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XIX

Sana y Dahyun miraban a distancia la guerra de miradas que Tzuyu y Momo parecían mantener, sentadas con sus bandejas de desayuno en el comedor, sin decir palabra alguna, simplemente mirándose mientras sus bocas se atiborraban de comida. Era incluso divertido verlas ahí, sin nadie queriendo sentarse con ellas por miedo a que en algún momento estallaran, pues cualquiera que estuviera a su alrededor saldría seguramente lastimado. Sana estuvo seducida a decirle a Dahyun que se sentara con ellas; quizá para molestar un poquito.

—¿Qué mierda les habrá picado a esas dos? —preguntó Yeojin dándole un sorbo a su té.

—No tengo idea. — Respondió Sana

—Bah, ya estoy acostumbrada a estas mariconas y sus ataques hormonales.

Dahyun rodó los ojos y se levantó, contorneando sus caderas hasta la mesa en donde estaba la Emperadora y su mejor amiga o enemiga mortal; Sana ya no lo sabía con certeza.

—¿Qué crees que hará?

—Es Dahyun —solo eso respondió Sana, no se necesitaban más explicaciones.

Sana vió como Dahyun susurraba algo en el oído de Momo y ésta se levantaba de golpe, siendo seguida por Tzuyu. Momo murmuró algo cerca de Tzuyu y esta gruñó antes de tocarle el hombro; asintiendo con la cabeza. Dahyun entonces se despidió batiendo su mano, viéndolas salir del comedor como 2 toros embravecidos y al volver a la mesa, Sana estaba pestañeando con lentitud, completamente incrédula de lo ocurrido.

—Bien, ya está —comentó Dahyun con despreocupación.

—¿Qué demonios les dijiste? —preguntó Sana.

—Que hoy mientras Momo estaba en las regaderas, una bastarda intentó acorralarme cuando fuí a pedir ropa limpia. —la rubia se encogió de hombros y le dió una mordida a su rebanada de pan—. Y que me tocó en lugares privados.

Sana casi se ahogó e inmediatamente buscó algún signo de daño en su rubia amiga, sin encontrarlo a simple vista.

—Dios, Dubu ¿eso de verdad pasó?

—No, por supuesto que no, idiota, pero pasará todo un día antes de que Tzuyu y Momo se den cuenta y para ese momento, ya habrán hecho las paces.

—Oh.

—Sí, soy una perra muy inteligente, lo sé.

Dahyun aplaudió dos veces para sí misma con denotada arrogancia y volvió a su desayuno, manteniendo una conversación ridícula sobre cuán poco atractivas eran las nuevas reclusas.

Sana exhaló el aire de sus pulmones y estrechó los labios en una sonrisita tímida, a veces parecía que la verdadera Emperadora no era otra que la loca rubia que movía a todas a su antojo.

—Bien, entonces... si encabezamos la lista, definitivamente la más guapa es Tzuyu —dijo Nayeon contando con sus dedos—. Luego viene Momo, Yerim y Jihyo.

—Están locas —protestó Dahyun—. Tzuyu está buena, pero Momo es mucho más sexy.

—Dicen que Tzuyu puede hacerlo por horas y no cansarse ¿es verdad, Sana?

—Joder ¿por qué debería responderles eso? —Las mejillas de Sana estaban calientes y teñidas de rojo.

Las bromas y dudas respecto a la capacidad de Tzuyu en la cama era algo a lo que nunca podría acostumbrarse.

—¿No contaremos a las muertas? Sojung era muy guapa.

—Y una asesina de menores, no cuenta —dijo Nayeon con una mueca de asco.

—Yo una vez le hice un oral —soltó una chica de la nada.

Sana parpadeó y dió un sorbo a su té, intentando excluirse de aquella narrativa.

—¿En serio?

—Sí, fué poco antes de que Tzuyu la asesinara... en realidad yo ya sabía que ella estaba algo trastornada. —la chica se estremeció ante lo que pareció ser un recuerdo—. Decía cosas raras y me hablaba sobre obedecer y ser una buena niña.

—¿Podemos no hablar de esto? —La voz de Sana vaciló.

El recuerdo de Cho era algo que había suprimido completamente en su cabeza. Estaba muerta, justo como Jean y ya no podía lastimar a nadie, no podían...

—Dahyun, tu viste cómo Tzuyu la mató, ¿verdad?

—¡Sí! fué increíble y escalofriante, un corte rápido en la garganta. — Dahyun deslizó un dedo índice por su cuello—. Y cayó directamente al suelo.

