10
Hoy era el día en el que finalmente Hiraeth conocería a "su padre". Elizabeth se encontraba temblando de los nervios, no sabía cómo iba a reaccionar su hija y eso le causaba pavor. Pero al fin y al cabo lo hacía por ella, por garantizarle un futuro con una familia que la amara tanto como lo hacía ella.
—Saldrá bien— notó como Oliver posó su mano en el muslo de la azabache— George y Angelina no tardarán en venir, hablaremos con ellos y después llamaremos a Hiraeth.— dijo y paró cuando la mujer asintió más relajada.
Minutos después se escuchó el sonido de la puerta, inmediatamente Elizabeth se levantó de su asiento para abrir la puerta, aún sin estar tranquilizada del todo. Tras esta, los rostros sonrientes del matrimonio Weasley-Jhonson se encontraban dispuestos a iniciar el plan.
Les abrió la puerta dejando a ambos pasar, llegaron al salón dónde todos tomaron asiento, no sin antes saludarse entre todos.
—¿Hablaste con tu familia?— preguntó Elizabeth a George, algo asustada por saber la respuesta.
—Si, hablamos con ellos—asintió el pelirrojo— se lo tomaron repentinamente mejor de lo que me esperaba, nada fuera de lo "normal". Se sorprendieron bastante, pero seguí la historia al pie de la letra y ahora todos están deseando conocerla.—
Una sonrisa de alivio se instauró en el rostro de la azabache, sentía un peso menos encima.
—¿Y él lo sabe?-—habló Oliver refiriéndose al gemelo de este.—
Elizabeth lo miró escuchando atentamente sus palabras, agarró en un instinto la mano de Oliver, dándole un gran apretón.
—No, no lo sabe—negó— he pensado que es mejor hablar con el a solas.-
Todos comprendieron, era la mejor opción para no poner en riesgo la salud de Fred y de paso la de Elizabeth que tenía los nervios desbordados y no sabía como continuaría con el plan si estos seguían aumentando.
—Iré por ella— anuncio la azabache, dando entender que todo comenzaba.—
Empezó el día que marcaría un antes y un después en la vida de ambas parejas.
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—¡Adelante!—bramó la pequeña al escuchar cómo llamaban a la puerta de su habitación.— Oh, ¡hola mamá!.—
Le sonrió a su hija y se sentó en su cama, palmeó un lado para que esta lo ocupara.
—¿Pasa algo malo?— preguntó confundida tomando asiento donde esta había dicho.
—Tenemos que hablar—comenzó, agarrando la mano de su hija.— ¿Te acuerdas de George, el hombre de la tienda?.—
La pequeña aún se acordaba, pues bien el hombre despertó en ella cierta curiosidad, había algo en lo que se le hacía conocido, pero su madre y Oliver no le proporcionaban la información que ella deseaba.
—Oh, si—asintió— ¿Qué pasa con el?.—
—Está en la sala, junto con su mujer y Oliver—comentó levantándose de la cama extendiendole una mano a su hija.—Tenemos que comentarte una cosa.—
—¿Buena o mala?—inquirió con curiosidad, agarrando su mano para seguirla.
—Depende de como la tomes—
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La pequeña de cinco años se adentró a la sala de estar, agarrando la mano de su madre como si fuera un escape. No solía ser muy sociable y el hecho de encontrarse con dos personas que no conocía de nada y más sin saber por qué la ponía de los nervios.
—Hirateh, ellos son George al que ya conoces— presentó Oliver— y Angelina su esposa.—
La pequeña tomó asiento entre Elizabeth y Oliver, dedicó una tímida sonrisa al matrimonio quienes se la devolvieron al inmediato.
—Esto no va a ser fácil para contarte Hirateh— comenzó su madre agarrando sus manos— pero queremos que tengas la mente abierta, y que tomes esto como una nueva oportunidad.—
La pelirroja frunció el ceño ante lo que su madre dijo,— ¿A qué se refería?, ¿Qué quería decir?— se preguntaba mentalmente.
—Mamá, no te entiendo murmuró, buscando también los ojos de Oliver como vía de escape.—
—Nunca hablamos sobre el tema, nunca me gustó hablar de el— comenzó agarrando a su hija por las manos— pero es hora de que sepas quién es tu padre.—
La pequeña quedó muda, y dejó que su madre siguiera hablando pues no podía formular palabra alguna.
—Tu padre nunca nos dejo amor, nunca lo hizo—admitió apenada—Yo decidí alejarme, espero que cuando seas mayor puedas comprenderlo.—
—¿Qui-Quen es mi padre...?—murmuró como pudo, con voz entrecortada y nervios a flor de piel.
—Lo conoces —dirigió una mirada al pelirrojo— George es tu padre, cariño.—
La pelirroja menor se alejó de su madre, rompiendo la cercanía entre ellas. Su mirada se fijó en "su padre", quien la miraba con una tímida sonrisa, esperando que esta lo comprendiera todo y pudiera verlo como una figura paterna.
Hirateh—la llamó el hombre— sé que esto será difícil para ti, y ni tu madre ni yo queremos presionarte. Solo quiero que podamos hacer que con el tiempo tengamos una relación padre e hija.— se levantó del sofá, se acercó a ella poniéndose de cuclillas para estar a su altura
— Haré todo lo que esté en mi mano, para ser el padre que te mereces.—
La pequeña derrochó unas pequeñas lagrimas, debido a la impresión del momento y las palabras del hombre. Siempre soñó con un padre. Creía que las había abandonado, pues su madre no quería hablar nunca de él y el hecho de saber que el la quería hizo que su corazón se estremeciera ante tanta felicidad e impresión del momento.
—¿Pu-Puedo abrazarte..?— preguntó algo tímida, sobandose la nariz.—Sé que es algo raro porque casi no me conoces ni yo a ti pero..— fue interrumpida por el abrazo de George.
—No necesitas preguntar, eres mi hija, te quiero y te cuidaré hoy, mañana y siempre—afirmó seguro en el abrazo, se separó para acariciar su mejilla sin quitar la mirada de ella— Puede que no me conozcas, ni que yo te conozca a ti, pero lo haremos con el tiempo, prometo que lo haremos.—
Ambas mujeres estaban enternecidas viendo la escena, Elizabeth agarrando la mano de su novio con una amplia sonrisa y con ojos cristalizados por la dulce escena. Angelina los miraba enternecida, pero sentía un vacío dentro que no podía explicar que era.
—Gracias—murmuró tímida—
La morena, optó por acercarse a la pequeña también, queriendo así formar un gran ambiente, en el que todos estuvieran agusto.
—Hirateh, a pesar de ser la mujer de tu padre quiero que me veas como una amiga también, pues fuí gran amiga de tu madre en Hogwarts también— explicó sonriendo amablemente— y tambien me tendras a mi para lo que necesites.—
Así fue como la mentiras comenzaron a llegar poco a poco a la vida de Hiraeth. Todos se estaban engañando a si mismo.
La bonita estampa familiar, que estaba podrida por dentro.
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