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- 15 | Verano

—Pero tu no piensas eso ¿no es cierto? —preguntó Maia, su falda larga flotando a su alrededor mientras andaba por los caminos de piedra del jardín.

Draco frunció el ceño— ¿Que los mortífagos se han esfumado? No lo creo, hija. Esos sujetos son casi imparables, siempre lo han sido, créeme.

Maia suspiró— No ha sucedido nada desde el juicio de Carrow, salvo mis visiones, claro. Tal vez se disolvieron, con un poco de suerte no volverán hasta dentro de veinte años.

—Espera, ¿visiones? ¿Has tenido más de una?

La rubia desvió la mirada hacia la maleza que cubría las paredes de la mansión— Bueno, sí. Pero son siempre iguales en verdad. Una mujer encapuchada con la máscara de los mortífagos, que me amenaza, o me raja un poco la piel. Podrá ser una villana aterradora, pero no tiene mucha imaginación.

—Maia —su padre la tomó por los hombros—. Tienes que contarme todo lo que suceda al respecto. No puede esconderme parte de la información ¿entiendes?

Maia se deshizo del agarre— Oh lo siento, señor "si te quieren secuestrar entonces entrégate". Si fuera por tu juicio probablemente estaría pudriéndome en una celda en este momento. O peor, hubiera terminado como mamá —exclamó, furiosa.

Draco se llevó las manos a la cara— Lo sé, hija. Y nunca me lo perdonaré. Debí haberte protegido como nunca logré hacerlo con Astoria. Entiendo si me odias, no sé cómo creí que podría cuidar correctamente de ti.

En ese momento, Maia se arrepintió de lo que había dicho. Pero, desgraciadamente, hablar antes de pensar era una costumbre para ella.

—Papá, tranquilo —le dijo suavemente mientras lo abrazaba—. No debí decir eso. Sabes que te amo y que soy muy feliz aquí. Solo fue una estúpida decisión de tu parte, yo tengo muchas de esas. De cualquier manera, tienes que estar calmado sobre este asunto de los mortífagos, yo lo estoy.


Por supuesto que Maia no estaba calmada, ni en lo más mínimo. Pero qué era una mentira piadosa para tranquilizar a tu padre afligido.

De cualquier manera, se había propuesto no pensar en aquello. No había encontrado demasiado información de Bartolomé Klein aparte de la que ya sabía, así que le parecía coherente pasar su verano preocupándose por cosas más importantes como, por ejemplo, su mejor amiga.

Después de cuatro semanas de pasar las 24 horas del día con su padre y hermano, Tony al fin volvía a Londres.

No la malentiendan, había sido un mes excelente. Había tenido conversaciones de lo más interesantes con ellos, acalorados debates y, como olvidarlo, la vez que Maia se propuso cuestionar la base de la familia Malfoy:

—No lo entiendo —había declarado Maia—. No entiendo la obsesión con ponernos nombres de estrellas.

—Tú eres una estrella —explicó Scorpius—. Yo soy 167.

Maia rodó los ojos— Pequeño rubio presumido.

Scorpius rio— Ya sabes cómo son los Malfoy: ostentosos e insoportables.

—Habla por ti mismo.


Sin embargo, a pesar de toda la diversión que habían tenido juntos, Maia necesitaba pasar tiempo con su mejor amiga.

Por eso, cuando Tony se presentó fuera de las grandes puertas dobles de entrada, Maia prácticamente la tumbó de un abrazo.

—Te he extrañado tanto —dijo Tony con una sonrisa en sus labios.

—Yo aún más —Maia frunció el ceño—. Podrías haber escrito al menos una carta ¿sabes?

Tony rio— ¿Y matar a mi lechuza en el proceso? Colombia está bastante lejos de Inglaterra, querida. Hazme un favor y ve a buscar tu bicicleta, prefiero no pasar dentro de tu casa.

—¿A qué te refieres?

—Tu padre me aterra —al ver que Maia rompía en carcajadas, Tony bufó—. Solo busca tu maldita bicicleta, Malfoy.

