┇ 𝐀 𝐂 𝐓 𝐎 𝐅 𝐈 𝐍 𝐀 𝐋 ཻུ۪۪⸙
マスクの下
under the mask; capítulo final
«perdóname»
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Un silencio se apoderó del lugar que en un minutos antes se habría convertido en un encuentro amoroso de dos amantes que se recuerdan entre sí y a su amor inefable que ahora estaba oculto en una pequeña cajita de cristal con cuatro candados y una bomba activa que a cada segundo que pasaba podía explotar ese amor que sentía esos dos seres. Se veían entre sí, ocultos detrás de sus máscaras que eran un escudo para sus almas que bailaban una danza triste y que cada vez se iba a la oscuridad, siendo iluminados por una pequeña vela que en cualquier momento se apagaría. El amor que comenzó siendo unos niños se estancó hasta ese momento, tan inconmensurable que era termino siendo del tamaño de un puño de mano; ambos se miraban fijamente, tal vez queriendo identificar si en la alma del otro aún existía el amor que había sido arrebatados de sus sistemas al momento de haber perdido la memoria a causa de la máscara.
Estaban tiesos, esperando algo, algún latido, un sonrojo, un pequeño temblor en sus manos pero nada sucedía. El tiempo se había pausado de tal manera que ninguna era capaz de darse cuenta que sus almas danzaban por una fina línea blanca, separándose con lentitud por los caminos diferentes que ambos tenían. Uno no podía creer que había intentado a asesinar a su amada, encontrándose con una persona diferente a la que había entregado a su corazón; la segunda solo mantenía en su mente que debía encontrar la respuesta a sus preguntas, sabiendo a ciencia a cierta que ambos se convirtieron en distintas personas que no se reconocían con simpleza.
La mayor alzó su otra mano para sacarle la máscara a su amado, siendo detenida con facilidad por él quien había negado alejándola. Kamiko entreabrió sus labios de la sorpresa y acarició su pecho, confundida al sentir un escozor en esa zona. «¿Qué me sucede? ¿Por qué me duele? Sana, mierda, ¡sana!» adentró su mano a su camisa blanca que tenía la parte de la espalda llena de sangre y comenzó a rascarse con desesperación dando pasos hacia atrás. «¡Soy una editora! No una médica, maldita sea» se quejó bajando su mirada y agarrando de volada su arma para girarse y comenzar a alejarse a pasos rápidos mientras murmuraba maldiciones, dejando tieso al enmascarado que tenía su mano alzada, como si la hubiera querido detener.
—¡Maldita sea! ¡Sana, corazón estúpido! —escuchó el último grito que retumbó por los pasillos, ¿qué había hecho?
Se pasó una mano por su cabello luego de haber sacado su sombrero, apretando los mechones negruzcos que abarcó su mano y tironeándolos. No tenía que haber reaccionado así, no tenía que haberlo hecho cuando sabía demasiado bien que la única persona que tenía que alejarse tenía que ser él al haber intentado matarla, bufó sin gracia alguna trotando por los corredores buscando la presencia de ella pero parecía haber desaparecido como una búho, silenciosa pero rápida. «¿Y sí se tiró? Sí, pero ella no puede morirse por eso, me lo dijo» pensó asomándose con levedad por el puente, sintiendo las gotas de la lluvia escurrirse por su piel. Suspiró alejándose y entrando al sitio y encontrándose con Yuri con quien mantuvo una conversación sin dejar de pensar en su pareja.
Kamiko gruñó sentada en la terraza del lugar mientras balanceaba sus pies en el aire, sin importarle que la lluvia impacte en sus ropas mojadas pues su mente estaba pensando en cosas que no se referían a la lluvia. ¿Por qué todo era tan difícil? Si antes era difícil su situación desastrosa ahora la amorosa lo era aún más, ¿por qué nació?. Soltó una exhalación profunda para tomar su arma y verla con detenimiento, tantas veces había querido morirse en ese reino porque no sabía la presencia de su pareja y ahora ya no sabía qué mierda hacer. Deseaba tanto morirse pero también quería permanecer con él sin importarle que no la quiera más.
—Todo esto es... demasiado —suspiró acariciando su frente, parpadeando de manera lenta al estar cansada mentalmente de todo y todos.
