( 𝟎𝟎𝟓 ) lost in the forest and the dark mark
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ROSE APENAS SE HABÍA DORMIDO, cuando su padre irrumpió en la habitación presa del pánico, diciéndoles a ella y a Hermione que se pusieran rápidamente los zapatos y las chaquetas, y que tenían salir pitando de la zona.
Apenas estaba en su sano juicio cuando Hermione la sacó de la habitación y la llevó a la sala de estar, donde las esperaban el resto de los Weasley y Harry, todos igual de preocupados por el comportamiento de Arthur.
No se pronunciaron más palabras entre todos ellos, mientras el gran grupo salía de la carpa para abandonar el camping, Rose mantenía su apretado agarre sobre Hermione; temiendo perder a su mejor amiga entre la multitud, ya que todos estaban por todas partes en pánico.
Cuando todos aparecieron fuera de su tienda, Rose no se esperaba lo que había delante de ellos, era como si se produjera un disturbio, y pudo ver cómo la gente pasaba corriendo junto a ellos con miradas de miedo e incredulidad, sin prestarles atención.
La pelirroja no podía ver exactamente lo que estaba ocurriendo y por qué todo el mundo estaba tan asustado, pero no creía que quisiera hacerlo, por las miradas de la multitud, no quería saber lo que estaba pasando. A continuación, apareció una fuerte luz verde que iluminó la escena y cegó ligeramente a Rose al mirar hacia ella.
A través del campo, pudo ver cómo marchaba una multitud de magos, que iban muy apretados y se movían todos juntos. La pelirroja entornó los ojos para distinguirlos mejor. Parecía que no tuvieran rostro, pero luego comprendió que iban tapados con capuchas y máscaras.
Por encima de ellos, Rose logró ver que apuntaban hacia arriba con sus varitas, y deseó no haber visto lo que había encima de los enmascarados; en lo alto, flotando en medio del aire, habían muggles que se debatían y contorsionaban adoptando formas grotescas. Era como si los magos enmascarados que iban por el campo fueran titiriteros y los que flotaban en el aire fueran sus marionetas, manejadas mediante hilos invisibles que surgían de las varitas.
—Vamos a ayudar al Ministerio —gritó el señor Weasley por encima de todo aquel ruido, mientras salía de la tienda con Bill, Charlie y Percy, con las varitas levantadas en preparación—. Vosotros id al bosque, y permaneced juntos. ¡Cuando hayamos solucionado esto iré a buscaros! —les dijo entonces a sus hijos, Hermione y Harry, alarmado, esperando que sus hijos se ciñeran a sus órdenes y no trataran de hacerse los héroes, era increíblemente peligroso hacerlo.
Antes de que los demás pudieran responderle, se abrieron paso entre la multitud con las varitas en alto para detener al grupo de magos enmascarados; fue entonces cuando Fred cogió la mano de Ginny y George el brazo de Rose, para mantener a sus hermanas pequeñas cerca de ellos y asegurarse de que no las perdían entre el gentío.
No podían arriesgarse a ser separados en el bosque a esta hora de la noche. Al llegar a los primeros árboles volvieron la vista atrás. La multitud seguía creciendo. Distinguieron a su familia junto con los magos del Ministerio, que intentaban introducirse por entre el numeroso grupo para llegar hasta los encapuchados que iban en el centro: les estaba costando trabajo.
No queriendo ver más la escena, Rose se adentró en el bosque tras Harry, Ron y Hermione y, por desgracia, el agarre de George desapareció y perdió todo rastro de los gemelos y su hermana pequeña.
Sus pensamientos se detuvieron cuando escuchó un gran golpe delante de ella y vio la silueta de Ron caer hacía atrás, y ella lo siguió; al haber estado justo detrás de su mellizo en ese momento, los dos cayeron al suelo, enredados.
—¡Maldita sea! —gruñó Rose, después de que su cara se estampara contra la tierra—. ¡Ron! ¿Qué demonios ha sido eso? —preguntó, fastidiada.
—¡Está oscuro! ¡No veo nada! —gritó Ron, tratando de desenredarse de su lugar al lado de su melliza.
Rose puso los ojos en blanco y lo apartó de un empujón, fastidiada porque ahora, además de estar helada, estaba cubierta de humedad y frío, de barro y de tierra — ¿Podría empeorar aún más esta noche?