Sana se levantó repentinamente y con las mismas salió del comedor, no podía seguir el hilo de aquella conversación, no podía hablar sobre Sojung o Jean sin sentir arcadas. Recordaba cuánto investigó sobre ese tipo de depredadores sexuales, siempre aparentando ser amables y buscando el lado vulnerable de su víctima para explotarlo. No quería admitirlo, pero se alegraba de que estuviera muerta...

—Hey, Satang. —Dahyun llegó a su lado, colgándose de su brazo con una enorme sonrisa—. Ellas no saben sobre... bueno, son unas idiotas, solo no te enojes.

—No me enojo, ni... solo, bueno... uhm, no puedo estar ahí cuando hablan sobre ella.

—Y es perfectamente normal, ahora dejémos que esas envidiosas fantaseen con nuestras mujeres mientras nosotras vamos al patio y recibimos un poco de Sol.

Sana asintió, la idea de recibir un poco de Sol no parecía tan mala idea en ese momento. No debía ir a la unidad médica hasta pasado el almuerzo así que tenía bastantes horas libres para no hacer nada, como cada día.

Se sentaron en unas bancas que daban a un cuadrado de tierra que algunas de las reclusas usaban como ring de juego para practicar, Tzuyu rara vez lo hacía ya que en su mayoría entrenaba en el gimnasio. Unas mujeres de grandes proporciones se encontraban ahí, practicando golpes y bromeando. Dahyun gritó algunas obscenidades en dirección a ellas y ambas rieron cuando las mujeres se sacaron sus camisetas y comenzaron a presumir sus cuerpos.

—¡¿Eso es lo que presumen?! ¡pero si parecen sacos rotos de carne de cerdo! —Sana apenas podía respirar debido a las carcajadas que brotaban de su boca.

Ella reía aferrándose a su estómago y escondiendo su rostro en sus rodillas, mientras Dahyun chiflaba mientras sacudía una mano con desdén para que se alejaran.

—C..creo que me hice pis —susurró Sana entre risas.

—Sí, bueno... —Dahyun también reía, con su rostro hacia el cielo y los ojos cerrados—. Es genial tenerte aquí, Satang, eres la primera chica que realmente puedo llamar amiga en este hoyo de mierda.

—Tienes un montón de amigas, Dubu.

—No y lo sabes, Satang, no es lo mismo. —Sana enmudeció su boca para conceder veracidad a las palabras de la excéntrica rubia—. Solo espero que todo siga igual después de la fosa.

—¿La fosa? —Sana ladeó su cabeza, sin saber de qué hablaba Dahyun.

—¿Tzuyu no te ha hablado de eso?

—Uhm, no, no me ha dicho nada ¿qué es?

—Oh, Satang ¿por qué siempre me toca la mierda a mí?

La mirada de Dahyun cayó y Sana supo que no iba a gustarle para nada lo que la rubia iba a contarle.

Esa noche había algo diferente en el Under, se podía escuchar a las reas aullar, ser coyotes hambrientos de la estepa mientras la parca danzaba en el fúnebre antro arrebatando las vidas de los caídos. Esa noche comenzaban las preparaciones para la fosa; los Capos lucían a sus peleadoras como fieras de combate, llamando la atención de quienes soltarían grandes cantidades de dinero en apuestas. Esa noche el Under se teñía de rojo para divertir a la pletórica Mafia, sentados en opulentos asientos de cuero animal, con mujerzuelas sobre sus regazos y Habanos en sus bocas, con alcohol llenando sus copas y hombres armados resguardándolos, apartados de la casta presidiaria, de las criminales que servían para embravecer la noche con sus rugidos y sus cuerpos menoscabados. Ocurría en ese momento, mujeres defectuosas que alentaban a las bestias arriba del ring mientras las sombras creaban dibujos en las pieles de cada hombre y mujer presente; mientras ocultaban miradas y pérfidos deseos. Sana se encontraba ahí, sentada en el regazo de Tzuyu, observando con ojos desérticos a 2 mujeres intentar quitarse la vida mutuamente mediante golpes, su respiración era pausada y sus labios estaban húmedos por la cantidad de besos que Tzuyu había dejado en ellos; salados y devotos, cada beso cargado de deseo y lujuria, profusos de sal. Apretaba una mano en el muslo de Tzuyu sin apartar la vista de las peleadoras, con todo su cuerpo cubierto por una capa de sudor perlado debido al calor que consumía el Under esa noche. Tzuyu lamía su nuca, repasando con sus manos vendadas los suaves brazos de Sana. Vió como una de las mujeres caía al suelo, con su cabeza cubierta en sangre y cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás, apoyándose en el hombro de Tzuyu. La ladeó dejando expuesto su cuello para que su dueña lamiera y mordiera a gusto.

—Me enferma cómo te miran —susurró Tzuyu lamiendo el lóbulo de su oreja.

