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⑦ ESPERANZAS

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     «Nunca debí haber huido... —pensé con remordimiento tras abollar de un golpe la armadura trasera de Airachnid.»

     —¡Salvaje! ¿Cómo te atreves a pegarme? —gruñó amenazante guardando distancia.

     —Maldita, ¡¿qué le has hecho?! —exclamé furioso tras ver el lastimero estado de Ivy.

     —¡Oh!, ¿la masita de carne es amiga tuya? —cuestionó fascinada asechándome a zancadas—. Ya entiendo, esa tierna muchachita vino a buscarte. Awww, que conmovedor. —Dramatizó en tono socarrón entrelazando sus dedos a un costado de su cara, meciéndose con falsa cursilería—. Es una lástima que cayera en mi trampa... por tu culpa. —Sonrió alevosa.

     —¡Cállate! —grité frustrado, e intempestivo, conseguí sujetarla de un par de sus largas patas, y azotándola contra unas rocas, machaqué sus extremidades izquierdas, arrancándoselas sin piedad—. De nuestros choques pasados aprendí a no subestimar tus tácticas. —Bufé—. Ahora no podrás fugarte por los aires, ni excavar bajo la tierra.

     —Bestia vulgar, ¡suéltame! —Se sacudió lanzándome zarpazos.

     —Jamás te perdonaré el que hirieras a Ivy —afirmé repitiendo mi brutal ataque sin retroceder, extirpándole sus delgados miembros restantes—. ¡JAMÁS!

     —¡AHHH!... Detente, patán...

     Con una rotunda expresión de horror, Airachnid sacó sus piernas reales para contratacarme; pero una rápida colisión de mi martillo en su hombro derecho le inutilizó el brazo por completo.

     —Se acabaron los juegos —le sentencié señalándola con mi arma.

     —¿Te has vuelto loco? —vociferó desconcertada pretendiendo levantarse—. Tú... más que cualquier otro Decepticon... deberías odiar a muerte a los terrícolas... —Un líquido azulino fluyó de su sucia boca, evidenciándose su deterioro por los daños recibidos—. ¿Por qué defiendes tanto a una humana?

     —Porque... —titubeé al percatarme de la verdad que me había negado a aceptar todo este tiempo—. Yo la amo...

     —¡¿Qué?! —Tosió exhausta escupiendo una buena cantidad de energon—. Eres un... estúpido. Te voy a degollar, infeliz... Y luego desollaré viva... a esa... miserable.

     Preparando el tiro de gracia, la encaré cauteloso. Y tal como esperaría de la traidora, en una vil treta, arrojó su telaraña hacia mi cara. Sin embargo, en su afán por liquidarme, se le olvidó que poseo un lanzador de proyectiles, con el cual repelí su agresión, averiándole la mano a disparos. Al fin derrotada y a mi merced, se arrastró en dirección opuesta a mí, restregándose en el charco de su propio energon derramado. Mas al notar que la cercaba un rincón sin salida, e incapaz de escapar o defenderse, me atisbó trémula, extendiéndome su maltrecha muñeca chamuscada como signo de súplica.

     —Lo siento, Airachnid, a las plagas como tú, es mejor erradicarlas —suspiré aliviado—. Hora del martillo...


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     Concluido el enfrentamiento, me apresuré a socorrer a Ivy, quien apenas respiraba cuando la revisé.

     —Ivy... no me dejes, por favor —murmuré afligido—. Perdóname por abandonarte.

     Si bien no me lesioné de gravedad durante el combate, mis reservas internas de energía ya eran insuficientes antes de este, y, en consecuencia, los movimientos de mi cuerpo comenzaron a entorpecerse; asediándome una terrible encrucijada, pues pronto anochecería y el estado de ambos empeoraba minuto a minuto.

     —Si tan sólo lograra emitir una señal de auxilio, un escuadrón Decepticon me localizaría en el acto. —Recapacité aquella opción, desalentándome—. Aunque eso pondría en peligro a Ivy —resoplé pesaroso—. Para que obtuviera una mínima oportunidad de sobrevivir, tendrían que ser los Autobots quienes atendieran mi llamado. Pero, ¿cómo?... mi radio es obsoleto.

     Fue luego de repasar mis propias palabras que la chispa de una idea activó mis circuitos.

     —Un segundo... Mi comunicador es inútil, pero el de Airachnid no. Si lo acoplo al mío, entonces quizá captarían mi emisión.

     Ese halo de esperanza me motivó a poner manos a la obra, y para mi suerte, la refacción funcionaba perfecto. No obstante, la potencia de mi poder actual alcanzaría apenas para un par de intentos. Una autentica tirada de azar en la rueda del destino.


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     Se enciende una pantalla, mostrándose a un militar enmascarado.

     —Señor, sintonizamos una anomalía que requiere supervisión urgente de parte de su sector.

     —Expón tu reporte, soldado —respondió el superior.

     —Enseguida le envío las coordenadas del área descritas por el satélite de vigilancia, señor. Así mismo le adjuntaré las fotografías capturadas por nuestro jet de reconocimiento. —Tecleó algo desde su mando—. Procediendo conforme al protocolo, le informo que, en un lapso aproximado de hace media hora, se detectó una extraña transmisión de origen desconocido; la cual, al ser decodificada, se determinó que contenía un mensaje solicitando apoyo.

     —Bueno, tampoco es algo fuera de este mundo, soldado. Dígame, ¿qué importancia tendría para mi jurisdicción?

     —Considero, señor, que, en efecto, lo que hemos recopilado será de gran interés para usted y sus jóvenes consejeros.

     Dicho aquello, los datos prometidos se abrieron en varias ventanas emergentes de diversos tamaños.

     —He de añadir, señor, que la zona está acordonada por cincuenta kilómetros a la redonda, en espera de sus acciones en específico; ya que el breve comunicado era el siguiente: Autobots, ayuda...

     El hombre que recibe la información casi se va de espaldas.

     —¡Por las barbas del tío Sam! —exclamó derramando la gaseosa que bebía al corroborar las imágenes—. Imposible, eso es un «Con».

     —Queda de usted poner cartas en el asunto, agente Fowler. —Rindiéndole un saludo marcial, se corta la videollamada.

     En un santiamén, el desconcertado de Fowler saca su teléfono celular.

     —¿Aló?, June, lamento llamarles tan tarde, pero se trata de una emergencia. Pon a Jack en la línea, que esto amerita la reunión de los miembros del equipo Prime.


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     Estoy postrado y desconozco si mi sacrificio surtió efecto o no. Además, ni siquiera puedo transformarme; pero creo que permanecer en esta forma es lo más conveniente, pues así me es factible proteger a Ivy gracias a que espanto a las fieras silvestres.

     —Fuiste mi cariñosa salvadora, y yo te fallé. —Guarecido tras unas estructuras rocosas, procuré reposar sentado, a la vez que sostenía a mi amiga desfallecida en una de mis palmas—. En verdad lo lamento mucho, Ivy —clamé arrepentido—. Me acostumbré tanto a ver tu fortaleza, que olvidé tu vulnerabilidad.

     En medio de mi sufrimiento, contemplé el oscuro cielo, y la luna estaba llena como el día en que nos conocimos.

     —Ojalá te recuperaras para admirar juntos este cielo estrellado... Y escuchar tu dulce voz... una última vez —balbuceé entrando en modo de letargo, cerrándose mi óptico.


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     Menos de una hora después...

     —Ahí lo tienen —indicó Fowler.

     —Wow... —externó Knock Out, perplejo.

     —Lo veo, y no lo creo —citó Bulkhead—. Y nosotros considerándole muerto.

     —¿Con qué subsistió durante todos estos meses? —meditó Ratchet muy sorprendido—. Más aún, ¿cómo eludió los radares?

     —Breakdown será un bruto sin remedio, pero es bastante astuto y apto cuando se lo propone —afirmó Knock Out—. Sin embargo, hay que darle crédito a la «chica misteriosa». —Entrecomilló con sus dedos—. Deduzco que esa mujer tuvo algo que ver en ello, ya que Breakdown nunca defendería a un humano.

     —A juzgar por su precariedad, rebasó sus límites de resistencia —agregó Ratchet.

     —Tomémoslo por el lado positivo, el grandulón no opondrá resistencia cuando lo traslademos a la base —desdeñó Bulkhead.

     —Bueno, señores, a trabajar —ordenó la enfermera June, abriéndose paso entre los gigantes—. Ustedes ocúpense del suyo, que yo preciso de asistir a la jovencita de inmediato, ya que su aspecto poco saludable es para preocuparse.

     Asumiendo cada quien su labor, los presentes resguardaron a la moribunda pareja.

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