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10.

— La mañana siguiente, la alarma sonó, Alicia había olvidado desconectarla, la apagó instantáneamente para que nadie entre a apagarla y se levantó suavemente de la cama sin despertar a Andrés, lo pensó unos segundos al verlo así, en su propia cama, pero sabía que si su padre lo descubría lo iba a matar. — Andrés. — Se acercó suavemente y lo movió con la misma gentileza para despertarlo. — Andrés despierta. — Pidió mientras lo movía, tampoco podía hablarle tan alto porque si no sus padres podían despertar y no quería dar explicaciones de porqué estaba despierta un sábado a las seis y media de la mañana con Andrés metido muy cómodamente en su cama. —

— Finalmente luego de unos escasos minutos el adolescente abrió suavemente los ojos, al principio no podía enfocar bien, pero finalmente se perdió en esa pelirroja de ojos azules con pecas. — Buenos días. — Le dijo finalmente embobado por ella. —

Buenos días, ¿Dormiste bien?

Como un bebé, ¿Y tú?

Yo igual, pero ahora tienes que disimular que estuviste durmiendo en el sillón, vamos. — La pelirroja dio un beso en la cabeza a Comisario, dandole los buenos días y salió de su habitación, yendo directamente para el living, así se aseguraba de que el se iba a recostar. —

— Andrés tardó unos segundos en reaccionar, se quedó observando su silueta, como el pijama se deslizaba suavemente por su cuerpo al caminar, junto a su pelo el cual se veía increíble, era mejor tocarlo que solamente verlo. Finalmente se levantó, fue hasta el sillón, dónde se quedó parado mirando, había una sabana y una almohada. — Ya no tengo sueño.

Son las seis y media de la mañana de un sábado, ¿Qué pretendes hacer? — Le preguntó, ella si tenía ganas de dormir. —

Hablar mientras comemos helado.

¿No me escuchaste cuando te dije que son las seis y media de la mañana verdad?

Alicia, por favor.

— Se observaron unos segundos, el en silencio con una leve sonrisa divertida y ella lo miraba neutral hasta que se dio media vuelta y se dirigió a la cocina. — No puedo creer que este vaya a ser mi desayuno. — Se quejó mientras entraba al lugar, Andrés tomó dos cucharas silenciosamente y ella abrió el kilo de helado. — ¿De qué quieres hablar?

Siéntate. — Apuntó con la cabeza la mesada y ambos se sentaron sobre ella a la vez, el helado entre ambos y iban haciendo pelea de cucharas por los gustos. — Si tuvieras que besar a alguien de la escuela, que no soy yo, ¿A quién sería?

No lo sé. — Alicia lo pensó unos segundos, si no era Andrés no quería con nadie, pero dijo a la segunda opción. — Manuel, el que es un año mayor que tú, que tiene los ojos claros y... — No la dejó terminar. —

Es horrible, que gustos de mierda tienes. — La pelirroja se le empezó a reír en la cara, trataba de hacerlo en voz baja. — Es feo, yo soy todo un galán, un guapetón. — Alicia le metió una cucharada del helado en la boca para poder hablar ella. —

Me dijiste que tenía que elegir a alguien que no seas tú, así que no me andes criticando. — el elevó ambas manos fingiendo inocencia, hablaron un poco más mientras disfrutaban de ese glorioso y muy "saludable" desayuno, hasta que Alicia hizo LA pregunta. — ¿Y qué haremos con esto? — Los señaló a ambos. — Primero fue el beso en tu cumpleaños, ambos lo olvidamos y lo dejamos ir, tu conseguiste novia y yo seguí en lo mío.
Pero ayer lo volvimos a hacer, luego de como dormimos y de como nos dimos esos besos dudo que podamos seguir siendo amigos Andrés.
Yo no quiero ser un pasatiempo, no quiero follar y que luego me tiren a la basura, no quiero a alguien que no se va a comprometer conmigo, ¿Me entiendes? Si quieres algo serio conmigo, el momento es ahora, yo por ti ya no puedo sentir amistad, hace rato que ya no lo siento así, si quieres algo conmigo es tu momento para hablar, y si no lamento decirte que me voy a alejar, porque voy a necesitar dejarte atrás. — Cuando la pelirroja terminó de hablar guardó el helado, ambos estaban en silencio, pero con los nervios de punta. —

