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04. Seducción

Lisa caminaba con pasos apresurados, soltando suspiros frustrados al no encontrar a Jennie por ningún lado.
Tenían que irse de aquel lugar, Lisa había comprado una propiedad en la isla Jeju y tenía que encontrar a Jennie para que esta hiciera la transacción del dinero pero no aparecía por ningún lado.

- ¿Donde se pudo meter esa chica? - Se preguntó a si misma.

Recorrió todos los pasillos de aquel lugar, la música clásica retumbaba por cada rincón, dándole un toque tétrico. Las pinturas renacentistas decoraban cada pasillo solitario, el eco qué producía debido a cada paso que daba con sus tacones daba la sensación de estar en una película de terror qué a Lisa comenzaba a darle miedo.

Caminaba despacio, tratando de concentrarse en las personas que pasaban por ahí, esperando que fuera Jennie y al fin poderse ir de esos pasillos tan tétricos.

Escuchó unos sollozos en el salón, donde había un piano muy lujoso. Lisa estaba dudosa de si entrar o no pero la curiosidad le ganó y decidió entrar, encontrándose con aquella chica pelinegra llorando tapando su cara con sus rodillas.

Lisa se acercó inmediatamente, agachándose para quedar a la altura de Jennie.

- Jennie, ¿estás bien? - Preguntó alarmada.

Jennie alzó su mirada y tenía un golpe en la altura de la cien del cual brotaba sangre, al igual que de su labio.

- Lisa... - Sollozó Jennie, acercándose a Lisa para abrazarla.

Lisa se tensó un poco ante el contacto pero recibió a Jennie entre sus brazos, acariciando su pelo, no sabía que pasaba pero Jennie parecía muy lastimada.

Jennie por otro lado, sonrió victoriosa al saber que su plan estaba funcionando a la perfección.
Tuvo que estrellar su cabeza contra un cristal y golpear su labio con una botella pero no le importó, con tal de tener a Lisa para ella sola era capaz de cualquier cosa.

Trataba qué sus sollozos fueran más altos y que se escucharan muy dolorosos para que el corazón de Lisa se apretara.

- J-Jennie, ¿estás bien?, ¿que te pasó? - Lisa se separó del agarre fuerte qué Jennie tenía en ella para verla.

- U-Un hombre trató de... De... - Trataba de explicar y Lisa entendió en seguida lo que quería decir.

- ¡Oh dios mío! ¿Y no te hizo nada? - Su voz sonó preocupada.

- N-No, solo me golpeó por no querer estar con el - Soltó sus lágrimas falsas más fuerte que antes.

- Bueno, tranquila, lo bueno es que no te hizo algo peor. Ven, le diré a mi chófer que te lleve a casa - Lisa se levantó pero un brazo la detuvo.

- Yo... Traje mi auto, no quiero dejarlo aquí, ¿podrías llevarme a mi casa en el?, por favor - Hizo un puchero disimulado usando todos sus encantos para que Lisa cayera a sus pies.

Después de dudarlo un poco, Lisa aceptó y termino subiéndose al auto de su asistente para llevarla a casa, ¿loco no?. Sabía que si manajer la mataría por salir sin guardaespaldas y sin su chófer.

Ahora estaba conduciendo rumbo a casa de Jennie, esta le dio la dirección y ahora estaba dormida en el asiento del copiloto o eso era lo que creía ella.

Lisa observaba como el vestido de Jennie se subía poco a poco, hasta el punto en el qué se vieran ligeramente sus bragas. Pasó saliva con dificultad y trató de alejar la vista pero simplemente no podía, aquella piel parecía tan suave y tersa qué solo le daban ganas de tocar y sentir la suavidad bajo su tacto.

Jennie subía su vestido disimuladamente para que sus muslos se notasen y Lisa tuviera una mejor visión de ellos.
Fingía estar dormida pero en realidad estaba disfrutando las pequeñas miradas qué Lisa le daba de ves en cuando en los semáforos.

A medida que pasaba el tiempo, Lisa se iba adentrando a una zona donde no había muchas casas, era solitaria y la mayoría parecían estar deshabitadas.

Para la suerte de Lisa, llegaron rápido a la casa de la chica, así que la despertó con suma delicadeza.

- Jennie despierta, ya llegamos - Habló con su voz suave.

Jennie se removió de su asiento y fingió estar adormilada.

- Amm... Claro, ¿quieres pasar?, solo será un rato - Preguntó con una voz algo ronca y pausada, reincorporándose.

- Claro, seguro - Lisa le entregó las llaves del auto a Jennie y se dispuso a caminar con ella hasta llegar a la entrada de la casa de la pelinegra.