—¿Qué ha sucedido? —preguntó Hermione nerviosa, deteniéndose tan de repente que Harry chocó con ella, estaba tan oscuro que el grupo apenas podía ver la silueta del otro—. ¿Dónde estáis? —volvió a preguntar, tanteando en la oscuridad para encontrar a los mellizos—. Qué idiotez... ¡Lumos!
Rose dio un pequeño respingo cuando un haz de luz surgió de repente del extremo de la varita de Hermione, permitiendo que el grupo de adolescentes pudiera por fin ver su entorno y en lo que había tropezado Ron, arrastrando a su melliza con él.
Ron bajó la mirada, donde estaban sus pies, y vio la raíz de un árbol.
—He tropezado con la raíz de un árbol —dijo de malhumor, por haberse caído y haber arrastrado a su melliza con él, sabiendo que ahora ella se enfadaría con él por eso.
Cuando Harry y Hermione bajaron la mirada hacia los dos, ambos estaban tirados en el suelo, y parecían igualmente enfadados el uno con el otro por el hecho de estar en el suelo. Se miraron una vez más, antes de que Harry extendiera la mano para ayudar a Rose a ponerse de pie, a lo que ella aceptó y le permitió levantarla del frío y húmedo suelo.
Mientras Rose se sacudía el polvo, sin hacer precísamente mucho para entrar en calor, escuchó detrás de ellos una voz que arrastraba las palabras.
—Bueno, con pies de ese tamaño, lo difícil sería no tropezar.
Los cuatro se volvieron con brusquedad. Draco Malfoy estaba solo, cerca de ellos, apoyado tranquilamente en un árbol. Tenía los brazos cruzados y parecía que había estado contemplando todo lo sucedido desde un hueco entre los árboles.
Rose no creía que esa noche pudiera empeorar aún más, pero cuando él salió, ese pensamiento se esfumó de su mente, y lo único que pudo pensar era en darle un puñetazo en la cara como había hecho Hermione el año pasado.
En la mente de Rose, parecía como si él hubiera estado ahí parado todo el tiempo, observando el campamento a través de los árboles. No le sorprendería que él y su padre tuvieran algo que ver con los ataques de esta noche.
Los ojos de Rose se abrieron de par en par cuando Ron mandó a Malloy a hacer algo, no tan bonito, y dio un paso hacia adelante, sólo para que ella lo contuviera; no tenía sentido entrar en peleas, no serviría de nada, no con todo lo que estaba pasando en el campamento.
—Cuida esa lengua, Weasley —le respondió Malfoy, con un brillo en los ojos, haciendo que Ron y Rose le fulminaran con miradas similares—. ¿No sería mejor que echarais a correr? No os gustaría que la vieran, supongo...
Señaló a Hermione con un gesto de la cabeza, al mismo tiempo que desde el cámping llegaba un sonido como de una bomba y un destello de luz verde iluminaba por un momento los árboles que había a su alrededor.
Rose se puso una mano en la cadera y entrecerró los ojos hacia él, antes de que hablara Hermione.
—¿Qué quieres decir? —le preguntó ella desafiante.
—Que van detrás de los muggles, Granger —explicó Malfoy, con un claro desagrado en su voz al oírla hablar—. ¿Quieres ir por el aire enseñando las bragas? No tienes más que darte una vuelta... Vienen hacia aquí, y les divertiría muchísimo.
Rose no podía creer las palabras que salían de la boca del chico — era ridículo cómo había sido educado, ¿cómo podía alguien pensar de esta manera?
Sí, los padres de Hermione no formaban parte de la comunidad mágica, pero la chica era mejor que la mayoría de los alumnos de Hogwarts, era un genio, incluso mejor que él.
Rose siempre pensó que Malfoy sólo estaba celoso, pero con lo que le acababa de decir a la pobre chica, ya no lo sabía, era como si sólo tuviera un odio directo hacia ella.
—¡Hermione es bruja! —exclamó Harry, fulminándolo también con la mirada.
—Sigue tu camino, Potter —dijo Malfoy sonriendo maliciosamente—. Pero si crees que no pueden distinguir a un sangre sucia, quédate aquí.
La boca de Rose se abrió mucho al oír la palabra que surgió de su boca.
—¿No puedes estar hablando en serio ahora mismo? —jadeó.
—¡Te voy a lavar la boca! —gritó Ron.
