Capítulo Dos.
editado, 19.12.23
—¿No hay lugar para sentarse? —Argentina preguntó molesto, cruzando sus brazos al ver que se había quedado sin silla, hasta sentir la mano de alguien en su brazo. Se volteó de golpe, listo para soltar un puñetazo al rostro del que se atrevió a tocarlo, se detuvo al ver de quién se trataba; solo era México. —Oh, lo siento.
—No te preocupes. Ven, siéntate en mis piernas, no hay pedo, vente —le ofreció una de sus piernas para que se siente, sonriendo amigable como siempre. No tenía problemas con eso, no quería ver a su amigo sufriendo de pie por todas las horas que duraba aquella reunión. Le agarró de la mano para acercarlo a él. —No quiero que estés paradito ahí, solecito.
—¿En serio no hay problema?
—No, claro que no. Con confianza, wey. —dio algunas palmaditas a su muslo, dejando después que Argentina tomara asiento en una de sus piernas, ganándose la mirada de varios países que andaban ahí en espera a que dé inicio la reunión de todos los meses.
La junta fue sería, de asuntos importantes de las situaciones por lo que cada país estaba pasando en ese momento. Era una pena tener que ver sus problemas siendo expuestos a tal magnitud en aquella gran pantalla, incluso con imágenes que representaban en conflicto. Era necesario después de todo, pero seguía siendo tema de vergüenza, más que nada porque era imposible de ocultar, incluso en sus cuerpos se notaba la decadencia y el desgaste. Más de un país latinoamericano tenía vendas alrededor de ciertas partes del cuerpo, grietas que recorrían sus pieles que en ocasiones dolían.
Había que tratarlas con delicadeza para evitar que se abran y esparzan en el resto del cuerpo, incluso por dentro podría llegar a infectar, causando enfermedades mortales. Si no fallecían, estarían postrados en una cama por meses hasta encontrar la solución a la infección. Ninguno de ellos quería pasar por eso, era evidente que varios de ellos iban a acabar en un hospital pronto, aún así, no era algo que se pudiera esconder.
México tenía sus ojos en Argentina, viendo de reojo como se tocaba sus heridas y grietas con sus dedos, por lo que solo le agarró de la mano con cuidado, haciendo que deje de tocar su brazo que estaba plagado de grietas. Solo era uno de sus brazos y lo ocultaba con camisas de manga larga o suéteres todo el tiempo, la sensación de vendas alrededor de su brazo le incomodaba, así que optaba por ropa que le cubriera.
—Si, sé que no te gustan las vendas, pero es necesario que las uses, puede empeorar el estado de tu brazo —México le decía cuando finalizó la reunión horas después. De pie frente a él, revisando su brazo herido lleno de grietas que llegaban hasta su hombro y parte de su cuello también. Inspeccionando la gravedad de ellas también. —¿Has estado comiendo correctamente?
—¿A qué viene esa pregunta? —cuestionó, mirando hacia arriba a México con curiosidad, luego quejándose del dolor al sentir los dedos de México recorrer una de sus grietas.
—Comer bien puede hacer una mejoría y se que tú no comes a veces. Lo he visto, tu refrigerador no tiene nada de comida, solo líquidos —le explicó, mirándolo a sus ojos. Argentina sonrió y rió después, puesto que era cierto que su almacén era solo líquidos. —no es ningún chiste, Argentina. Tienes que cuidarte, te lo advirtieron hace unos días, si no cambias tus hábitos de comida y sueño, las cosas van a empeorar.
—México, no necesito está plática otra vez, ¿De acuerdo? Soy un adulto, sé lo que hago.
—No parece.
Argentina frunció el ceño, quitando su brazo bruscamente del agarre de México, arreglando la manga de su suéter para que vuelva a cubrir sus heridas. No le gustaba ser tratado como un niño, mucho menos por México quien poco sabía por lo que estaba pasando. Si, su situación estaba al ojo público, pero solo él sabía realmente lo que ocurría. No necesitaba de alguien más, mucho menos de él.
—Te llevaré a casa. —México ofreció.
—No, no necesito tu ayuda. Gracias. —agradeció de mala gana, yéndose de ahí con rapidez, dejando a México detrás. Apenas se alejó de él, otros países se fueron acercando al mexicano, mayormente países desarrollados sin ninguna grieta en el cuerpo. Se acercaban solo para hablar con México, preguntándole de su situación y si podían ayudarle en algo.