Pasó mucho tiempo en el lugar hasta que miró con su ceño fruncido a las tres personas que se acercaban hacia el edificio que estaba a su lado, los tres desbordaban poder y se los quedó mirando. Era una simple espectadora cuando un disparo resonó junto con un grito y vio a una mujer de hebras rosadas esquivar por poco la bala de sniper mask, y el resto pasó con rapidez. Se puso de pie cuando un hombre grande y corpulento de traje negro comenzó a escalar el edificio, «eso es mío» se quejó la fémina tomando impulso y saltando desde el filo de la terraza en la que se encontraba, agarrándose con fuerza de un marco para comenzar a escalar con rapidez en dirección a ese ángel.
Era rápido, lo había demostrado en ese momento. Entró al edificio corriendo hacia ese señor, saltando para agarrar su cabeza e intentar estrellarla en el suelo pero ella recibió un golpe fuerte en su abdomen que la mandó al otro lado. Escupió sangre acariciando su abdomen, sintiendo un inmenso dolor en esa zona; lo miró con una ceja alzada para tomar impulso nuevamente y correr hacia él haciendo zig zag pero parecía que él siempre prevenía sus movimientos cuando, de un simple golpe, partió su máscara en miles de pedazos y logró que ella mire al suelo con tristeza.
—Me gustaba esa máscara, bastardo —gruñó mandando una fuerte patada a la pierna del sujeto, comenzando una pelea a velocidad endemoniadamente rápida que ella no lograba seguirle ritmo—. No sé quién eres pero en este edificio está mi pareja y no dejaré que llegues a él.
—¡Entonces debo matarte! —una mujer rubia con otro poder más fuerte la ayudó en la pelea cuando un golpe le iba a reiniciar la vida.
No poseía por completo las habilidades de su máscara, para nada, pero podía seguirle el ritmo por más que le costara. Gritó de furia, descargándose con el ángel por todas las mierdas que le sucedió en ese reino y dejando que unos pequeños rayos la rodeen mientras preparaba su puño dispuesta a golpearlo con todas las fuerzas que tenía. El ángel negro al ver el poder de la fémina que parecía tener dos pequeñas dagas en esos ojos grises gruñó acercándose a trote hacia ella, viendo como la candidata a diosa hacía lo mismo liberando un pequeño grito largo.
—¡Hazlo ahora, rubia! —gritó Kamiko teniendo a un metro a ese sujeto que iba a la misma velocidad de ella, viendo de soslayo la destrucción del recinto y suspiró de alivio cuando Nise dio la señal para que el cañón de riel se active; hasta creyó haber visto una mirada de lástima dirigida hacia ella—. Fue un gusto combatir contigo, bastardo.
—¿Eh?
El poder de ella chocó con el ángel al mismo tiempo que el cañón de riel era disparado. Una pequeña sonrisa se formó en su rostro mientras su cuerpo se golpeaba con brusquedad contra un muro, se sentía una persona buena luego de todo. «¿Yo tendría una oportunidad de seguir viviendo? Me intenté suicidar tantas veces que creo que la muerte ya me tiene en su lista negra» soltó pequeñas risas que se convirtieron en quejidos cuando un vara perforó su hombro izquierdo, realmente estaba sintiendo mucho dolor. Suspiró cayendo al suelo enterrando aún mas la vara en su piel, ladeó su rostro sintiendo muchos pasos y le dio una pequeña sonrisa que rápidamente se borró cuando notó como ese bastardo seguía vivo mientras ella moría lentamente. «Ah, en estos momentos me arrepiento de haber querido morirme» se lamentó la mujer intentando pararse pero solo conseguía que un muro de concreto, que segundos antes había caído aplastándola, la aplaste aún más.
—Rubia —la llamó, obteniendo su atención—. Lárgate, y-yo me e-encargo —tosió para tomar fuerza que no sabía que tenía y soltando un grito puso sacar el concreto. Se paró con dificultar y se posicionó frente a la menor, dispuesta a seguir combatiendo aún estando herida—. Dile a... Yuuka que me perdone.
Caminó con lentitud hacia el hombre mientras se sacaba la vara y lo ponía en forma de que pudiera usarlo para combatir. Ya nada importaba, solamente quería protegerla a ella y al enmascarado que estaba arriba festejando con una alegre Kuon que seguramente debería estar imaginando su casamiento con Yuuka. Qué cosas, ¿no? Una combatiendo con sus últimas fueras y otra soñando con una boda, patético porque la que moriría sería ella y no la de pelos de colores.
—¡Aplastamiento justiciero!
—¡Vete, rubia! —gritó la castaña levantando su vara para poder defenderse del ataque.
Un grito y un golpe se escuchó, y la de ojos grises no pudo aguantar más. Su cuerpo chocó estrepitosamente al suelo mientras un gran charco de sangre se expandía por éste, la vara rodó por unos metros y la rubia de ojos verdes tomó el rostro de la mayor pidiéndole que siga manteniéndose despierta. La vio sonreír mientras le repetía que le dé sus disculpas al enmascarado, respirando lentamente mirando el techo destruido que mostraba una parte del oscuro y nublado cielo.
«Yuuka, perdóname, cariño»
—¡Sniper mask! —gritó con fuerza Nise zarandeando el cuerpo dormido de la enmascarada que no estaba respirando—. ¡Sniper mask, es Kamiko! ¡No respira!
Yuuka abrió sus ojos cuando escuchó el grito de la adolescente, tiró el arma con brusquedad al suelo corriendo hacia las escaleras para bajar e ir en la dirección en la que oyó el grito. Al verla ahí, en el suelo cubierta de sangre mientras era zarandeada por Nise que pedía con su mirada cristalizada que despierte hizo que algo se retorciera adentro suyo. A pasos lentos se acercó ante la mirada de todos, temblando ligeramente se arrodilló y tocó la tibia piel de la chica que no parecía reaccionar ante sus ligeros toques.
—Kamiko, despierta —dijo agarrándola y poniéndola en su regazo, observando como la mano de ella caía inerte al costado de cuerpo—. Vamos, cariño, despierta. Debemos mirar el cielo como hacíamos antes, ¿sí?
—Dijo que la perdonaras —susurró Nise bajando su mirada.
Yuuka apretó sus ojos abrazando el cuerpo de su amada, meciéndola sin importarle las miradas de los otros o la sangre de ella. Ya nada importaba.
Kamiko estaba en otro lado, parecía una sala oscura que era iluminada solo por una pantalla que mostraba su imagen, parecía que estaba observando el cielo con tranquilidad y discutían de algo.
—¡Hay que matarla! ¡Las máscaras no pueden elegir a sus candidatos! —exclamaba una voz distorsionada.
—Parece ser que es un caso especial que debemos mantener con vida.
—Está decidido. Máscara de Makoto Yuuka, tiene que asesinar a su pareja, Nakanishi Kimiko.
—Se está resistiendo, no quiere asesinarla.
—Lo hará, todos acatan las órdenes del Comando.
Y en la pantalla se vio como ella caía al vació con su mirada cristalizada para luego soltar un grito que iluminó la torre más alta y poderosa que había en ese reino, activando al cañón de riel con desespero que hizo tronar el cielo y derrumbar un edificio cercano al que estaba Yuuka. Kimiko suspiró bajando su mirada, él realmente no la quería matar. Escuchaba otras cosas que fueron apagándose con lentitud hasta dar un absoluto silencio, mostrándole un limbo blanco e infinito en donde se sentó a esperar.
Tal vez aparecía su abuela diciéndole que despierte o Yuuka despertándola para comer el desayuno, cualquiera de las dos era buena.
—Cariño, volvamos a mirar el cielo, ¿si?
—¡Despierta, por favor!
—¡No te vayas de mi lado, Kimiko!
—¡Te necesito!
—¡Kimiko!
—Yuuka —susurró parándose con lentitud fijándose en una enmascarada igual a ella que alzaba su mano saludándola y mostrándole el pendiente de su oreja derecha que había perdido tras su fallido asesinato. Parecía que quería que se acercase y lo hizo para ser abrazada por el programa, quien comenzó a decir sobre su condición de candidata a diosa.
—Eres la que encabeza la lista para serlo, Kimiko.
—Yuuka —murmuró de nuevo ella.
—¡Sí, soy Yuuka, cariño! Regresa conmigo, por favor.
—Ve con él, Kimiko —susurró con voz dulce la enmascarada que acariciaba las cortas hebras de la muchacha.
—Quiero ir con Yuuka.
Y abrió sus ojos.
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