Odiaban que le hablara a Hermione de esa forma, y no importaba cuántas veces los tres defendieran a su amiga, él nunca dejaría de hacerlo.
—No importa, chicos —dijo Hermione rápidamente, agarrando a Ron del brazo para impedirle que se acercara otra vez a Malfoy.
Desde el otro lado de los árboles llegó otra explosión, más fuerte que cualquiera de las anteriores. Cerca de ellos gritaron algunas personas.
Rose sólo quería que todo esto terminara de una vez, no iba a negar que estaba increíblemente asustada, aunque no dejaría que se notara; nunca escucharía el final de lo que dijera Malfoy si supiera que estaba asustada.
Malfoy soltó una risita al oír el sonido de los muggles aterrorizados.
—Qué fácil es asustarlos, ¿verdad? —dijo con calma—. Supongo que papá os dijo que os escondierais. ¿Qué pretende? ¿Rescatar a los muggles?
Rose estaba a punto de replicarle sobre sus propios y maliciosos padres, hasta que Harry se le adelantó, como si le hubiera leído la mente.
—¿Dónde están tus padres? —preguntó él, le estaba hirviendo la sangre. Rose tuvo que poner su mano en su brazo para calmarlo e impedir que cometiera alguna estupidez—. Tendrán una máscara puesta, ¿no?
A Malfoy no parecieron afectarle las palabras de Harry, ya que se giró hacia él sin dejar de sonreír.
—Bueno, si así fuera, me temo que no te lo diría, Potter.
Rose sacudió la cabeza con disgusto hacia el chico, antes de tomar por completo el brazo de Harry.
—Olvídate de él, vayamos a buscar a los otros —lo apremió ella, intentando apartarlo del chico de Slytherin y volver con Fred, George y Ginny.
—Escucha a tu novia, Potter —se burló Malfoy, mirando a los dos con total desagrado.
¿Cómo puede alguien estar tan unido a un Weasley?
—¡Cierra la boca! —gritó entonces Ron, harto de los comentarios de Malfoy; no le gustaba que hablara mal de sus hermanas, y no lo aguantaría nunca.
Malfoy se limitó a sonreír mientras empezaban a alejarse de él.
—Mantén agachada tu cabezota, Granger —gritó Malfoy con desprecio, viendo como todos se alejaban corriendo de él.
—Ignóralo, Hermione —le dijo Rose a su mejor amiga—. Sólo está celoso de que seas más lista que él.
Hermione respondió dándole a su amiga una mirada de agradecimiento, chocando con ella juguetonamente mientras seguían caminando por el sendero.
—¡Os apuesto lo que queráis a que su padre es uno de los enmascarados! —exclamó Ron, furioso por el hecho de que Malfoy se estuviera saliendo con la suya.
—¡Bueno, con un poco de suerte, el Ministerio lo atrapará! —repuso Hermione enfáticamente. Eso es lo único que querían todos ellos, que los Malfoy fueran atrapados en sus fechorías—. ¿Dónde están los otros? —preguntó entonces, mirando a su alrededor.
Rose se encogió de hombros.
—Un minuto George me tenía agarrada del brazo y al siguiente ya no estaba —le dijo a Hermione, que frunció las cejas en señal de confusión.
¿Cómo es que los cuatro tenían siempre tan mala suerte?
Fred, George y Ginny no aparecían por ninguna parte, aunque el camino estaba abarrotado de gente que huía sin dejar de echar nerviosas miradas por encima del hombro hacia el campamento.
Un grupo de adolescentes en pijama discutía a voces, un poco apartados del camino.
Se les habían acercado los de Beauxbatons, pero Rose no les prestó atención, evidentemente no le caían bien. Después de que finalmente los dejaran solos, reemprendieron la marcha, con la esperanza de encontrar a sus hermanos.
—Fred y George no pueden haber ido muy lejos —dijo Ron, mientras seguían caminando por el sendero.
Rose se aseguró de mantener su varita en alto para que todos vieran mejor a lo largo del camino, así como la de Hermione. Aunque les vendría bien más luz, así que, cuando Harry fue a buscar la suya en los bolsillos de su chaqueta, gruñó de la frustración.
—No, no lo puedo creer... ¡He perdido la varita! —anunció él, buscando frenéticamente en sus bolsillos.
