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18.

— Alicia ni si quiera pudo terminar de decidir sobre París, una inspectora francesa le dijo sobre un robo a una casa de subastas, pero mierda que era importante ya que eran joyas de familias importantes. —

— Hizo la valija, tomó el vuelo y se fue sin decirle nada a sus compañeros, a nadie, simplemente se fue.
Al llegar dejó sus cosas en su guardarropa, el departamento estaba perfecto, agradecía a los de limpieza por ello. —

Dios bendiga a la lluvia y al sol.

— Dijo al acercarse al balcón y ver que sus tulipanes blancos seguían intactos. La cama perfectamente extendida, reviso que no le falte ningún adorno, pero claro que seguían, su gente de limpieza era de confianza. —

— Se dio un baño, se vistió y se puso su típico outfit de Muglers antiguos, con las hombreras que le daban el toque militar. Todo la hacía ver glamorosa, si se llegaba a poner una bolsa de basura encima le iba a quedar bien de todas formas.
Se dio los toques finales y se fue directamente a encontrarse con Marie Lavelle.
Sus tacones sonaban por el pasillo, se presentó, hizo una broma y la mujer la introdujo en el tema mientras iban a la escena del crimen. —

— Andrés nuevamente hizo otro atraco exitoso, siguió lo que le dijo su madre, el golpe en París. Se había divertido un poco con otra amante, Camille, mientras que le había dicho a Tatiana qué pensaba que el robo estaba siendo en Dinamarca. —

Vi entrar a una pelirroja dónde hicimos el robo junto a cuatro coches de policía. — Comentó Roi al grupo que estaba reunido con las computadoras, bueno, Keila en la computadora y el resto con champagne. —

¿Qué has dicho? — Andrés se giró al instante, Roi repitió y el líder se acercó apresuradamente al lado de Keila. — Keila, pon las cámaras, quita estas. — Pidió refiriéndose a las de Camille y la rubia lo hizo en seguida. — Permíteme. — Estaba nervioso, nadie entendía bien que pasaba, parecía desesperado, no lo vieron nunca en ese modo por una mujer, cuando se sentó en la silla se puso a observar la cámara y la banda no demoró en acercarse. Estaba el con la vista pegada y algunos cuchicheaban riendo. —

— En segundos apareció la pelirroja atravesando la puerta, estaba hermosa, la siguió con la vista durante toda la filmación, completamente atento a cada movimiento, el corazón le iba con rapidez, los ojos le brillaban más que cualquier diamante que haya robado jamás y una sonrisa se le dibujó en el rostro. — Tiene un culazo. — Le susurró Bruce a Roi pero como el audio no estaba conectado el mayor llegó a oírlo.
No solamente le iba a descontar la joya más cara, que cuide su bebida ya que posiblemente le metería una cantidad de laxantes inexplicables. Le clavaría alguna navaja pero no tenía nada filoso cerca. —

Bueno, ya pueden irse. — Dijo echándolos del lugar indirectamente, Damián estaba igual de sorprendido que todos, ni diciéndole "Adiós" despegaron a Andrés de la pantalla. El hombre se paso observando a la pelirroja durante todos los minutos que ella estuvo ahí, hasta que se fue. — Te tengo Alicia Sierra.
— Quitó la cámara, dejo las de Camille pero siquiera se quedó a verlas, simplemente se puso a buscar algún bar cercano a la escena del crimen, tal vez ella aparezca o debía buscar otra alternativa. —

— Mientras que Andrés pasó la tarde escondiendo cosas e ideando un plan, Alicia se comunicó con Raquel, pero no la charla diaria, iban a reencontrarse, finalmente luego de tanto tiempo se verían en persona. —

— Raquel no tardó en llegar y cuando lo hizo recibió un cálido abrazo de su amiga. — Venir a Francia ya se te está haciendo costumbre. — Dijo ya que Alicia a veces se daba escapadas al lugar, al fin y al cabo sabía el idioma desde una temprana edad. —

Tengo que aprovechar el departamento. — Al separarse se metieron las tres en contexto, Alicia insistía con que los ladrones eran españoles y en el camino jugó con su amiga. — Cómo vienes eh, menstruando nitroglicerina.

