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④ DESAHOGOS

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     Después de nuestro infructuoso intento de establecer comunicación con los suyos, ya en casa, Breakdown me explicó lo que era el «energon», y que este escaso mineral era el sustento vital de los de su especie; asimismo, atenuó su impenetrable coraza revelándome otros temas acerca de sus orígenes: como su planeta Cybertron, su oficio en las minas de energon como un esclavo de las clases elitistas de su sociedad, y la trágica guerra que acabó por acarrear la ruina de su mundo; detallándome a los grupos involucrados, los «Autobots», sus enemigos, y los «Decepticons», su bando.

     A pesar de plantearme la situación a favor de sus colegas, noté cierta duda en él al preguntarle cómo se comportaban esos tales Autobots; pues me confesó un poco culposo que cuando los de MECH experimentaron con él, ellos fueron a salvarlo. Luego de aquella respuesta, Breakdown despistó la charla, centrándose en cuestionarme la clase de ayuda que yo podría ofrecerle, sobre todo ante su prioridad de localizar fuentes de energon para su subsistir. Fue en ese momento que, tras recapacitar las características de aquellos cristales que él me describió, recordé, por su fluorescencia azulina, a la linda gema que adornaba a un collar de entre mis alhajas; de modo que fui por ella para mostrársela al fortachón, quien casi se cayó de espaldas al verla.

     —¿De dónde sacaste ese trocillo de energon en bruto? —Parpadeó boquiabierto.

     —Mi padre me lo regaló en mi adolescencia, él era joyero, por lo que le fascinaban mucho las piedras preciosas, semi-preciosas, y cualquiera que fuera atractiva o brillante. Incluso solía hacer sus propias excavaciones, y en una de esas encontró esta pieza, puliéndola para mí.

     —¿Él sabría indicarte la ubicación exacta de donde la extrajo?

     —No... —Desvié mi rostro.

     —¿Por qué no?

     —Porque él... falleció.

     —Oh... —Afligió su mirada—. Lo lamento.

     —Descuida... —Le sonreí ajustándome las gafas, ocurriéndoseme una idea—. Ahora que lo pienso, conociéndolo, es probable que mi padre dibujara algún plano con coordenadas en los apuntes de sus diarios de expedición.

     —¿En serio? —El entusiasmo renació en su semblante—. Entonces, ¿qué esperamos?

     El renovado aire intrépido de Breakdown me llenó de nostalgia, y la imagen de mi padre se plasmó en mi mente en una breve memoria. El titán de hierro tocó la fibra más sensible de mi corazón sin siquiera sospecharlo. Sin embargo, el clamor de mis entrañas exigiéndome un bocado cortó la magia en un santiamén.

     —¿Qué fue ese ruido? —preguntó confuso.

     —Mi estómago. —Reí, abochornándome—. Necesito alimentarme. —Lo miré con detenimiento, percatándome de cuán sucio de tierra estaba—. Y a ti te urge un baño.

     —Eso no es importante, prefiero hallar esa mina de energon cuanto antes.

     —No tan rápido, muchachote. Para eso debo comunicárselo a mi madre primero, ya que es ella quien guarda las pertenencias de mi padre —aclaré sacudiéndole una de sus empolvadas piernas—. Además, los tipos sexys como tú lucen más guapos aseados. —Cavilé unos segundos—. ¿Gustas que te limpie tras acabar de comer?

     —¿Tú me vas a...? —Le dio un tic en su ojo.

     —¿No me digas que sientes pudor? —Alcé ambas cejas—. Breakdown... salvo que tu transformación ha blindado sea tu cubierta, prácticamente vas desnudo todo el tiempo.

     —Ammm... sí, y no... —titubeó juntando sus dedos índices—. Me pones nervioso.

     —Ok, Capitán —suspiré comprensiva—. Lávate tú solo. Te abriré la llave de la manguera para que no la rompas. Avísame cuando termines de usarla, por favor.

     Si bien, Breakdown era, en teoría, un adulto gruñón y altanero; en esta ocasión me obedeció, ahorrándonos reproches. Es una fortuna que mi residencia rebase por un kilómetro de distancia a la ciudad contigua, porque, ¿de qué manera les justificaría a los vecinos el que un gigante metálico se duche en mi jardín? No obstante, mientras preparaba los manjares que ansiaba saborear, un sutil carcajeo captó mi atención, y tentada por la curiosidad me asomé por la ventana, topándome al grandulón jugueteando con el chorro de agua cual si le hiciese cosquillas. Atestiguar tal escena me enterneció, así que me mantuve callada para no interrumpir la espontaneidad de Breakdown, y prolongar mi disfrute.


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     Mi camioneta me fue devuelta reparada e intacta previo al anochecer, pero opté por estacionarla afuera. Mi Capitán se sentirá en un ambiente más acogedor si no le obligo a compartir el garaje, pensé.

     Ya en bata de dormir, confirmé la visita a mi madre, escudándome en el pretexto de que mañana sería domingo, advirtiéndole que llegaría en un vehículo diferente; y mi inquilino y yo acordamos que partiríamos al amanecer.

     —Buenas noches, Breakdown... —Bostecé frotándole su defensa—. Descansa... y, ten dulces sueños.

     —Buenas noches, Ivy... Tú —balbuceó avergonzado—. Sueña lindo también.

     —Gracias, Capitán. —Me dirigí a la puerta para retirarme a mi habitación.

     —Ivy... ¿Por qué llorabas cuando fui a buscarte a la caverna?

     La súbita interrogante de Breakdown detuvo mis pasos, remontándome a un pasado grisáceo en el que el mutismo y la soledad opacaron los regocijos de mi infancia, una pesadilla que ojalá hubiera sido únicamente eso... una pesadilla. Orillada a declarar, inhalé hondo, retuve mi respiro, exhalándolo lánguido y suave.

     —Deduzco que en tu raza son forjados tal cual para el resto de sus vidas, pero en este mundo, los humanos nacemos diminutos, vulnerables e indefensos, y tardamos en crecer lo suficiente como para defendernos. Por eso el exponer a los niños pequeños a desatenciones prolongadas es tan peligroso... más si son... niñas —resollé conteniéndome—. Mis padres trabajaban duro para brindarme un hogar, vestido, educación y sustento; pero en el proceso, a esa edad tan temprana, descuidaron el compartirme su cariño y fortalecer un lazo de confianza entre nosotros... Y en un intento de no abandonarme, su solución fue que me cuidaran terceros. Por desgracia, hay quienes se aprovechan de las circunstancias... y esas personas me robaron la inocencia. —Contuve las lágrimas y respiré de nuevo—. Para que me entiendas, fue tal y como MECH profanó tu cuerpo sin tu consentimiento. Aunque a diferencia tuya, Breakdown... a mí nadie me vino a rescatar jamás.

     El silencio dominó por unos minutos que se sintieron eternos, hasta que la puerta de Breakdown se abrió de golpe.

     —Entra...

     —¿Por qué?

     —Porque hoy dormirás conmigo... Súbete antes de que cambie de opinión.

     Acatándolo, le pedí una pausa para ir por un par de almohadas y una frazada. Cuando regresé, él reclinó su asiento para mi comodidad, y enseguida me escabullí en su interior, acurrucándomele.

     Hace tantos años que la soledad era la única presencia que me consolaba, que había olvidado lo reconfortante que era una buena compañía.


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     Permaneciendo quieto, por un lapso de tres horas, en la cochera de la morada de mi mamá, Breakdown me demostró un temple y paciencia admirables, sacrificios que fueron bien recompensados; ya que para su júbilo, hallé las pistas que nos guiarían a la gruta donde yacía el energon descubierto por mi padre.

     —¡Lotería! —exclamó contento una vez nos alejamos de la urbe y le informé del éxito en la misión—. Próxima parada, reservas de energon.

     —Vaya sorpresa, el Capitán es un apasionado aventurero. —Carcajeé—. ¿Sabes?, creo que me contagiaste tu emoción, Breakdown. O sea, es que esto es, literalmente, una búsqueda del tesoro —grité excitada desdoblando el mapa para dictarle las coordenadas—. Ahora sí que somos todos unos piratas.

     La euforia que los dos emanáramos no menguó a lo largo de la extensa ruta, y de broma en broma, de juego en juego, el coloso y yo fuimos compaginándonos.

     —Breakdown, de tus camaradas, ¿alguno es tu mejor amigo?

     —Diría que sí —respondió con una chispa de alegría.

     —¿Cómo se llama?

     —Knock Out... el Decepticon más vanidoso que he conocido. —Rio divertido—. Es el médico de la Némesis, la nave en que nos trasladábamos. Yo era su asistente. —Enmudeció, escapándosele un quejido melancólico.

     —Lo extrañas, ¿no es así? —Acaricié el volante de Breakdown—. Tranquilo, te lo he prometido, y no me detendré hasta que ustedes se reúnan.

     —¿Y tú, Ivy?

     —¿Yo qué?

     —¿Tienes un mejor amigo?

     —¿Eh?... mmmm... pues... no —solté una leve risa irónica—. Siendo sincera, tú eres lo más cercano a un amigo que he tenido —suspiré anhelosa—. Supongo que es por eso que estoy dispuesta a lo que sea por ti. Eso es lo que hacen los amigos verdaderos.

     Tras mi comentario, de repente, Breakdown desaceleró su apresurada marcha bajando el vidrio polarizado de mi ventana, explayándoseme un hermosísimo panorama natural que se apreciaba por debajo de la valla de contención de la carretera que transitábamos. Aquellos instantes en que me deslumbrara semejante belleza pasaron ante mis ojos como en cámara lenta; y a mi aterrizaje de tal ilusión, el radar de la consola de mi conductor señaló el fin de nuestro camino.

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