—¿Quién me mira?

—Todas. —Sana esbozó una leve sonrisa.

Los celos de Tzuyu eran algo que no iba a cambiar y en ese punto, ya no quería que cambiaran

—Tengo que quebrar unos cuantos huesos y después nos largamos a nuestra celda, corderita.

—Sí.

—Hoy voy a lamer cada parte de tu cuerpo, voy a comerte con mi boca.

—S..sí, lo harás, ¿verdad? —susurró para sí misma. —Vas a devorarme...

Sana llevó sus ojos a las luces del techo y gimió ante las caricias de Tzuyu. Esa noche, todo se veía borroso, Camp Alderson consumía sus días, sus vidas, pero para Sana no era más que un tiempo aislado; una dulce pesadilla de la cual no quería ser despertada. Era la tercera vez que visitaba aquel antro de muerte, pero era la primera vez que realmente quería estar ahí. Vió de reojo a Momo, sentada sobre un sofá con una morena montada en su regazo, balanceándose como una puta profesional ante un Sultán y Dahyun se encontraba a poca distancia, vociferando junto a Yeojin mientras miraba la pelea, ignorando por completo a la Princesa y su descarada infidelidad. La mano de Tzuyu se cernió sobre su abdomen, posesiva y firme, sacándola de su pequeño trance y sollozó de placer cuando Tzuyu comenzó a recorrer su sexo, despojada de cualquier escombro de pudor. ¿Cuántos porros había fumado? no lo recordaba con exactitud, pero habían sido los suficientes para aligerar el peso de su alma; estaba perdida, había sido arrasada por la corriente hasta el escondrijo del pecado, cegada por una necesidad enfermiza de tener a su dueña con ella y con el miedo como una bestia hambrienta, carcomiéndole las entrañas, ese día se había enterado de la fosa y una parte de su cordura se había perdido.

Había sido Dahyun quien le había contado sobre aquella macabra entretención que organizaban los Capos de Europa y Sana se negó a creerlo e ingenuamente le pidió a Tzuyu que no participara, tan patética, abrazándose a ella como si su vida entera dependiera de ello.

"No puedo hacer eso, corderita, sabes que no puedo... pero lo que sí puedo hacer es destrozar a cada hija de puta y volver aquí pronto para amarrarte a la cama y que gimas como gata en celo mientras te hago mía."

Su dueña iba a participar en aquel combate, en aquella denigrante pelea donde sería expuesta como bestia de sacrificio para el deleite de aquellos con dinero y poder, un juego sórdido donde solo una mujer podría ser coronada como vencedora. Solo una sobreviviría y el resto terminaría pudriéndose bajo tierra, comidas por gusanos, y sin embargo ahí estaba, tragándose cada sobrante de humanidad en su ser solo para tener los brazos de Tzuyu a su alrededor un poco más. Observando a las peleadoras de prueba, una distracción burda realizada por Reynolds para encender a los posibles inversores de apuestas. ¿El verdadero motivo?, presumir a la Emperadora de Camp Alderson, a la leyenda urbana de la que se contaba en los ghettos penitenciarios.

—¿Qué te parecen las nuevas, Chou? —Sana levantó la vista.

Reynolds se encontraba de pie y una mujer colgaba de su brazo, con curvas prominentes y sonrisa falsa, que devoraba con los ojos a su dueña.

—Mierda de ratas —se limitó a responder Tzuyu.

—Supuse que dirías eso. —se carcajeó, palmeando el hombro expuesto de Tzuyu—. ¿Qué te parece entonces, si entras al ring y enfrentas a 4 de mis chicas? no creo que te sea difícil, después de todo... solo es mierda de ratas.

Sana sintió a Tzuyu sonreír contra la piel de su espalda y permaneció en silencio, con la vista fija en Reynolds.

—De acuerdo, destrozo a estas pobres diablas y me largo.

—Por supuesto.

Sana se levantó seguida de Tzuyu, que jaló el cabello de su nuca con fuerza, obligándola a exponer su tráquea. Tzuyu, con su vista fija en el mecenas, delineó con su lengua el cuello y los labios de Sana, dándole una nalgada antes de alejarse lentamente.

—Tienes una novia muy posesiva —comentó con una sonrisa en los labios Reynolds.

—No tienes idea. —Sana volvió a sentarse.

—Quizá no me recuerdes muchacha, pero ya nos hemos visto antes. — Reynolds frotó su mano sobre el hombro de Sana y bebió de su copa.

La castaña lo miró de reojo, con recelo ante lo que podría decir el hombre

—Una vez atendiste a mi hija y ella nunca dejó de hablar de la doctora que le regaló una corona de princesa.

