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( 𝟎𝟎𝟒 ) the quiddich world cup

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DESPUÉS DE HACER ALGUNAS COMPRAS EN LAS TIENDAS DE REGALOS que había en los alrededores del campamento y cerca de donde tendría lugar el partido; como mercancía o cualquier equipamiento y juguetes que pudieran utilizar para cuando estuvieran de vuelta en casa, se dirigieron hacia el gigantesco estadio, que tenía capacidad para miles de personas. Todos los chicos se quedaron boquiabiertos ante las vistas que estaban presenciando, ya que no habían visto uno igual en toda su vida, ni siquiera los Weasley más jóvenes.

Al entrar en el estadio, una bruja del ministerio estaba apostada en la entrada, actuando como guardia de seguridad, dejando entrar a la gente y haciéndoles saber dónde se tenían que sentar para ver el partido según lo que decían sus entradas.

—¡Asientos de primera! —gritó ella, al comprobar sus entradas—. ¡Tribuna principal! Todo recto escaleras arriba, Arthur, arriba de todo.

Mientras sonreían tanto que sus rostros podrían doler, entraron finalmente en el estadio, todos muy emocionados por ver el partido, y a Víctor Krum. Aunque algunas personas podrían decir que la familia Weasley tenía unos asientos horribles, Rose estaba agradecida de que su padre hiciera todo lo posible para mantener a sus hijos felices y asegurarse de que tuvieran el mayor amor posible, a pesar de no tener mucho dinero para hacerlo. Era increíblemente afortunada de tener unos padres como los suyos.

Las escaleras del estadio estaban tapizadas con una suntuosa alfombra de color púrpura. Subieron con la multitud, que poco a poco iba entrando por las puertas que daban a las tribunas que había a derecha e izquierda. El grupo del señor Weasley siguió subiendo hasta llegar al final de la escalera y se encontró en una pequeña tribuna ubicada en la parte más elevada del estadio, justo a mitad de camino entre los dorados postes de gol. Contenía unas veinte butacas de color rojo y dorado, repartidas en dos filas. Rose tomó asiento con los demás en la fila de delante y observó el estadio que tenían a sus pies, cuyo aspecto nunca hubiera imaginado. La pelirroja pensó que era una vista increíble; podrían ver todo desde ahí arriba. Era increíble, algo que estaba segura que nunca olvidaría.

Mientras estaban todos sentados, Ron y Harry estaban en su propio mundo, como solían estarlo, mientras Hermione ojeaba con interés su programa forrado de terciopelo y adornado con borlas, buscando información y datos sobre Quidditch. Rose se limitaba a mirar a todas las demás personas que se iban acomodando en sus propios asientos, sin tener otra cosa en la que concentrarse — Cedric no tenía los mismos asientos que ellos, así que no estaba cerca de ellos, lo que la molestó un poco.

—Antes de que empiece el partido habrá una exhibición de las mascotas de los equipos —leyó Hermione en voz alta, ganando la atención de todos.

—Eso siempre es digno de ver —les dijo el señor Weasley, al escuchar las palabras de Hermione—. Las selecciones nacionales traen criaturas de su tierra para que hagan una pequeña exhibición —contó él, deseando ver lo que cada equipo tenía pensado para el público, éste sería sin duda un viaje memorable.

Durante la siguiente media hora, Rose y Hermione hablaron del partido y de lo emocionadas que estaban. Hermione le contó todos los datos y la información del partido, así como de todos los jugadores de cada equipo. A Rose siempre le asombrará el conocimiento de Hermione sobre absolutamente todo; teniendo en cuenta que sus dos padres eran muggles, sabía más que la mayoría de los alumnos de Hogwarts, y eso siempre le resultaba sorprendente.

El señor Weasley no paró de estrechar la mano a toda clase de magos y brujas que trabajaban para el ministerio, aunque ninguno de los chicos le prestaba atención, es decir, hasta que llegó Cornelius Fudge, con el ministro búlgaro, que sólo se interesaba por la cicatriz de Harry y por cómo había sobrevivido a "el que no debe ser nombrado", como todos los que se cruzaban con él.

Fue entonces cuando los cuatro adolescentes se fijaron nada más y nada menos que en Lucius Malfoy, Draco y su madre, que se encaminaban hacia tres asientos aún vacíos de la segunda fila, haciendo que la velada de Rose cayera al instante y se convirtiera en una basura; ella los odiaba con todo su ser.

Los cuatro siempre habían sentido antipatía hacia Draco Malfoy, ya que siempre se portaba muy mal con Harry y sobre todo con Hermione, que era de sangre muggle. Rose siempre había pensado que se debía a que Draco estaba celoso de que Harry recibiera mucha más atención de la que había recibido él en sus tres años en Hogwarts, siendo un sangre pura y todo eso. Harry también había defendido a Ron y a Rose cuando llegaron a Hogwarts; después de que Draco insultara a los mellizos y a su familia por ser pobres y traidores a la sangre, le preguntó a Harry si quería estar con su grupo, pero Harry se negó, defendiendo a las personas con las que ya había hecho amistad en el tren.