Cómo me conoces. — Continuaron siguiendo a Marie y cuando su turno se acabó empezaron a caminar por las calles de París, poniendose al día. — Me voy a quedar en este hotel. — Raquel y Alicia ingresaban al lugar dónde horas antes Andrés y su grupo festejaban el éxito del robo. —

— Andrés estaba planeando que ponerse cuando de golpe escuchó una melodiosa risa, tiro el traje sobre la cama y se pegó a la puerta. —

¿Raquel estás segura que el piso es este? — Preguntó riendo. —

¡Alicia, ya! Todos los pisos se ven iguales.

Ya, ¿Pero no revisaste el número?

Estoy segura de que era el doscientos veintiuno. — Ambas se acercaron a la puerta con aquel número, que era la habitación de Andrés. —

21, La fecha de cumpleaños de mi ex. — Dijo bromeando y Raquel la miró mal. — Déjame, mi trauma mi chiste.

— Andrés evitó reírse mientras las escuchaba, claramente cuando Raquel trató de pasar la tarjeta la rechazaba. Intentó tres veces hasta que empezó a reírse al ver el número. —

Bueno, vamos a tener que bajar de piso, no era veintiuno, era ciento noventa y uno pero yo sabía que tenía un uno al menos. — Ambas empezaron a reír y se alejaban mientras decían dónde irían. —

No lo se, hay un bar a unas cuadras de aquí, un trago y a dormir, ¿Te va?

Me va.

— Siguieron hablando de otras cosas pero ahora Andrés sabía dónde ir. Se moría de ganas por oírla hablar en francés otra vez. —

— Cuando llegaron al apartamento correcto Alicia ayudó a Raquel con la ropa, hablaron un poco del caso y inesperadamente llegaron al tema de conversación de aquella noche de París. —

Estábamos las dos borrachas, sin embargo no me esperaba que íbamos a llegar a estar desnudas, ¿Recuerdas el primer beso que nos dimos?

Joder, claro que si, un idiota no se me quitaba de encima y viniste al rescate. Aprobado tu beso eh, pero en la noche de graduación no iba a pasar nada más.

Tú tienes la boca dulce, me sorprende que no te salieron caries por esa cosa. — Dijo apuntando a su piruleta de corazón haciendo que ella se ofenda un poco. — ¿Y lograste ver algo de Andrés cuando fuiste a casa de tu ex suegra?

— Alicia negó suavemente con la cabeza por la pregunta. — No, solamente fotos de todos cuando éramos pequeños, tampoco se que pasaría si lo llegara a ver ahora. — Tiró a la basura el palo de la golosina y se quedó pensando mientras se sentaba en la cama de nuevo. — Tal vez follaríamos.

¿Tal vez?

¡Guarra! — Le revoleó un almohadón riendo, como si en esos últimos años años no hubiera decidido activar más su vida sexual. —

— Mientras ellas llegaban al lugar, Andrés ya estaba ahí, era el único bar a dos cuadras, su anillo de bodas lo había dejado en manos de Sergio días atrás. La habitación con todos los aparatos escondidos y cortinas cerradas para evitar que los vean desde el exterior. Estaba algo nervioso, no lo iba a negar, en la barra, bebiendo una margarita, pensó que el momento no llegaría pero a los diez minutos estaba sentada a unos cinco metros de él la pelirroja junto a Raquel. —

Buenas noches Renaud, un whisky a la roca y una cerveza.

Alicia habló en francés con el hombre que ya la conocía de otras veces en las que ella había ido, el castaño sonrió inconscientemente al escucharla a hablar en francés, al tenerla cerca, contuvo su emoción por ahora. —

— Terminó su margarita y lo uso de excusa ya que ellas seguían hablando en español sin notar su presencia. Se bajó del asiento, caminó hasta ella, le tocó suavemente el hombro y cuando se volteó ambos se quedaron observándose unos segundos. Andrés analizaba su cabello actual, su olor a ámbar, sus ojos azules, el patrón de pecas, sus labios siempre levemente rojizos por sus piruletas; Alicia lo observó levemente extrañada, le miró toda la cara, esas fracciones, ese color de ojos...juraba que era el, no se equivocaba, pero no quería confirmarlo delante de Raquel. — Disculpa, pero las escuché hablando en español, no tengo muy bien el francés y yo solo quiero pedirme un poco de coñac.