—¿Bromeas? —Rose suspiró molesta, apuntando con su haz de luz hacia el chico, que parecía asustado por el hecho de que su varita no apareciera por ningún lado—. A lo mejor te la has dejado en la tienda —le preguntó entonces, entrecerrando los ojos mientras lo miraba, ¿cómo podía ser tan estúpido?
Rose y Hermione levantaron sus varitas lo suficiente para iluminar el terreno a cierta distancia, y los cuatro miraron a su alrededor, pero no había ni rastro de la varita, lo que hizo que todos suspiraran con fastidio.
—O tal vez se te ha caído del bolsillo mientras corríamos —sugirió Hermione, nerviosa, tratando de pensar dónde podría haber desaparecido la varita de Harry.
—Sí —respondió Harry—, tal vez...
Rose conocía la expresión en la cara de Harry. Se sentía muy vulnerable por no llevar su varita encima, y ella lo entendía completamente; a ella tampoco le gustaría estar en esa situación sin la suya, ese pensamiento la aterrorizaba.
Se aseguró de permanecer cerca del chico, en caso de que ocurriera algo, de esa manera, podría protegerles a ambos.
Un crujido los asustó a los cuatro, parándose en sus pasos. Sin embargo, cuando miraron hacia el ruido, vieron a una pequeña elfina doméstica intentando abrirse paso entre unos matorrales. Se movía de manera muy rara, con mucha dificultad, como si una mano invisible la sujetara por la espalda.
—¡Hay magos malos por ahí! —chilló como loca, mientras se inclinaba hacia delante y trataba de seguir corriendo—. ¡Gente en lo alto! ¡En lo alto del aire! ¡Winky prefiere desaparecer de la vista!
Y se metió entre los árboles del otro lado del camino, jadeando y chillando como si tratara de vencer la fuerza que la empujaba hacia atrás.
—Pero ¿qué le pasa? —preguntó Ron, como si leyera la mente de su melliza, mirando con curiosidad a Winky mientras ella escapaba—. ¿Por qué no puede correr con normalidad?
—Me imagino que no le dieron permiso para esconderse —explicó Harry. Se acordó de Dobby: cada vez que intentaba hacer algo que a los Malfoy no les hubiera gustado, se veía obligado a golpearse.
Por mucho que Rose quisiera a Hermione, tuvo que dejar de oírla cuando empezó a despotricar sobre cómo los elfos domésticos no deberían ser esclavos, pero tenía que pensar... Ellos disfrutan lo que hacen, así que si les gusta, ¿por qué no permitirles hacerlo? Han sido elfos domésticos desde que los magos pueden recordar.
Hermione sólo estaba enfadada porque Dumbledore había ofrecido a los elfos cocinar en las cocinas este año para limitar la cantidad de personal. En opinión de Rose, no le importaba mucho, siempre y cuando les trajeran comida cuando llegaran a Hogwarts.
Pero, en todo lo que podía pensar en este momento, era en salir de este maldito bosque...
Rose pensó sinceramente que conseguirían salir del bosque y encontrar a Fred y George sin más interrupciones, pero cuando oyeron otra voz delante de ellos, no pudo evitar poner los ojos en blanco por el hecho de tener que, de nuevo, conversar con algunas personas más aterrorizadas.
Lo que no se esperaba era que Ludo Bagman saliera de detrás de un árbol, justo delante de ellos. Se lo veía pálido y tenso.
Arrugó las cejas en señal de confusión mientras Bagman les miraba.
—¿Quién está ahí? —dijo pestañeando y tratando de distinguir sus rostros—. ¿Qué hacéis aquí solos?
Rose intercambió miradas de sorpresa con sus amigos, ¿acaso no sabía lo que estaba pasando en el campamento?
—Ah, en el campamento hay una especie de disturbio, señor —acabó diciéndole Rose, ya que nadie más habló para comunicarle lo que estaba ocurriendo.
Bagman la miró, con los ojos como platos.
—¿Qué?
Rose señaló atrás, hacia el camino de vuelta al campamento.
—El cámping, señor —habló otra vez—. Unos cuantos han atrapado a una familia de muggles...
—¡Maldición! —maldijo, muy preocupado, y sin otra palabra desapareció haciendo «¡plin!».
Rose contempló el encuentro con las cejas fruncidas, ¿cómo es que no sabía lo que estaba pasando?
—No se puede decir que el señor Bagman esté a la última, ¿verdad? —observó Hermione frunciendo también el entrecejo.
—¿Por qué estaba aquí fuera, si no sabía del disturbio? —dice la pelirroja, mientras comienzan a andar una vez más.
Ron se encogió de hombros.
—No tengo ni idea —respondió él.
Cuando todos volvieron a guardar silencio, se dieron cuenta de que el estruendo en el campamento se había calmado, y parecía que el disturbio se había calmado: tal vez el jaleo hubiera acabado.
—Espero que los otros estén bien —dijo Hermione después de un rato.
—Estarán bien —afirmó Ron, sabiendo que eran excelentes en lo que hacían, y que George y Fred sabían muy bien lo que hacían.
—¿Os imagináis que vuestro padre atrapa a Lucius Malfoy? —le dijo Harry a Ron y Rose, mientras los cuatro se sentaban en el suelo, sin tener nada más que hacer—. Siempre ha dicho que le gustaría pillarlo.
—Eso borraría la sonrisa de satisfacción de la cara de Draco —comentó él, imaginando cómo actuaría Draco si por fin atrapaban a su familia.
Rose asintió con la cabeza; pagaría por ver ese espectáculo.
—Pero esos pobres muggles... —dijo Hermione jugueteando con sus dedos con nerviosismo—. ¿Y si no pueden bajarlos?
Rose sabía a ciencia cierta que el Ministerio podría bajarlos; no permitirían que se quedaran allí arriba.
Sólo esperaba que el Ministerio pudiera atrapar a los responsables.
Rose estaba ensimismada con la desgarbada miniatura de Krum sobre las hojas caídas en el suelo, observando cómo giraba en círculos, cuando una voz fuerte, diferente de cualquier otra que hubieran escuchado en el bosque desgarró el silencio, captando su atención y haciendo que apartara la mirada del juguete de su hermano. Esta voz no lanzó un grito de terror, sino algo que parecía más bien un conjuro:
—¡MORSMORDRE!
Algo grande, verde y brillante salió de la oscuridad y se levantó hacia el cielo por encima de las copas de los árboles.
—¿Qué...? —exclamó Ron, poniéndose en pie de un salto y mirando hacia arriba.
Cuando Rose miró hacia el cielo, su aliento se entrecortó en su garganta, mientras sus ojos se abrían de par en par al ver aquello, nunca en un millón de años pensó que vería eso, y era terrorífico.
Se trataba de una calavera de tamaño colosal, compuesta de lo que parecían estrellas de color esmeralda y con una lengua en forma de serpiente que le salía de la boca. Mientras miraban, la imagen se alzaba más y más, resplandeciendo en una bruma de humo verdoso, estampada en el cielo negro como si se tratara de una nueva constelación.
—Oh, Dios mío —murmuró Rose, mientras le indicaba a Ron que recogiera su juguete y se preparara para correr lo más lejos posible.
No había forma de que fueran atrapados en medio de todo esto, morirán.
De pronto, el bosque se llenó de gritos. Cuando Rose se dio la vuelta, vio a Harry, inmóvil, y se llevó la mano a la cara ante la idiotez del chico — estaba mirando la calavera en el cielo, que ya se había elevado lo suficiente para iluminar el bosque entero como un horrendo anuncio de neón. Se dio cuenta de que estaba tratando de hacerse el héroe, pero ahora no era el momento apropiado.
—¿Quién está ahí? —gritó Harry, lo que hizo que Rose corriera inmediatamente hacia él y le agarrara del brazo con fuerza, tratando de tirar de él.
—¡Harry, cállate! —gritó Rose—. ¡Tenemos que irnos!
En lugar de seguirla, se quedó en su sitio, como si estuviera clavado en el suelo, mirándola con las cejas fruncidas en señal de confusión, evidentemente sin entender la situación que se estaba produciendo.
—¡Harry, por favor! —suplicó, tirando de él con más fuerza.
—¿Qué pasa? —preguntó Harry, sin entender por qué la cara de Rose había palidecido y parecía más asustada de lo que la había visto nunca, incluso después de que el profesor Lupin casi le arrancara el cuello el año anterior cuando intentaba protegerle del hombre lobo, y aún más que cuando el boggart de su clase del año pasado con Lupin se convirtió en el cadáver de Ron.
—¡Es la Marca Tenebrosa! —habló, esta vez con algo más de calma, pudiendo alejarlo más, alcanzando a su mellizo y Hermione. Incluso usando toda su fuerza, era difícil tirar de él, no sabía que era tan fuerte—. ¡El signo de Quien-tú-sabes! —agregó.
—¿El de Voldemort? —le preguntó Harry, permitiéndole ahora tirar de él.
Rose no pudo evitar estremecerse ante el hecho de que Harry siempre pronunciara su nombre, sabía que no le tenía miedo, pero estaba mal visto en el mundo de los magos decir realmente su nombre en voz alta.
—¡Sí, Harry! —exclamó, alcanzando por fin a Hermione y Ron, que les tendieron la mano a los dos al llegar.
Sin embargo, antes de que pudieran dar unos pocos pasos más, una serie de ruiditos anunció la repentina aparición, de la nada, de una veintena de magos que los rodearon, con todas sus varitas desenfundadas, y apuntándolos. Los ojos de Rose se abrieron de par en par, y se quedó congelada en su sitio, hasta que sintió que alguien la agarraba por los hombros y tiraba de ella sobre la hierba. Cuando levantó la cabeza un centímetro, vio que era Harry, que mantenía la mirada en ella para ver si estaba bien.
Estaba temblando increíblemente fuerte, cuando los cuatro se tiraron al suelo para evitar todos los hechizos que iban hacia ellos. No sabía si eran mortífagos o no, y eso la aterrorizó. No estaba acostumbrada a este tipo de cosas.
El pelo pelirrojo de Rose se agitó como si un viento formidable acabara de barrer el viento mientras los hechizos rebotaban por encima de ellos, y se sorprendió cuando Harry básicamente la protegió de todo eso, poniéndose él mismo en peligro en lugar de ella.
Mientras la chica se acordaba en el cuerpo de Harry, oyó una voz que gritaba y no pudo evitar suspirar aliviada al ver que su padre por fin había aparecido.
—¡ALTO! —gritó Arthur, divisando inmediatamente a los dos pelirrojos en medio de todo—. ¡Son mis hijos!
Por suerte para los cuatro adolescentes, los hechizos se detuvieron y todos pudieron volver a moverse sin temor a que les volaran la cabeza.
—Ron... Rose... —Arthur avanzó hacia ellos a zancadas, aterrorizado al ver que sus hijos se incorporaban por fin, con la cara cubierta de miedo. Su voz sonaba temblorosa—. Harry... Hermione... ¿Estáis bien?
—Apártate, Arthur —dijo una voz fría y cortante, mientras el padre de Rose era empujado fuera del camino. Cuando los cuatro se pusieron en pie de cara a ellos, vieron que el señor Crouch y los otros miembros del Ministerio se acercaban a ellos, como si fueran criminales—. ¿Quién de vosotros lo ha hecho? —dijo bruscamente, fulminándolos con la mirada—. ¿Quién de vosotros ha invocado la Marca Tenebrosa?
—¡Nosotros no hemos invocado eso! —exclamó Harry, señalando la Marca Tenebrosa en el cielo.
—¡No hemos hecho nada! —añadió Ron, frotándose el codo por el dolor de caer tan rápido al duro suelo y mirando a su padre con expresión indignada.
Rose seguía atónita de que el Ministerio les hubiera atacado de verdad.
—¿Por qué nos atacáis? Nosotros no hemos hecho esto —añadió ella, en cuanto su mellizo terminó de hablar.
—¡No mienta! —le gritó el señor Crouch, haciendo que la chica retrocediera un poco mientras él levantaba la varita para apuntarla, con los ojos casi saliéndose de sus órbitas: parecía enloquecido—. ¡La hemos descubierto en el lugar del crimen!
Harry se puso instantáneamente delante de Rose para estar en la punta de la varita del hombre, sabiendo que la chica Weasley estaba increíblemente incómoda, y ella se agarró a la manga de su brazo cuando lo hizo. Se habría sonrojado ante el contacto, pero ahora no era el momento.
—Barty... —le susurró una del Ministerio—. Son niños, Barty. Nunca podrían haberlo hecho...
—Decidme, ¿de dónde ha salido la Marca Tenebrosa? —interrumpió a la señora, sin dejar de fulminar con la mirada a los adolescentes.
Rose no podía entender de dónde venía su odio, nunca habían hecho nada que molestara a este hombre, apenas le habían dirigido dos palabras antes.