El año pasado, Hermione le propinó un puñetazo en la cara, y tras ello, él había tratado de mantenerse alejado de las dos chicas, temiendo que volviera a ocurrir; aunque, fue lo mejor que Rose había visto en su vida — aún pensaba en ello hasta el día de hoy, todavía asombrada de que Hermione hubiera hecho eso.

Mientras el Ministro presentaba a todos, Rose no pudo evitar mirar con desprecio a Lucius, sobre todo después de que fuera tan grosero con su padre al principio de su segundo año en la librería. Ella sentía lo mismo por Draco, desde que llamó a Hermione "sangre sucia" en su primer año, tenía una venganza contra él y sus amigos que lo seguían y copiaban todo lo que el horrible muchacho hacía.

El señor Malfoy mantuvo la vista fija en Hermione y Rose, ya que no le gustaba el hecho de que ella fuera una sangre sucia, y le desagradaba la pelirroja simplemente porque era la hija de Arthur, y él era un completo traidor al mundo de los magos con su fascinación por los muggles, y el hecho de que conversara con ellos. Sin embargo, el señor Malfoy no se atrevió a decir nada delante de su jefe, el ministro de Magia. Con la cabeza hizo un gesto desdeñoso al señor Weasley, y continuó caminando hasta llegar a su asiento al lado de su familia.

—Asquerosos —murmuró Ron mientras la familia Malfoy tomaba asiento detrás de los cuatro Gryffindors. Rose asintió, dándole la razón a su hermano, antes de que todos se volvieran de nuevo hacia el campo de juego — no iban a dejar que este pequeño encuentro les arruinara el día y el partido; esto iba a ser increíble, y no iban a dejar que unos horribles Slytherins se lo arruinaran.

—Damas y caballeros... ¡bienvenidos! ¡Bienvenidos a la cuadringentésima vigésima segunda edición de la Copa del Mundo de quidditch! —habló Ludo Bagman, apuntando con su varita su garganta, haciendo que su voz resonara en todo el estadio como un megáfono.

El enorme panel que tenían enfrente borró su último anuncio (Grageas multisabores de Bertie Bott: ¡un peligro en cada bocado!) y mostró a continuación: BULGARIA: 0; IRLANDA: 0.

—Y ahora, sin más dilación, permítanme que les presente a... ¡las mascotas del equipo de Bulgaria!

Rose se preguntaba cuál sería sus mascotas, hasta que un centenar de Veelas salieron al campo y empezaron a bailar, llamando la atención de miles de personas, sobre todo la de los hombres.

Hermione y Rose levantaron la mirada confundidas cuando Harry se levantó y puso un pie sobre la pared de la tribuna principal, casi cayéndose; Ron también intentó levantarse y seguirle, pero fue sujetado al instante por su melliza, ya que parecía estar en una especie de aturdimiento y ella no quería que se hiciera daño.

—Harry, ¿qué haces? —preguntó Hermione a Harry, que parecía haber vuelto a la tierra. Ron seguía mirando con la boca abierta a las Veelas mientras Hermione y Rose ponían los ojos en blanco, sabiendo la causa de este problema, antes de que ambas chasquearan la lengua y tiraran de Harry con todas sus fuerzas para que se volviera a sentar.

—Y ahora —bramó la voz de Ludo Bagman, recuperando la atención del estadio lleno de gente que ahora estaba fuera de su aturdimiento—, tengan la bondad de alzar sus varitas para recibir a... ¡las mascotas del equipo nacional de Irlanda!

En aquel momento, lo que parecía ser un cometa de color oro y verde entró en el estadio como disparado, dio una vuelta al terreno de juego y se dividió en dos cometas más pequeños que se dirigieron a toda velocidad hacia los postes de gol. Repentinamente se formó un arco iris que se extendió de un lado a otro del campo de juego, conectando las dos bolas de luz. La multitud exclamaba «¡oooooooh!» y luego «¡aaaaaaah!». A continuación se desvaneció el arco iris, y las dos bolas de luz volvieron a juntarse y se abrieron: formaron un trébol enorme y reluciente que se levantó en el aire.

Entonces, el trébol se elevó sobre sus cabezas, dejando caer pesadas monedas de oro. Rose recogió inmediatamente un puñado, queriendo dárselo a Fred y a George para su tienda de bromas. Estaba segura de que ellos probablemente estaban haciendo lo mismo. No era mucho, pero era mejor que nada.

Después de que el trébol se disolviera, los leprechauns que antes bailaban, se fueron hacia el lado opuesto al que ocupaban las veelas, y se sentaron con las piernas cruzadas para contemplar el partido. Fue entonces cuando Bagman comenzó a revelar los nombres del equipo de Bulgaria. Rose sólo escuchó el nombre de Krum, y cuando lo vio, vitoreó con la mayor emoción que ha tenido nunca, viendo como salía con una mirada seria, «es tan atractivo».

Salió en su escoba, con un aspecto tan perfecto como siempre, incluso más de lo que acostumbraba. Tenía a todo el público animándole el doble que a los otros compañeros, siendo él quien era. Era realmente querido por todos.

