15.
— Los días fueron un completo caos, Alicia hizo la denuncia y ese fue la gota que colmó el vaso para que la policía haga algo, su vida se dio vuelta luego de eso.
Su madre con orden de alejamiento y en juicio por ser complice.
Su padre ya en la cárcel por maltrato y el resto de su familia igual ya que se descubrió que el tabaco Sierra tenía sustancias que no eran legales para los cigarrillos. Drogas.
Toda su familia la odiaba, sus primos quienes no trabajaron en el negocio no le volvieron a hablar.
Los abogados de todos se hicieron fortuna, incluso el de ella.
Nadie podía creerlo, nadie podía creer que la menor de la familia haya hundido a su propia sangre quedando ella con el nombre limpio y todos los demás hundidos; mierda que lo sufrió, ya que cada vez se iban desmantelando más y más cosas. Alicia no volvió a hablarle a nadie de la familia tras enterarse que su abuelo no murió por su enfermedad, si no por asfixia, todos lo sabían, ellos habían provocado esa muerte.
Tal vez ese fue el karma, que ellos queden en la cárcel, pudriéndose ahí, sin dinero y que ella quede fuera bien parada y con el dinero que al cumplir los dieciocho logró heredar completo, junto a las propiedades.
Y claramente ese matrimonio planeado ya no se llevaría a cabo. —
— Su verdadera familia fue la de Andrés quienes no le soltaron la mano nunca, ella ayudaba en la casa como podía, ayudando con la limpieza, aunque cocinar con Andrés era muy divertido, incluso cuando se tiraban harina.
Sergio adoraba hacer partidas de ajedrez con ella o cuando se iban juntos de la escuela, no le gustaba el hecho de mentirle, Andrés robando y el ayudando a cubrirlo, tenía miedo de que ella se enterara, ambos compartían ese miedo. —
— Paula amaba tenerla en la casa, charlas de chicas, complot contra los hombres, ayudarla a que se termine de preparar para trabajos finales o exposiciones, pero casi no hacía falta lo último, Alicia jamás bajaba de lo más alto, ni en su peor momento, era admirable. —
— Andrés disfrutó al máximo cada momento con ella, dormir juntos, los mimos, hacer el amor, las cenas, las citas, el apoyo mutuo, más de una vez él lloraba por algo y a la única a la que le permitía verlo así era a ella; recostándose sobre su pecho mientras ella le quitaba las lágrimas y lo escuchaba mientras lo tranquilizaba, no importaba la gravedad del problema, ella era la definición de un lugar seguro. —
— Cuando Alicia cumplió los dieciocho seguían juntos, felices, pero debían hablar de el tema, ESE tema.
Ella no iba a soltar el sueño que tenía de ser inspectora, pero para eso iba a irse a una Academia en Ávila y la distancia no iba a ayudar en la relación. —
Andrés. — Lo llamó, habían ignorado la realidad, hasta verla a ella en la puerta de la habitación, con las valijas hechas y el gato en su pequeña jaula listo para el viaje. —
No. — Dijo observando el suelo, no quería que se vaya, era su novia, no, era el amor de su vida, su pelirroja, su todo, no quería dejarla, mientras a ella la tenía en frente con los ojos aguados, el tenía en el ático montones de dinero o joyas que consiguió robando, ¿Por qué tenían caminos tan distintos? —
Tengo que irme Andrés. — Se acercó a el, ya se le estaban cayendo las lágrimas, al quedar cara a cara hizo que la mire, no se dijeron nada, solamente empezaron a llorar, se abrazaron como si no se fueran a soltar nunca, no querían, pero debían. —
No quiero que te vayas Alicia, no estoy listo para que te vayas, nunca voy a estar listo. — Le beso suavemente la cabeza e inhaló su perfume por última vez, aroma que jamás se iba a olvidar. — ¿Olvidas que nos tenemos que casar? Aitana o Santiago, aún no nacen, la casa que habíamos planeado con el jardín grande, las flores, la piscina, la decoración. Esto no puede estar pasando. — Cuando se separaron se dieron un dulce beso, ella sintiendo el vino y él sintiendo el sabor de esa paleta de azúcar de sabor a cereza artificial que siempre comía, amaba esos labios dulces. —
Ya es hora de irme, Andrés fuiste un muy buen novio, realmente, te amo y te amé como a nadie, espero que la persona que escribía nuestra historia vuelva a cargar la tinta en algún momento.
Pero ahora, me tengo que ir.
— Se alejó de él suavemente, tomó su valija junto a la jaula de su gato y abrió la puerta de la habitación por última vez. —
Rojita. — La llamó cuando ella ya estuvo fuera, con la mano en el picaporte para cerrar. — Nos vamos a volver a ver, te lo prometo.
— Ambos querían abrazarse, besarse, decirse que todo estaría bien, limpiarse las lagrimas otra vez.
Pero no podían.
Entonces se dieron una sonrisa triste mientras las lagrimas seguían cayendo, Andrés sabía que no debía de correr tras ella, no podía hacerle eso, no podía ser tan egoísta de quitarle a la mujer que amaba su sueño, menos lastimarla más cuando la pelirroja se entere de que es un ladrón, entonces ambos se quedaron así, petrificados. —
Hasta luego Andrés de Fonollosa, te amo.
Hasta luego Alicia Sierra, te amo.
— La puerta se cerró, Andrés se tuvo que sentar en su cama a llorar y Alicia bajó apresurada las escaleras hasta estar frente a la puerta. Se despidió de Paula, quien fue la mejor suegra que ella pudo tener y la mejor madre postiza. —
Cuídate mucho, sabes que si necesitas algo, puedes volver. — Dijo la mayor acariciando suavemente el pelo largo y pelirrojo de la oji-azul quien limpiaba cada vez más y más lágrimas. —
Claro que si, gracias por todo. — La abrazó suavemente y a los pocos segundos sintió a alguien tocándole el hombro, al voltear a ver, allí estaba, su hermanito postizo, quién también estaba llorando. — ¿Qué pasa gafitas? — Se rieron suavemente y se abrazaron con cariño. —
Andrés no sabe jugar al ajedrez. — Eso si los hizo estallar de risa a los tres y cuando se separaron la miró unos segundos, estaba orgulloso de ella. — Vas a ser buena, muy buena Alicia...fuiste una muy buena hermana mayor, te vamos a extrañar mucho.
Joder, me van a hacer mucha falta todos. — Escuchó al taxi tocando la bocina, recibió un abrazo de ambos a la vez, abrió la puerta y le dio a Sergio el juego de llaves el cual tenía una foto de los cuatro, Paula, Alicia, Andrés y Sergio. — Tengo la foto, no te preocupes. — la ultima lágrima que pudieron ver se deslizó por su mejilla, salió del lugar, cerró la puerta y fue hasta el coche dónde subió sus cosas, se giró y miro a la ventana de su cuarto en la que Andrés ya estaba mirando.
La estaba destrozando esa despedida, pero le lanzó un beso que él recibió y finalmente se subió.
Dio las indicaciones para que la lleve al aeropuerto y estuvo llorando todo el camino con un nudo espantoso en la garganta. Había pedido que no la acompañaran ahí ya que sería más difícil y no quería que tanta gente la vea llorar. —
— Esa noche nadie durmió, todos lloraron, Alicia lloró en el vuelo y la familia de Andrés junto a Andrés ni si quiera cenó, se quedaron hablando de Alicia, lloraban, también reían, la casa estaba rodeada de fotos con la pelirroja, miles de recuerdos, los pelos anaranjados de comisario en el sillón, el pelo largo rojizo en la almohada de Andrés.
Pueden llamarlo loco pero hasta la almohada tenía el olor a ámbar y el no podía estar ni tranquilo en su habitación.
Fotos de Alicia, tulipanes blancos, perfume, paletas de azúcar de forma de corazón por la casa, últimos apuntes de la escuela. Alicia le dejó a Andrés una carta escondida bajo la almohada, el se puso a llorar cuando la leyó. —
"Mi querido Andrés, te amo tanto que si te quiero un poco más exploto, debíamos de prepararnos para mi salida antes, mentalizarnos de que iba a ocurrir, pero no pudimos, bueno, tampoco queríamos y ahora me encuentro escribiendo esto mientras siento como duermes sobre mí abdomen, ¿Recuerdas ese susto que nos pegamos cuando se me retrasó una semana? Joder, ya estábamos planeando todo, fue una desilusión cuando la prueba salió con una raya, pero a la vez fue bueno si no esta ruptura hubiera sido más dolorosa y esa situación de despedirnos de una posible mini inspectora o mini pintor nos hubiera hecho un poco mal.
Para cuando leas esto, yo ya voy a estar en la academia, quién sabe, tal vez hasta consiga una amiga. No voy a conseguir un mejor amigo como tú, fuiste mi compañero de vida, mi ángel de la guarda, mi mejor amigo y mi novio, de novio también fuiste mi mejor amigo. Estoy segura de que eres el amor de mi vida, pero tal vez nos volveremos a encontrar en un futuro o solo somos muy jovenes para este mundo del amor.
Gracias por todo, espero volverte a ver, dos años en pareja y lo sentí como si hubieran sido muchos más.
Te amo monsieur de Fonollosa, hasta pronto.
— Siempre tuya, Alicia Sierra."
— Y un corazón al lado de su nombre.
Ella tenía que ser su esposa, primer y única esposa.
La madre de sus hijos.
Imaginarse una vida sin ella de ahora en adelante lo estaba matando.
Pero iba a encontrar una forma de tenerla de nuevo.
Cuando llamó a sus amigos para contarles que su novia, el amor de su vida, se había ido, tuvo charla profunda pero terminó con un "Es solo una novia, tienes que dejarla ir" pero no, Alicia no era solo una novia, al terminar la llamada en su mesa de luz estaba ella, en las fotos colgadas en la pared, en su billetera estaba ella, en todos lados.
Maldita pelirroja. —
— Cuando Alicia llegó a la academia tenía que compartir habitación con alguien, le dieron la llave, las indicaciones, llegó al cuarto, dejó la pesada maleta a un costado y sobre la cama la jaula de su gato. —
¿Nos dejan tener animales? — Preguntó la chica viendo al gato en la jaula. —
Cuando pones un fajo de billetes sobre la mesa si. — Se alzó de hombros, se terminó de limpiar bien las lágrimas, sentándose en la cama y casi que al segundo la chica se levantó y le extendió la mano. —
Raquel Murillo. — Dijo con una sonrisa amistosa. —
Alicia Sierra. — Acercó su mano y la apretó suavemente sacó al gato de la jaula quien estaba llorando y lo puso sobre sus piernas. — Y el es Comisario.
Agradable. — Raquel acercó suavemente su mano pero el gato estaba muy entretenido jugando con la ropa de su dueña. — ¿Y ese brazalete? ¿Tienes una hermanita? — Preguntó al ver la pulsera de piedras rojas metalizadas, negras, doradas y con una "A" entre corazones en su mano, aunque parecía estar gastada. —
— Alicia miró su muñeca en la cual tenía esa pulsera, la cual Andrés le hizo cuando eran niños, ninguno de los dos se las quitaba nunca, se le arrugó el corazón pero evitó llorar. — Otro día te cuento.
Vengo a decir que ya no se esperen actualizaciones solo los viernes o los viernes. Besos y buen comienzo de clases. 💜
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