O5 ; no lies
no lies
Y poco entiende como es que había pasado. Steve es Steve, pero lo que pasó en definitivamente había sido extraño. Había pasado hace unos días, Billy suele ser idiota y no necesita que alguien más se lo diga, pero precisamente es lo que no necesitaba.
Steve le había ido a visitar a su empleo, se veía tan bonito como siempre, con su autoestima y su cabello bien peinado, tanto como ese olor al spray Farrah Fawcett, le había sonreído desde la lejanía y había sentido algo cálido en sus entrañas. Steve se había tomado muchas más atribuciones desde hacía un tiempo , pasa por el de lunes a jueves porque e viernes debe acompañar a Dustin al dentista, le lleva la comida y es precisamente eso lo que llega a incomodarlo, es demasiado para él. Ese día en particular le había llevado un poco de pollo con salsa de jitomate con un poco de puré. La sonrisa de Steve es brillante y no precisamente por lo blanco de sus dientes si no por esos ojos chocolates que le miran como si hubiese encontrado la verdad absoluta.
—Hola,—dice Steve relajado. Billy siente nervios.
—Princesa.
Apenas logra decir. Tiene inseguridad, nadie hace nada por nadie, recuerda cuando el bastardo de su padre le dijo cuando su madre se fue. Odia a Neil.
—Te traje la cena.
Están en aquel puente donde extrañamente todo comienza, como si de un fin hubiese pasado y comienza una y otra vez. La tarde cae y los olores oscuros en el cielo lo presumen, como si de una pintura surrealista existiera. Se muerde la lengua, ha comenzado a sentir esa sensación de odio al ver lo fresco de Steve, de lo bonito que se ve y como ha hecho eso por días e incluso semanas.
—Debes de dejar de hacer esto. Steve le mira interrogante. Permitiéndole continuar.—Llevarme de cenar, basta de hacerlo. No necesito compasión.
Steve en cambio se ve relajado y con un tinte en sus mejillas tan blancas que Billy se pregunta si la nieve ya llegó a Hawkins.
—Lo hago porqué me importas.
Billy busca la mentira en sus ojos, en cambio ve algo que no logra reconocer, cariño y algo más...
Algo, que le hace sentir emociones a flor de piel.
—Nadie hace nada por nadie. No sin algo a cambio.
Billy odia esas palabras en su boca. Saben amargas.
—No miento Billy, me importas.
La mirada de Steve se encuentra en algún punto de la palanca de velocidad, sus mejias se tornan de un color aún más salmón. Y comprende...
Que no dice mentiras.
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