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No se le ocurrió ir a un lugar muggle, aunque suponía que estaba más cerca. Más fácil. Hermione sonrió cuando él comenzó a secarla con una toalla. Siempre el competidor. Pero se dio cuenta enseguida, cuando sus manos recorrieron su cuerpo, de que su objetivo era seducir. Se mordió un gemido cuando su lengua se deslizó por su piel. Le besó el cuerpo y Hermione supo que la estaba excitando para esta noche. Severus parecía disfrutar manteniéndola en vilo. Ella puso los ojos en blanco ante su comentario sobre la distracción y se vistió.
Eligió una prenda de su ropa vieja. Era un vestido rojo que le llegaba más allá de las rodillas, pero pensó que Severus apreciaría lo bajo que era el escote y lo ceñido que era. Se cepilló el pelo, decidiendo recogerlo con un estilo atractivo, antes de ponerse los zapatos rojos. Eran un poco más bajos que los tacones con los que se burló de él, pero muy efectivos para que sus piernas se vieran bien.
Hermione dejó que él la guiara hasta un lugar con agujeros en la pared. Aunque era más bonito por dentro. No era exactamente lo que ella tenía en mente, pero era agradable de todos modos. Pero cuando seleccionó una mesa en el fondo, lejos de la pequeña banda que tocaba en la esquina opuesta del restaurante, Hermione frunció el ceño. Apenas podía oír la música. Estaba aislado, pero no de una manera romántica. Estaban justo al lado de la cocina y podía oír el ruido de las ollas y sartenes de metal y todo el caos que conlleva el funcionamiento de un restaurante, aunque estuviera amortiguado.
"Me gusta mucho tu vestido". Dijo Severus mientras se sentaban en el restaurante. El asiento no era el mejor, ya que estaba lo más alejado posible de las ventanas. Por otra parte, quizá fuera mejor sentarse lejos de las ventanas en Cokeworth. La ciudad era muy deprimente, con una niebla cansina casi todo el año. Severus la observó con gran intención, tomando en cuenta su ceño fruncido mientras miraba a su alrededor. Hermione no parecía muy contenta con los asientos que habían conseguido. Estar lejos de la gente significaba que también estaban lejos de la música. Había muchas razones por las que había elegido esos asientos pero la principal era su vergüenza. No la merecía y se escondía de los ojos juzgadores de los demás. Severus no solía preocuparse por lo que pensaban los demás, pero parecía que en este asunto se sentía bastante inseguro.
El camarero vino y tomó su pedido antes de marcharse de nuevo a por el vino que Severus había elegido. Se agarró a una de sus piernas desnudas y atrajo su pie hacia su regazo, dejándolo reposar allí durante unos segundos. "Lo bueno de tener estos asientos, pequeña...." Severus ronroneó mientras le quitaba el zapato rojo y lo colocaba en el suelo. "Es que puedo tocarte tan íntimamente como desee". Sus manos amasaron la parte superior, haciendo movimientos circulares en la planta del pie de ella.
Severus no pudo evitar fijarse en su escote cuando la miró. Hermione empezaba a notar lo que le gustaba y un buen escote era definitivamente una de sus manías. Siempre le gustaron sus pechos. Justo antes los había ahuecado mientras ambos se corrían como uno solo. "Si quieres podemos seguir moviéndonos", dijo estoicamente, ocultando con éxito lo mucho que prefería quedarse aquí. Le agarró el otro pie y realizó las mismas acciones, dejando los pies en su regazo mientras el camarero venía con el vino. El camarero empezó a empobrecer una copa para Severus, que tomó un sorbo y lo probó. "Esto servirá bien", confirmó Severus.
"Gracias", respondió ella con recato. Hermione se preguntó por qué había elegido este lugar y su mesa. Parecía que se esforzaba por no ser visto. Hermione no entendía por qué. Aunque empezaba a sospechar que tenía que ver con ella. Como si tal vez no quisiera ser visto con ella. Hermione suspiró, nunca pensó que se convertiría en una de esas mujeres. Tampoco pensó que Severus fuera uno de esos hombres. Pero cada vez estaba más claro: ella era lo suficientemente buena para estar en su cama pero no en su brazo.
Estaba tan metida en su propia cabeza que se sorprendió mucho cuando Severus le guió el pie hasta su regazo. Le quitó el zapato y le frotó los pies. Hermione dejó escapar un gemido de agradecimiento. Llevaba todo el día en tacones y el masaje le sentaba de maravilla. Pero cuando él pronunció su siguiente frase, ella vio el soborno como lo que era. Aun así, eso no le quitó lo bien que se sentía. "No, podemos quedarnos aquí atrás", suspiró Hermione. "Es obvio que lo prefieres".
Necesitando un estímulo sin apego, Hermione tomó un sorbo de su propio vaso. Estaba delicioso. Lo cual era bueno, ya que se daba cuenta de que sería una noche larga. Le dolía el corazón. Pensó que Severus la quería de verdad. Hermione Granger, maestra de Pociones, heroína de guerra, conocedora de todo y todo lo que eso conlleva. Pero parecía que sólo quería a alguien para follar. Y no podía culpar a nadie más que a ella misma por saltar a la cama con él tan rápidamente.
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