siempre iban dos hombres. Y a uno de ellos le quería dar tal paliza que le hiciera olvidar su propio nombre. Cerdo, irrespetuoso, caprichoso, irascible y tremendamente inmaduro. Por no mencionar que era un psicótico abusador. Al menos el calladito emo era simplemente un psicótico.

Las horas en esa extraña organización se pasaban como años, aunque siempre que su turno acababa, podía buscar a sus dos compañeros para sentir que lo que estaba sufriendo era por un bien mayor.

— ¡Yor!

Kougami estaba durmiendo, así que fue directamente a ver a la chica de rastas. No estaba en la habitación que compartían, por lo que tuvo que buscarla por tierra y aire hasta que, tal vez por casualidad, se la ocurrió buscar en la sala de cámaras. Casi muere varias veces creyendo que los Paramilitares habían ignorado la orden de ni mirarla, pero volvió a respirar cuando la encontró comiendo helado en esa fría habitación.

— Capitana Tetsuro -— saludó el malvado minion. Cerró tras ella, y aparentó tranquilidad mientras se apoyaba en la puerta cerrada—. ¿Qué tal con los Paramilitares?

— No juegues con mi paciencia, mocoso — advirtió. Estaba lo suficientemente cansada como para aguantar bromas—. Kuina, mañana me toca renovar mi visado.

— ¿Mañana ya? — frunció el ceño—. A mí me quedan dos días más... ¿Quieres que...?

— No —negó—. Mantente a salvo dos días más, puedo manejarlo sola.

Literalmente sola. Kougami y Hideki iban por un lado a jugar, y ella era arrastrada con militares a otro. Volvería a jugar sola, y esa vez sin Aguni. Irónico que incluso se sintiera más cómoda jugando con alguien como Aguni que sola con un puñado de borrachos.

— Yoriko...

— Hazla caso — se metió el menor—. Nunca sabes cuando pueden aparecer corazones.

Chishiya le resultaba alguien sospechoso. Se negaba a dar cierta información, siempre estaba solo y misteriosamente había llegado a un puesto prestigioso en la Playa. No se tragaba eso de que le había llamado la atención al Sombrerero tras jugar diamantes, ni tampoco de que su misterioso contacto les ayudaba comprometiendo su puesto de poder. ¿Nadie saldría afectado en el plan? Mentiras, cada día estaba más segura de que mentía.

— Voy a irme a dormir — avisó a la menor—. Estoy agotada, y mañana será un día duro.

— Enseguida voy — sonrió dulcemente, masticando el palito de helado—. No tardaré.

No podía negar sentirse algo decepcionada. Desde que conoció a la preciosa chica de rastas no habían estado demasiado tiempo separadas, pero desde que el plan comenzó había sido alejada de ella bruscamente. Kougami siempre encontraba momentos para charlar o saludarla, pero Kuina se mantenía más lejos y, desde a saber cuándo, en la sala de cámaras con el cómplice secreto.

Ella jamás había sido una persona posesiva, mucho menos celosa o envidiosa. Respetaba el espacio de sus cercanos, colocaba la comunicación por encima de cualquier otra prioridad sentimental y detestaba las discusiones absurdas. Kuina ni si quiera era su novia para haberse sentido así.

— ¡Yoriko!

— ¿Ann?

La forense sonrió levemente al verla. Estaba tan arreglada como siempre, como si esa situación de extraño apocalipsis tecnológico no fuera un impedimento para lucir fabulosa. Labios rojos, conjunto veraniego y una apariencia de modelo de pasarela. Ann era una mujer extremadamente atractiva.

— Al final lo has hecho —señaló su vestimenta. Botas militares, pantalones de uniforme y una musculosa negra. No llevaba más bikinis horribles o sandalias incómodas—. ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?

— No podía permitir que le hicieran algo a mis compañeros — se encogió levemente de hombros. Ann ladeó apenas la cabeza, analizando el gesto tenso de la más alta—. Ann, ¿puedo preguntarte algo?

— Sabes que sí, Yoriko — miró a los lados. Al fondo, un par de personas pasaban riendo—. ¿Prefieres en privado?

— Ven.

Kuina tardaría en llegar, o eso esperaba, por lo que podría hablar con la ejecutiva de sus sospechas con mayor privacidad. Si Ann era la número cuatro de la Playa, el Sombrerero el uno, ¿Kuzuryu sería el dos o el tres? El hueco correspondiente sería ocupado por el contacto secreto del peligris, y así sacaría información para confiar finalmente en el juicio de Kuina o salir de ahí cuanto antes.

— ¿Y bien? — Ann se paseó por la habitación, finalmente sentándose en su cama con las piernas cruzadas. Yor dio un par de vueltas también, finalmente optando por sentarse a su lado—. Yoriko, ¿qué ocurre? Jamás aceptarías entrar a los Militares voluntariamente.

— Exacto —señaló—. Voluntariamente. Esos desgraciados planeaban dañar a mis compañeros para arrinconarme. He hecho jurar a Aguni que estarán a salvo a cambio de servirle.

— Es muy noble de tu parte — se quitó las gafas de sol, dejándolas a un lado—. ¿Qué es lo que te preocupa?

Señaló su muñeca, donde la llave de taquilla estaba atada como pulsera. Ejecutiva de la Playa, y además dentro del top cinco.

— El Sombrerero es el número uno, tú eres la número cuatro — tan solo señalaba datos obvios—. ¿Cuántos ejecutivos hay en total?