Draco le había comprado aquel medio de transporte hace unas tres semanas. Era un aparato muggle, sin magia o trucos detrás, pero se había convertido en el pasatiempo favorito de Maia.

—¡Para aquí! —exclamó Tony, pasando por una pequeña tienda sobre una calle de adoquines.

No había nada particularmente espectacular en ella, ni los grandes ventanales con inscripciones, ni los toldos de lona con rayas rojas y blancas, ni la estructura ligeramente barroca; sin embargo, Maia entendió por qué Tony la había llevado allí justo en el momento que puso un pie dentro.

—Oh, santo Merlín. ¿Qué es ese aroma?

—Depende —respondió Tony—, pueden ser los bollitos, o tal vez las galletas, o quizás el pan de frutas casero.

Maia cerró los ojos e inspiró nuevamente—No sé qué demonios es un bollito, pero suena malditamente bien.

Tony no podía evitar sonreír al ver a Maia maravillada a cada lado que miraba. Aunque la fachada de Londres no era excepcionalmente distinta de al Londres mágico, estos diferían completamente en dinámica. 

—Es bastante tranquilo —declaró Maia—. Joder, que raro es no ver personas vestidas en batas locas.

Tony rio— Lo sé, tía. Son todos muy educados y pasivos. Se puede tornar algo molesto, en mi experiencia. Prefiero a mi familia de Latinoamérica un millón de veces.

—Cuéntame sobre ellos —pidió Maia apoyando su cabeza en sus manos.

—Son demasiado divertidos y sociables —Tony rio, recordando sus experiencias allí—. Muy amables. Mis abuelos tienen una pasión por la gastronomía, así que la mesa está siempre cubierta de varios platos colombianos. ¡Y la cultura! La mejor parte del viaje fue reconectar con mis raíces, ¿sabes? Me encanta Inglaterra, pero nunca me siento cien por ciento en casa aquí.

—Te entiendo —suspiró Maia—. Tu familia suena genial, me encantaría poder conocerlos la verdad.

Tony sonrió— Me encantaría que los conocieras —cuando vino el mesero, la chica animó a Maia a probar el bollito.

—Oh... —murmuró Maia cuando mordió un bocado, mirando fijo al aperitivo—. Esto es lo mejor que probé en mi maldita vida.


El Londres muggle había dejado a Maia maravillada. Las fachadas comerciales y de residencias tenían un aire antiguo emocionante, si no fuera por los coches modernos podrían haber estado en 1960 perfectamente. El clima nublado aportó una melancolía deliciosa a su travesía, formando un cielo artístico al fondo de las fotos que se tomaron. La moda de los jóvenes era verdaderamente envidiable, todos parecían tener el mejor sentido de la moda. Maia decidió que definitivamente tomaría inspiración de sus atuendos: gafas de sol alargadas, jeans anchos y joyería dorada.

Regresar a casa después del mejor día de sus vacaciones parecía absurdo.

Separarse de Tony era lo que menos quería hacer en ese momento, pero su padre le había pedido que regresara a casa antes de las siete.

—Son las ocho —le dijo su padre con el ceño fruncido al abrirle la puerta de ébano.

—Lo sé —mencionó Maia pasando despreocupadamente junto a él—. Es una manera de protestar por no permitirme cenar con Tony en Londres. Íbamos a cenar un delicioso "Shepherd's Pie", lo que sea que sea eso.

—Tienes diez minutos para vestirte en algo más formal.

—¿Acaso mi sudadera y jeans no te parecen lo suficientemente formales? —preguntó Maia, molestando a su padre— De todas maneras, ¿a dónde iremos?

—Cenaremos en casa de los Potter.

Maia se dio la vuelta para enfrentar a su padre tan rápido que casi cayó al suelo— ¿Cómo dices que dijiste?

Draco suspiró, bajando los hombros— Mira, hija, tampoco estoy muy emocionado sobre esto, pero Scorpius se quedará en su casa una semana.

—¡¿Y qué tenemos que ver nosotros?!

—Nada. Pero tendrán una cena formal esta noche y nos invitaron, así que iremos. Tú fuiste la que me dijo que aceptara a los amigos de Scorpius.

—A los amigos sí, pero no nos olvidemos del estúpido hermano del amigo de Scorpius —Maia exhaló fuertemente, tratando de deshacerse de su irritación.

Draco le puso una mano en el hombro— Entiendo que los Potter pueden ser insufribles, créeme, pero a veces hay que hacer un esfuerzo por los que amamos. Vamos, ve a cambiarte.

~★~

Maia estaba parada frente a la chimenea de su sala de estar, ubicada detrás de su padre y junto a su hermano. Draco vestía su clásico traje negro de tres piezas; mientras Scorpius usaba un saco y camisa con tirantes.

—¿A dónde se fue mi hermano pequeño? —dijo Maia despeinándolo.

—Está siendo aplastado por este enorme saco —murmuró él tratando de acomodarse el cabello.

—La belleza duele, Scor —explicó Maia mientras señalaba las botas que probablemente dejarían ampollas en sus pies.

—¿Qué estamos esperando, papá?

—No debimos habernos vestido todos de negro.

Maia miró su propia ropa: un body, una falda, una chaqueta de cuero... sí, todo era negro— Oh, vamos. No es como que pensaran que somos malvados. Son solo prendas de ropa.

Draco suspiró, visiblemente nervioso— Sí, tienes razón. Bueno... no queremos llegar tarde.

—No...

—Así que tenemos que entrar a la chimenea.

—Exacto...  —al ver que Draco no se movía, Maia lo empujó dentro—. ¿Qué puede salir mal? Son solo la familia de magos más famosa del mundo. Vamos, vayan ustedes dos primero.

Después de cinco minutos tratando de convencerse de que esta no sería la peor noche de su vida, entró en la gran hoguera de mármol.


Maia no había viajado en chimenea muchas veces, por eso cuando salió en una sala de estar pequeña y acogedora abarrotada con personas vestidas casualmente, pensó que seguramente se había confundido de lugar. No veía ni a su padre ni a su hermano, lo único que la detuvo de volver a meterse desesperadamente en la chimenea fue el gentío de pelirrojos que la miraban curiosamente.

—Hola —murmuró Maia agitando lentamente su mano.

—¡Querida Maia! —Ginny Weasley se abrió pasó para abrazarla— Ven, te presentaré a mis sobrinos.

«Esto va a tomar un tiempo largo» pensó Maia. Y así fue, después de la quinta cara pecosa y pelirroja la chica se rindió completamente en tratar de recordar nombres. Reconoció algunos rostros de aquella vez en el callejón Diagon, la pequeña Lily, Rose, Hugo.

Maia pensaba que Draco se debía sentir bastante estúpido vestido con traje, todos los adultos de la sala parecían disfrutar de la comodidad tanto como cualquier niño. Salvo uno llamado Percy Weasley, un verdadero aguafiestas, según parecía.

—Al fin te encuentro, hija. Siento haber desaparecido, pero me vi atrapado en una conversación sobre dragones.

—Al menos te fue mejor que a mí. ¿Sabes cuántas empanadas de calabaza caben en la boca de Ron? Porque yo sí, y déjame decirte que no podré borrar eso de mi mente por mucho tiempo.

Draco rio— Desagradable.

—Dímelo a mí. Oye, ¿de dónde sacaste la idea de que esto era una cena formal?

Él rodó los ojos— Me dijeron que era la fiesta de cumpleaños de James Sirius y lo asumí. Ahora recuerdo que los Weasley no tienen idea de cómo ser formales.

Maia rodó los ojos— ¡Vaya! Clasismo y racismo en la misma frase, padre.

—Bien, tienes razón, lo siento. A propósito ¿sabes dónde está Scorpius?

Maia frunció el ceño— Pensé que estaba contigo en algún lado. Ahora que lo pienso tampoco he visto a Albus, deben estar juntos en algún lado.

Draco empalideció al ver a Hermione dirigiéndose hacia él— Hazme el favor de ir a buscarlo, que tengo que hablar con él. Vamos, vete rápido. Granger me ha estado persiguiendo toda la noche para hablar de los mortífagos, tu aún puedes salvarte.

Maia procuró correr lejos de su padre lo más rápido que pudo, no estaba pasando el mejor rato de su vida, pero no había necesidad de arruinarlo hablando de la secta de fanáticos que querían asesinarla. Pasó por la cocina, luego por el comedor, caminó como pudo a través de la sala de estar y hasta golpeó la puerta del baño; pero no había rastros ni de su hermano ni de Albus.

Muy en contra de su voluntad decidió subir las escaleras, rezando silenciosamente para no encontrarse con las únicas personas que no había visto en la fiesta. Con mucha suerte encontraría a Albus y Scorpius en la habitación del primero, riendo y jugando cartas.

Las escaleras desembocaban en un pequeño pasillo con cuatro puertas.

—Ugh, maldición. ¿Es que ninguna tiene nombre? —susurró para sí misma.

Se propuso entrar a la segunda a la izquierda, tenía privacidad y no estaba cerca de la escalera. Perfecta para un pre-adolescente, o eso se dijo Maia mentalmente para tranquilizarse.

Maia giró la manija y abrió la puerta. Dentro de la habitación estaban exactamente las dos personas que no quería ver. Harry Potter parecía estar gritando enfadado, y James, parado a unos metros de él, parecía estar recibiendo los gritos.

—¡...desagradecido y desconsi-! —Harry chillaba y señalaba a James con un dedo cuando Maia entró de pronto a la habitación. Después de unos largos segundos en los que los tres se miraron entre sí, Harry tartamudeó— Oh... eh... sí... adiós —salió cerrando la puerta inmediatamente y corrió hacia abajo.

James tenía lágrimas en los ojos, y las manos rojas de tanto apretarlas. Se sentó en su cama y acunó la cara en las palmas.

 Maia no tenía idea de qué demonios hacer. Quería irse, lejos. Pero sospechaba que tal vez esa no sería la mejor idea. Lentamente, se acercó hacia él, sentándose también sobre la cama.

Puso una mano consoladora en la espalda de James— De veras pensé que se llevaban mejor.

James sollozó más fuerte y se lanzó a abrazar a Maia.

—Yo... q-qué haces —Maia no sabía cómo manejar al adolescente mocoso que traía aferrado a su cuello.

—Lo siento —murmuró James después de unos momentos, alejándose de ella—. De veras necesitaba un abrazo.

—Claro. Tu cuarto es de un... abrumante rojo —comentó Maia, sin saber muy bien como darle aliento.

James rio amargamente, limpiándose los ojos— Mi padre eligió el color.

—Oh, ya veo —«maldición»—. Y ¿quieres hablar de lo que te estaba diciendo él?

—"Desagradecido", "desconsiderado" —James suspiró—, si no hubieras entrado creo que hubiera coronado con un "malcriado". 

—Si te hace sentir mejor, mi padre también se enoja conmigo a veces. Eso hacen los padres.

—No, Maia, se supone que los padres deben hacerte sentir bien contigo mismo, no insultarte.

Ella suspiró— Bueno, son seres humanos. Nosotros hacemos cosas para enojarlos —Maia lo miró atentamente—. ¿Qué hiciste?

—¡Nada! Solo no quiero ser el hijo del heredero ¿sabes? Es como un maldito título. Y con un maldito título vienen las responsabilidades. Quiere presentarme a todos sus colegas de trabajo, que siga su camino como auror en el Ministerio, que deje las cosas que no son importantes —explicó, señalando una guitarra acomodada contra uno de los muros del cuarto.

—¿Quién lo diría? Rebelde y guitarrista, Potter, no esta mal.

James sonrió ligeramente— Gracias.

—¿Por qué?

—Por escuchar.

—Nada de gracias, cobro dos galeones la hora —Maia sonrió—. ¡Ey! ¡Eso es un tocadiscos!

James dirigió su mirada hasta el escritorio— Lo es, me sorprende que lo sepas.

—Ja, ja, ja. Sé algo sobre muggles, ¿sabes? Tony es hija de dos de ellos —comentó mirando los discos que tenía el chico acomodados en una caja.

—Entonces imagino que conoces a todos esos artistas.

—Eh... claro... ¿Go All The Way? Los amo, son geniales.

James rio— Ese es el nombre de la canción.

—Ya lo sabía —mintió mientras ponía la canción—. Conque guitarra ¿eh? ¿Sabes más que dos acordes?

James rodó los ojos— Para tu información, soy muy bueno.

—Cuánta soberbia, chico. He oído que en la industria musical no les gusta eso.

—Dudo que importe. Terminaré atascado en el Ministerio de cualquier manera.

—Claro que no, puedes hacer lo que quieras.

—¿Tú crees? —James la miró esperanzado.

—Por supuesto —Maia se sentó en la silla del escritorio—. Todo el mundo aceptará el apellido de tu padre. Si quieres un verdadero reto, cámbialo.

—¿Qué?

—Que lo cambies —explicó Maia—. Hay un millón de artistas bajo pseudónimos allá afuera. ¿De veras crees que Lady Gaga nació con ese nombre? —antes de que James pudiera responder, Maia siguió hablando— Claro que no, solo publica una canción bajo el nombre James Baker, o algo por el estilo.

—¿No crees que debería cambiar mi nombre también?

—Sin ofender, pero tienes literalmente el nombre más común del mundo. Nadie sospechará. Ahora, si me disculpas, se suponía que yo debía encontrar a mi hermano.

—Oh, claro —James se levantó de su lugar y abrió la puerta—. Debería estar en la habitación de mi hermano, la de enfrente.

—De acuerdo. Oye, siento lo que pasó con tu padre. Pero al menos tienes una nueva idea para empezar tu carrera musical, cortesía de tu genial amiga.

James rio— Creo que te confundiste de palabra, Malfoy.

—Digamos que es mi regalo de cumpleaños. Probablemente valga más que todo el resto de tus presentes.

James sonrió— Lo hace.

Al encontrar el cuarto de Albus vacío, Maia bajó al primer piso. Después de un rato merodeando por ahí en busca de su padre, Maia lo encontró siendo nuevamente arrinconado por la Ministra de Magia.

—Siento mucho interrumpir, señora Granger, pero se está haciendo tarde y mi padre y yo tenemos que volver a casa.

Draco lucía enormemente aliviado— Tienes razón, hija. Lo siento, Hermione, pero ya sabes cómo es esto de ser padre. Te veo en otra ocasión.

—¡Tú, niño del demonio! —exclamó Maia cuando encontró a Scorpius para despedirse— ¿Dónde estabas metido? Por tu culpa acabo de pasar tiempo involuntario con James Sirius Potter.

—Estaba en el patio, con Albus. Me mostró toda la colección de escobas de su madre ¡son increíbles!

—Estoy seguro —comentó Draco—. Bueno, hijo, todavía no es tarde para retractarte ¿sabes? Podemos llevarte a casa.

Scorpius rodó los ojos— Solo porque ustedes sean Potter-fóbicos no significa que yo lo sea ¿está bien? Quiero quedarme.

—Esa es una buena palabra —comentó Draco.

—Sí increíble —concordó Maia—. La pondré en mi curriculum.

Scorpius rodó los ojos— Adiós papá, adiós Maia.


—¿Así que pasaste tiempo con James Sirius Potter? —preguntó su padre burlonamente al volver a la Mansión.

—Ni una palabra. Ni una condenada palabra —contestó Maia mientras subía hacia su habitación.

Antes de meterse a la cama, la chica notó una carta sobre su escritorio. 

«Maia

¿Puedo llamarte así, verdad? Ya sabes, ahora que

somos amigos. De cualquier manera, gracias por estar

ahí hoy, no tenías que hacerlo.

PD:  creo que tomaré en consideración lo que

me dijiste sobre Lady Gaga.

—James Baker»

Maia rio— Demonios, qué he hecho.

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★ N/A:
Holis. Hoy hay un capítulo más largo como compensación por no subir por dos semanas :P.

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