— Alicia se quedó calculando unos tres segundos y volteó a ver a el bar tender. —

Un trago de coñac para...¿Cuál es tu nombre?

Simón, Simón García. — Le sonrió suavemente y ella volvió a hablar. —

Un trago de coñac para el señor García. — El hombre no tardó en hacer el pequeño trago, se lo dio a la pelirroja y la pelirroja a "Simón" —

Gracias...¿Tú nombre?

Alicia Sierra. — Se miraron unos segundos más hasta que la pelirroja volteó a seguir hablando con su mejor amiga que observaba la situación en silencio, había tensión en el ambiente, eso que ni sabían realmente quiénes eran.
Andrés volvió a su lugar y bebió del trago mientras usaba el móvil en el que activaba el silencio o solamente entraba y salía de todas las aplicaciones disponibles. —

¿Qué fue eso? — Preguntó Raquel, Alicia terminó a los segundos su trago y luego contestó. —

No sé, pero... — Fue interrumpida antes de terminar la frase. —

Ni se te ocurra decir a quien de tu pasado se parece porque ya se cual es la respuesta. Ni te gastes.

Lo siento. — De mirarla a ella pasó la mirada a Andrés, manteniéndola unos segundos, viendo como bebía del trago y jugaba con el celular. — Tienen fracciones muy parecidas... — De lejos no podía ver bien a detalle su cara, y en ese momento era una de las pocas cosas que quería. —

Alicia, lo tienes que superar, ya pasaron...no sé...once años creo, tienes que dejarlo ir. — Veía como su amiga no le apartaba la mirada, entonces puso una mano en su espalda haciendo que reaccionara y vuelva a mirarla. —

No es tan fácil, te juro que lo estoy intentando. — Suspiró, y jugó con la última gota de whisky que le quedaba en el vaso. —

— Raquel la miró cuestionándola, ambas sabían que eso era mentira, no iba a negar que en esos años Alicia se había visto con algunos hombres, pero se iba todo a la mierda siempre ya que ella solamente quería sexo, tal vez llegaba a ponerse en relaciones, pero no eran duraderas. Entonces de cierta forma Raquel sostenía el pensamiento de que no lo estaba intentando. — ¿Y si empiezas terapia?

No necesito un psicólogo, necesito que me follen hasta que tenga un orgasmo y se me vuelva a acomodar el útero. — Contestó sincera y Raquel reaccionó alzando las cejas con sorpresa. — Vale, lo siento, muy sincera.

Tienes las hormonas por los aires, ¿Follaste esta semana? — Alicia negó suavemente, aparte de no haber follado estaba ovulando, todo junto. — Vale, trata de encargarte de eso porque luego estás de mal humor. Yo me voy al hotel, tengo que llamar a Alberto y a Paula.

— Alicia hizo mueca cuando nombró a Alberto, ya le venía advirtiendo de que era un cabrón y ella hasta hija tuvo con el. — Mándale un abrazo a mi ahijada.

Claro. — Se despidieron y la pelirroja se mantuvo ahí sentada durante veinte minutos. Al ver a Andrés, el ya la estaba viendo pero fueron interrumpidos por el bar tender. —

Alice, ya tenemos que cerrar, quedan solamente ustedes y es martes, no creo que venga más gente. ¿Le dices al señor García? No creo que a mi me entienda.

Claro, buenas noches Renaud.

Igualmente Alice.

La pelirroja se bajó del asiento, le hizo gesto a Andrés para que la siga y fue exactamente lo que hizo hasta la salida.
Esperaba que Simón no haya escuchado la íntima charla con su amiga, aunque si le cumplía el capricho no se quejaba. — Ya estaban cerrando.

Temprano. — Dijo observándola de arriba a abajo. —

No para un martes. — Para hablarle tenía que subir un poco la cabeza, puesto que el era más alto y ella tampoco era tan baja ahora pero si más baja que el, eso nunca cambiaría.
Notó como ambos se quedaron embobados viéndose, no se quiso quedar con la duda entonces preguntó. — Lo siento, ¿Pero tú y yo ya nos conocíamos de antes?

