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⤹ · .˚🌑 ༘⋆。˚ 01. ❛ 𝗠𝗈𝗈𝗇 ❜

𝘈𝘊𝘛𝘖 𝘜𝘕𝘖: 𝐃𝐎𝐒 𝐂𝐎𝐋𝐎𝐑𝐄𝐒 🖤💚

001. LUNA 🌜



𝘛odos sabían que no todos los Targaryen eran devotos, que simplemente seguían una religión impuesta, exceptuando a los quienes creían en la fé de los 7. Las viejas creencias valyrias que incluían brujería y rituales de sangre.

Aemma Arryn, a pesar de no llevar el apellido Targaryen, era una. Los Arryn eran más devotos que la familia real, pero Aemma había perdido todas sus esperanzas al no poder concebir un heredero adecuado para el trono de la antigua valyria.

En una noche de luna llena pensó estar desamparada, no quedaba embarazada, estaba cansada y adolorida por todos sus antiguos partos e hijos perdidos. Desesperada en la biblioteca sola, rebuscó en los viejos libros en los estantes, buscando algún método para poder concebir un heredero varón para los 7 reinos.

La reina tomo uno que parecía brillar extravagante bajo la luz de la luna, parecía incluso llamar su nombre, tenía una carcasa plateada con letras totalmente negras, un negro que jamás había visto en su vida. Apretó sus labios dudando en si tomarlo o no, pero sus duda le ganó: tomó cuidadosamente el libro entre sus manos y acarició su lomo. Pudo distinguir las pesadas y remarcadas letras que llevaba el ejemplar.

"Luna", "Rituales y favores" remarcaba en su texto, esto la dejo sin aliento por unos largos segundos, pero la curiosidad le ganó. Aemma se sumergió en las páginas del libro, sintiendo cómo la atmósfera a su alrededor se volvía más pesada a medida que leía sobre rituales prohibidos, aquellos que sus ancestros habían susurrado en la oscuridad. En una de las páginas, el texto hablaba de un antiguo ritual conocido como "La Llama del Deseo Oscuro". Era un ritual que prometía dar vida a un heredero varón, pero a un alto precio.

Las palabras describían cómo debía prepararse una ceremonia bajo la luna nueva, cuando la oscuridad era más poderosa. Aemma sintió un escalofrío al leer que se requería un sacrificio humano: "Para que el deseo sea escuchado por los dioses antiguos, una vida debe ser entregada". La idea de tomar una vida le revolvía el estómago, pero su desesperación por un heredero la empujaba a considerar lo impensable.

El ritual requería que Aemma se sumergiera en un círculo de sal y cenizas, donde debía invocar el nombre de sus ancestros mientras sostenía un cuchillo ceremonial. El sacrificio no solo debía ser físico; se requería que el corazón del ofrendido fuera ofrecido al fuego como símbolo de devoción. La sangre derramada se utilizaría para trazar símbolos en su piel, marcando su compromiso con el oscuro deseo.

Con cada palabra leída, Aemma sentía cómo la línea entre lo correcto y lo incorrecto se desdibujaba. La siguiente sección del libro hablaba de los ingredientes necesarios para llevar a cabo el ritual: hierbas venenosas que debían mezclarse con la sangre del sacrificio para crear una poción, cuya ingesta aseguraría fertilidad y fuerza en el futuro hijo.

"El sacrificio debe ser alguien cercano", advertían las páginas. "Solo así el poder del amor y la traición coexistirán". Aemma sintió que su corazón latía con fuerza; ¿podría ser capaz de traicionar a aquellos que amaba por el deseo de tener un hijo? La idea era oscura y seductora. Se preguntó si realmente estaba dispuesta a cargar con esa culpa.

Al final del capítulo, encontró una advertencia inquietante: "Los dioses no perdonan fácilmente; lo que tomas, debes estar preparado para devolver". Aemma cerró el libro bruscamente, incapaz de procesar lo que había leído. La tentación era fuerte, pero también lo era el miedo a las consecuencias.

Sin embargo, en su mente resonaban las palabras: "Un legado debe ser forjado en fuego y sangre". Con cada latido de su corazón, Aemma sabía que estaba al borde de una decisión monumental. La oscuridad podía ofrecerle lo que deseaba, pero ¿a qué costo? En ese momento crítico, comprendió que podría estar dispuesta a arriesgarlo todo por un futuro donde su hijo pudiera reinar sobre los Siete Reinos con orgullo Targaryen.

Aemma, la reina, se encontraba en un torbellino de emociones, su mente luchando entre la cordura y la locura. La idea del sacrificio humano la atormentaba, pero la desesperación por un heredero la empujaba hacia el abismo. La noche caía en el palacio, y con ella, una inquietante calma se apoderó de sus lujosos aposentos. Las sombras parecían alargarse, como si quisieran abrazarla y arrastrarla hacia el lado oscuro.

Decidida a explorar esta senda prohibida, Aemma convocó a una de sus criadas más leales. Le ordenó que se aventurara al bosque lejano que bordeaba el reino y que recogiera las hierbas venenosas necesarias para el ritual. La criada, nerviosa pero obediente, salió con un cesto en mano, mientras Aemma permanecía en su cámara, sintiendo que el aire se volvía más denso con cada momento que pasaba.

Al regresar la criada con los ingredientes, Aemma preparó el espacio sagrado en el que llevaría a cabo el ritual. Colocó un círculo de sal en el suelo de mármol pulido, creando un refugio entre las fuerzas oscuras que invocaría. En el centro, colocó una antorcha encendida, simbolizando la llama del deseo que ardía dentro de ella. El sonido del viento aullante afuera le recordaba que estaba sola en esta empresa, pero una parte de ella se sentía poderosa.

A medida que caía la noche y la luna nueva ascendía en el cielo, Aemma tomó el cuchillo ceremonial entre sus manos temblorosas. Sus pensamientos volaron hacia quienes podrían ser los elegidos para este oscuro destino. La traición se cernía sobre su mente como una sombra alargada; ¿quién sería lo suficientemente cercano como para cumplir con los requisitos del ritual? ¿Podría ser alguien de su propia familia? La idea le desgarraba el corazón.

Con cada latido, su resolución crecía. Aemma sabía que debía actuar antes de que la oportunidad se desvaneciera. En un momento de claridad oscura, decidió que sería uno de los bastardos de su familia, a pesar de no amarlos, tenia un lazo de sangre que serviría bastante en el ritual.

Mientras la luna se ocultaba tras las nubes, Aemma comenzó a murmurar las palabras del hechizo antiguo que había aprendido. Su voz resonaba en la oscuridad como un canto hipnótico. ── Ven a mí, oh antiguas fuerzas; escucha mi llamado y concede mi deseo ──, repetía mientras trazaba símbolos con sangre en su piel.

El aire temblaba alrededor de ella mientras invocaba los nombres de sus ancestros y ofrecía su corazón al fuego del sacrificio inminente. A medida que las llamas crepitaban y danzaban ante sus ojos, supo que estaba cruzando una línea sin retorno. En aquel momento decisivo, Aemma entendió que estaba dispuesta a arriesgarlo todo por un futuro lleno de poder y legado; incluso si eso significaba abrazar lo más oscuro dentro de sí misma. La Llama del Deseo Oscuro había comenzado a arder en su alma, y no había vuelta atrás.

Pronto un pequeño bebé se le fue entregado en brazos, tan pequeño y frágil, lleno de vida, pero era un bastardo. Un bastardo que seguramente no tendría un futuro más que en un burdel o un ladrón. La consorte trataba de convencerse a si misma que ese niño no tendría un buen futuro y viviría en la miseria, pero eso no le daba el derecho que arrebatar su preciosa vida; que seguro era preciada por la mujer que lo había dado a luz.

La daga en su mano tembló cuando colocó al bebé encima de una mesa, se encontraban en un pequeño salón con velas a su alrededor, su criada más leal, Amina. La miraba con preocupación pero no decía nada, amaba mucho a su reina como para juzgarla.

El bebé soltaba unos pequeños quejidos, cantos para Aemma que anhelaba de verdad un hijo suyo propio.

Aemma se encontraba en el centro del círculo de sal, el aire a su alrededor cargado de una energía palpable. La luz de la antorcha iluminaba su rostro, reflejando tanto determinación como una sombra de duda. En sus manos temblorosas, sostenía la daga ceremonial, su hoja brillante y afilada como la traición que había llevado a cabo.

El bastardo, un niño de ojos brillantes y cabello rizado, yacía en el altar improvisado. Aemma podía sentir el latido de su corazón resonando en el silencio, como un recordatorio de lo que estaba a punto de perder y ganar al mismo tiempo. La conexión sanguínea entre ellos era innegable; él era tanto un símbolo de su ambición como un recordatorio del oscuro camino que había elegido.

Con la daga en alto, Aemma cerró los ojos por un instante, invocando toda la fuerza que había acumulado a lo largo de los años. ── Oh, antiguas fuerzas del destino ──, comenzó a murmurar con una voz llena de fervor. ── He sacrificado lo más querido por mí, mi sangre, para forjar mi legado. Este niño no es solo un bastardo; es mi sangre y mi futuro. Con este sacrificio, busco que me concedan el poder para gobernar con sabiduría y autoridad.

Las palabras resonaban en la oscuridad mientras la luna nueva brillaba tenuemente a través de las nubes. ──Por favor, escuchen mi súplica ──, continuó Aemma, sintiendo cómo la adrenalina corría por sus venas. ── Con esta acción, renaceré como la reina que mi reino necesita. No solo deseo un heredero; deseo un futuro que esté tejido con hilos de poder y respeto.

Con cada palabra, el aire a su alrededor parecía vibrar con intensidad. ── Este sacrificio no es solo por mí; es por todos aquellos que han sido despojados de su derecho al trono. Al aceptar esta ofrenda, les prometo que su sangre no será olvidada ni desperdiciada. Juntos forjaremos un nuevo destino.

A medida que las últimas palabras salían de sus labios, Aemma sintió cómo una fuerza oscura se apoderaba de ella. Con el corazón latiendo con fuerza y una resolución inquebrantable, bajó la daga hacia el altar, lista para sellar su destino y reclamar el poder que siempre había anhelado. En ese momento crucial, supo que estaba a punto de convertir su ambición en realidad, sin importar el precio que tuviera que pagar.

Aemma sintió cómo la energía oscura la envolvía, un torrente de poder que la desbordaba. La daga, aún en su mano, parecía vibrar con una vida propia, como si anhelara ser utilizada. Con cada latido de su corazón, se sentía más conectada a las antiguas fuerzas que había invocado. Pero también había una voz en su interior que susurraba dudas, recordándole el precio de su ambición.

El altar tembló ligeramente bajo el peso de sus decisiones, y el niño, aún en su estado vulnerable, parecía estar atrapado entre dos mundos. Aemma se inclinó hacia él, sintiendo una mezcla de amor y desesperación. ── Lo siento, bebé ── murmuró, mientras las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos. ── Lo hago por nosotros... por un futuro mejor

Con un profundo respiro, Aemma cerró los ojos y se concentró en la conexión que compartían. En ese instante, vislumbró un futuro donde ella gobernaba con mano firme y sus enemigos temían su nombre. Pero a medida que esa visión se hacía más clara, también aparecieron imágenes de traiciones y pérdidas. Se dio cuenta de que cada paso hacia el poder estaba teñido de sangre y sacrificio.

La atmósfera a su alrededor comenzó a cambiar; un viento gélido sopló a través del círculo de sal, haciendo que las llamas de las antorchas danzaran frenéticamente. Aemma abrió los ojos justo a tiempo para ver sombras emerger del suelo, figuras etéreas que parecían observarla con curiosidad y desdén.

── ¿Has venido aquí para reclamar tu destino?" ── preguntó una voz profunda que resonaba como un eco lejano. Las figuras se acercaron lentamente, formando un consejo espectral ante ella.

── Sí ── Respondió Aemma con firmeza, aunque su voz temblaba levemente. ── He ofrecido lo que más amo para obtener el poder necesario para cambiar mi destino y el de mi reino.

Las sombras intercambiaron miradas significativas antes de volver su atención hacia ella. ── El poder tiene un costo ── advirtió una figura mayor, con ojos brillantes que parecían perforar su alma. ── ¿Estás dispuesta a cargar con ese peso? ──

Aemma sintió la presión de sus palabras como si fueran cadenas alrededor de su corazón. ── Lo estoy ── afirmó con más fuerza. ── No hay nada que no haría por asegurar mi lugar en la historia.

── Entonces acepta las consecuencias ──, dijo otra sombra, extendiendo una mano hacia ella. Aemma sintió la atracción casi magnética hacia ese gesto; era una invitación a cruzar un umbral del cual no habría retorno.

Con la daga aún en mano y su corazón latiendo con fuerza por la decisión que estaba a punto de tomar, Aemma dio un paso adelante. En ese momento crucial, supo que estaba lista para enfrentar cualquier cosa que viniera después; era hora de reclamar su destino y abrazar el poder que había buscado durante tanto tiempo.

La noche se oscureció aún más mientras el ritual comenzaba a tomar forma, y Aemma se preparó para sellar su pacto con las fuerzas ancestrales que determinarían no solo su futuro, sino también el futuro del reino entero.

Se encontraba en un espacio oscuro, color negro, no sabía ni dónde estaba de pie. Sus manos y vestido lleno de sangre. Pronto ese lugar se iluminó, dejando ver una figura completamente reluciente, que la miraba con una sonrisa.

── Aemma ── Murmuró, saboreando el nombre de la reina consorte. Su voz parecía llenar todo el sitio donde se encontraban en ese momento, la peliblanca estaba desconcertada y asustada.

── ¿Madre luna...? ── La sala se iluminó un poco más dejando ver la esbelta figura de una mujer, su piel era gris y sus ojos no tenían iris, eran de un profundo color blanco con un brillo imprescindible. Esta deidad parecía flotar con los brazos abiertos, su cabello blanco como el de Aemma propio parecía tener un resplandor que no podía explicar.

── Veo que necesitas mi ayuda, reina ── Antes de que ella pudiera decir otra cosa la diosa volvió a interrumpir ── Pero no hiciste correctamente el ritual. Esto conllevará consecuencias, Aemma.

── Ya conllevaba consecuencias, mi diosa...

El profundo resplandor parecía penetrarla por unos minutos ── Exactamente, Aemma ── La voz parecía juguetona pero al mismo tiempo sin mucho interés ── Los siete reinos necesitan un heredero, pero ya tienes una hija.

── Rhaenyra es una mujer....-

── Es avaricia, eso fue lo que te tocó, hija ── Dijo simplemente la deidad. Sus ojos blancos, carecientes de vida la analizaron de nuevo. La reina no se atrevió a decir nada ── Te daré un hijo... Con una condición, Aemma.

La noble jamás pensó hacer esto, pero lo hizo simplemente, ya cansada y complacida por la situación ── Se lo agradezco mucho, hermosa luna. ¿Cuál... Es esa condición...?

Las energías de la consorte se acababan cada segundo, lágrimas brotaban de sus ojos, su cabeza dolía por la presión y el sueño repentino ── Viserys tendrá que elegirte, Aemma. Así obtendrás todo lo que me has pedido... Bienvenida al camino del poder

Las palabras de la diosa resonaron en el aire, la mente de Aemma se había perdido luego de eso, amaneció pronto en una cama, al día siguiente. Su criada la miraba preocupada desde una silla, mientras acariciaba sus piernas. La peliplata no recordaba enteramente las palabras de la luna, solo algo de elección, no entendió a qué se refería.

Las palabras estaban en su garganta pero nada salía. Estaba complacida, a pesar de la indiferencia de la Diosa, ella se lo había concedido sin mucho más. Sabía que Viserys la escogería, antes que una amante o que otra persona de su familia.

── Mi reina, a despertado... Me tenía muy preocupada ── Susurro Amina mientras acomodaba su almohada ── Ayer limpiamos todo cuando usted se desmayo, me había preocupado mucho, majestad.

── No te preocupes, Amina... Gracias, todo saldrá bien. ── Aemma apretó sus labios al recordar al bebito que había asesinado cruelmente, su corazón se estrujó en arrepentimiento pero su emoción fue más grande ── Pero ya está hecho..

── ¿Quiere decir que...? ── La mocarna asintió y la criada dió unos brinquitos emocionada. Todo había salido como lo habían planeado, sin muchas complicaciones.

Claramente Aemma no entendía lo peligroso y grave de la situación, poner su propia vida y la de un inocente en riesgo. Llegando hacer un trato cuando un ritual estaba mal hecho, cuando ella no sentía un aprecio por la creatura que había asesinado con sus propias manos, pero logro su propósito: el ritual había dado frutos. Pronto salió embarazada, dando cuerda a una serie de cosas que pasarían en un futuro.














El aire estaba cargado de tensión y un silencio reverente envolvía la habitación iluminada por la luz del día. Aemma se encontraba tendida en una cama improvisada, su rostro perlado de sudor mientras las contracciones la golpeaban con fuerza. En la lejanía, el estruendo del torneo del heredero resonaba, un recordatorio constante de que, mientras ella estaba atrapada en su propia batalla, el mundo seguía girando.

Las únicas presentes eran sus criadas y las parteras, quienes se movían con nerviosismo y dedicación. A medida que avanzaba el tiempo, el dolor de Aemma se tornaba más intenso y las complicaciones se hacían evidentes. La habitación, iluminada por la luz del sol que se filtraba a través de las ventanas, se llenaba de murmullos inquietos; cada mirada entre las parteras era un reflejo de creciente preocupación.

De repente, la puerta se abrió con prisa y Viserys entró, su rostro pálido y lleno de ansiedad. Había sido informado de la gravedad de la situación y su corazón latía con fuerza al ver a su esposa en tal estado. A medida que se acercaba a ella, Aemma sintió una mezcla de alivio y miedo; él era su rey, pero también era su esposo.

-Aemma -dijo Viserys con voz temblorosa-. ¿Qué está pasando?

Las parteras intercambiaron miradas nerviosas antes de que una de ellas hablara.

-Su Majestad, el parto se ha complicado. Debemos tomar una decisión... no podemos salvar a ambos.

La declaración fue como un golpe en el estómago. Aemma miró a Viserys con desesperación, tratando de transmitir todo lo que sentía sin palabras. El rey se encontró ante una decisión inimaginable: salvar a su esposa o a su hijo por nacer.

Con cada contracción que atravesaba su cuerpo, Aemma sintió cómo el tiempo se detenía. El llanto inminente del bebé resonaba en sus oídos, pero también sentía sus fuerzas flaqueando. La vida que había creado estaba en juego junto a la suya propia.

La deidad observaba todo junto a las parteras, había tomado el cuerpo de una de las humanas, hacia mucho tiempo no hacía eso, pero de vez en cuando le gustaba hacer el caos en el planeta. Relamió sus labios ansiosa por tomar su decisión, las palabras de Viserys definirían el destino, un hijo o una hija de la luna...

A pesar de la condición a medias que le había dado a Aemma, todo estaba claro para la luna. Era un varón, Targaryen, fuerte y grande, lo que creía en el vientre de la reina. Este dilemma se le sería colocado a Viserys que tendría que elegir en salvar a uno de los dos, si elegía que Aemma muriera tranquilamente, sin sacar al bebé. Un milagro sucedería, una reina y un príncipe saldrían victoriosos; mientras que Viserys la eligiera a ella, eligiera no hacerla sufrir. Pero si decidía salvar al bebé y hacer sufrir a su mujer, saldría una bebé hembra escuálida, con apariencia extraña y el karma mismo oara ambos progenitores.

Pronto unas palabras sonaron por la callada habitación ── Salven al niño... Por favor ── La cara de Aemma se distorsionó en desesperación, lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas incontrolablemente.

── ¡No, Viserys...! ── Ambas manos se aferraron al brazo del rey que miraba a su esposa con pena y algunas lágrimas de dolor en sus ojos. La luna miraba está situación pensado en lo inconformes que eran los humanos, existía su hija Rhaenyra, que era totalmente apta para ser una gran heredera, pero ellos habían sido avariciosos queriendo otros hijos. Cuando ya sabían el historial de la reina antes y después de tener a su único vástago.

Se apartó con algo de pena, pero feliz por su nuevo hijo nacido. Pronto la sala se lleno de un lloriqueo y la criada que era la portadara de la luna sonrió con con entusiasmo al ver a la pequeña pálida en los brazos de la partera.

── Es una niña, su gracia ── Los labios de Aemma parecían temblar por una última vez, apretó sus labios antes de hablar entendiendo las consecuencias, su mirada se posó en la de la criada que se encontraba apartada en la sona más oscura de la habitación, solo logro ver los ojos que brillaron en la oscuridad. Por fin había logrado entender todo, sabía que ella no era lo más importante para Viserys, sino su ambición por un hijo varón.

── Cuídala... ── Soltó Aemma con un último aliento antes de cerrar sus ojos enteramente. Dejando a un esposo viudo y dos hijas huérfanas.

Esa misma noche la luna se volvió roja en sangre, luego de que el luto cayera sobre el palacio, los dedos fantasmales de la luna acariciando dulcemente la mejilla de la bebe que se encontraba sola al lado de una ventana iluminada por ella misma.

── Eres una hija de la luna, Naerys... No estás desamparada...


















Holis, este es el primer cap, espero que les guste.

Si les gusta me comentan. Mientras lo escribía me acordé de mi canción fav de peque, "hijo de la luna" tiene que ver ciertamente con este capitulo, así que la puse en multimedia, si lo leíste sin la canción, ponla y vuelves a leer.

Bye, me despido, besos ❤️

── CAMI

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