Sana sintió un tirón en su vientre.

—No la recuerdo. —por supuesto que lo hacía.

—Una lástima.

Reynolds se fué y Sana puso cada sentido de su cuerpo en la pelea a realizarse frente a sus ojos. Tzuyu tenía su cuerpo bañado en una capa de sudor, con sus manos vendadas pobremente y sus pies descalzos, 4 mujeres la rodeaban y Tzuyu ladeó su cabeza de un lado a otro. Antes de que el Réferi diera paso a la pelea, la Emperadora señaló al lugar donde Sana se encontraba y su corazón se detuvo en ese preciso instante. Tzuyu, sin quitar sus ojos de Sana, hizo un puño con la mano que la señalaba y lanzó el primer golpe, enganchando directamente en la quijada de una de sus rivales. —¿Sabes qué quiso decir con eso? —preguntó Momo sentándose a su lado.

Sana quiso decirle que se apartara porque apestaba a perfume barato, mas decidió callarse

—Sin sus puños, una peleadora no puede defenderse.— Dijo metódica Momo

—Hm, entonces, ¿yo soy sus puños?

—¿Y qué mierda voy a saber yo? no tengo idea, Tzuyu está loca.

Sana sonrió y negó con la cabeza, tragándose la amargura al ver como Tzuyu hacía caer una a una a las mujeres frente a ella con facilidad

—Realmente odias esto, ¿verdad?

—Sí, no tienes idea cuánto...

—Dahyun me dijo que sabes sobre la fosa, no te preocupes... la muerte le tiene demasiado miedo a Tzuyu como para venir a por ella.

Sana soltó un suspiro flojo y asintió, no quería tener una conversación sobre la fosa, solo quería... Dios, no sabía lo que quería, pero no iba a pensarlo en ese momento porque Tzuyu llenaba cada espacio de su cabeza. Dahyun llegó hasta ellas y se sentó en el regazo de Momo, contando como una peleadora prometió vencer a Tzuyu para demostrar su sincero amor hacia ella.

—Una lástima —susurró Dahyun viendo a la peleadora en el suelo, empapada en sangre—. ¿Qué vamos a hacer después de esto? hay demasiada adrenalina en el aire para irnos simplemente a dormir.

—Tzuyu y yo tenemos... asuntos importantes que hablar.

La rubia rodó los ojos y acurrucó su mejilla en el hombro de Momo.

—Solo di que Tzuyu va a partirte el culo, maldita suertuda.

Momo arrugó el entrecejo y le dió una mirada confundida a Dahyun, que no comprendió por qué la miraba así

—¿Qué pasó? ¿dije algo malo?

—Hablas como si tú no fueras a tener el mismo destino. —Dahyun ladeó una sonrisita y tocó la punta de la nariz de Momo.

—Eres.. tan.. divertida, sabes que no vas a tocarme después de haber tenido a esa zorra montándote.

Sana solamente pudo reírse al ver como el rostro de la morena se deformaba al mismo tiempo que Dahyun se colocaba de pie y se iba, despidiéndose de Sana con un movimiento ligero de mano, mientras Momo chisteó y se colocó de pie. Sana la vió hablar con Reynolds y luego salir del Under, seguramente en busca de cierta rubia peligrosamente celosa. Luego volvió su vista al ring, Tzuyu pisaba la cabeza de una mujer y levantaba los brazos, celebrando su indiscutible triunfo; ella era solo una bestia entre tantas, una bestia que lentamente había devorado el corazón de Sana.

Sana caminaba con Tzuyu a sus espaldas, escuchando los jadeos excitados de su dueña, que rumeaba en su oído palabras obscenas y comprometedoras, ambas brutalmente excitadas, menesterosas de contacto físico, de meterse bajo la piel de la otra.

—Vas a tener un sabor tan bueno en mi lengua

—L..lo tendré, s..sí, solo para ti.

Tzuyu llevó una mano dentro del pantalón de Sana, con sus dedos enterrándose en los pliegues húmedos de la pediatra. Ignoraban las miradas ajenas, demasiado absortas en su propio mundo, cuando fueron interceptados por una pequeña y delgada figura y Sana gruñó con molestia, mirando a la chica que se encontraba frente a ellas con una toalla y una botella de agua.

—¡Tzuyu! te vi pelear en el Under y fué increíble.

Sana apretó sus labios y respiró pesadamente, molesta de ser detenida a pocos pasos de la celda de ambas, donde podría liberar su doloroso sexo.

—Gracias, ¿uhm?

—¡Ryujin! no olvides mi nombre, Tzuyu. —la chica estiró la toalla y la botella de agua en dirección a Tzuyu—. Vi que no tomaste nada de agua al bajar del cuadrilátero, es peligroso porque...

—Ryujin... —la interrumpió.

Sana iba a reclamar por su abrupta y muy molesta interferencia, cuando vió la mano de Tzuyu estirarse para recibir la botella de agua.

—Gracias, niña.

Tzuyu se colocó al lado de Sana, sacando sus manos del cuerpo de la castaña, quien ahogó un quejido

—Entonces me viste pelear, ¿te gustó?

—¡Sí! fué increíble, me dieron ganas de subir al ring y felicitarte. — Sana frunció el ceño al ver la mirada coqueta de la chica en Tzuyu—. De be..besarte, lo siento...

Tzuyu estaba malditamente sonriendo y Sana estaba malditamente enojada.

—Hm ¿me lo dices frente a mi corderita? eres una atrevida. —La voz de Tzuyu fué ronca y lenta, demasiado provocativa y a Sana le revolvió el vientre.

—Bien, las dejo para que puedan conversar a gusto. —sin decir nada más, se apartó a grandes zancadas.

Quiso gritar de la frustración al ver que su dueña no la había seguido. ¿Estaba celosa? ¡sí, maldición! estaba asquerosamente, condenadamente celosa. Quería devolverse y arañar todo el rostro de la puta de Ryujin, arrancarle el pelo y patearla... ¡maldita regalada! ¿qué no veía los chupetones de besos que Tzuyu tenía en el cuello? venga, que todo Camp Alderson sabía que Tzuyu era suya, solo suya ¡y no pensaba compartir una mierda de su dueña!. Entró a la celda y contó hasta 20, antes de decidir asomarse sutilmente por el marco de la puerta, con sus dedos aferrados a la puerta metálica y los celos jodiéndola demasiado. Su cabeza apenas se asomó unos segundos y todo su rostro se calentó al haber sido descubierta por Tzuyu, quien miraba fijamente a la celda mientras Ryujin le hablaba emocionada. ¡Pero qué hija de puta! bufó, avergonzada y molesta, frotando las palmas de las manos en sus muslos. Pensó en una manera de vengarse, de molestar a Tzuyu justo como ella lo estaba haciendo. ¿Celos? no, imposible, ¿enfrentarla? no, seguro iba a terminar frustrada y llorando, ¿pedirle que no lo hiciera? jamás. Tenía algo de dignidad... o quizá no, ya no estaba segura de nada.

Miró su reflejo en el trozo sucio de espejo que había sobre el arcaico lavamanos, sus ojos se entornaron y una sonrisita ladina se instauró en su boca; sí, su dueña iba a pasar una maldita mala noche. Se sacó toda la ropa, quedando solamente en una sudadera manga larga y que era algunas tallas más grandes que ella, se sentía avergonzada, ligeramente ida por el efecto de los porros y algo excitada por el morbo que le provocaba lo que iba a hacer. Se sentó de piernas cruzadas en la cama, a espera de su dueña quien no tardó en aparecer y sonreía como una maldita hija de puta, con la barbilla levantada y los ojos opacos.

—Hola corderita ¿me estabas esperando? —Sana guardó silencio y extendió un poco sus piernas, mostrándole a Tzuyu que no llevaba ropa interior alguna—. Deliciosamente guarra.

Tzuyu se arrodilló entre las piernas de Sana, con sus manos amasando y enterrándose en los torneados y blanditos muslos de la doctora y comenzó a dejar besos en una rodilla de Sana, pellizcando con sus dientes la piel de ésta.

—¿Te divertiste hablando con Ryujin?

—No molestes, corderita, sabes que me joden los celos. —Una mano de Sana se cernió en la cabeza de Tzuyu, apretando sus cabellos y la separó de golpe de sus piernas.

Su dueña levantó la mirada con un gruñido bajo emergiéndole de la garganta y Sana siseó, negando con su dedo índice.

—No esta noche, mi dueña.

—¿Qué?

—Dije... —Empujó a Tzuyu, haciéndola caer hacia atrás—. No esta noche.

—... Sana. —Apretó los puños y negó, respirando hondo y con sus pupilas dilatándose peligrosamente—. No me niegues lo que es mío, voy a enojarme mucho... voy a malditamente enojarme.

—Dije que no ¿vas a hacerlo igual? adelante, sabes que no me puedo resistir mucho.

Sana estaba pisando un terreno peligroso y lo sabía, relamió su labio inferior

—Vamos, solo oblígame.

Se abrió de piernas y deslizó las manos por sus muslos hasta su desnuda entrepierna, Tzuyu pasó saliva, con su vista fija en los lentos y sensuales movimientos de Sana.