A medida que avanzaba el partido, ambos equipos marcaron una cantidad decente de goles, pero fue cuando apareció la snitch, cuando todos se volvieron absolutamente locos, emocionados por el momento en que sería atrapada.

—¡Ha visto la snitch! —gritó Harry, habiendo visto la snitch él mismo—. ¡La ha visto! ¡Míralo!

Rose apenas podía oírle por encima de los gritos del público, pero sonrió de todos modos, ya que era raro que le viera tan feliz durante las vacaciones.

Los dos buscadores de cada equipo corrían hacia la snitch, y parecían estar increíblemente cerca de chocar el uno con el otro y caer de sus escobas.

—¡Van a estrellarse! —gritó Hermione.

—¡Parece que sí! —le gritó Rose, dándole la razón a Hermione mientras la observaba con los nervios recorriendo sus huesos ante la idea de que Krum se cayera de su escoba.

—¡Nada de eso! —negó Ron.

—¡Lynch sí! —gritó Harry, de acuerdo con las dos chicas.

Y Harry tenía razón, ya que Lynch chocó contra el suelo con una fuerza tremenda, haciendo que Hermione y Rose pegaran un grito y se agarraran de los brazos, sorprendidas y nerviosas.

A continuación, una horda de Veelas furiosas empezó a darle patadas, haciéndolo desaparecer de la vista.

—¡La tiene...! ¡Krum la tiene...! ¡Ha terminado! —gritó Harry, saltando de alegría.

Krum, que tenía la túnica roja manchada con la sangre que le caía de la nariz, se elevaba suavemente en el aire, con el puño en alto y un destello de oro dentro de la mano.

El tablero anunció «BULGARIA: 160; IRLANDA: 170» a la multitud, que no parecía haber comprendido lo ocurrido. Luego, despacio, como si acelerara un enorme Jumbo, un bramido se alzó entre la afición del equipo de Irlanda, y fue creciendo más y más hasta convertirse en gritos de alegría.

—¡IRLANDA GANA! —voceó Bagman, que, como los mismos irlandeses, parecía desconcertado por el repentino final del juego; esperaba que Bulgaria ganara el partido—. ¡KRUM HA COGIDO LA SNITCH, PERO IRLANDA HA GANADO! ¡Dios Santo, no creo que nadie se lo esperara!

Rose estaba sumamente feliz, pues Fred y George habían ganado la apuesta que habían hecho con Bagman de que Irlanda ganaría. La joven pelirroja abrazó a la persona más cercana a ella, dando saltos de emoción, y cuando se apartó, Harry estaba ahí, con la cara roja, pero ella no le prestó atención mientras seguía celebrando el resultado del partido.

Se rascó la nuca en señal de timidez cuando ella pasó a la siguiente persona con la que celebrar; no entendía por qué siempre se ponía tan nervioso al interactuar con ella; pero lo apartó de su mente, y siguió celebrando la victoria de Irlanda. Esto sería algo que nunca podría olvidar.

De vuelta al campamento y en su propia tienda, todos los jóvenes bailaban celebrando que los irlandeses habían ganado el partido, divirtiéndose como nunca.

—No le digáis a vuestra madre que habéis apostado —escuchó Rose a su padre implorarle a Fred y a George, no precisamente enfadado porque los gemelos habían ganado una buena cantidad de oro.

—No te preocupes, papá —respondió Fred muy alegre—. Tenemos grandes planes para este dinero, y no queremos que nos lo confisquen.

Por un momento dio la impresión de que el señor Weasley iba a preguntar qué grandes planes eran aquéllos; pero, tras reflexionar un poco, pareció decidir que prefería no saberlo.

—Todavía no puedo creer que hayan ganado los irlandeses —le dijo Rose a Hermione, mientras estaban sentadas en la parte superior de su litera, cansadas por bailar tanto—. La verdad es que pensé que ganarían los búlgaros.

Hermione dio un sorbo a su chocolate caliente y asintió con la cabeza, de acuerdo.

—Krum fue muy valiente, ¿verdad? —preguntó ella casualmente.

Rose la miró y movió las cejas de forma sugerente.

—Sí, lo fue, ¿verdad? —se burló con una sonrisilla.

—Oh, cállate —dijo Hermione, dando un codazo a Rose de forma juguetona, que casi derrama su bebida, riéndose de la reacción de su amiga—. Sabes a qué me refiero, la forma en la que se lanzó para atrapar la snitch fue increíble.

Rose asintió a sus palabras, tomando otro sorbo de su propio chocolate caliente.

—Sí, supongo que tienes razón —murmuró, con los labios todavía posados en su taza. Estaba muy cansada por el partido—. Hoy ha sido un buen día.

Hermione volvió a asentir.

—Parece que siempre corremos hacia los problemas —dijo, recordando todo lo que ocurría cada año; parecía que el cuarteto de amigos no podía librarse de ningún lío que ocurriera en Hogwarts.

—Es verdad —Rose estuvo de acuerdo.

Ambas esperaban que este año fuera tranquilo, sin interrupciones— ¿tan difícil es?


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