—De allí —respondió Hermione temblorosa, señalando el lugar del que había partido la voz—. Estaban detrás de los árboles. Gritaron unas palabras... un conjuro.
—¿Conque estaban allí? —dijo el señor Crouch, volviendo sus desorbitados ojos hacia Hermione, con la desconfianza impresa en cada rasgo del rostro—. ¿Conque pronunciaron un conjuro? Usted parece muy bien informada de la manera en que se invoca la Marca Tenebrosa, señorita.
Pero, aparte del señor Crouch, ningún otro mago del Ministerio parecía creer ni remotamente que esos cuatro chicos hubieran sido capaces de conjurar la Marca Tenebrosa, y el hecho de que dos de ellos resultaran ser hijos de Arthur Weasley, no tenía ningún sentido, ellos no podían haber hecho esto.
Observó en completo silencio cómo todo el mundo se peleaba por quién había conjurado la Marca Tenebrosa, y retrocedió un poco cuando la gente empezó a señalar con el dedo a Winky, la elfina doméstica, y a Harry, ya que la elfina doméstica había encontrado su varita.
No entendía cómo el Ministerio podía ser tan estúpido, estaba claro que se trataba de mortífagos, ¡no de una inocente elfina o de Harry, precisamente! Decir que se alegró cuando finalmente los dejaron ir a los cuatro con su padre, era quedarse corto; sabía que algo malo iba a pasar, lo intuía, y tenía razón.
No sabía si esto significaba que El que No Debe Ser Nombrado estaba regresando, ¿por qué no iba a ser así? Si su marca había sido conjurada, entonces sólo podía significar una cosa.
Rose no pudo evitar pensar en Harry cuando se trataba del malvado hombre, ¿qué significaría esto para él? ¿Tendría que esconderse? No lo sabía.
—Papá, ¿significa esto que él volverá? —Rose no pudo evitar preguntarle a su padre, ya que por fin se habían alejado del claro, ella había caminado más rápido para estar a su lado, y hablaba en voz baja para que los demás no pudieran oírla.
—Por supuesto que no, Rosie —le aseguró él, frotando su espalda para tranquilizarla mientras caminaban—. No sé quién lo hizo, pero no fue él.
Sabía que Rose tenía un miedo diferente al de cualquier otro hijo suyo cuando se trataba de El que no debe ser nombrado, y odiaba que se sintiera así; deseaba que ninguno de sus hijos tuviera miedo, jamás.
—¿Qué ocurrió con los otros? —preguntó Arthur, más alto que antes.
—Los perdimos en la oscuridad —explicó Ron, trotando hacia el otro lado de su padre—. Papá, ¿por qué le preocupaba tanto a todo el mundo aquella cosa en forma de calavera?
Rose le miró con incredulidad por no saber lo que significaba "aquella cosa en forma de calavera", seguramente ya debería saberlo.
—Os lo explicaré en la tienda —contestó Arthur con cierto nerviosismo mientras todos se apresuraban a regresar al campamento; Rose no sabía si podría dormir después del drama de esta noche.
En cuanto llegaron a su tienda, después de que varios magos atemorizados se acercaran a Arthur y le preguntaran por la marca, Charlie asomaba la cabeza fuera de ella.
—¿Qué pasa, papá? —le dijo en la oscuridad—. Fred, George y Ginny volvieron bien, pero los otros...
—Aquí los traigo —respondió Arthur, agachándose para entrar en la tienda, seguido de los cuatro adolescentes.
Cuando Rose entró, vio que tanto Charlie como Bill estaban sangrando, y no pudo evitar estremecerse al verlos; sin duda su madre no estaría nada contenta cuando volvieran a casa.
Después de las discusiones sobre el por qué de la Marca Tenebrosa, y de explicar a Harry y a Ron lo que significaba todo el asunto, Rose se alegró de poder sentarse por fin con tranquilidad, sin oír gritos y alaridos de miedo.
Ella y Ginny se acostaron juntas en la misma cama, una en la parte de arriba y la otra en la de abajo, pegadas la una a la otra ya que ambas estaban asustadas, y Hermione se acostó en la litera de abajo, ya que sentían que necesitaban su compañía. Todas sabían lo que se avecinaba, pero estaban demasiado asustadas para decir algo.
Y, mientras Rose se tumbaba de espaldas, mirando la parte superior de la tienda, no pudo evitar preguntarse qué iba a pasar ahora, y si estarían todos a salvo..
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