De otra vida quizá. — Eso la hizo reír muy levemente y cuando dejó de hacerlo se acercó peligrosamente a ella, jugó con un mechón de su cabello, haciendo que ella mire de reojo esta acción, apartándose suavemente. —

Anda, ¿Quién eres? — Tomó su mano para guiarla en el camino al hotel pero ella instintivamente la soltó cruzándose de brazos. —

Sígueme. — Empezó a caminar hacía el hotel pero a los segundos sintió la punta de la pistola en su espalda. — Que desconfiada.

— No emitieron palabra en todo el camino, cuando llegaron al lugar a Alicia se le cambió la cara, claramente tuvo que guardar la pistola nuevamente pero caminaba con una mano en ella a pesar de que estaba escondida en su ropa. Subieron al segundo piso, habitación 221, cada vez peor. — ¿Pero qué cojones? — Preguntó casi que en susurro. El hombre abrió la puerta, primero pasó el, luego ella y al cerrar la puerta se observaron unos segundos. — Habla. — Volvió a sacar su pistola, le apuntaba pero el la miraba con leve sonrisa. Estaba confundida de cojones. —

Joder que sigues siendo ansiosa. — ¿sigues?¿sigues?¿SIGUES? Joder, si la conocía de antes y estaba rezando para que sea el. — Qué raro que aún no te hayas metido una piruleta de cereza en la boca. De esas con forma de corazón. — El hombre se quitó el blazer ya que estaba en su perfecto traje, arremangó su camisa y allí estaba, su brazalete, el que le hizo cuándo tenía diez años y seguía usando aunque ya tenga treinta. —

— La pistola se le soltó de la mano y no dudó en ir a el, reconocería ese brazalete dónde sea. — Andrés. — Pisó sus zapatos con sus botas de tacón para tratar de hacer más puntita, para abrazarlo bien, pero el la tomó de la cadera, la elevó un poco y hizo el abrazo más cómodo. — Hijo de puta, me tendrías que haber dicho que eras tú desde el inicio. — El corazón les iba a mil a ambos, su ropa no era la más flexible para aferrar sus piernas a el pero no fue un problema ya que el no la soltó, tenía bastante fuerza, desde siempre. —

¿Y privarme de llenarte de mimos mientras estábamos en ese bar? No roja, no. — A ambos se les caían las lagrimas en el hombro del otro, necesitaban estar cara a cara otra vez entonces Andrés la cargó hasta la cama, la sentó, Alicia dejó su celular sobre esta y Andrés se sentó a su lado. — Joder, estás preciosa, eres la mujer más hermosa que he visto, lo eras cuando éramos adolescentes y lo eres ahora que somos adultos. ¿Estás bien?¿Eres feliz? Cuéntame todo. — Puso las manos en sus mejillas, limpiándole las lagrimas y ella hizo exactamente lo mismo con el. —

Ahora estoy bien y estoy feliz. Genuinamente feliz...joder, ¿Por donde empezar? — Aún era temprano, apenas las nueve, la pelirroja empezó a contarle todo, tal cual lo había hecho con Paula, no se salteo la parte de su vida sexual a propósito, solamente para ver cómo cambiaba su cara y eso le provocaba mucha gracia, se lo resumió un poco más que a su suegra ya que ahora no lo nombraba tanto a el...bueno si, pero no taaanto. — Vas tú.

— No tardó tanto como ella, habrá hablado media hora o cuarenta minutos, tenía su vida estudiada, era un joyero que estuvo con distintas chicas tratando de superarla, eso hizo que la pelirroja ruede los ojos, lo que le dio gracia, pero siguió contando y finalizó con que a veces iba a almorzar a lo de su madre, pero que usualmente prefería quedarse en su casa. No quería mentirle, realmente no quería, pero bajo ninguna circunstancia le iba a decir que estaba casado. Ni que se había casado ya otras cuatro veces.
Mucho menos que era un ladrón. — Bueno tu vida claramente fue mucho más interesante que la mía. — Cuando ella se pasó un mechón de pelo detrás de la oreja vio los aretes que el le regaló, no hizo falta que se lo recuerde, ambos sonrieron, sabiendo lo que pensaba el otro. —

Si, pero la tuya fue un poco más feliz, yo lloraba o me enojaba todo el tiempo, no había punto medio. — Se miraron unos segundos más en silencio, simplemente ellos, luego de años los ojos de ambos volvían a brillar, y brillaban por la misma razón que en su adolescencia. — Bueno, debemos festejar que la vida nos reencontró, ¿No crees?

