18
Verano del 2003
(dos meses despúes)
Los últimos meses para Hiraeth fueron unos de los mejores de su corta vida. Estaba orgullosa de poder decír que se llevaba bien con su familia paterna, o al menos con la mayoría.
No entendía porque su tío Fred no era como los demás.
Intentaba alejar esos pensamientos, pues se tachaba de egoísta al querer que todos mantenieran una buena relación con ella.
En cambio, para Elizabeth fueron unos de los peores. Se sentía intimidada cada que tenía que ir a la madriguera y el gemelo mayor se encontraba junto a su novia.
No estaba celosa, ni mucho menos. Simplemente odiaba las miradas fulminantes que le mandaba la mujer cada que pasaba por su lado, y temía el hecho de que el verdadero padre de su hija supiera la verdad. Afortunadamente, ella y Fred no compartieron más palabras a partir de un simple "Hola" o "Buenos dias" por mera educación.
Los últimos días de la semana, Hiaraeth expresó el deseo de ir a conocer el mar y poderse bañar en sus aguas cristalinas, observar como la arena le daba la bienvenida para poderse sentar en ella.
"Su padre", con el cual su relación mejoraba por dias, no tardó mucho en hacer realidad el sueño que tenía su pequeña hija. Organizó un viaje a una de las playas que transitaban los muggles por estas fechas, quería que fuera un viaje familiar para poder pasar un rato agradable y amigable con sus seres queridos además de querer que el primer recuerdo de su hija en las profundidades del mar fuera con toda su familia paterna.
Desafortunadamente, no pudo venir toda la familia al completo y en ese momento se encontraban: George, Angelina, Ginny, Harry, Hermione, Ron, Bill, Fleur, Fred y Elizabeth junto a la pequeña, en uno de los Ford-Anglia que el ministerio administró a Arthur Weasley y el tras conjurar un hechizo expansible, les dejó el coche.
George lo conducía, agarrando el volante con una mano, y al tener la ventana abierta apoyó el codo en esta.
—¡George, pon ambas manos en el volante!—reprochó su mujer que se encontraba de copiloto.
—Tranquila, mujer.—tranquilizó dándole una sonrisa.—Llevo conduciendo estos coches desde enano.—
Su relación a simple vista seguía igual que siempre, pero ambos se habían distanciado desde ese día, en especial la morena, pues George intentaba acercarse pero esta lo alejaba.
Tras unos minutos más, se podía contemplar desde las ventanas el infinito mar, sus aguas cristalinas y arena extendida dónde se encontraban personas asentadas con unos palos muggles que daban sombra.
Los ojos de Hirateh se iluminaron ante la vista, y su madre pudo asegurar que a pesar de que le estaba costando ver a su hija feliz con los Weasleys era lo más bonito que pudo ver.
George comprobó que aterrizaban en un punto no transitado por muggles y al tocar el coche tierra firme, deshizo el hechizo de invisibilidad.
—¡Todos a fuera familia!—anunció el hombre—¡Llegamos!.–
Obedecieron saliendo uno a uno, con precaución para no dañarse, pues el espacio era reducido.
Los gemelos se encargaron de abrir el maletero donde se encontraba todo lo necesario para que la gran familia pasara un día en la playa.
Fred y George cargaron unas sombrillas ( tras informarse de cómo se llamaban, gracias a Hermione). A pesar de ya no vivir juntos, parecía que seguían poniéndose de acuerdo incluso a la hora de vestirse.
Ambos tenían el torso cubierto únicamente por una camisa, (George amarilla y Fred roja) que se encontraba abierta, dejando a la vista sus abdominales. No estaban muy marcados, pero el Quidditch había hecho sus frutos. Ambos unos shorts de color negro que ejercía como bañador. Fred se llevó unas gafas de sol a la cabeza, colocandolas en su centellante cabello pelirrojo, dejándolas ahí por si después las necesitaba.
Se veía terriblemente, guapo.
Elizabeth negó rápidamente, quitando la mirada y negando borrando esos pensamientos.
—¿Para que sirven estos palos?— dijo Fred al cargar uno.—
Hermione resopló para contestar al final—Para dar sombra, Fred.—
Finalmente, todos cargaron alguna nevera, sillas o sombrillas para encaminarse hacia la playa.
Hirateh iba de la mano de su querida tía Ginny, a la que cogió gran aprecio.
La arena la resbalaba, y le costaba mantenerse en pie, nunca experimentó una sensación igual, esta se colaba por sus chanclas y estaba terriblemente caliente debido al sol que relucía sin pudor, debió apretar su agarre en la mano de su tía para no ceder y caer en esta.
Tras caminar en la insufrible arena para los adultos, se colocaron algo alejados del resto de personas.
