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( 𝟎𝟎𝟑 ) meeting harry potter (flashback)

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LA ESTACIÓN DE TREN KING'S CROSS ESTABA ABARROTADA DE PERSONAS
que intentaban llegar a sus tareas/trabajos diarios. Entre los grandes grupos de personas, se encontraba la gran familia Weasley, que se apresuraba a través de la multitud, con el fin de llegar a su destino a tiempo.

Harry Potter, por su parte, estaba completamente perdido, preguntándose cómo encontrar el andén nueve y tres cuartos que estaba escrito en su billete de tren, preguntándose si todo esto de la magia había sido una broma que le estaban gastando y que estaba siendo grabada para algún reality show de bromas, eso hasta que escuchó a los Weasley hablando entre ellos.

Todos los años igual —dijo la voz de la señora Weasley, mientras guiaba a todos sus hijos por la concurrida estación de tren—. Abarrotado de Muggles, cómo no. Vamos. Andén nueve y tres cuartos por aquí —anunció ella, empujando a sus hijos entre la multitud de gente.

Ron y Rose caminaban detrás de su familia, acurrucados para mantenerse alejados de los muggles que los rodeaban, ya que los hacían extrañarse, con sus propios baúles, junto con la rata mascota de Ron, la que Percy le había regalado este año, ya que había conseguido su propia lechuza como regalo por convertirse en prefecto.

Mientras iban detrás de su familia, los mellizos se acercaban lentamente a los carteles que escribían "10" y "9", sin saber aún cómo llegar al andén donde les esperaba el Expreso de Hogwarts, ya que era su primer año; aunque habían visto a todos sus hermanos mayores partir hacia el colegio, pero nunca habían atravesado el muro ellos mismos, y daba bastante miedo.

Ginny, la hermana pequeña de Rose, tiró de la mano de su madre, después de ver a todos sus hermanos con sus baúles, molesta por verlos partir sin ella, algo que temía desde que los mellizos recibieron sus cartas de Hogwarts.

—Mamá, ¿no puedo ir...? —suplicó, mirando la barrera entre los andenes nueve y diez con mirada suplicante.

—No tienes edad suficiente, Ginny. Ahora estáte quieta —habló la señora Weasley—. Muy bien, venga Percy, tú primero —dijo ella, indicando al tercer hijo mayor que pasara primero por la barrera.

Rose y Ron observaban desde su lugar, detrás del par de gemelos mayores de la familia Weasley, con expectación; mientras que Harry observaba desde la distancia, completamente sorprendido por lo que estaba presenciando. El hecho de haber crecido con un estilo de vida muggle, significaba que no había visto mucha magia en absoluto, hasta este momento, cuando había conocido a Hagrid no hacía mucho tiempo.

—Fred, te toca —dijo Molly, haciendo un gesto a uno de los gemelos, que creía que era Fred, para que se moviera.

—Él no es Fred, soy yo —se quejó George.

—En serio, ¿cómo te puedes llamar nuestra madre? —bromeó Fred, mientras George negaba con la cabeza, "decepcionado".

—Oh, perdona, George —se disculpó Molly, intentando que sus hijos se pusieran en marcha, pues de lo contrario perderían el tren.

—Era una broma, yo soy Fred —bromeó Fred, antes de correr hacia la barrera que había entre los dos andenes y desaparecer, junto con George, que siguió rápidamente a su gemelo.

Rose estaba más emocionada a medida que pasaban los segundos, pues estaba muy ilusionada por asistir a Hogwarts desde que vio asistir allí a su hermano mayor, Bill. Ya podía decir que ella y Ron iban a tener un gran año.

—Muy bien... —dijo Molly, volviéndose hacia sus mellizos, hasta que un niño muy pequeño al que ninguno de ellos conocía, la interrumpió educadamente.

—Disculpe —dijo él, amablemente, ganando su atención.

—¿Sí, querido? —le preguntó con una sonrisa cariñosa, que fue cuando vio su baúl y supo que también iba a Hogwarts—. Primer año en Hogwarts, ¿no? —el niño asintió—. No te apures, hijo... también es el primer año de los mellizos Ron y Rose en Hogwarts.

Rose le dedicó una enorme sonrisa al chico, junto con Ron. «Parece simpático», pensó para sí misma, mientras le miraba.

—Sí —dijo el muchacho—. Lo que pasa es que... es que no sé cómo... —hizo un gesto hacia el muro, a lo que ella le explicó cómo pasar, y finalmente, el chico lo hizo sin apenas esfuerzo.