Claro que si. — El hombre se levantó y fue hasta la pequeña heladera del departamento, tomó una botella de champagne como las que había disfrutado hoy con su grupo, solamente que esta era más cara, la iba a disfrutar solo pero claramente disfrutarla con Alicia era mejor. —

— La pelirroja se acercó a el, quien no tardó ni un minuto en descorcharlo, pero le salpicó un poco en el cuello. — Joder, ya empezamos mal. — Bromeó, Andrés observó como las gotas caían por su cuello, ella sonrió ante eso pero le alcanzó las dos copas. Sirvió un poco en cada una y brindaron. —
Para volver a ser los "mejores amigos" de toda la vida.

...Claro. — Chocaron las mismas, Alicia fue la primera en beber, pero observó que Andrés no bebió ni un poco de la suya. —

¿No vas a brindar conmigo? — Preguntó levemente indignada, el se le acercó, se puso tan cerca que tomó el control de ella y su cuerpo, tomando el mentón de la oji-azul, elevándolo, la pelirroja se encontró con sus ojos cafés, brillaban tanto de amor como de lujuria; no demoró en sentir el líquido frío volcarse en su escote. El mismo vacío su copa allí, llegando a mojarle la ropa. —

Creo que deberás quitarte esto, no es cómodo usar ropa apretada mojada. — Ni si quiera lo hizo ella, el fue bajando las manos por su cuerpo, viendo y sintiendo como se le agitaba la respiración a la pelirroja, deslizó las manos por su cintura, quitándole el cinturón, haciendo que la falda medianamente larga se deslice fácilmente hasta llegar al suelo. —

— Andrés se fue agachando, al quedar a la altura de su cadera se detuvo, ahí lo tenía, de rodillas ante ella y no precisamente para pedir matrimonio.
En esos trece años ninguna de sus esposas lo tuvo así, mucho menos recibían el trato que el le daba.
Le sacó las piernas del círculo de la falda que había caído, quitó sus botas de tacón y volvió a subir suavemente dejándole algunos besos en el camino, Alicia mentía si decía que no la estaba haciendo poner ansiosa. —

— Cuándo subía sus manos se deslizaban perfectamente por sus suaves piernas, al terminar, se habían quedado en sus nalgas, acariciando estas con suavidad hasta que le dio una fuerte nalgada haciéndola jadear. Mierda, cómo había extrañado escuchar eso. — Mañana me tengo que despertar temprano. — Le advirtió con la voz "levemente" agitada, al igual que su respiración. —

¿Eso te impide divertirte? — Alicia se alejó de el, viendo como le recorría el cuerpo con la mirada, la pelirroja caminó para atrás, hasta chocar con la cama. No dio una respuesta verbal, simplemente se desabotonó lentamente los botones de la parte de arriba de su ropa mientras lo observaba, quedó semidesnuda, cubierta solamente por su ropa interior de encaje. Siempre lista. —

Ven aquí y déjame quitarte esa mierda. — No hizo falta que lo diga dos veces, fue casi que corriendo a ella, se apoderó de sus labios, seguían igual de dulces que la última vez, Alicia aferró las manos a su cuello mientras dejaba que el le meta la lengua hasta la campanilla, le desabrochaba los botones con facilidad mientras el se quitaba el cinturón, cuando terminó de hacerlo, la pelirroja los tiró a ambos para atrás, cayendo en la cama. Apenas empezaban y el cabrón le estaba haciendo presión con el bulto entre sus piernas. No se equivocaba al pensar que creció y no solo de altura. — Eres un desesperado.

— Alicia le quitó de forma algo bruta la camisa, no estaban siendo igual de delicados que antes, antes eran más dulces y ahora si seguían a ese paso la cama corría riesgo de derrumbe. — Luego el desesperado soy yo.