—Solo debes hacerlo, someterme. —Se llevó 2 dedos a la boca y comenzó a lamerlos, mirando directamente a Tzuyu, quien se colocaba de pie.

La taiwanesa intentó acercarse una vez más a Sana, pero ésta estiró su pierna y la detuvo con su pie sobre el abdomen de Tzuyu

—Dije que tendrías que obligarme Chou, no te lo haré fácil.

—¡Venga! mamona, tú quieres esto... es..estás ahí, así. —La señaló con las palmas de las manos abiertas, sus palabras eran torpes y ásperas—. ¡Te estás abriendo de piernas como una puta y me dices que no quieres!

Sana sacó los dedos de su boca completamente ensalivados, sus mejillas estaban realmente calientes y todo su cuerpo temblaba en pequeños espasmos.

—No voy a dejar que me folles, Tzuyu

Sana recogió sus pies y sin quitar su vista de la ofuscada taiwanesa se acomodó sobre la cama, con sus piernas bien abiertas y su vagina en altura, completamente expuesta

—¿La quieres? tendrás que obtenerla a la fuerza.

Tzuyu gruñó y se giró rápidamente, golpeando con un puño la mesa que tenía prolijamente acomodadas las pertenencias de ambas; sus nudillos crujieron contra la madera, la frustración brotaba por cada poro de su piel. La espalda de Sana estaba pegada al colchón, su respiración era suave y aguda, dejaba escapar suspiros y gemidos bajos deliberadamente. Giró el rostro, buscando conectar con la mirada desquiciada de su dueña, mientras cepillaba su labio inferior con los dientes, tocándose impúdicamente la carne de su vagina.

—Joder, mírate. —Tzuyu comenzó a caminar por la celda como una leona enjaulada frente a una deliciosa presa, sin poder hacer nada más que verla—. Solo... mira esa exquisita vagina ¡mierda!.

Sana llevó sus dedos, previamente ensalivados hasta los pliegues de su vagina, arqueó su espalda y palpó siniestramente toda la extensión de piel antes de comenzar a jugar consigo misma.

—Hmmm —tarareó un ronroneo, conectando de vez en vez sus ojos con los de Tzuyu.

Su propio cuerpo reaccionó al perverso juego que había maquinado, con su clítoris despertándose eróticamente.

—Es..estoy tan apretada y no puedes sentirlo, mi Tzuyu.

—Joder —Tzuyu frotó su rostro, negando con la cabeza y sin dejar de caminar de un lado a otro—. Estás disfrutando esto, ¿verdad? maldita infeliz.

Sana no respondió, sí, lo estaba disfrutando, pero no iba a admitirlo... castigar a Tzuyu, ¿quién diría que sería tan satisfactorio?. El aroma de las sábanas la hizo suspirar vacilante, olían a Tzuyu, a su dueña y se sentía tan sucia por estar ahí, jugando con su entrada frente a Tzuyu. Lloriqueó tímidamente cuando finalmente comenzó a follarse con su dedo corazón, adentrándolo hasta que su nudillo tocaba piel.

—Como disfrutas tú sola, tan puta... t..tan apretadita. —Su dueña rumió y se acercó al lateral de la cama, observando fijamente el movimiento de los pequeños dedos de Sana.

Pasaba saliva con dificultad, moviendo sus manos y frotándolas contra su nuca en un gesto de ansiedad

—Vamos corderita, quieres que lo haga yo, sé que quieres que lo haga yo.

—N..no.

—¡¿Pero cómo no?! ¡estás rogándome que te folle! —Sana apenas negó con un movimiento delicado de cabeza—. So..solo un poco, corderita... déjame a mi, solo un poco ¿si?

—No.

Tzuyu pareció perder toda cordura en ese momento, jaló sus cabellos y bufó antes de salir de la celda, cerrando con un enorme portazo. Sana sonrió, sin detener el movimiento estimulante de sus dedos y contó los segundos, un total de 13 antes de que Tzuyu volviera a ingresar en la celda. Parecía desesperada, casi herida.

—¡Y sigues haciéndolo, mamona hija de puta! —Sana jadeó, serpenteando sus caderas sin responder a las palabras de Tzuyu—. No puedes estarme haciendo esto, puta.

—Uhm, es..estoy tan... —Ahogó un gemido y estiró un brazo por sobre su muslo, aferrándose a las sábanas—. Caliente, m..mi interior está... caliente.

—Ya. —Tzuyu parpadeó, en un estado de entumecimiento y conmoción que le prohibía hacer cualquier cosa además de mirar cómo Sana se daba placer a sí misma—. Endemoniada fiera, mira como tu vagina succiona tus dedos... no puedes estar satisfecha con eso, sabes que no, venga.

Sana concedió, soltando un bajito "sí" solo para desesperar a Tzuyu

—¿Sí? ¿sí, verdad? d..déjame a mí, a tu dueña, mi corderita...

—¿M..me quieres solo a mí? —gimió, buscando que Tzuyu aceptara que no quería a nadie más que ella—. ¿Solo follarme a mí?

—Sabes que sí, solo tú, mamona.

—Yo también. —Se ahogó, con sus propios dedos cepillando su punto G.

Movió sus caderas, imitando la forma en que montaba a Tzuyu y la Emperadora respiraba pesado y lento, luciendo realmente afectada

—Te quiero so..solo a ti.

—Sí, sí, sí. —asintió con desesperación—. Déjame hacerlo, preciosa, mi lengua quiere tanto follarte, déjame follarte.

Se arrodilló entre las piernas de Sana, acercó su rostro y frotó sus labios sobre el expuesto sexo de la doctora, cepillando con la punta de su lengua el espacio entre los dedos de Sana y su orificio

—Pero es..estoy tan enojada. —Tzuyu negó con la cabeza—. T..tú eres tan mala conmigo.

—No, no, no lo soy, quiero ser buena... joder, no me hagas esto. — Tomó la muñeca de la mano con la que Sana masturbaba su propia entrada—. Anda, corderita, sé mi puta, déjame lamer tu vagina.

Tzuyu enterró su rostro en los pliegues de la vagina de Sana, mordiendo los dedos de la castaña para que dejara de follarse con ellos.

—... Ryujin...

—No le hablo más, no la miro ¡me da igual! solo déjame follarte. — Sana sonrió.

—¿No más?

—No, no más... no más. —Dió un lametón y gimió al ver cómo Sana sacaba sus dedos, dándole la vía libre para que enterrara su lengua.

Sana sabía que tan desesperada estaba Tzuyu; la conocía, su dueña parecía tener una fijación oral con su vagina y no había un solo día que pasara sin que Tzuyu la devorara. Tzuyu no tardó un solo segundo en comenzar a follar a Sana con su lengua, mordiendo con malicia, mientras sus manos se aferraban a los glúteos de la ésta; la saliva escurría por las comisuras de la boca de la taiwanesa, sus ojos cerrados mientras respiraba pesadamente por la nariz y Sana se retorcía de placer, sin querer tocar su clítoris para no alcanzar el orgasmo tan pronto. La sensación de los llenos labios de Tzuyu chupándola con insistencia la hacía ahogar jadeo tras jadeo.

—T..Tzuyu...

—Cállate. —Mordió el muslo interno de Sana—. Joder, quiero castigarte, Sana, voy a castigarte por rebelde.

—N..no, no quiero...

—Sí quieres.

Tzuyu succionó y enroscó su lengua, disfrutando del sabor de Sana, empujando con barbarie para poder sentir la suavidad de las paredes internas de Sana en la punta de su lengua

—Quiero tu vagina roja y te quiero llorando por mí, porque eres mía.

Tzuyu se apartó y limpiando su ensalivada barbilla, frotó sus manos contra las mejillas del trasero de Sana, mordiendo su labio inferior.

—Hm ¿vas a azotarme?

—Sí. —y Sana no tenía idea de cómo era que los papeles habían cambiado, pero estaba demasiado fascinada, como para que le importara siquiera—. Quiero que te duela, mucho.... voy a hacer que te duela.

Sana iba a protestar, pero no pudo y en su lugar solo pudo soltar un sollozo lastimero al sentir la mano de Tzuyu dejándose caer sobre su trasero en un azote feroz; intentó alejar su adolorido trasero, pero la mano de Tzuyu se aferró a su vientre impidiéndole apartarse. Su salvaje dueña dejó caer el segundo azote y Sana gimoteó, removiéndose entre lágrimas, en un juego tan sórdido e íntimo que jamás podría dejar a nadie además de Tzuyu practicarlo en ella.

—Mira ese color... tan rojitas. —Tzuyu se inclinó y lamió la piel de Sana—. ¿Duele? ¿no más?

—S..sí... arde. —gritó sin vergüenza al tercer y cuarto azote.

Tzuyu pasaba de acariciar su trasero a azotarlo y dolía como el infierno, sí dolía

—N..no más.

—Bien. —Se bajó su pantalón, dejando expuesta su deliciosa y delicada vagina, los fluidos brotaban de ella

Tzuyu separó las piernas de Sana, quedando entrelazadas con las de ella y no dijo más. Sana simplemente sintió el húmedo sexo de Tzuyu sobre el de ella y maldita sea, era tan exquisito sentir a Tzuyu de esa forma.

—Mierda, quiero hacértelo tan fuerte. —Sana mordió el dorso de su mano, intentando aplazar el orgasmo que se formaba en su vientre.

Tzuyu embestía salvajemente contra el sexo de Sana, con movimientos certeros, sus vaginas se frotaban de una manera placentera

—Mía, te siento tan mía.

—Sí, lo soy, l..lo soy.

Por las mejillas de Sana corrían saladas lágrimas de placer y su boca parecía derretirse con cada gemido que se ahogaba en ella, sentía el clítoris de Tzuyu sobre el suyo, tan caliente y delicioso. La quería tanto, sentirla así, pertenecer completamente a Tzuyu.

—Vamos, bebé... suelta tu mariconería cursi, ya sabes que me encanta cuando lo dices tú.

Sana gimoteó y buscó las palabras en los recovecos de su cabeza; sentía cómo la temperatura subía y se acumulaba en su sexo, gemía y Tzuyu también. Aumentaban el ritmo, las caderas de ambas se movían en círculos y de izquierda a derecha, el roce de las vaginas era más excitante de lo que la pediatra hubiese imaginado. Llorar de placer, algo que jamás había experimentado hasta que conoció a su dueña.

—T..te quiero —sollozó.

—Me quieres. —Tzuyu sonreía, con sus ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, impulsando su cadera para moverse lenta y deliciosamente sobre la vagina de Sana, con chispas de luz bajo sus párpados—. Eres la única que puede decirme eso, corderita coqueta.

—Uhm, solo yo.

—Solo tú.

Tzuyu se inclinó hacia adelante y comenzó a besar los hombros de Sana, mordiendo cuando sus dientes picaban sobre la caramelizada y sudada piel

—Eres la única, la única que tiene derecho a quererme.

—Sí, b..beso —Sana levantó el rostro, buscando un piadoso beso, necesitándolo con urgencia.

Tzuyu besó su mejilla y prontamente encontraron sus bocas nuevamente

—Te quiero, mi dueña, mi Tzuyu.

—Mi Sana... —Tzuyu sonrió, tirando del labio inferior de Sana antes de apartarse para volver a morder y besar su cuello, dejando violentas marcas en él.

La doctora se aferró a las mantas, no pudo anunciarlo, simplemente estalló en un calor incandescente que le recorrió desde su columna vertebral hasta los dedos de los pies. Jadeó desesperada, perdiendo el control de su cuerpo y con su pecho dolorosamente frenético, corriéndose duro y fuerte. Se desplomó a los segundos, siendo sostenida por las manos de Tzuyu, que seguía sobre ella.

—¿Quieres que me venga sobre ti? —preguntó Tzuyu juguetona, con el cuerpo laxo de Sana sobre la cama; recibiendo sus duros movimientos de caderas—. Dímelo, sé mi corderita coqueta y dime lo que quieres.

Sana sentía su boca seca y su cuerpo aún se estremecía debido al orgasmo que Tzuyu había provocado en ella, con sus constantes embestidas.

—S..sobre.

—¿Sobre? hmm.. ¿ves? por esto eres mi hembra... —Sana jadeó, una mano de Tzuyu jalando sus cabellos castaños—. Te gusta, ¿verdad? que me folle tu vagina y me venga sobre ti...

—Sí, q..quiero estar llena de ti, quiero ser tu hembra.

—Puta guarra. —Tzuyu atrapó su labio inferior, apretándolo con fuerza mientras expulsaba todos sus fluidos debido al orgasmo sobre la vagina de Sana.

Se levantó de sobre Sana y dió un último azote en su adolorido trasero, con sus ojos buscando algo para limpiar a su amante, que se encontraba completamente extenuada en la miserable cama.

—Tzuyu —suspiró.

—¿Sí?

—Prométeme que vas a volver.

Tzuyu se detuvo, con un paño en sus manos a punto de ser humedecido. Sana hablaba de la fosa; y lo sabía, ambas habían estado evitando el tema, aún cuando la taiwanesa sabía cuán atormentada se encontraba Sana por aquel torneo.

—No me gusta hacer promesas.

—Por favor. —Tzuyu se volteó en dirección a Sana.

Su chica, desnuda y con la piel perlada, se encontraba hecha un ovillo de costado, con sus ojos rojos e hincados, hipaba suave y sorbía por su pequeña nariz

—Dime que vas a volver, que nunca alguien más va a poder tenerme porque seguirás siendo mi dueña, por siempre.

Tzuyu pasó saliva por su garganta, sintiendo un escozor en ésta, bajó la mirada a sus pies y soltó una bocanada de aire.

—No puedo.

Y algo se quebró dentro de Sana en ese momento....

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