Rose vio entonces a su mellizo atravesar el muro y, por último, le tocó a ella. Era todo lo que siempre había soñado, poder atravesar por fin el muro con su propio carrito, en lugar de ver a cada uno de sus hermanos partir en el tren de Hogwarts sin ella.

Finalmente apareció en el otro lado, viendo a toneladas de otros niños, de su misma edad, o mayores que ella, metiendo sus baúles en el tren y despidiéndose de sus padres y de algunos hermanos que aún no tenían edad suficiente para empezar el colegio, enfurruñados mientras veían partir a sus hermanos mayores.

Miró a Ron con una enorme sonrisa, que se la devolvió; antes de meter los baúles de ambos en el tren, con la ayuda de Fred y George.

Este iba a ser un año increíble .


Un poco más tarde, la familia Weasley se estaba despidiendo. Pronto se volverían a ver, cuando llegaran las vacaciones y volvieran a casa.

—Recordad, sed buenos —les dijo la señora Weasley a cada uno de sus hijos, que asintieron a su madre con sonrisas—. Os escribiré a todos —continuó, besando todas sus cabezas, creando un coro de gruñidos y quejidos—. Oh, callaos.

Todos subieron al tren, y Ginny comenzó a llorar al ver que todos sus hermanos se iban, dejándola a ella como el último hermano en casa con su madre y su padre, hasta que llegaran las vacaciones y pudieran volver a casa.

—No te preocupes, Ginny, vamos a enviarte muchas lechuzas —le dijo Rose, desde la ventanilla del tren. Echaría de menos a su hermana pequeña. Ginny resopló y asintió como respuesta, triste por la partida de su única hermana, y porque no podrían pasar todos los días juntas como solían hacer... la iba a extrañar.

Fred y George asintieron con la cabeza.

—Y un inodoro de Hogwarts.

—¡George!

—Era una broma, mamá.

La señora Weasley negó con la cabeza, amenazando a sus hijos de que los traería directos a casa si intentaban algo así, pero conociendo a los gemelos, no le extrañaría que hicieran algo tan estúpido...

Después de despedirse, Rose agarró al instante a Ron del brazo y empezó a tirar de él por el pasillo del tren, emocionada por llegar por fin a Hogwarts. Suspiró, soltando el brazo de Ron, cuando no pudo encontrar ningún asiento libre para los dos.

—Genial. Primer día y ya somos unos perdedores —habló, triste de que en su primer día de colegio ya fueran clasificados como los perdedores que no pudieron encontrar un maldito asiento.

Ron no quería ver a su hermana molesta, así que la tomó de la mano y tiró de ella a lo largo del pequeño camino del vagón, esperando encontrar un lugar donde sentarse para que su hermana no se enfadara.

Cuando por fin llegó al que vio que tenía asientos vacíos, asomó la cabeza por la puerta.

—Perdona. ¿Te importa? Es que está todo lleno —habló, ganándose la atención del único chico sentado en el compartimento.

—En absoluto —respondió él con una sonrisa. Rose notó que sonaba muy amable, por lo que dedujo que era un chico bastante agradable para sentarse con él y entablar amistad. Tal vez el chico pensaría lo mismo y se llevarían bien, sólo el tiempo podría decirlo.

Ron le sonrió a Rose detrás de él, que le dedicó una sonrisa similar, antes de entrar nerviosos en el compartimento, todavía cogidos de la mano, por los nervios.

—Por cierto, me llamo Ron. Ron Weasley —se presenta Ron, antes de hacer un gesto hacia su melliza—. Y esta es Rose. Somos mellizos —dijo él, finalmente soltando su mano para que ambos pudieran sentarse frente al chico.

El chico delante de ellos les sonrió a los dos.

—Yo, Harry. Harry Potter —dijo él, haciendo que los ojos de los mellizos se abrieran de par en par, sorprendidos por haber oído hablar del niño que sobrevivió.

—Caray —murmuró Rose, mirando a Harry con sorpresa.

—Entonces, es cierto —exclamó Ron—. Dime, ¿tienes realmente la...? —se detuvo, señalando su frente.

Rose dio un codazo a su hermano, lanzándole una breve mirada ante sus palabras, no sabía si Harry se sentiría cómodo hablando de eso, y Ron no debería de haber soltado eso sin más.

—¿La qué? —preguntó Harry, confundido.

—Nada —intervino Rose.

—La cicatriz —Ron habló por encima de ella, haciendo que la pelirroja se llevara la mano a la frente; realmente tenía un hermano muy estúpido.

—No te preocupes —le dijo Harry a Rose, que se sonrojó ligeramente al ver que le sonreía, antes de apartarse el flequillo de la cara para mostrar a los mellizos su famosa cicatriz.

