🎪 ࿐「 𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 1𝖮 」
«𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗇𝗎́𝗆𝖾𝗋𝗈 𝖽𝗂𝖾𝗓»... [1𝖮]
❝𝗔𝗯𝘂𝘀𝗼❞
En un lugar oscuro y cerrado, una niña se encontraba atrapada.
El aire era denso, pesado, como si la oscuridad misma se hubiera filtrado en su ser, haciéndole sentir el peso de cada segundo. Su corazón latía con tal fuerza que parecía que quería salir disparado de su pecho, bombeando adrenalina a través de sus venas, acelerando cada uno de sus movimientos, haciéndola sentir aún más vulnerable, como si su cuerpo ya no le perteneciera, como si todo estuviera fuera de su control.
La venda sobre sus ojos no hacía más que agravar su desesperación, privándola de todo sentido, de toda visión, dejándola en la más completa de las tinieblas. La impotencia se apoderaba de ella, pues no podía ver nada, no podía anticipar los movimientos de quienes la rodeaban. ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué su vida se había convertido en un sufrimiento interminable, una pesadilla de la que no podía despertar?
No le gustaba.
Cada sonido, por más tenue que fuera, le parecía amenazante. El crujir de los pisos bajo el peso de alguien, el roce de una tela, el susurro de unas palabras en el aire, todo le parecía peligroso. Su respiración se aceleraba al compás de cada toque brusco que sentía sobre su piel. No era suave, ni amable. No había piedad en ellos, solo toques forzados, desmedidos, que no buscaban otra cosa que el placer y la satisfacción de aquellos que la rodeaban. ¿Qué le habían hecho para merecer todo esto? No comprendía por qué. ¿Acaso el sufrimiento de una niña era algo tan entretenido, tan gracioso para ellos?
Tenía miedo.
Era un miedo profundo, que llegaba a su alma, a su esencia misma. Cada risa, cada carcajada que resonaba a su alrededor, la atravesaba como una daga afilada. Sabía que no eran risas de alegría genuina. Eran burlas, eran desdén. Era el sonido del sufrimiento convertido en diversión, un eco cruel que solo hacía crecer su angustia. Podía oírlas claramente, aunque no veía, aunque su mundo estuviera envuelto en tinieblas. Cinco, tal vez más, eran los que se encontraban a su alrededor, divirtiéndose a su costa, disfrutando de su dolor como si fuera el espectáculo más fascinante de todos. ¿Era gracioso su sufrimiento? ¿Lo era, realmente?
El sentimiento de estar atrapada, de ser una simple presa, la inundaba de una angustia insoportable. Sentía las paredes cerrarse a su alrededor, apretándose con cada paso, con cada movimiento que hacían los monstruos que la rodeaban. ¿Monstruos? No, no eran monstruos como los de los cuentos. No tenían colmillos ni garras visibles, no emitían gruñidos feroces. Pero eran monstruos de una clase diferente, una más sutil, más retorcida. Monstruos disfrazados de seres humanos, con sonrisas maliciosas y miradas llenas de desesperación ajena. Y ella estaba atrapada entre ellos, atrapada en sus toques, en su burla, en su indiferencia.
Las lágrimas caían silenciosas sobre sus mejillas, como si su dolor hubiera decidido manifestarse de esa forma, cayendo en la palidez de su rostro, resbalando por la piel como si buscara un escape. Pero no había escape. No gritaba, a pesar de la necesidad desesperada de hacerlo. Su garganta estaba cerrada, oprimida, incapaz de articular palabra alguna. Sabía que si gritaba, las consecuencias serían aún peores. Había aprendido, con el tiempo, que su dolor era ignorado, y su sufrimiento solo alimentaba más la cruel diversión de ellos. No valía la pena gritar. No valía la pena llamar la atención. Cada intento solo resultaba en más castigo, más humillación, más sufrimiento.
Las consecuencias serían aún más aberrantes, aún más terribles que tenerla allí, atrapada como una inocente presa entre las garras de esos monstruos enfermos. Porque eso era lo que eran, no personas, no seres humanos. No podían serlo. Nadie con algo de humanidad en su interior podría hacerle esto a un niño. No importaba la ropa que llevaban, los rostros que ponían, las palabras que decían. Ellos no eran buenos, ni siquiera lo parecían. Eran seres vacíos, desprovistos de compasión, incapaces de entender la noción de la empatía. Eran payasos enfermos, criaturas grotescas que escondían bajo una falsa fachada de simpatía un monstruoso vacío.
Nada de lo que hacía podía cambiar su destino. Nada de lo que sentía podía detenerlos. Estaba atrapada, irremediablemente atrapada en un círculo vicioso de dolor y abuso, sin esperanza de escape, sin salvación. Ella era solo un juguete en manos de esos payasos enfermos, un objeto con el que se divertían mientras la dejaban al margen de todo lo humano, de todo lo que alguna vez hubiera sido un ser digno de respeto.
Era un juego para ellos. Un juego al que ella no podía decir no.
Y allí, en esa oscuridad absoluta, rodeada de monstruos y risas crueles, la niña lloraba en silencio, esperando, temiendo, el siguiente movimiento de aquellos seres incapaces de verla como una persona. Solo como una víctima.
█▓▒░░▒▓█
Ⓒ︎𝖧𝖨𝖲𝖳𝖮𝖱𝖨09
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro