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③ PROMESA

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     Heme frente a Breakdown, quien, en cuclillas dentro de mi garaje, me expuso los motivos que le obligaron a resguardarse en mi propiedad.

     —A ver, muchachote... Concédeme asimilarlo... —Ajusté mis anteojos—. No lograste contactar a tus compañeros para que te recogieran, porque tu comunicador se descompuso a causa del golpe que te dio la «patona» esa. Y al parecer ellos tampoco te detectan; pues, según tú, por el tiempo transcurrido desde tu paradero, ya te habrían localizado con tus coordenadas. Por lo que recurriste a mi noble invitación de hospedarte en mi casa, y pasaste la noche aquí.

     —Ammm... sí... —Se rascó bajo su barbilla.

     —Vale, fortachón. No hay disgusto. Sólo te ruego que respetes una regla. —Junté mis manos en pose de oración—. No destruyas mi hogar, por favor. Eres de «talla grande» —enfaticé—. Y un agujero en el techo, o una pared demolida por error, no son una opción factible para mi economía. —Respiré relajada—. Acatado eso... bienvenido seas.

     —¿En serio? —Parpadeó pasmado—. Eso es muy amable... y peligroso. ¿Por qué lo haces?

     —En agradecimiento a tus favores —fui enumerándolos uno a uno—. No me liquidaste, evitaste que me secuestraran, y me trajiste hasta mi casa a expensas de meterte en problemas por eso. Además... —Le eché un vistazo, ruborizándome—. Eres guapo.

     —¡¿Qué?! —Sonó avergonzado—. ¿Cómo te atreves?, apenas y nos conocimos...

     —Lo siento, Capitán. Soy una mujer bastante franca. —Reí.

     Breakdown guardó silencio evadiendo contacto visual, a la vez que se tentaba los nudillos con su palma, como si fuese un tic nervioso.

     —Para tu buena fortuna, hoy descanso. —Abrí la compuerta de la cochera—. Así que te ayudaré.

     Breakdown cambió a su modo de vehículo y salió, estacionándose a un lado.

     —¡Bah!, no te necesito para remediar mis problemas —alegó mandón.

     —Ok... —Me encogí de hombros—. Si es lo que prefieres, respeto tu elección. Supongo que mi idea de manipular los cables de las líneas telefónicas para amplificar tu señal no es de tu interés. —Pasé por un costado suyo sin prestarle atención—. Adelante, «llanero solitario», y suerte descifrando los enlaces precisos, pues un desatino provocaría una interferencia masiva; la cual atraerá al gobierno, y quizá a los de MECH.

     Proseguí mi camino rumbo a la puerta de mi residencia, pero el escandaloso claxon y el precipitado derrape de las ruedas de un conocido camión blindado me exigieron girarme.

     —Oye, Ivy... Espera...


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     Llegados a la zona indicada en aquel árido paisaje, emprendí mi labor. Gracias a mis empleos anteriores aprendí a armar y restaurar diversos sistemas, tanto eléctricos como tecnológicos, y algunos mecánicos. Aunque, ahora que lo pienso, voy a quebrantar la ley por auxiliar a un extraterrestre. Nota mental, nunca comentárselo a mamá.

     No obstante, me he dispuesto a arriesgar mi libertad por Breakdown, ya que en el fondo no es un mal sujeto, y es más agradable de lo que aparenta. Tal vez el ser un soldado le ha endurecido su genio, mas fuera de su cargo militar, he observado en él ciertas conductas y gestos que me recuerdan a las de... un niño.

     —¿Cuál es tu edad, Breakdown? —le pregunté mientras profanaba una enorme caja metálica repleta de complejas conexiones alámbricas.

     —¿Eh?... pues —murmuró empleando sus dedos para contar—. Un momento, ¿para qué quieres saberlo?

     —Curiosidad... —Atisbé que nada más poseía ocho dedos—. ¡Yuju!, te gano por dos dedos —alardeé enseñándoselos.

     —¿Ah sí? —gruñó cerrando los puños—. Supera esto, presumida. —Transformó sus extremidades en un par de martillos, sonriéndome fanfarrón.

     —De acuerdo... —Arqueé una ceja—. Acepto que mis diminutos meñiques son inútiles en comparación. —Carcajeé—. Eres fantástico.

     —¿Eso crees?

     —Jamás te mentiría.

     Continuando mi cometido clandestino, me asomé para enchufar a Breakdown a la línea. Fue entonces que aprecié al grandote sentado, sobre-analizándose sus palmas.

     —Ivy... Si tus meñiques son inservibles, ¿para qué los conservas?

     —Primero, porque quitármelos sería doloroso; y segundo, porque sin ellos no podría hacer promesas.

     —¿Esa es su función?

     —Según una antigua superstición, sí.

     —Muéstramela.

     —Bueno... pero para ello requeriría del tuyo. En tu caso sería el anular derecho.

     Dudoso en un principio, Breakdown acabó por acceder, arrimándome su mano, de manera que procedí a explicarle el simbolismo místico de tal costumbre; pero antes de que me percatara de ello, Breakdown ya me toqueteaba la espalda y el trasero.

     —Wowowowow... —Me estremecí por completo—. ¿Qué pretendes?

     —Eres blanda, y llena de... —Sobó mis posaderas—. Curvas...

     —No me manosees... —reclamé con un tono agudo, casi como un pujido—. Y menos en mis partes suaves.

     —¿Te refieres a las curvas?

     Descarado, me alzó sobre su palma acunándome en una pose vulnerable, y enseguida, sus dedos desocupados rondaron mis pechos y mis caderas, lo que me incitó a gemir; ruido que le causó mucha gracia, por lo que también se ensañó con mi vientre, provocándome reiteradas cosquillas. Una vez satisfecha su diversión por mis reacciones ambiguas entre suplicio y regocijo, Breakdown se compadeció de mí cesando sus travesuras.

     —No vuelvas a hacerme eso... sin mi permiso... —Respiré apenas.


     —En realidad me encantaría repetirlo, eso sí lo disfruté. —Soltó una risotada devolviéndome a tierra—. Ivy... ¿te gustaría ser mi mascota?

     —Grosero... —me quejé—. Ya quedó lista la extensión del vínculo, úsala para enviar tu mensaje. —Le di la espalda, cruzándome de brazos.

     —¿Estás enojada? —Sonó confundido y torpe.

     —Tu «oferta» fue muy hiriente, me trataste tan cruel como los de MECH. —Lo miré de reojo—. Soy un ser sensible como tú, Breakdown... Nunca lo olvides. E igual que sucedió contigo, sé lo que es que te utilicen como un simple objeto para sus propósitos egoístas y su beneficio personal, a costa de tu propia voluntad y sentimientos.

     Después de mi breve sermón, huí de ahí al revivir tragedias pasadas, ocultándome en una caverna para desahogarme en paz.

     —¡IVY!


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     Aquellos tormentos son vestigios del ayer, pero las cicatrices, a pesar de sanarse, son marcas que se impregnan en tu alma; y de ellas a veces emanarán memorias.

     Sumida en mi amarga evocación, ignoré el detalle del resueno de mis sollozos por el eco natural de la cueva donde me había refugiado.

     —¿Ivy?... —dijo Breakdown ingresando en la gruta—. Knock Out tenía razón, a los humanos les fascina este juego —resopló—. Dejemos «las escondidas» para otro día, ¿quieres?, mi paciencia se agota.

     Escucharlo entrar interrumpió mi llanto, y me apresuré a secar mis lágrimas.

     —Rogar no es mi estilo, pero ocupo que me supervises en la transmisión; sospecho que ocurrió un error. De seguro ese cubo en el que trabajabas no genera la potencia suficiente. —Me descubrió tras explorar por encima de unas rocas—. ¡Oh, te encontré!

     —Felicidades, Capitán —contesté indiferente, levantándome con dignidad para encubrir mi malestar emocional—. Ojalá el fallo que mencionas sea fácil de corregir. Movilicémonos rápido, temo que tu desliz reportara una alerta de posible «descompostura» a la empresa telefónica —aseveré enseriando mi semblante y mi voz—. Si nos atrapan, a ti te convertirán en su conejillo de indias robótico y experimentarán contigo hasta reducirte a una mera pila de fierros viejos; y a mí me encerrarán en la cárcel de por vida, si es que no me atraviesan el cuerpo con plomo durante el fuego cruzado cuando te disparen para capturarte.

     —¡Vaya, vaya!, la chica dulce y adorable se tornó fuerte y tajante. —Sonrió entusiasta—. ¡Me derriten las damas con carácter! —rugió sobreexcitado.

     Regresados al punto previo, examiné el equipo y me di cuenta de un fenómeno peculiar.

     —Dos noticias, Breakdown. Una buena y una mala —le advertí—. La buena, esto marcha perfecto.

     —¿Y la mala?

     —Quien no emite señales, eres tú.

     —¿Qué?, eso es absurdo, mi chispa todavía está activa.

     —No soy una experta en tu especie, pero lo que averigüé es correcto —proseguí—. Desconozco lo que origina tal anomalía, pero mi diagnóstico es que eres incompatible e inidentificable por medios de comunicación convencionales, e incluso te volviste invisible para cualquier aparato de rastreo. Es más, ni siquiera produces interferencia. —Especulé una conclusión—. Eso justificaría el que tus camaradas descartaran tu búsqueda. Ellos asumieron tu deceso.

     —En resumen.

     —Eres un fantasma, varado.

     —¡Chatarras! —Pulverizó varias piedras a mazazos.

     —Deberías controlar mejor tu ira —le sugerí a la vez que me brincaba un parpado por la impresión.

     —No comprendes la gravedad de mi situación, Ivy —habló frustrado y con desespero—. Prácticamente no existo para nadie. En estas circunstancias, si sufro daños, carezco de las herramientas para repararme; sumado a que un derrame de mis fluidos sería fatal. Y eso no es lo peor, sin acceso a una fuente de energon constante, mi rendimiento será limitado. —Se desplomó en el suelo de sentón con sus brazos decaídos—. Y cuando mis reservas internas se consuman, yo... moriré.

     Al fin el confianzudo coloso me permitió presenciar una pizca de su fragilidad, aumentándose mi empatía por él.

     La angustia en su hermoso ojo amarillo era tangible, una extraña mezcla de tristeza y rabia ante la impotencia de sentirse derrotado sin una mínima oportunidad de ofrecer pelea. En definitiva, Breakdown es del tipo que jamás pediría consuelo, mas la pureza de sus aspavientos evidenció que su dolencia era genuina.

     Como su último apoyo moral, decidí ampararlo.

     —Te equivocas, Breakdown. —Me aferré a su mano izquierda de un abrazo—. Tú existes para mí, y no te abandonaré. —Acaricié su armadura—. Hallaremos una solución juntos... Te lo prometo.

     —Los terrestres son una peste —afirmó desganado—. Mi rival Bulkhead se ablandó por culpa de una pequeña humana que lo acompaña a dondequiera. Y yo no planeo caer en una de esas trampas de afecto. —Me oteó con desprecio por unos segundos—. Sin embargo... aún si lo afirmo, empiezo a entender el porqué no consigue separarse de ella.

     Breakdown allegó su diestra hacia mí extendiendo su anular. Entretanto, yo enmudecí por su acción, y simplemente asentí con una sonrisa esperanzadora enganchando mi minúsculo dedo al suyo.

     —Prometido...

     Juramos al unísono.

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