FIVE
A D V E R T E N C I A S
incesto y menciones de escenas sexuales y violación. no leer si encuentra alguno de estos temas sensibles o detonadores, y recuerden que yo estoy siempre disponible por si quieren charlar con alguien
T H E O R I G I N A L S
ivar mikaelson & astrid mikaeldóttir
MOONDUST
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❛ el brillo del sol me dará lo suficiente para enterrar mi amor en el polvo de la luna❜
Nuevo Mundo, 981 a.c
Esther arrullaba a su pequeña niña —con solo días de nacida— en sus brazos mientras miraba a Kol jugando con ramas en el suelo de la choza. Ella amaba a todos sus hijos, pero la Astrid tenía un lugar especial en su corazón. Era su niña. Porque ella si era suya, esta vez no tendría que entregarla a Dalhia.
Después de la partida de su primogénita Freya, su familia no volvió a ser la misma, con la llegada de Niklaus eso cambió, pero su esposo Mikael aun añoraba tener de vuelta a la hija que perdió, Esther lo notaba cada vez que miraba a sus hijos con recelo. Tal vez Astrid cambiaria eso.
Esther alzó la vista y se encontró con su hijo Ivar mirando tímidamente desde la entrada. La bruja sonrió con dulzura.
—Hola, Ivar. ¿Quieres ver a tu hermanita? —ella preguntó e Ivar no dudo en asentir acercándose a su mamá y hermana menor—. Ella es tu pequeña hermanita, como hermano mayor tienes que cuidarla y protegerla, porque ella es familia y la familia esta junta. Siempre y para siempre. ¿Lo prometes? ¿Prometes que la protegerás de todo? —Esther preguntó con detenimiento a su hijo.
El pequeño Ivar de 4 primaveras infló su pecho con orgullo y miró a su madre con convicción. —Lo prometo, madre —juró y acercó su mano a la de su hermana. El pequeño se derritió cuando la pequeña Astrid tomó su dedo índice y lo apretó en su pequeña mano—. Siempre te protegeré, Astrid —susurró afirmando su promesa y como si la pequeña Astrid pudiera entenderle, ella abrió los ojos observando fijamente a su hermano mayor. Sus ojos cafés oscuro brillaron con curiosidad.
Esther observó a sus pequeños bebés con felicidad pura. Al fin tuvo lo que siempre deseó, una familia.
✶ ✸✶
Nuevo Mundo, 996 a.c
—¡Agh! ¡Astrid! —Ivar gimió—. Joder —mordió su labio inferior para ahogar sus gritos.
—¡Lo siento! —Astrid se disculpó por quinta vez desde que comenzó a limpiar las heridas en la espalda de su hermano mayor—. No debiste retarlo de esa manera. Ya sabes cómo es padre —ella dice con pesar mirando las cortadas abiertas. Se sentía culpable ya que el enfrentamiento entre su padre y su hermano fue su culpa.
—No iba a quedarme callado y aceptar su palabra como lo hicieron todos en la fami-ugh... Familia. Jure protegerte de todo, Astrid. Todo.
—Lo sé y estoy agradecida. Pero es el nuestro padre, es el jefe de la familia y su palabra es ley.
—¡No cuando decide casarte con un viejo cascarrabias a cambio de oro y terreno, Astrid! —Ivar gritó furioso, recordando como su padre anunció que su lunita se comprometería con Edgar Boyer, un rico comerciante de 45 años cuyo pasatiempo era casarse con jovencitas.
Se decía que acostumbraba a tener una esposa de cada parte del mundo, pagaba a los padres de las pobres muchachas cantidades ridículas de oro o productos por los cuales no podría haber negación por parte de la familia. Edgar vio a Astrid un día en el mercado cuando ella acompañó a su madre a ver las nuevas telas, ya que la quinceañera quería crear un abrigo nuevo para su hermano favorito como regalo del día de su nacimiento, desde ese momento el viejo quedó impactado con la belleza e inocencia de la hija de Mikael. Su boca se aguó al pensar en las maneras de romper ese espíritu inocente. No perdió tiempo en hacer un trato con Mikael ofreciéndole las tierras y el mercado que lo ocupaban. A Mikael le pareció un trato justo, por supuesto, su ambición y necesidad de poder ganando contra el valor de la lealtad a su familia.