Era una casa pequeña, dos habitaciones, un baño, comedor, sala de estar, cocina, sótano y un pequeño jardín.
No había muchos vecinos, solo había tres casas alrededor pero solo una estaba habitada por una anciana sorda.

Lisa observaba todo su alrededor con admiración, queriendo guardar cada centímetro de esa cada en su memoria.

Cuando dejó de dar vueltas, vio a Jennie parada a su lado, observándola.
Entonces se dio cuenta de que esos golpes seguían en su rostro.

- Déjame curar las heridas en tu cara Jennie - Sé preocupó al ver que la herida de su cabeza seguía sangrando levemente - ¿Tienes botiquín? - Preguntó observando a todos lados, curiosa por encontrar lo que buscaba.

- En la cocina, puerta a la derecha de la alacena - Sonrió indicándole conde estaba el objeto.

Lisa, sin pensarlo demasiado, se dirigió a la cocina y buscó el botiquín.
En la ausencia de la más Alta, Jennie aprovechó para quitarse el vestido y solo dejar sus bragas y aquella blusa de tirantes negra qué ayudaba a cubrir sus pechos por la tela transparente del vestido.

Cuando Lisa volvió, casi le da un infarto al ver a Jennie sentada en el sofá con las piernas cruzadas y luciendo tan sexy.

- No soportaba el vestido, lo siento - Su voz salió muy ronca, cosa que le hizo perder la razón a la tailandesa.

- Amm... E-Está b-bien, no te preocupes, e-estás en tu casa - Lisa se maldijo en ese momento por tartamudear.

Lisa se quedó un segundo observando las curvas de aquella chica, embobada, pues debía admitirlo, Jennie era una mujer muy sexy para tener su edad.

- ¿Vas a curar mis heridas o solo te quedaras ahí viéndome? - Preguntó la chica con un tono burlo alzando una ceja

- L-Lo siento, ya mismo lo hago - Se acercó rápidamente a ella, sentándose a su lado.

Lisa sacó agua oxigenada de un frasco y un poco de algodón para limpiar las heridas de la chica.
Lisa se concentró en su trabajo pero no duró mucho, ya qué aquellos labios pequeños la hacían perder la razón.

Jennie notó esto e intencionalmente dejó caer el pequeño frasco de agua oxigenada qué Lisa le había pedido qué sostuviera

- Perdón - Jennie se agachó, cruzando todo su cuerpo, dejando ver toda su espalda desnuda y parte de su trasero para que Lisa la notara.

Lisa en cuanto sintió el hermoso cuerpo de Jennie casi frente a su rostro, pasó saliva con dificultad, sintiendo las palmas de sus manos sudar y sus sentidos fallar.

Jennie tardó un poco en recoger el recipiente del suelo para que Lisa observara su cuerpo mejor, sonrió sin qué ella lo notara y volvió a su lugar.

Lisa volvió en si cuando Jennie se acomodó de nuevo en el asiento y con toda la fuerza qué le quedaba, volvió a limpiar la herida pero ahora en la cien de Jennie, quien no hizo ninguna mueca de dolor al sentir aquel algodón.

Ambas centraron su mirada en los ojos de la otra. Lisa notó qué Jennie tenía sus pupilas dilatadas y esos oscuros ojos la miraban con deseo.

- Amm... Creo que mejor me voy - Lisa se levantó con rapidez del sofá, dispuesta a irse.

De pronto sintió como unos brazos la tomaban de las muñecas y la hacían chocar de espaldas con una dura y fría pared.

Seguido, sintió como Jennie ponía sus brazos en forma de x arriba de su cabeza. Ambos cuerpos chocaron y Jennie tomó con su mano las mejillas de Lisa, haciendo que sus labios se vieran más carnosos y los besó.

Lisa abrió los ojos con impresión al sentir aquel sabor cereza en su boca, seguido de eso, la lengua de Jennie entró sin ningún aviso, ganándose un quejido por parte de la mayor, que solo estaba en shock.

Lisa se dio por vencida y cedió al deliciosa tacto y sabor de la chica.

Sus labios se movían lentamente pero con lujuria y pasión, hasta que Jennie se separó de golpe, dejando aún más confundida a Lisa.

- Gracias por traerme señorita Manoban, nos vemos mañana en el trabajo - Dijo con aquel tono sexy, alejándose de Lisa y caminando moviendo sus caderas hasta subir las escaleras.

Lisa se quedó ahí, sin poder reaccionar.

- ¿Qué mierda acaba de pasar? - Sé preguntó a si misma.

Con los pensamientos revueltos y el corazón queriendo salir de su pecho, salió de aquella casa muy confundida.

Jennie la veía irse por la ventana, su plan estaba funcionando.




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