Fred se encargaba de enterrar la sombrilla en la arena, el hombre escarba la arena y metió el palo haciendo fuerza, dándole vueltas a este con sus manos varoniles y magulladas a causa del trabajo, pero de igual forma perfectas. Sus venas se hacian destacar cada vez más cuando apretaba y hacia fuerza para introducir el palo más adentro. Su pelo ardiente, corría por su rostro debido a la brisa del aire.
Elizabeth no pudo apartar la mirada, no sabía que le estaba pasando. Pero se veía tan tremendamente guapo, sus manos con sus admirables venas que le hacían sentir mariposas, su cabello recorriendo su rostro y su respiración acelerada y costosa debido a la fuerza que ejercía, la transmitían al quinto cielo.
Hirateh siguió la mirada de su madre, y observó que miraba a su tío embobadamente. Meneó la cabeza quitando los pensamientos idiotas que formulaba y volvió a prestarle atención a su tía Ginny y a su tío (politico) Harry.
Tras asentarse en el lugar, colocar las neveras y las sillas, George se acercó por detrás de su hija, agarrandola de la cintura levantandola si que se lo esperara, esta rió en respuesta.
—¿Vamos a bañarnos, ángel?—la miró a los ojos y pronunció ese mote que se volvió costumbre.
—Ah, no hasta que se haya hechado crema y se pusiera los manguitos– sacó el bote de crema solar, no quería que su hija se quemara ni mucho menos ahogara.—
George hizo una mueca, y bajó a su hija colocandola frente a su madre. Esta le colocó la protección solar ante los reproches de la menor, odiaba estar cubierta de crema. Le colocó los manguitos para que no se ahogara, aunque sabía que estaba en buenas manos con su padre.
—¡Me voy ya, no más crema!—reprochó alejándose y tomando la mano de su padre, con el cual se dirigía hacia el mar.
Las siluetas de los dos se perdieron en el horizonte hasta reconocer dos cabezas que sobresalían en el mar. George alzaba a su hija en un agarre para que no cayera, y esta reía a causa de las olas que había, pues la marea estaba alta.
Elizabeth se sentó en una de las sillas, tras quitarse el chaleco y quedar en un bañador de color blanco y un leve escote. Se proporcionó crema, pues odiaba quemarse y sentir ardor al día siguente.
La familia Weasley comenzó a irse poco a poco al mar introduciéndose en este junto a los demas. Hasta quedar solamente Elizabeth y Fred.
El segundo se encontraba en una silla algo más alejado, se había desprendido de la camisa que cubría algo de su torso, dejando a simple y perfecta vista este.
Fred vio como quedó aislado con la mujer, se acercó a su lado tomando asiento en una de las hamacas de su lado.
—¿Jessica no pudo venir, no?—inquirió la mujer sin mucho interés, más por iniciar la conversación. No apartó la mirada de su hija, quien ahora se encontraba en hombros de su padre.
—No.-respondió—Tuvo trabajo y no pudo.— la chica asintió comprendiendolo.—
Durante unos minutos, la conversación se detuvo. Elizabeth miraba atentamente a su hija, algo atemorizada por esta y por el pelirrojo de su lado.
Por su parte, el hombre se debatía si debía preguntar o no. Tras una leve pelea interna decidió hacerlo.
—Elizabeth, ¿puedo hacerte una pregunta—-inquirió el hombre, levantando la mirada de la arena y fijandola en ella.
-Ya lo estas haciendo, así que supongo que si.-se encogió de hombros.
En alguna parte de su interior le dolió que la llamara por su nombre completo, solía usar apodos cariñosos con ella o abreviaturas de su nombre. Pero ahora no, simplemente era Elizabeth, la madre de su sobrina.
—¿Por qué todos me hablaban de ti antes de verte supongo que de nuevo?—preguntó, por fin.— ¿Fuiste importante para mi?.—
La mujer se tensó al escuchar su pregunta, ¿debía mentir? ¿Sería bueno decir la verdad?— no quería más mentiras y a pesar de su miedo respondió con la verdad.
—Verás...,—comenzó sin saber cómo hacerlo—tu y yo, digamos que fuimos pareja en la adolescencia...—
El semblante del pelirrojo cambió a uno asombrado, su boca se entreabrió para después cerrarla de nuevo.
El sol relucía y rayos de sol se colaban por los espacios sin sombra, haciendo que sus caras se iluminarán por ello.
—Oh, entiendo—consiguió formular.
Por un breve segundo sus miradas se conectaron, Elizabeth la dirigió hacia sus labios que moría por volverlos a besar al menos por última vez. Extrañaba sus besos, abrazos y caricias.
Merlín, no debió aceptar esa copa de whisky de fuego, le estaba haciendo efecto. Ella estaba en una relación con Oliver y lo de Fred fue del pasado.
Fred se dedicó a mirar a sus ojos, sus ojos color crema que en un momento de su vida lo ipnotizaron locamente. Un recuerdo se le vino a la mente.