México solo miraba como Argentina se iba, saliendo de la sala de reuniones sin nada más que decir. Suspirando, prestó atención a lo que los otros países le decían, dándoles una sonrisa ligera para hacerles saber que estaba escuchando. La verdad era que en su mente solo rondaba Argentina, por alguna razón no había logrado sacarlo de su mente, no era por la situación que ocurría en territorio argentino, no, nada de eso. No dejaba de pensar en lo lindo que se veía todos los días que lo encontraba; sus ojos, nariz, labios, todo de él era increíblemente atractivo.
Incluso le gustaba cuando lo insultaba, era adorable e ingenioso con sus palabras altisonantes.
—¿Mmh? No, gracias. No necesito de ese tipo de ayuda, puedo arreglarlo por mí mismo —México dijo con una sonrisa al responder a uno de los países asiáticos; Corea del Sur. Le revolvió el cabello y se despidió de ellos, ganándose una queja de su parte—Si, necesito irme, tengo trabajos pendientes para la siguiente semana.
México regresó a casa, hablando primero con sus estados por teléfono. Tenía que asegurarse de que sus "pequeños" estuvieran bien después de todo. Al finalizar, prosiguió con el trabajo que tenía que finalizar para fin de mes, era bastante, pero tenía la mayor parte del proyecto listo. Había mucho que hacer en esos tiempos, bastante que firmar también. Las reuniones en diferentes territorios del país, tenía que viajar con sus estados para escuchar las situaciones de sus hijos. Era todo muy estresante, aunque tenían vacaciones de dos meses y eso era reconfortante de alguna manera.
Dieron las doce de la noche, una de la mañana y hasta las dos fue que finalizó. Sin embargo, su teléfono se encendió para mostrar una llamada entrante de Argentina. ¿A las dos de la mañana? Bueno, no era fuera de lo común, el argentino solía salir de fiesta a diferentes lugares y quedarse hasta la madrugada divirtiéndose con otros países, no era una sorpresa que lo invite. La verdad era que México dejó de ser fiestero y revoltoso hace varios años, ya no era el mismo México que adoraba estar de fiesta en fiesta toda la noche, haciéndose sus estupideces como besarse con cualquiera en los baños o mantener relaciones sexuales a lo loco.
No sabía si era madurez o solo ya no le apetecía ese estilo de vida, pero tenía algo por seguro, todo eso se desencadenó desde su última ruptura, pensó que salir con varios chicos al mismo tiempo le haría bien y provocaría que se le olvide. Sin embargo, fue todo lo contrario. Por esa razón decidió desaparecer varios años junto con su novio de ese momento al cual le prometió lealtad y amor.
No. No podía quedarse pensando en algo como eso.
Agarró su teléfono y respondió la llamada de Argentina. Lo escuchaba ebrio, la manera en la que se tomaba el tiempo de decir lo que sea que le estuviera diciendo porque parecían incoherencias. Suspiró, escuchando atento a cualquier cosa o si necesitaba ayuda en algo. Argentina suspiró, escondido en una de las habitaciones de la residencia de Chile, sentándose en el suelo mientras se quedaba callado, pensando en lo que iba a decir.
—Solo dime dónde estás, Argentina. Iré por tí y te dejaré en casa para que descanses, es tarde. —comentó, preocupado por la integridad del argentino a esas altas horas de la noche. Escuchando una risa en la otra línea, era claro que Argentina se lo tomaba como un juego e incluso le parecía tierna la preocupación del mexicano.
—Mmh, ¿Por qué te preocupa tanto?
—Porque es tarde. ¿Con quién estás?
—Chile...
—Chile, ¿Quién más está ahí?
—Eeh, no me acuerdo...
México suspiró, por lo menos estaba seguro de que se encontraba con Chile. Diciéndole que se quede ahí, agarró sus llaves de su auto para ir hacia casa del chileno. De seguro ahí estaban todos. No tardó mucho en llegar, tanto fuera y por dentro había un desastre, la música fuerte, un ambiente de diversión para varios de ellos que buscaban quitarse un poco de estrés de encima. Cerrando sus ojos un momento, se preparó para lo que venía.
