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💌࿐「 𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖮1 」

«𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗇𝗎́𝗆𝖾𝗋𝗈 𝗎𝗇𝗈»... [𝖮1]

❝𝗠𝗶𝘀𝘁𝗲𝗿𝗶𝗼𝘀𝗮𝘀 𝗰𝗮𝗿𝘁𝗮𝘀❞

La tarde caía lenta sobre la ciudad, con un sol perezoso que apenas filtraba su luz dorada por entre las rendijas de las persianas. Jeon Jungkook empujó la puerta de su casa mientras aún jadeaba por el partido de fútbol que acababa de jugar. Tenía el rostro enrojecido por el esfuerzo, el cabello húmedo y alborotado por el sudor, y su camiseta pegada al cuerpo. Lanzó su mochila al suelo del recibidor sin mucho cuidado y se quitó los botines como si fueran una carga insoportable.

Apenas había dado tres pasos dentro cuando la voz aguda de su madre retumbó desde la cocina.

━ ¡Jeon Jungkook! ¿Otra vez llegas y tiras todo como si vivieras solo? ━ gritó, con ese tono intermedio entre la queja cotidiana y la advertencia maternal que tan bien dominaba.

━ Lo acomodo ahora, mamá ━ respondió sin detenerse, levantando las manos en un gesto de rendición y caminando directo a su habitación.

Al abrir la puerta de su cuarto, el olor a ropa húmeda, colonia mal cerrada y libros revueltos lo golpeó con fuerza. Había camisetas hechas un nudo en la silla, cuadernos abiertos sobre la cama y una media perdida al borde de la repisa. El desastre era total, aunque para él representaba simplemente una “organización personalizada”.

No obstante, conocía bien el estilo de su madre: no limpiaría ni una sola vez más hasta que él lo hiciera. Suspiró con resignación, se arrodilló para recoger un par de libros y al mover uno de los cojines del suelo, algo blanco y arrugado asomó entre las hojas de una vieja revista de música.

Era una hoja doblada en cuatro, con las esquinas un poco sucias y las líneas de tinta corridas en algunos puntos, como si la hubiese alcanzado la humedad. Jungkook la desdobló sin mucho interés, imaginando que sería algún apunte viejo o una lista de canciones. Pero apenas leyó las primeras palabras, su ceño se frunció.

“Hola, Jeon Juncuk. No se si esto llege a ti, pero te quiero desir algo importante...”

El contenido era un torbellino de faltas de ortografía que haría estremecer a cualquier profesor de lengua, pero lo que realmente captó su atención fue el tono de la carta: era una confesión de amor. Alguien, quienquiera que fuese, lo llamaba lindo, decía que le gustaba su sonrisa y que cada vez que lo veía caminar sentía mariposas “en la guata”. Jungkook alzó una ceja, entre divertido y perplejo. La caligrafía era torpe, como la de alguien que no escribía con frecuencia.

A medida que avanzaba, su expresión se fue suavizando, hasta que una sonrisa se coló por la comisura de sus labios.

━ ¿Qué rayos...? ━ murmuró, y volvió a leer la primera línea.

La posibilidad de que alguien se hubiese infiltrado en su habitación para dejarla le pareció demasiado absurda. Quizás alguien la había metido en su bolso durante el partido, o se había confundido de destinatario. También cabía la posibilidad –y esta le hizo reír en voz baja– de que uno de sus amigos estuviera gastándole una broma.

Con la carta aún en la mano, se echó en la cama y la miró un par de segundos más, hasta que decidió dejarla en la mesita de noche junto a su lámpara. No valía la pena darle más vueltas. Probablemente era una broma mal escrita de Taehyung o Namjoon, aunque sus estilos solían ser más elaborados. Cerró los ojos apenas un segundo, cuando escuchó que alguien golpeaba la puerta con fuerza.

━ ¡Ya va! ━ gritó mientras se levantaba, medio arrastrando los pies hasta abrir.

Detrás de la puerta estaba Namjoon, alto, con su eterna sonrisa socarrona y una bolsa de snacks en la mano. Entró sin pedir permiso, como siempre, y se dejó caer en la silla giratoria del escritorio.

━ ¿Partidazo? ━ preguntó mientras se metía una galleta en la boca.

━ Casi me da un infarto ━ respondió Jungkook, secándose el sudor del cuello con una toalla vieja.