La estaba besando, una de sus manos aferraba su cintura con firmeza mientras que la otra acariciaba dulcemente su mejilla. La chica rodeaba su cuello con sus brazos, y sonreía en el beso. Se sentía en el paraíso.
De un momento a otro, no besaba a una Elizabeth joven, si no a Jessica.
Se sentía mareado y negó rápidamente, quitando los pensamientos de su mente. Sin darse cuenta ambos estaban cerca , sus labios apunto de rozarse y sus miradas intimidan como un cuchillo a punto de cortar.
La pequeña en hombros de su padre optó por mirar que hacía su madre y observó que se encontraba a centímetros de su tío. No pienses mal, se les debió de caer algo por eso están cerca, ellos ni siquiera se hablan-se intentó convencer al ver que ellos se separaban.
●●●
El día había sido físicamente agotador, no negaba que lo había pasado de maravilla. Adoraba cuando su padre la cargaba y saltaban las olas juntos. Adoraba sentir la brisa fresca del mar en su rostro, mientras el agua le ceñía el cuerpo.
El día entero casi lo pasó con su padre o tios en el agua, solo pausó para comer y echarse crema tras las réplicas de su madre. Esta no se bañó, por más que los demás insistieron. Fred tampoco lo hizo, aunque antes de irse se metió unos 5 minutos solo, cuando los demás salieron.
Esto hizo que la pequeña pelirroja se cuestionara el por que, y sus teorías de que el no la quería solo aumentaban.
No sabía porque necesitaba tanto la aprobación y el cariño de ese hombre que era el gemelo de su padre.
Cerró los ojos, intentando alejar los pensamientos. Aún escuchaba a su madre despidiéndose de George en el pasillo, pues se ofreció a acompañarlas tras el día como de costumbre.
Finalmente cayó en profundo sueño.
No sabía donde se encontraba, todo estaba blanco. Miró a su alrededor y no distinguió nada más. Afortunadamente llevaba su pijama.
—Vaya, te llevo observando desde pequeña. Pero merlín, eres tan preciosa de cerca más que de lejos.—escuchó una voz proveniente de lejos, y poco a poco visualizó la figura de un hombre algo mayor.
Su pelo era color castaño, y sus ojos tremendamente parecidos a los de su madre. Su rostro estaba carente de cicatrices, no como lo hubiera sido en su vida pasada.
Se asustó algo al verlo y retrocedió, aunque sabía que lo conocía de algo.
—Tranquila lobita, soy tu abuelo- se acercó a ella y se encuclilló a su altura mirándola con cariño— Tu abuelo Remus.—
En ese momento supo que hablaba el padre de su padre. Remus Lupin, el hombre de que oyó tantas historias y anécdotas.
—Abuelo...—las lagrimas recorrían el rostro de la pelirroja, cuando lo reconoció y noto su contacto—quería conocerte..—
Esbozo una mueca triste—Lo sé lobita, pero no tengo mucho tiempo, no puedo retenerte demasiado.—le dijo con tristeza en sus palabras—Necesitas saber que lo que ves no es producto de tu imaginación, cree en tu instinto lobita. Y por nada en el mundo digas a tu madre que me has visto ¿entendido?—ordenó—No dejes que te engañen.—
La pequeña frunció el ceño, ¿no dejes que te engañen? ¿A que se refieria?
—Abuelo.., no te entien..-—calló sus palabras al ver que desapareció.—
—¡Abuelo vuelve!-pidió en gritos sollozando—¡Te necesito!—
●●●
El sonido de los tacones chocando contra el suelo inundaban la sala del banco. Tras pedir ver a la mujer, fue a buscarla decidida, con seguridad en su misma.
Su espalda recta y su mentón en alto, su bolso de color negro y algo alargado colgaba d su hombro. Gafas de sol cubrían sus ojos de la vista. Hechó su rizado pelo hacia atrás para que no le molestara.
—Vaya mira a quien tenemos aquí-rió Jessica al ver a la mujer—¿Qué necesitas ahora Kailei?—
Esta retiró las gafas de sus ojos para poder contemplar mejor a la mujer frente suya, las guardó en su bolso con cuidado de que no sean rayadas, tenían tratos de los que hablar.
—Oh, mi querida Jessica. Me subestimas—bromeó con una risa irónica.—
—No tengo tiempo para idioteces Kailei, dime que es lo que quieres.—
—Lo mismo de siempre.—pausó mirando fijamente a la mujer—A George Weasley.—su obsesión lo tenía límites, algo que las unía era la obsesion que ambas por los gemelos.—Quiero a Angelina Jhonson fuera del camino.—
Hola!, espero que os esté gustando!
Os agradecería un montón si votarais y comentaseis para saber que os está pareciendo.
Nos leemos! <3
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