—¡México! —escuchó apenas entró de parte de algunos países. El mexicano solo sonrió, saludando y buscando con la mirada a Argentina. ¿Dónde se había metido ahora? Suspirando, saludó a varios de ahí con una sonrisa, bajando a algunos países de las mesas para ponerlos en el suelo, arreglando cabellos y ropas también en su paso. Dios, parecía un papá preocupado por el bienestar de sus hijos.
—Estoy buscando a Argentina, ¿Lo han visto? —preguntó a Colombia y Ecuador que estaban ahí juntos, al parecer nadie sabía dónde se había ido. Lo habían visto bastante ebrio, pero tenían la confianza de que sabía por dónde caminaba. México suspiró pesado, mirando alrededor. —¡Guatemala, bájate de ahí, te vas a lastimar! —regañó.
—¿Por qué no te diviertes, México? —Chile le preguntó cuando se acercó a él, ofreciéndole una lata de cerveza la cual México rechazo —vamos, no puedes estar estresado todo el tiempo, preocupándote por todos. Has cambiado desde lo que pasó hace años —se quejó, presionando su frente en el pecho del mexicano aún sosteniendo la lata arriba para que la agarre.
—No puedo ser como antes, Chile. Tengo responsabilidades en todos lados, no debo recaer en esto, no otra vez. —explicó, agarrando la lata para dejarla sobre una mesa, sosteniendo a Chile para ponerlo de pie apropiadamente. —Ahora, dime dónde está Argentina.
—Si te tomas esa cerveza, te lo diré —bromeó, sonriéndole divertido. México quería darse por vencido y solo irse de ahí, pero necesitaba encontrar al argentino. ¿Cómo no sabían dónde estaba? Si, no era su responsabilidad cuidar de Argentina, pero alguien debía estar sobrio por lo menos.
—... Una. Solo una y después me dices dónde está.
Solo de esa manera, México tomó una de las latas y la dejó de nuevo en la mesa, mirando a Chile a los ojos por un momento. El chileno solo rió y le dijo al oído dónde se encontraba, ¿Por qué le tuvo que susurrar? Ni él sabía, pero no perdió el tiempo para ir corriendo a esa habitación. Entró de golpe, viendo al argentino devastado y derrotado en la cama, acostado sobre su estómago y al borde de caerse del colchón. Suspirando, cerró la puerta y lo ayudó, acostandolo adecuadamente en la cama para mayor comodidad.
—Argentina... Argentina, despierta. Es hora de irnos, mi amor, no puedes quedarte aquí más tiempo. —le dijo, temiendo de alguna manera por él. No quería que se quede solo por ciertas miradas que había notado desde hace días. Le daba miedo que quisieran hacerle daño a Argentina, quien no tenía intenciones de despertar.
¿Por qué no despertaba?
México agarró la lata que Argentina estaba tomando, oliendo ligeramente el contenido de ella. Tenía un aroma extraño. Viendo la orilla de la misma lata, encontrando restos de un polvo blanco alrededor, reconocía lo que era y obvio una mala señal de lo que ocurría. Preocupado, agarró a Argentina en sus brazos, revisando que estuviera respirando correctamente y que su pulso estuviera activo, parecía solo estar durmiendo a pesar de haberse solo tomado un poco.
Aún así, tenía que llevarlo a casa. Rápidamente lo levantó en sus brazos, agarrando su teléfono y saliendo de aquella habitación. Se ganó varias miradas de paso, pero poco le importaba. Lo único que quería era mantener a Argentina a salvo. Despidiéndose de Chile, le dijo que tenía que llevarse al argentino y sin más, se retiró del lugar. El viaje a casa fue silencioso, Argentina de vez en cuando se movía en los asientos traseros para más comodidad, hasta que llegaron a casa de México.
Cerrando sus ojos un momento, miró hacia atrás al argentino. No podía culpar a Argentina de nada, no era su culpa en lo absoluto que un imbécil lo haya drogado. Solo tenía una duda, ¿Quién le hizo eso? Las razones de porqué lo hicieron parecieran ser claras, lo habían drogado para abusar de él. Afortunadamente no había nadie dentro, parecía que se había escapado y por suerte se encerró en una habitación.
Cargando al argentino dentro de su residencia, lo dejó acostado en la cama, pensando en lo que tenía que hacer. El efecto de la droga se le iba a pasar durmiendo, pero quería que estuviera cómodo en la cama. Con algo de duda y pena, le quitó las prendas hasta dejarlo solo con su ropa interior, lo tapó con las sábanas, arropando así a Argentina para dejarlo dormir. Por su mente todavía rondaba la pregunta de quién se había atrevido a hacerle aquello.
Sentado a un costado de Argentina, pasando sus manos en su rostro y cabello, sus codos sobre sus rodillas mientras pensaba en lo que tenía que hacer. Esperar a que Argentina despierte es una cosa, pero no iba a recordar mucho o siquiera un poco de lo ocurrido. Lo miró por unos momentos, notando como sus ojos se iban abriendo.
—¿Argentina? —preguntó con suavidad, volteandose para verlo directamente. Colocó sus manos sobre los hombros del argentino, después en sus mejillas, Argentina abrió por completo los ojos después de unos segundos, bostezando y con un dolor en la cabeza que apenas lo dejaba pensar. —Argentina, por fin despiertas, solecito, ¿Estás bien? ¿Te duele algo?
—México...
—Dime, corazón.
—México... México... Vení, acercate...—Le dijo, agarrando al nombrado por la camisa, acercando al mexicano a la fuerza, causando que se agache y quede bastante cerca de su rostro. México trago saliva leve, viendo los bonitos ojos ámbar del argentino. No sabía qué pasaba, pero parecía que Argentina tenía algo en mente.
—Es tarde, Argentina. Tienes que dormir, por favor, yo iré a la habitación de huéspedes para dejarte toda la cama, ¿De acuerdo? Solo relájate y cierra los ojitos, yo estaré cerca en el otro cuarto —habló, acariciándole el cabello ahora con una mano, dejando mechones azulados detrás de su oreja.
—No, México... No te vayas, te necesito, México, no sabés lo mucho que te necesito. T-Te quiero tanto, México, te amo tanto, sos tan lindo conmigo siempre, te preocupás por mí, ¡¿Cómo querés que no te ame, México?!—Le preguntó ya algo histérico, hasta con las lágrimas saliendo, el alcohol era su peor enemigo en ese momento, le hacía estar algo sensible y confesaba cosas que no debía.
Eso era lo que no debía salir de su boca jamás. Argentina se estaba declarando a México en un estado lúcido, sin estar en sus cinco sentidos y hasta con dolor en la cabeza. No podía ocultarlo más aunque desee reprimir ese sentimiento toda su vida aún si México se enamora de alguien más. El mexicano por su lado, solo se quedó viendo a su acompañante, la sorpresa en su rostro y más que nada los nervios que invadieron su sistema ante tal confesión. Argentina incluso se sujetaba de él, sus manos aferradas a su camisa, mirándolo con lágrimas recorriendo sus mejillas.
—¡¿Por qué te quedas callado?! ¡Hablame!
—Argentina... No, no estás pensando en lo que dices. Estás bien pedo y drogado para decirme eso. Duérmete ahora y hablamos de esto por la mañana —le pidió, a punto de levantarse cuando Argentina lo abrazó fuerte, rodeando el cuerpo de México con sus brazos para no dejarlo ir. —Argentina...
—¡No podés dejarme así! ¡No dejaré que te vayas y me abandones! ¡¿Acaso te parece que estoy bromeando?! —le preguntó desesperado, mirando hacia arriba al mexicano, quien sólo suspiró, dejando sus manos a cada lado de la cabeza de Argentina, sin saber que hacer en ese momento. —Me gustas... me gustas tanto y no se que hacer con eso... realmente no se que hacer con lo que siento, porque me gustas tanto, tanto... —admitió, llorando.
—Lo entiendo, pero... —suspiró, agarrando a Argentina para acostarlo en la cama otra vez. —escucha, es hora de dormir. Mañana temprano hablaremos de esto, ¿De acuerdo? Ahora tienes que dormir.
—Pero-
—¡Argentina, duérmete!
No pensó que llegaría al grado de gritarle, pero parecía no tener de otra más que alzar la voz para hacerle ver qué ya no quería hablar de eso. Pasando su mano entre su cabello, lo miró cuando se levantó de la cama, no creyendo lo que pasaba frente a él. Tenía que disculparse y lo sabía.
—Lo siento. No quise gritarte, perdóname. Sólo... duérmete, ¿Está bien? —le dió leves palmaditas en el hombro y se retiró de la habitación para ir a la de huéspedes dónde dormiría por la noche.
Aunque dudaba que pudiera con todo lo que había sucedido entre ellos.
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