—Soy una mujer, no soy nada. Mi deber es obedecer a mi padre y después obedecer a mi esposo. Fui criada para cocinar, limpiar, coser... —Astrid se atoró con un nudo en su garganta—. Tener hijos —murmuró con dolor.
El alma le dolió ya que ella deseaba más que nada tener una familia. Tener un esposo al que amara con fervor e hijos que fueran su vida. Pero eso ya no sería más, porque por mucho que lo deseara, Edgar no era el hombre que miraba en sus pensamientos y anhelos.
» Todo listo aquí. Levántate —Astrid palmeó el hombro de su hermano para que se sentara y así poder vendarle el torso. Ivar cumplió y se sentó en el césped dejando a la pista su abdomen marcado y músculos en sus pectorales, espalda y hombros.
Astrid tragó dándose valor y comenzó a enrollar los pedazos de manta en el cuerpo de su hermano. Iniciando con el hombro para más soporte en el vendaje.
—No puedo creer que todos lo aceptaran sin más —Ivar continuó hablando decepcionado de su familia—. Lo esperaba de madre y Rebekah, joder. ¡Incluso de Kol! Porque son los menores, pero nuestros hermanos mayores me decepcionaron grandemente.
—Le temen —Astrid defendió a sus hermanos continuando con su trabajo. Ahora enrollando la manta en el abdomen de su hermano. Con cada roce de sus dedos en la piel de él, Ivar contraía su estómago dejando de respirar por un segundo—. Justo como nosotros. Solo que somos mejores en esconderlo. Levanta los brazos...
Ivar alzó los brazos y abrió las piernas para que Astrid se metiera y tuviera mejor acceso. La Mikaeldóttir captó la acción y sonrojándose que posicionó entre las piernas de Ivar. Ivar la sujetó por la cintura, deseando que no acabara nunca y poder estar así con ella siempre.
Muchos dirán que albergar sentimientos por tu hermana era algo asqueroso e indecoroso, pero él no podía evitarlo. Se sentía celoso cada vez que uno de los hombres de la aldea trataba de cortejar a Astrid, y solo se quedaba en eso, en un intentó ya que cada vez él los amenazaba con ayuda de sus hermanos, Nik y Elijah. Sus hermanos mayores no eran tontos, supieron de los sentimientos de su hermano menor hacia su hermana más eligieron no comentar nada porque estaban seguros de que de un enamoramiento no pasaría. Tal vez por eso no se opusieron ante la noticia de Mikael de casar a su hermana, a lo mejor eso le daría una oportunidad a Ivar de olvidar sus sentimientos por su hermana y buscar a una mujer de la cual enamorarse y eventualmente formar una familia.
Astrid terminó con su tarea y sonrió satisfecha con los resultados. Se sostuvo de los hombros de Ivar para poder pararse, pero el agarre de su hermano en su cintura se apretó haciéndoselo imposible.
—Ivar... —Astrid advirtió.
—Podemos huir. Alejarnos de todo y comenzar una vida donde nadie nos conozca, donde podamos estar juntos como queremos.
—No...
—Te amo, Astrid. Siempre lo he hecho —Ivar intenta besarla, pero ella voltea el rostro.
—Es incorrecto. Madre lo dijo cuándo nos descubrió. Un hermano y una hermana no pueden albergar sentimientos románticos el uno por el otro. No deben besarse, no deben tocarse, no deben amarse, lo sabes... No lo hagas más difícil.
—Tú me amas, lo sabes.
—Lo hago. Con todo mi corazón, Ivar. Pero no es correcto.
—Al diablo con lo correcto. Que se pudran todos —Ivar susurró acercándose peligrosamente cada vez más cerca a los labios de Astrid.
La castaña suspiró conteniendo el aire. Sintió su estómago lleno de mariposa, revoloteando por todo el lugar. Pero ella sabía que no eran mariposas sino el deseo de olvidar todo y entregarse al deseo y al amor.
«Solo un segundo» pensó ella «Solo un beso. Una despedida. Un momento de debilidad nada más».
Ivar rozó sus labios con los de su hermana, cosquillas recorrieron los cuerpos de ambos. Sus manos ardiendo en la necesidad de tocarse... acariciarse.
Así que, dejando todo pensamiento cuerdo de lado, Astrid se sentó a horcadas sobre las piernas Ivar y enrollando sus antebrazos sobre los hombros de él, acerco su rostro y al fin se fundieron en el néctar de los labios que tanto anhelaban. La acción volviéndose cada vez más desesperada, la ropa metiéndose en el camino del recorrido que hacían las manos de ambos.
Con dedos habilidosos, Ivar comenzó a remover los listones que mantenía junta la vestimenta de Astrid y cuando por fin aventó el bendito lazo a un lado no perdió tiempo en bajar las mangas del vestido, deslizándolas por los hombros de ella, inmediatamente tomando uno de sus pechos en su mano mientras daba atención al otro con su boca. Astrid no hacía nada más que retorcerse de placer al mismo tiempo que creaba movimientos circulares con sus caderas. Rozando su feminidad con la hombría de su Ivar.
—Te amo, mi luna, mi estrella.
—Y yo te amo, mi sol, mi luz.
✶ ✸✶
Cinco días después de que Ivar y Astrid estuvieran juntos, volvieron a estarlo una y otra vez, los dos adolescentes no podían detenerse, no querían. Lamentablemente, su aventura llegó a su fin, el estar juntos fue efímero para ambos. La unión entre Astrid y el viejo Edgar Boyer se celebraría esa misma noche.
Sobra decir que los amantes estaban decepcionados en sí mismos, varias veces en sus encuentros secretos se plantearon la idea de huir, sin embargo, ambos supieron que sería una estupidez. Condenaría a su familia a la deshonra y rechazo de la sociedad. Porque, aunque era común unir a familiares en matrimonio, ese no era la cultura de su villa.
Astrid miró al frente dejando que su hermana Rebekah aplicara crema de fresas en sus labios, al mismo tiempo su madre Esther trenzaba el cabello castaño de su hija.
—Madre, no quiero hacerlo —Astrid susurró con temor. Porque tenía mucho miedo de lo que pudiese pasar cuando su prometido se diera cuenta que ya no era pura y castra.
—Oh, mi niña —Esther arrulló—. Es normal tener nervios. Recuerdo tenerlos cuando me case con tu padre. Pero no te preocupes, todo saldrá bien —Esther sonrió para tranquilizarla, pero Astrid pudo ver a través de ella. Nada iba a estar bien, lo más probable es que fuera violada en su noche de bodas ya que ella en definitiva no quiere estar con el cascarrabias de su prometido.
—Ya todo está listo, las estamos esperando —Elijah entró a la choza y avisó a su madre y hermanas.
—Gracias, hijo. Nosotras también ya estamos listas. Vamos —acomodó por última vez el cabello de su hija y se dispusieron a salir y reunirse con los demás invitados.
—Adelántense. Quiero hablar con mi hermano antes —Astrid solicitó y Esther miró a su hija en advertencia—. Seré rápida. Lo prometo —su madre aceptó y salió de la choza junto con Rebekah.
—Te ves hermosa —Elijah alabó a su hermanita, pero sus ojos reflejaban lastima y tristeza por el futuro de ella.
—Gracias, hermano —Astrid le ofreció una sonrisa tensa—. Necesito que me hagas un favor.
—Lo que sea —Elijah no dudó en aceptar.
Astrid se limpió el sudor de sus manos en el vestido. — Necesito que evites que Ivar cometa alguna locura. Los dos sabemos que sucederá en la noche.
» Necesito que me prometas que no dejarás a nuestro hermano solo ni un segundo, ambos sabemos de lo que es capaz. Prométemelo, hermano. Por favor —Astrid susurró al borde de las lágrimas. Elijah no era tonto. El conocía de lazo que unía a su hermana y hermano. De cómo su amor iba más allá que el familiar y aunque Elijah no lo aceptaba, no era quien para juzgar.
—Te doy mi palabra, Astrid —Elijah juró.
Astrid sonrió agradecida y abrazo a su hermano fuertemente. Ahora podía estar tranquila porque estaba más que segura que, aunque esta sería uno de los peores días de su vida, al menos Ivar estaría vivo para ver salir el sol al día siguiente.
✶ ✸✶
Sur de Francia, 1002 a.c
El castillo se encontraba en movimiento al igual que todos los días, dado que personas importantes con títulos salían y entraban constantemente.
En esa ocasión, era a causa de las celebraciones, por el día del nombre del Conde De Martel, las cuales habían durado más de un mes. La atracción principal era la familia De Guise, hijos del conde De Guise, recién presentados en la sociedad de la mano del conde De Martel.
Los sirvientes del castillo se aseguraban de que las habitaciones próximas a ocupar estuvieran impecables. Astrid fue asignada a la habitación de uno de los cinco hermanos De Guise, su tarea era darle todo lo que el joven Lord pidiese.
Así que, con la ayuda de otras sirvientes, prepararon con rapidez la recamara, desde el cambio de sabanas hasta pulir cada rincón del suelo.
Cuando su esposo Edgar entró al lugar, de inmediato toda la servidumbre se alineo esperando órdenes. El comerciante se acercó a su esposa en turno y le ordenó que fuera a esperarlo en su recamara, las demás mujeres temblaron sabiendo lo que le esperaba a la pobre chica de tan solo quince años.
Cuando fue el turno de Astrid, esta se paró recta esperando instrucciones.
—Cuando el joven Lord entre a sus aposentos, serás servicial y lo complacerás en todo lo que te solicite, ¿entendido? —Edgar ordenó con disgusto, en definitiva, el viejo hombre no estuvo feliz de compartir a su mujer, pero fueron órdenes directas del conde De Martel. Astrid asintió sumisa—. Bien. Esperemos y no termines muy exhausta, mi querida. Ya que mañana al finalizar el día pondré un hijo en ti. Solo esperemos que a este si puedas retenerlo —Astrid contuvo las ganas de reírse. Si en ocho largos inviernos su esposo no había podido preñarla estaba segura de que esa vez no sería diferente.
Edgar salió de la habitación llevando a todos y dejando solo a Astrid en el centro del lugar. Por su parte, la castaña ahogó un sollozo. Uno pensaría que la pobre mujer ya estaría acostumbrada a ser abusada, pero ¿quién lo hace? Respirando, se dijo las mismas palabras de aliento que se repetía cada vez que su marido la visitaba en las noches.
Será solo un momento. Un segundo y después el dolor se habrá ido.
Astrid escuchó pasos acercarse así que agachó la mirada y continuó diciéndose las palabras de consuelo.
La puerta se abrió y los pasos se acercaron hasta quedar frente a ella. La respiración de ella comenzó a agitarse, nervios y miedo al desconocer que sucedería después. Sin embargo, lo que no esperó fue la delicadeza con la que le tocaron la mejilla, misma caricia que descendió hasta su mentón y fue levantado. Por instinto, cerró los ojos esperando lo peor.
—Oh, finalmente te encontré, mi luna, mi estrella —esa hermosa, profunda y potente voz la hizo abrir sus ojos.
Café y miel encontrándose, los ojos de ambos dejando salir lágrimas de felicidad, de anhelo.
—Ivar... —Astrid susurró sin poder creerlo.
—Mi querida Astrid. Te he extrañado.
AN: ¡FELIZ ANIVERSARIO, PRI! Esperó contar con tu amistad muchos años mas, hermosa. Esperó haber cumplido tus expectativas y perdón por la espera, jeje.
btw, este es borrador de una historia que nunca vio la luz, díganme si les gustó para pensarme si publicarla o no después de terminar con las próximas a publicar.
Y hablando de eso, perfect tiene fecha de regreso, 30 de abril por si quieren anotarla en su calendario y de igual manera carry será publicada el 15 de abril.
bye, bye, chiquis y chiquos.
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