Namjoon observó el desorden del cuarto con una ceja levantada.

━ Tu cuarto parece haber sobrevivido a un tornado... apenas ━ comentó con sorna.

━ Mi mamá ya me lo dijo ━ gruñó Jungkook, revolviendo los papeles sobre su escritorio como si buscara algo.

De repente, como si lo recordara de pronto, tomó la carta de la mesita y se la lanzó a Namjoon.

━ Y dejen de molestarme con estas cosas, ¿quieres? ━ dijo entre risas contenidas ━ No sé cuál de ustedes está detrás de esto, pero ya estuvo bueno de jugar al admirador secreto.

Namjoon desenrolló el papel con curiosidad y lo leyó en silencio durante unos segundos. En su rostro se dibujó una sonrisa que fue creciendo hasta que soltó una carcajada.

━ ¡¿Qué es esto?! “Tu sonrisa es como un rayo de luz en mis mañanas tristes”... ¡Por favor! ━ se burló, entre carcajadas.

━ ¿Verdad? ━ Jungkook se rió también ━ Tiene más errores que la tarea de historia de Taehyung.

━ Bro, ¡tienes un pretendiente nuevo! ¡Y romántico! Aunque bueno... le vendría bien un diccionario ━ agregó Namjoon, aún riendo.

━ Sí, sí. Muy gracioso ━ dijo Jungkook, encogiéndose de hombros con indiferencia ━ Seguro fue uno de ustedes. O quizás alguien se equivocó de destinatario.

━ ¿Y si no? ━ Namjoon le lanzó una mirada pícara ━ ¿Y si es real?

━ Entonces que me escriba bien, al menos ━ respondió Jungkook entre risas, mientras se tiraba otra vez en la cama.

La tarde se deslizó entre bromas y comentarios sarcásticos, pero mientras fingía que no le importaba, Jungkook seguía mirando de reojo la carta arrugada sobre el escritorio.

No era más que una broma, claro. Una coincidencia. O tal vez... no. Pero por ahora, decidió no pensar demasiado.

Después de todo, ¿quién mandaría cartas de amor tan torpes en plena era de los mensajes de voz?

El estruendo seco de un trueno hizo vibrar los cristales de la ventana con una fuerza que no pertenecía a la tranquilidad de la noche. Jungkook se removió en la cama, aún medio dormido, y se cubrió el rostro con una de las almohadas, intentando ignorar el repentino caos del clima. Pero el siguiente relámpago iluminó su habitación con un destello blanco y fugaz, tan violento que sus párpados se contrajeron al instante. Entonces lo sintió: una ráfaga de aire frío acariciando su cuello, y el sonido inconfundible del agua golpeando el suelo de madera.

Se incorporó de golpe. Estaba oscuro, pero el viento y el murmullo de la lluvia entrando por su ventana abierta eran evidentes. Se levantó descalzo, con pasos torpes y pesados, y caminó hasta el marco de la ventana. La cortina, empapada, bailaba como una bandera rota en medio del vendaval. Extendió el brazo con esfuerzo, tratando de cerrarla mientras el agua le salpicaba el rostro y los antebrazos.

Entonces, en medio de la oscuridad exterior, algo le llamó la atención.

A lo lejos, más allá del patio trasero y cruzando la calle, justo en el límite donde las farolas proyectaban su luz mortecina sobre el asfalto mojado, una carretilla descansaba junto a un árbol desnudo. Era un artefacto viejo, con el metal oxidado y una lona cubierta de plásticos encima. No parecía tener nada en especial. Jungkook ya había visto cientos de esas carretillas en las calles del centro, siempre empujadas por hombres de rostro cansado, con la espalda doblada por la vida y los pies embarrados.

Sin embargo, lo que realmente le causó una ligera inquietud fue la figura recostada debajo de ella.

Alguien estaba acostado ahí, entre los cartones, usando la carretilla como refugio improvisado contra la lluvia. Jungkook no distinguía bien si era un hombre o una mujer. Solo veía la forma quieta de un cuerpo encogido, cubierto con algo que quizás era una manta, tal vez un abrigo. El agua caía con fuerza, repiqueteando sobre el metal de la carretilla, y el viento agitaba los papeles que habían quedado atrapados en la acera.