Cállate. — Con ayuda de los pies le bajó el pantalón pero no el bóxer, pudo sentir mejor esa polla, pero el hijo de puta le rompió el conjunto de ropa interior, el sostén fue arrojado a alguna parte del cuarto y la parte baja también. Disfrutaba del beso, que era cortado por los jadeos, sin embargo Andrés empezó a atacar su cuello. — Si, el desesperado eres tÚ — Dijo muchísimo más alto la última letra al sentir como le enterró dos dedos de golpe. —

— Mientras mantenía dos dedos en el coño de Alicia los cuales se movían con facilidad por lo húmeda que estaba, su otra mano empezó a usar de pelotas anti estrés a sus pechos, con su boca se encargó de marcarle el cuello, no hicieron falta tres chupones o cuatro, uno solo en particular la hizo gritar ya que le dio un mordiscón, como si fuera una manzana, fue tan fuerte que sintió un poco el sabor del hierro de su sangre. — ¿Qué decías Roja? No escuché. — Tenerla así era como un sueño, mojándole la cama, lloriqueando en su oído acompañada de gemidos, los movimientos de su cadera ayudando a que el entierre más los dedos y sus manos sujetándose con fuerza de su espalda, al menos no tenía las uñas tan filosas ya que lo lastimaría más de lo que ya; aunque estaba seguro que en esas uñas ya algo de sangre había. —

— Alicia no podía contestar verbalmente, lo único que le salía de la boca eran gemidos, el hijo de puta tenía los dedos largos y sabía usarlos, afortunadamente para ella, no era lo único que el sabía usar. —
¡JODER, AHÍ! — Le gritó cuando llegó a tocar su punto G a los tres minutos, mientras él movía sus dedos estratégicamente ella logró bajar las manos a su culo, llegando a su boxer el cual empezó a bajar al menos un poco.
Por más que Andrés quería seguir con sus dedos ahí más necesitaba meterle la polla porque le empezaba a doler. — Andrés.

Dime. — Quitó la mano de sus tetas, usándola ahora para bajarse el mismo los boxers que Alicia no logró bajar lo suficiente. Elevó un poco su cuerpo del suyo, la pelirroja abrió las piernas sin que el se lo pida, el hombre tomó sus brazos y los acostó en la cama, arriba de la cabeza de la oji-azul, presionando ambas muñecas con una sola mano mientras él deslizaba suavemente su polla por la entrada de su contraria. — Quieta roja, ¿Qué quieres? — Le preguntó al ver como ella quería mover sus brazos, era inútil, Andrés era mucho más fuerte, le gustaba ver como se retorcía debajo de el, tratando de metérsela ella misma, pero Andrés no la dejaba. —

¿Me cumples el capricho? — A ambos se les formó una leve sonrisa, tan finos que parecían y en esa cama ya habían todo tipo de fluidos corporales debido a lo excitados que estaban.
Le dio el mismo miedo que la primera vez; herirla. Aunque con su cuello no había tenido piedad ya que lo podía ver morado y con un poco de sangre. —

A sus órdenes, si te duele me dices. — Ella asintió enseguida y a los diez segundos se le estaban cayendo las lagrimas mientras se ajustaba al nuevo pero glorioso tamaño. Al igual que en su adolescencia el agua salada se deslizaba por sus mejillas, el la besó, finalmente le soltó las muñecas, otra parte de su cuerpo que se marcaría por la mañana, la oji-azul no tardó en poner una mano en su pelo y la otra en su espalda de la cual al revisarse las uñas había hecho sangrar pero no le importó.
No descifró en qué momento Andrés empezó a moverse ferozmente contra ella, era una tortura cuando quitaba su miembro de su interior y lo volvía a meter, pero era increíblemente satisfactorio, la cama golpeaba con fuerza contra la pared, una y otra vez, el roble sonaba como si se fuera a romper...bueno tal vez alguna madera bajo el colchón ya estaba rota.
El vaso que estaba en la mesa de luz se cayó, rompiéndose; no les importó. Hasta las ventanas vibraban.
Con esa escena tenían entrada VIP al infierno.
Una amante con el amor de su vida con lagrimas resbalando por su rostro del placer, cuello con un moretón morado preocupante, sudada, Andrés igual de sudado con la espalda levemente sangrante, la cama mojada y los vecinos tanto de ese piso como en el de abajo despiertos a media noche por su culpa. Para coronar, el teléfono de Alicia empezó a sonar. —