Rose no podía negar el hecho de que se veía increíblemente guay. Ella y Ron habían oído las historias sobre cómo derrotó a "el que no debe ser nombrado" y siempre les interesó mucho. Estar de verdad sentados frente al chico que lo derrotó, era una locura para ellos; el auténtico Harry Potter.

—¡Qué pasada! —le dijo Ron, haciendo que Harry se riera ligeramente de su sorpresa por la cicatriz a la que tanto se había acostumbrado.

—Es francamente alucinante —murmuró Rose en seguida, haciendo que Harry sonriera más ampliamente a los mellizos, que estaban interesados en él. Era muy diferente a como es su vida en casa, con su tía y su tío despreciándolo.

Estaban a punto de iniciar otra conversación, cuando la señora del carrito les interrumpió preguntando si querían algo del carrito de los dulces. Rose miró el carrito con una expresión agria en la cara. Dios, deseaba tener el suficiente dinero para una rana de chocolate.

—No, gracias. Estamos servidos —le dijo Ron a la amable señora, sosteniendo los dos sándwiches que les había preparado su madre a su melliza y a él para el camino.

Por mucho que Rose amara a su madre y la comida que hacía, realmente deseaba que tuvieran un mejor almuerzo, como dulces y chocolate.

—Nuestra madre nos prepara el almuerzo —habló Rose, que parecía bastante triste por el hecho, ya que todo lo del carrito tenía muy buena pinta.

Harry miró a los mellizos con expresión de pena, antes de recordar que tenía un bolsillo lleno de oro que podía utilizar para comprar dulces a sus nuevos amigos.

—Dénoslo todo —dijo el chico de pelo azabache, sacando varias monedas de oro de su bolsillo.

Los dos pelirrojos miraron sincronizadamente la mano de Harry, sorprendidos por la cantidad de dinero que tenía.

—¡Ahí va! —murmuraron ambos al unísono.

Rose había conseguido su rana de chocolate y no podía estar más contenta, le encantaban, era su dulce favorito. Ya estaban cada vez más cerca de Hogwarts, mientras todos masticaban sus dulces, los mellizos le contaban a Harry sobre ellos, cómo se llamaban, y qué hacían.

—¿Grageas Bertie Bott de Todos los Sabores? —preguntó Harry, sin entender el nombre. ¿Cómo podía haber de cada uno de los sabores?

—De todos y cada uno —le informó Ron, mientras Rose seguía con la boca llena de chocolate, asintiendo—. Hay de chocolate y menta, pero también de... espinacas, hígado y callos —volvió a hablar, tratando de pensar en más sabores, pero era difícil cuando cada uno de ellos podía ser nombrado.

Rose se dio cuenta de que hablaba con la comida aún en la boca, lo que la hizo estremecerse al verlo.

—Ronny, come con la boca cerrada, cerdo —le regañó, haciendo que abriera la boca y le mostrara lo que había dentro. Rose al instante apartó la mirada con asco, no entendía cómo podían estar relaciones—. Eres un guarro.

—George jura que una vez encontró una con sabor a mocos —contó Ron, ignorando a Rose.

—Lo hizo —confirmó Rose, mientras los dos chicos se giraban hacia ella—. Me la metió en la boca después de encontrarla, fue la cosa más asquerosa que he comido nunca —les dijo a ambos, recordando el asqueroso sabor de la gragea.

Después de esta información, Harry pensó que lo mejor sería no comerlas más, así que cogió la que ya se había metido en la boca y la sacó, volviendo a meterla en el paquete.

—No son ranas de verdad, ¿no? —preguntó Harry, mientras sacaba su propia rana de chocolate.

—Es un conjuro —le explicó Rose, colocando su caja vacía a un lado, junto con su cromo de Dumbledore, de la que tenía muchas en casa, apiladas.

—Además, molan por los cromos. Cada paquete trae un mago o bruja famosos. Yo ya tengo quinientos —Ron siguió hablando, ya que Rose se había quedado en blanco, llena por la cantidad de dulces que había comido y sumamente cansada por ello.

Cuando la rana de Harry saltó por la ventana nada más abrir el paquete, Rose no pudo evitar resoplar por lo gracioso que fue. Su primera rana, y se escapó.

—Oh, qué mala suerte. Estas ranas sólo saltan una vez —informó Ron.

—¡Me ha tocado Dumbledore! —exclamó Harry, sonando emocionado.

—Yo tengo seis de él —dijo Ron con una sonrisa.

—Yo también tengo una, mira —dijo Rose, mostrándole su propio cromo. Sin embargo, Dumbledore ya no aparecía en él, lo que confundió al chico.

—¡Eh, ya no está! —señaló Harry, antes de volver a mirar la suya, que también estaba vacía.

—Pues claro. No querrás que permanezca ahí todo el día, ¿verdad? —bromeó Rose, mientras Harry presentaba una expresión facial extraña, no entendía nada de esto.

Entonces, Harry se dio cuenta de Scabbers que estaba comiendo de una caja de caramelos vacía.

—Te presento a mi rata Scabbers. Patética, ¿verdad? —le dijo Ron.

—Odio a esa cosa. No sé por qué la tenemos —murmuró Rose.

—Sólo estás celosa de que la tenga yo y no tú —replicó Ron.

—Sí, porque yo quiero una rata maloliente, ¿no? —respondió de vuelta, haciendo que Ron se callara. Cuando estaba a punto de hechizar a la rata, para mostrarle a Harry lo que uno de sus hermanos les había enseñado, una chica los interrumpió, de pie en su puerta, mirando alrededor del compartimento antes de suspirar.

—¿Alguien ha visto un sapo? —les preguntó a los tres—. Un chico llamado Neville ha perdido uno.

—No por aquí —le informó Rose, alzando un poco la mirada para verla.

Cuando la chica se dio cuenta de que Ron tenía la varita en la mano, se le iluminó la cara.

—Oh, ¿estáis haciendo magia? Vamos a verlo —dijo la castaña, actuando de forma bastante snob.

Rose miró ligeramente mal a la chica desconocida, antes de volverse hacia Ron.

—Vamos, Ron, enséñale —le dijo ella, sentándose recta, esperando que le demostrara a la desconocida que estaba equivocada y le mostrara que podía hacer magia. Ella le había visto hacerlo.

—Eh... de acuerdo —se aclaró la garganta—. «Rayo de sol, margaritas con mantequilla, volved amarilla a esta tonta ratilla.»

Lanzó el hechizo, apuntando con la varita a la rata. Sólo que, cuando lo hizo, no sucedió nada, Scabbers siguió durmiendo, tan gris como siempre, lo que hizo que Rose se encorvara en su asiento, decepcionada.

—¿Estás seguro de que eso es un hechizo? Porque no parece muy efectivo —preguntó la niña, cruzando los brazos sobre su pecho con ligero humor.

—Bueno, ¿y tú qué sabes? —desafió Rose, no le gustaba la forma en que le hablaba a Ron, nunca le había gustado que nadie le hablara así a su hermano, y no iba a quedarse de brazos cruzados mientras esta completa desconocida hacía lo mismo.

—Yo solamente he probado unos cuantos muy sencillos... pero me han funcionado —les contó a los tres, ignorando la grosería de Rose hacia ella.

—Qué maravilloso —comentó Rose con sarcasmo, ganándose una burla de Ron.

La niña se adentró en el compartimento, sacando su propia varita y se sentó delante de Harry.

—Por ejemplo —habló, apuntando con su varita la cara de Harry, quien abrió mucho los ojos, claramente asustado—: Oculus Reparo.

Cuando las gafas de Harry se repararon al instante, Rose puso los ojos en blanco y se volvió a poner como estaba en su asiento, con un resoplido saliendo de su boca. No le gustaba que esa niña le hubiera demostrado que estaba equivocada; lo mismo hizo Ron, que suspiró al lado de su hermana, ya que no le caía precisamente bien la desconocida.

—Es bueno, ¿a que sí? —preguntó ella, mientras Harry se quitaba las gafas sorprendido y las miraba. La niña jadeó—. ¡Cien centellas! ¡Eres Harry Potter! —exclamó, después de notar el tenue contorno de su cicatriz bajo el flequillo—. Soy Hermione Granger —se presentó antes de girarse a los mellizos—. ¿Y vosotros sois...?

—Eh... Ron Weasley —Rose la fulminó con la mirada mientras Ron respondía con la boca llena de comida, después de que ella le hubiera dicho expresamente que no hiciera eso.

Rose puso los ojos en blanco hacia Ron, antes de volverse hacia Hermione.

—Rose Weasley.

—Un placer —habló, lanzando una mirada de disgusto a Ron. Eso hizo que a Rose le cayera un poco bien, después de ver que Hermione tampoco soportaba que él comiera con la boca abierta—. Los tres deberíais poneros ya las túnicas. Estamos a punto de llegar —les avisó. Mientras se daba la vuelta para marcharse, se quedó parada en la puerta y se giró, mirando a Ron—. Tienes sucia la nariz, por cierto. ¿Lo sabías? Justo aquí —preguntó, señalando su propia nariz para indicarle dónde estaba sucia.

Cuando se fue, Rose resopló de la risa. Tal vez esta chica le caería bien después de todo...


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