No era algo inusual. No en esa ciudad. Los indigentes se habían vuelto parte del paisaje urbano, tan comunes como los postes eléctricos o los perros callejeros. Pero había algo en la forma en que aquella figura permanecía quieta bajo la carretilla, como si no solo durmiera, sino que se escondiera, como si evitara más que la lluvia.

Jungkook frunció el ceño por un instante, pero luego negó con la cabeza. Cerró la ventana con un empujón seco y bajó la cortina mojada con resignación. El suelo ya estaba salpicado de charcos. Tendría que limpiarlo por la mañana. Se limpió la cara con la manga de su camiseta y volvió a la cama, sacudiéndose el agua del cabello como un perro.

Encendió el celular. La luz de la pantalla iluminó su rostro en la penumbra. Abrió una red social cualquiera, una de tantas, y enseguida comenzaron a aparecer los mensajes. Algunos eran comentarios en sus fotos, otros eran mensajes privados que no había leído. Chicas con corazones en sus nombres de usuario, chicos que usaban frases en inglés para parecer más interesantes, algunos conocidos del instituto, otros completos desconocidos.

Algunos escribían con descaro, otros con timidez, todos con la misma intención evidente. Lo elogiaban por su sonrisa, por sus músculos, por su “mirada intensa” como algunos decían. Había incluso quienes simplemente le escribían “hola” día tras día, sin obtener nunca respuesta.

Jungkook deslizó el dedo por la pantalla con desinterés. Las notificaciones le resultaban tan impersonales como los anuncios de ropa que aparecían entre los videos. Cerró la aplicación y abrió otra. Más de lo mismo. Más mensajes, más fotos con filtros, más palabras vacías que no decían absolutamente nada.

Apagó la pantalla y se quedó mirando el techo.

Nunca había tenido una relación. Ni siquiera algo que pudiera considerarse “algo” por accidente. Sus amigos no entendían por qué. Él tampoco lo explicaba con claridad. Simplemente no le gustaba nadie. Había quienes le resultaban atractivos, sí. Había quienes eran simpáticos, carismáticos, o incluso agradables en una charla casual. Pero nada de eso le despertaba esa especie de inquietud interna que, según los libros y las películas, uno debía sentir cuando alguien realmente te gustaba.

━ No sé ━ se decía a sí mismo, en pensamientos silenciosos ━ Tal vez soy muy exigente. O tal vez simplemente... no he conocido a esa persona.

Taehyung solía molestarle con eso, había intentado presentarle a varios de sus amigos, e incluso Namjoon había hecho sus sugerencias, siempre con esa confianza casi paternalista que solía tener. Pero Jungkook se negaba una y otra vez. No porque se sintiera por encima de nadie, sino porque simplemente le parecía una pérdida de tiempo. Para él, las relaciones en el instituto eran un campo minado de dramas, malentendidos y etiquetas innecesarias.

Él no quería eso. No quería que su nombre apareciera en murmuraciones de pasillo, ni convertirse en el protagonista de una historia que terminaría mal en menos de tres semanas.

Además, nunca entendió por qué tantos lo buscaban. Él era consciente de que su físico llamaba la atención –entrenaba a diario, tenía un rostro agraciado y una mirada firme– pero no comprendía cómo eso podía ser suficiente para que alguien se obsesionara con él. Si él mismo no sentía nada, ¿cómo podían los demás estar tan convencidos de sentir tanto?

Volvió a encender el celular. Releyó uno de los mensajes. “Hola, Jungkook. Soñé contigo otra vez.” Lo cerró sin responder.

La lluvia seguía golpeando las ventanas con fuerza. La figura bajo la carretilla probablemente seguía allí, inmóvil, ajena a todos los dilemas románticos que él experimentaba en silencio. Y por alguna razón, mientras cerraba los ojos para intentar dormir de nuevo, pensó en esa figura. ¿Quién dormiría bajo una carretilla a esa hora, en medio de una tormenta? ¿Y por qué, entre todas las cosas que podrían pasarle por la mente, justo eso no lograba desaparecer?

Pero no se dio más respuestas. Solo se dio la vuelta, abrazó la almohada mojada por el sudor, y dejó que el sonido de la lluvia se mezclara con la pantalla aún encendida del celular, donde decenas de mensajes seguían llegando. Ninguno le interesaba. Ninguno tenía nombre, ni rostro. Ninguno era “esa persona”.

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Ⓒ︎𝖧𝖨𝖲𝖳𝖮𝖱𝖨09

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