¿Qué haces? — Preguntó entrecortadamente al ver como Andrés lo tomaba y veía la pantalla, le mostró y era Raquel. — Andrés ni se te OCURRA. — Fue lo último que gritó antes de sentir como por su queja le dio una estocada que le revolvió todo el alma y para colmo atendió, pasándole el teléfono. Estaba casi segura de que esa estocada fue la que le re acomodó el útero. — Es casi media noche, ¿Qué te pasa? — Andrés mientras ella no hablaba le metió dos dedos en la boca para que ella pueda morder o chupar a gusto, así no se le escapaba un gemido con su amiga. Pero mierda que iba rápido, en cualquier momento llegaban a un puto climax. —

No puedo dormir, en el piso de arriba están follando y se ve que la están pasando de puta madre, pero despertaron a todo el edificio creo.

No me digas. — Tuvo que tomar unos segundos para volver a hablar luego morder con fuerza los dedos de Andrés, más lagrimas cayeron al no poder gemir a gusto.
Sintió como Andrés subió una mano a su cuello, haciendo leve presión. El estaba viendo una obra de arte.
Alicia con lagrimas de placer por su culpa, usando sus dedos de chupete, sudada y todo mientras se la follaba. No había notado la cadena de oro delicada en su cuello, una con una cruz, era la misma que le regaló años antes y ahora estaba rebotando en su pecho por su culpa. Impecable. — Raquel, si no te molesta, quiero seguir durmiendo. — Pero se le escapó un inevitable sollozo. —

¿Vale?¿Hablamos mañana?... ¿Estás bien?— Cuestionó pero la pelirroja colgó antes de contestarle algo. Raquel pensaba seriamente en pedir que le traigan un té para dormir, con el ruido así no podría. —

Vente dentrO. — Le pidió haciendo énfasis en la letra final, luego de colgar, alejando el teléfono, estaba casi que rogando por ello, esa era la mejor noche de su vida en esos trece años, Andrés siempre fue el primero en todo, y también sería el primero en correrse dentro de ella sin un puto condón de por medio.
Su polla y la mano que estaba en su boca bajando hasta toquetearle él clítoris lograron que finalmente el interior de la pelirroja se contraiga sobre su miembro, ¿Acaso estaba en infierno o en él mismísimo paraíso.? —

— Esas dos palabras y el cuerpo de Alicia reaccionar lo fue todo. Nunca se venía dentro de nadie, siempre condones o algo así, pero era Alicia y se lo estaba pidiendo. Nunca le decía que no. Ahora fue el quien lanzó su gemido más alto luego de depositar en su amada todo su esperma caliente en gran cantidad, seguido a eso sintió como la pelirroja lo recibió encantada, arqueando la espalda y haciéndole competencia de volumen a su gemido.
Finalmente ambos llegaron a un clímax maravilloso, sus bocas volvieron a encontrarse, Andrés salió suavemente de ella y se recostó a su lado. — ¿Me dejarás tener mejores amigas en un futuro? — Preguntó a los pocos minutos, claramente bromeando mientras recuperaba la respiración. —

Ni en tus sueños. — Ambos se rieron, Alicia no sentía bien las piernas, tomó su celular luego de unos segundos y controló tener puesta la alarma, afortunadamente así fue. — Debo levantarme a las seis de la mañana. — Se quejó y sonreía involuntariamente al sentir como resbalaba de entre sus piernas los fluidos de ambos, de tan solo pensarlo se calentaba de nuevo. —

A dormir entonces. — Andrés le mordió el hombro suavemente, haciéndola reír un poco, se miraron tan lindo, el brillo en la adolescencia era intenso, pero joder, el de ahora era mucho más intenso. La habitación olía a sexo, ellos olían a sexo y pobre quien tenga que lavar esas sábanas. Se acomodaron bien en la cama, se cubrieron con la sabana a pesar del calor que sentían y se durmieron al instante luego de mimarse, desnudos, abrazados. Ojalá toda la gente que despertaron pueda dormir ahora. —





Hice tortura de espera un día más, ¡Pero creo que valió la pena!

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