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🎪 ࿐「 𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖮5 」


«𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗇𝗎́𝗆𝖾𝗋𝗈 𝖼𝗂𝗇𝖼𝗈»... [𝖮5]

¿𝗢𝘀𝗶𝘁𝗼?

Y ahí iba de nuevo.

━ ¡Y entonces la payasita Lili giró y el confeti apareció! ¿Puedes creerlo, papi? ━ exclamó Jennie con una energía inagotable, dando pequeños saltitos de emoción mientras repetía por décima vez la misma anécdota.

Su vocecita entusiasta resonaba en toda la casa, incapaz de contener la alegría que todavía la envolvía incluso después de tantas horas. A pesar de que su padre había estado presente en cada momento de la fiesta, ella sentía la necesidad de revivirlo una y otra vez, como si al hacerlo pudiera extender la magia de aquel día un poco más.

━ Cariño, lo sé, yo estuve allí... ━ suspiró su padre, algo cansado, mientras intentaba escabullirse sigilosamente.

Pero era un esfuerzo inútil. Jennie, con su inagotable energía infantil, lo siguió a saltitos, con los rizos oscilando al ritmo de su entusiasmo.

Había pasado ya un día desde su cumpleaños, pero para la pequeña resultaba imposible olvidar cada detalle de su fiesta. La emoción aún vibraba en su pecho, y sin nadie más con quien compartir su alegría, sus padres se habían convertido en el blanco de su entusiasmo. No era algo que le molestara en lo absoluto. Aunque no tenía amigos con quienes jugar ni a quién contarle sobre la payasita, le bastaba con la calidez de su hogar. Las vacaciones escolares le ofrecían la libertad de disfrutar de su tiempo sin preocupaciones, y para ella, aquello era suficiente.

━ ¡Señorita Kim Jennie, a dormir ya! ━ la voz firme de su madre resonó desde la sala principal.

La niña se detuvo en seco, frunciendo los labios en un tierno puchero.

¡Pero aún no quería dormir! Todavía le quedaban muchas cosas por contar sobre la payasita Lili y—

━ No lo vuelvo a repetir, ya te he llamado por más de diez minutos, nini.

El tono de su madre, aunque firme, conservaba un dejo de cariño que dejaba en claro que el regaño no era más que una advertencia. Jennie infló las mejillas con terquedad, pero sabía que no tenía escapatoria. Resignada, se encaminó a darse un baño, arrastrando los pies en señal de su derrota.

Dormir era aburrido.


El agua tibia resbaló por su piel, relajando su cuerpo mientras terminaba su rutina nocturna. Al salir del baño, con el cabello aún húmedo y enmarañado, se vistió con su pijama favorita de conejitos. Se miró en el espejo y sonrió al ver su reflejo: parecía una pequeña duendecilla mojada.

Su habitación, aunque individual, no le causaba temor. Siempre se había considerado una niña valiente, y le gustaba la privacidad que su propio espacio le ofrecía. Aun así, no le gustaba dormir en total oscuridad, por lo que pequeñas estrellas fluorescentes adornaban el techo, iluminando la estancia con un suave resplandor verdoso.

Jennie se subió a su cama con un último puchero, hundiéndose en las sábanas con la sensación de que el día había sido demasiado corto. Justo cuando estaba a punto de acomodarse para dormir, un molesto picor en su pierna la hizo detenerse.

Frunció el ceño al notar varias ronchas rojizas adornando su muslo.

¡Los mosquitos habían aprovechado su dulce piel para darse un festín!

Se cruzó de brazos, indignada, aunque su molestia se disipó rápidamente cuando sus ojos vagaron por la habitación y se detuvieron en un objeto en particular.

Allí, sobre su cómoda, estaba el osito de peluche que la payasita Lili le había regalado.

Jennie lo observó con detenimiento, y entonces, algo llamó su atención.

De sus pequeños y oscuros ojos, un diminuto rayo rojo titilaba suavemente.

Era un destello casi imperceptible, como un pequeño láser que apenas brillaba en la penumbra de la habitación. Pero en su inocente mente, no había nada extraño en ello.

¡Qué lindo!

¡Los ojitos del osito cambiaban de color en la oscuridad!

Su carita se iluminó con emoción. ¡Eran como sus pulseritas luminosas!

Con una sonrisa satisfecha, se deslizó bajo las sábanas y se acurrucó con el osito entre los brazos.

El peluche desprendía un calor reconfortante, y su suave textura la envolvía con una sensación de seguridad inigualable. Su aroma le resultaba familiar… ¿Acaso todavía conservaba el perfume de la payasita Lili?

Jennie cerró los ojos, abrazándolo con más fuerza.

No sabía si era su imaginación, pero el osito olía exactamente igual que ella.

El tiempo pasó, y la pequeña intentó contar ovejitas, pero por alguna razón, el sueño no llegaba tan fácilmente como otras noches. Había algo, una sensación en su pecho, un peso diminuto e inexplicable que no le permitía relajarse del todo.

No sabía por qué.

Su cabeza comenzaba a inclinarse con somnolencia cuando, de repente, un sonido la sobresaltó.

━ ¡Linda niña, te quiero para mí!~

El osito de peluche habló.

Jennie parpadeó, confundida.

Por un momento, su corazón se detuvo.

Pero entonces, una sonrisa reemplazó su expresión de sorpresa.

Era la voz de la payasita Lili.

El osito tenía una grabadora de voz.

¡Qué increíble!

Riéndose suavemente, la niña se acurrucó aún más contra el peluche, permitiendo que la voz de su querida payasita la arrullara.

Aquel tono tan dulce y profundo se convirtió en una melodía reconfortante que la sumergió en un sueño apacible.

Jennie estaba feliz.

Era el osito más bello que había tenido en su vida.


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Ⓒ︎𝖧𝖨𝖲𝖳𝖮𝖱𝖨09

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