— Además del Sombrerero, están Kuzuryu, Mira, Chishiya, Niragi, Last Boss, Aguni y Ahn —recitó—. Tres Paramilitares, y una mayoría de expertos en diamantes.

— ¿Quién es el número dos?

— Número dos — miró sus manos, como si buscase algún error en su delicada y cuidada manicura—. A pesar de lo que creen muchos, Kuzuryu no es el número dos. Ese puesto fue arrebatado hace mucho por otra persona.

— Adivino — se inclinó, apoyando los codos sobre sus rodillas—. Una mujer misteriosa y brillante.

— Ahn Minhee, extranjera —confirmó—. Llegó mucho antes que algunos como Niragi o yo. Es una mujer terrorífica, Yoriko, ¿qué buscas saber de ella? Es mejor no involucrarse con nada referente a Minhee.

— ¿Qué relación tiene con Chishiya?

— Yoriko...

Había oídos en todas partes, sospechas de traidores y no podía hablar libremente de esas cosas. Ann estaba comenzando a ponerse algo nerviosa por las preguntas directas y algo bruscas, y lo último que quería era generar esa sensación. La bombera suspiró, incapaz de reconocerse a sí misma desde que llegó a ese lugar, y apoyó su mano sobre las de la forense.

— Estoy preocupada, Ann. He tenido que jurarle lealtad a un asesino por proteger a mis compañeros, y ahora hay una amenaza indirecta que podría arruinar todo lo que estoy haciendo por su protección —hizo una pausa, buscando las palabras correctas—. No me gusta que Chishiya se esté acercando tanto a Kuina para meterle sus ideas, y si realmente ese hombre es peligroso necesito saberlo para salvarla a tiempo.

— Muchos dicen que están juntos — musitó—. Ahn y Chishiya. Desde que él llegó no ha dejado de favorecerle, y van a la mayoría de juegos juntos.

— Entiendo —asintió—. Agradezco que estés haciendo esto por mí, Ann. No sabes cuánto.

— ¿Sabes? Amo mi trabajo. La investigación, la resolución de casos. Pero es duro ver la muerte y crueldad humana con tus propios ojos. Este país convierte a cualquiera en uno de esos asesinos sádicos, y de cierto modo acabas cansado.

— Te entiendo —sonrió ligeramente. La mayor correspondió, relajando sus hombros—. Ann, ¿disfrutas de tu posición de poder?

— Mentiría si dijera que no.

Asintió. Entonces, ¿por qué alguien con aún más poder y un favorecido de este querían acabar con el sistema? ¿Por qué buscarles a ellas?

— Estoy cansada — apoyó el codo sobre sus rodillas, y se cubrió la cara deseando que cuando volviera a abrir los ojos, todo estuviera bien de nuevo—. Mañana debo ir a jugar.

— Yo también. Sobreviviremos.

— Eso espero, sinceramente —se estiró, haciendo crugir su espalda—. Siento haberte hecho responder preguntas tan paranoicas. Yo no suelo ser así.

— No te preocupes, lo entiendo —apoyó despacio la mano sobre su pierna—. Si Ahn me ofreciera un trato, yo huiría de inmediato. No es una buena idea estar aliada con una psicópata como ella.

Psicópata, terrorífica, brillante. Si esa era la descripción del contacto de Chishiya, ¿en qué clase de problema se habían metido? Debía sacar a Kuina y Kou de ahí de inmediato, o acabarían realmente mal por cualquier plan raro de esos dos locos.

— Dios mío... —suspiró—. ¿Qué diablos debo hacer ahora? Yo... Yo ya me he metido en esto.

— Yoriko, ¿qué ocurre? — Ann se preocupó por su tono.

La puerta se abrió repentinamente. Kuina las miraba como si fueran algo horrible.

— ¿Qué haces tú aquí? — señaló, mirando la mano que seguía apoyada sobre la pierna de Yoriko—. ¿Interrumpo?

— En absoluto — Ann se levantó, poniéndose las gafas de nuevo con elegancia—. Suerte en el juego de mañana, Yoriko.

Ann se marchó tras lanzar una última mirada a la irritada menor, dejándola a solas con ella. Con tranquilidad se levantó hacia el armario para cambiarse de ropa, aunque la de rastas la retuvo con los brazos cruzados.

— ¿Y bien?

— ¿Y bien qué? — repitió, dudando. Pudo coger las cosas sobre ella debido a la diferencia de altura, algo que se vio que la irritó de sobremanera.

— ¿No piensas darme explicaciones?

— ¿De qué? ¿De Ann? — se quitó la ropa de trabajo para cambiarse por la que usaba de pijama—. Estábamos hablando.

— En nuestra habitación. A solas. Te estaba tocando.

— Kuina — se enderezó con el ceño fruncido cuando la llamó—. ¿Qué es esta actitud de mierda? Me ha tocado la pierna, sí, pero te recuerdo que no estás en condiciones de reclamarme.

— Yo... — se detuvo, avergonzada.

— Mira, siento si te molesta que la haya traído aquí para hablar, pero era un tema privado — se tiró en la cama, suspirando—. No volveré a meterla aquí, perdona. Voy a dormir ya porque estoy cansada.

— Yor... Yo...

Esperó a que dijera algo más, pero se mantuvo en silencio. Se giró sobre sí misma, y dándola la espalda cerró los ojos para descansar antes de que las pesadillas volvieran a despertarla.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro