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- 03 | Transición

Maia no estaba familiarizada con las calles de Massachusetts, nunca las había recorrido con amigas (porque no tenía), ni con su madre. Encontró un puente cerca de un mercado y se dispuso a dormir bajo este para evitar que la melancólica lluvia la empapara. Pasó siete días viviendo en la misma rutina; despertar tarde, almorzar algo pequeño (pues las monedas que le había proporcionado vender su reloj no eran demasiadas), leer un poco para no perder la práctica en hechizos, cenar lo que le daba la gente cuando se hacía pasar por una chica sin hogar (lo que ahora era, suponía Maia) , y luego se iba a dormir.

Había días mejores que otros. A veces, la gente se apiadaba de ella y lograba cenar casi la mitad de un plato de comida decente. Algunas otras veces, la ahuyentaban. Había días en los que se encontraba con conocidas de su colegio, quienes se burlaban de su condición de calle. Maia procuraba no hacerles demasiado caso, pero hasta ella coincidía con que su situación no era la mejor. De cualquier manera, no le gustaba que la gente sintiera pena por ella (a menos que le dieran comida, en ese caso, que sintieran toda la pena que quisieran), y menos aún sentir pena por sí misma.

Probablemente estarán pensando que si su madre había muerto entonces era valido sentir pena por sí misma, pero a Maia la habían criado de otra manera: "Sigue siempre adelante", no podía permitirse que la tristeza se metiera en su camino. Aun así, en momentos donde era casi imposible no parase a pensar cómo es que su vida había cambiado tanto de un momento a otro, la idea del parecido de la situación con la adolescencia de un personaje de un programa de TV muggle (llamado FRIENDS, o algo parecido), la hizo olvidar momentáneamente su miedo.

El treinta de diciembre Maia recibió la respuesta de su padre:

Querida Maia:
Te recogeré en tu casa el 31 de diciembre.
D.M.

Maia sabía que su padre solo trataba de parecer fuerte con aquellas escasas y frías palabras, sabía que aunque estuvieran divorciados la muerte de Astoria había afectado a Draco.

Pasó la tarde pensando cómo sería volver a vivir con un hermano que no se acordaba de ella, porque, aunque veía a veces a su padre cuando viajaba por asuntos del trabajo a Estados Unidos, no había visto a su hermano desde hacía nueve años. Además de que Draco nunca le había contado a Scorpius de su existencia porque creía que nunca se verían, cosa que a Maia en realidad no le molestaba.

Cuándo despertó la mañana siguiente juntó sus cosas en una mochila y emprendió camino hacia su "antigua" casa. En el camino, su mente comenzó a maquinar, no podía seguir escondiendo sus sentimientos, su madre había muerto, era irremediable. Maia sintió el cosquilleo de una lagrima en su mejilla. Aún así, no la apartó, sentía que se merecía llorar después de todo lo que había pasado.

Apartó ese pensamiento de su cabeza, sin duda había muchas personas que la habían pasado peor que ella, sin ir más lejos, su propio padre.

Al llegar a su destino no pudo evitar sentir una punzada en el pecho, prueba irrefutable de que, efectivamente, ya no vería más a su madre.

~★~

Cuándo Maia vio a su padre junto a la entrada (que ahora estaba cubierta de cinta policial) sintió su corazón dar un vuelco, está vez no correría hacía él con felicidad como en los encuentros anteriores, sino que caminaría hacia él con pasó firme y a la vez despreocupado. La verdad es que Maia no se había dado cuenta de lo que significaba vivir con su padre hasta ese momento, suponía que no lo había pensado demasiado hasta que lo vio parado elegantemente con su tapado negro.

Lo saludó con un gesto de cabeza que él respondió con un abrazo incómodo.

- Hola papá -saludó más cortante de lo que esperaba sonar.

Ella no pretendía recibir de esa manera a su padre, pero los sucesos recientes no le permitían ser más cariñosa.

-Maia, querida, cuánto te extrañé -respondió Draco soltándola suavemente.

Al ver la mirada cálida en el rostro de su padre Maia no pudo contenerse y lo abrazó, como dejando salir algo que estaba conteniendo. Él le correspondió el abrazo aún más fuerte.

- Bueno, suelta, que me haces daño.

- Siempre tan afectuosa.

Maia se encogió de hombros - ¿Y ahora qué? -preguntó tristemente echándole otro vistazo a su casa.

- Ahora nos vamos. ¿Alguna vez te has aparecido? -interrogó Draco con una sonrisa tratando de reconfortar a la niña. Aquella sonrisa paterna que Maia tanto había extrañado.

- No, pero ¿qué tan malo puede ser?

Entonces Draco la tomó de la mano y de pronto sus pies se despegaron del suelo. Todo alrededor de ella empezó a girar exageradamente rápido; veía su cuerpo y el de su padre dramáticamente distorsionados y comenzaba a tener náuseas.

Cuando por fin aparecieron en (según decía un cartel) el callejón Diagon, Maia aterrizó con el trasero en la fría nieve de Londres.

- Definitivamente muy malo, puede ser muy malo -dijo Maia sosteniéndose el estómago.

- ¿Tienes hambre? -preguntó Draco.

- Hey, dame un segundo, mis tripas acaban de andar en montaña rusa.

Draco se rió -Sí, Draco, tengo hambre-contestó finalmente no muy convencida.

- Muy bien, porque conozco el lugar indicado -El rubio comenzó a caminar hacia una tienda con no muy buen aspecto.

- ¡Sí, el basurero! -Draco rodó los ojos- Este lugar no parece muy profesional que digamos -dijo Maia con cara de asco.

- Cállate y pasa por la puerta -le reclamó su padre.

Al entrar, se encontró con un escenario bastante particular; una señora rubia llenaba bastantes vasos de cerveza a la vez, muchos magos y brujas vestidos de manera graciosa conversaban y reían ruidosamente, las pinturas en la pared charlaban unas con otras ¡y juraba que había visto algún fantasma por ahí! Una escena digna del mundo mágico, naturalmente.

Draco se acercó al gentío - Buen día Hannah -saludó Draco a la señora rubia acomodándose en una mesa junto a la barra.

- ¡Buen día, Draco! -respondió la regordeta señora muy feliz, derramando un poco del líquido amarillo fuera de los vasos -Neville estará aquí en un segundo, está en la parte trasera. ¿Quién es la señorita? -comentó mirando a Maia.

- Maia, mi hija -respondió él, algo incómodo.

- ¿La que se había ido a vivir con Astoria? -preguntó un señor castaño, con los cachetes inflados.

- La misma -respondió Maia al fin siendo parte de la conversación-. Buenas tardes señor y señora...

- Longbottom -indicó la señora tendiéndole la mano- Hannah y Neville Longbottom.

- Bueno, si nos disculpan, tenemos muchas cosas de las que hablar -se excusó Draco.

Luego de esa pequeña charla con Hannah y Neville Longbottom (¿por qué ese último nombre le sonaba tan familiar?), Draco y Maia se acomodaron en su mesa y ordenaron tres "cervezas de mantequilla", lo que sea que fueran.

- ¿Tres? No eres muy bueno para las matemáticas, Draco -discutió ella.

- Estamos esperando a alguien -dijo él con simpleza- Hannah y Neville Longbottom, se han convertido en amigos míos a lo largo de los años, algo extraño, la verdad. El nombre del chico te suena porque fue él el que mató a la serpiente de... del Innombrable. Ah, y también será tu profesor de Herbología en Hogwarts.

Maia frunció el ceño, pero decidió no preguntar sobre el tema, dándose cuenta de la dificultad de su padre al hablar sobre cualquier cosa que se relacionara con la Guerra Mágica.

- ¿A quién estamos esperan...? -

Maia no alcanzó a terminar la pregunta cuando un chico rubio de ojos grises y rasgos aristocráticos entró por la puerta analizando con la mirada el lugar.

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★ N/A:

¡Hola! Estoy de vuelta luego de dos semanas con un nuevo capítulo dónde aparecen dos personas muy importantes.

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