¿Podemos ir a hablarlo a tu habitación? Es que no quiero que nos interrumpan esta charla. — Ella asintió, ambos volvieron a subir, se encerraron en el cuarto de la pequeña Sierra y se sentaron cara a cara en la cama, Andrés finalmente volvió a hablar. —
Desde el día en el que les pedí a tus padres que seas mí esposa, supe que estaba enamorado de ti, aunque eramos pequeños lo supe, yo quiero todo contigo, la casa, los niños y contarles todas las anécdotas de nuestra juventud.
Cuando seamos mayores claro, y te terminarás casando conmigo. — Ella se rió suavemente, ella no estaba tan segura de querer hijos, pero con Andrés era un si. —

¿De verdad te casarías conmigo? — El no dudó en asentir, estaba muy tranquila por fuera, pero estaba sintiendo un torbellino de emociones. —

Yo contigo me casaría mil veces, en mil vidas y tendríamos a una mini tu corriendo por el jardín, mientras nos besamos, porqué lo haríamos bien. — A ambos les brillaban los ojos al estar juntos, pero en esa charla el brillo mutuo que tenían era inexplicablemente bonito, era una verdadera mirada de amor. —

Entonces...

Entonces... — Tomó suavemente el rostro de Alicia y pronunció la pregunta con una encantadora sonrisa. — ¿Quieres ser mi novia Alicia Sierra?

— No hubo una respuesta verbal, si no que no demoraron en comerse la boca como lo estaban haciendo horas antes, se separaban para tomar aire y nuevamente fundirse en el apasionado beso, de a poco fueron cayendo sobre la cama otra vez, pero la pelirroja escuchó una puerta abrirse, no la de su habitación pero posiblemente la de sus progenitores. Bajó a Andrés de encima de ella, los tapó a ambos con las sabanas hasta el tope y se acurrucó sobre el, simulando que estaba dormida. —

— Andrés no demoró en seguirle el juego, la abrazó contra el, dejo que acomode la cabeza en su cuello y cerraron los ojos, disimulando, pero de a poco por la posición tan cómoda de ambos y los mimos mutuos se quedaron dormidos realmente. Con un miedo inexplicable a ser descubiertos, pero no iban a renunciar a la compañía del otro en ese momento, al menos Andrés no se iba a rendir tan fácil ahora que estaba así con Alicia, algo que siempre quiso, que siempre imagino, tuvo que tapar el no tenerla, poner en su lugar a Valeria para que traté de ocupar el lugar, pero ese lugar de novia, esposa y madre de sus hijos ya tenía nombre y apellido, no iba a soltar su sueño tan rápido, ahora la nueva meta era hacer lo que dijo; casarse con ella y tener una familia. —

— Margarita bajó las escaleras y vio las sábanas en el sillón en compañía de la almohada, no entendía muy bien porque eso estaba ahí entonces subió cautelosamente hasta el piso de arriba, fue a revisar si Alicia estaba bien, casi le da un infarto al abrir la puerta y ver a su hija tan pegada a Andrés, ya que no estaban en una posición muy amistosa.
Cerró la puerta en silencio, sabía que si su marido los veía, no los separaría de una muy buena manera entonces la pelirroja mayor se acercó a ellos y movió suavemente a Andrés. — Andrés, despierta. — Pidió mientras lo movía. —

— A los minutos el chico finalmente abrió los ojos, para encontrarse con su ahora suegra observando, pero no le gritó ni nada de eso, aunque no hizo falta que lo haga, entre ambos apartaron suavemente a Alicia, que estaba sostenida a él cual Koala, le dejó un beso en la frente, la tapó con la sábana y ambos salieron de la habitación de la menor una vez que el tomó su ropa, se vistió en el baño y salió nuevamente. — ¿Debo ir a casa, verdad?

Por favor, te veo mañana, para el almuerzo.

Vale, no se preocupe. — El camino hasta la puerta de salida estuvo tenso, pero antes de que Marga cierre la puerta el le habló nuevamente. — Alicia.

¿Qué tiene?¿Debería preocuparme?

— El negó suavemente con la cabeza. — La amo, eso es todo. — Se alzó de hombros y empezó la caminata hasta su casa, al menos ya había algo de luz solar, cuando estuvo lo suficientemente lejos para que su suegra no lo escuche comenzó a cantar canciones románticas, algunas ni eran en español, hasta llegar a su casa, en la cual a pesar de la hora fue directamente a la habitación de Sergio a darle la noticia. —

— Margarita decidió guardar el secreto, hizo como si no hubiera visto nada, tal vez era la primer cosa buena que hacía por Alicia desde su nacimiento. La pelirroja mayor no venía en una muy buena racha amistosa con Paula, ahora menos, pero no podía decirle a Javier que el chico estaba durmiendo abrazando a su hija, además tal vez solo era amistad y que aún no avanzaba...ni ella se creía eso. —





Bienvenidos a la montaña rusa, abrochen bien sus cinturones que esto apenas empieza.

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