XII
Camp Alderson a veces parecía tener vida. Un leviatán que devoraba las almas que el diablo le proporcionaba y que rugía de gusto al ser bañado en sangre', Tzuyu no odiaba Camp Alderson; era su pequeña mascota.
—Hmmm. Tarareó Tzuyu entre sueños al sentir un frío contacto en la piel de su cuello.
Se removió, abriendo sus ojos perezosamente mientras con su mano bajó las mantas y tiró del pequeño cuerpo de su cordera para que se apegara más a ella. La nariz de Sana, sonrosada en su punta y helada debido a la crueldad de la estación, había sido la causante de la privación de su sueño. Ya habían devuelto el suministro de luz por lo que en cualquier momento sonaría la irritante alarma a través de las bocinas de la prisión. Se pasó una mano por el rostro, restregando sus pestañas para eliminar los restos de sueño que persistían en ella, bufó y se aclaró la garganta, sopesando la urgente necesidad de un sorbo de agua para aplacar la sequía en sus cuerdas vocales. Quizá no debería haber gritado tanto la noche anterior, y todo porque a su cordera rebelde le había dado porque Tzuyu andaba lamiendo a otras putas. El problema real era que Sana aún tenía dolores persistentes en su caja toráxica debido a la lenta recuperación de sus costillas y ni hablar de su muñeca que aún permanecía inmovilizada. El ambiente de Camp Alderson no era el más indicado para una paciente en recuperación y Tzuyu no iba a malditamente arriesgarse, no quería terminar con sus dedos ensartados en un saco de huesos rotos y lágrimas. Eso jodía a Tzuyu porque sí, debería haber hecho las cosas que su compañera de celda le reclamaba, dejar de ser una puta amariconada y follarse a otra para sacar la calentura de su sistema, pero no lo había hecho ¿Por qué? porque Sana estaba jodiéndole los sesos, tan simple como eso. Salió de la cama con cuidado, el frío ya era algo aclimatado en ella, por lo que las bajas temperaturas no la afectaban como a las más nuevas. Esa mañana en particular su estómago gruñía por la falta de alimentos, tomó una de las rebanadas de pan que Sana tan cuidadosamente racionaba y se la llevó a la boca, de pie y con sus ojos fijos en aquel pequeño bulto durmiente.
—Sana. Quiso despertarla.
—Hmm. Sana gruñó en respuesta y siguió durmiendo.
Estaba condenadamente enojada con la mocosa, por su culpa había terminado botando su bandeja con comida y yéndose a dormir con el estómago vacío. Lo mínimo que podía hacer esa cordera desagradecida era prepararle un desayuno decente.
—Pequeña mierdecilla insolente. Bufó.
Se acercó y corrió las mantas de la cama, provocando que la doctora se encogiera al sentir el frío colándose por sus ropas. La vió abrir los ojos, todavía levemente hinchados por las lágrimas que derramó en la discusión de la noche anterior.
—¿Qué ocurre?. Preguntó con su dulce voz suave, esa que hacía hervir la sangre de Tzuyu.
—Ocurre que estoy endemoniadamente hambrienta y como es tu culpa, o me preparas algo de comer o te juro que tendrás dos nuevas costillas rotas para presumir. Y supo que sus amenazas no estaban dando resultado cuando Sana rodó los ojos y estiró los brazos en busca de un beso caprichoso.—Tú lo que eres, es una puta mierda sinvergüenza.
Se inclinó y con una rodilla sobre la cama, apoyada con ambas manos sobre el colchón, guió sus labios a los de Sana y los movió en un beso suave y ligero. Abrió los ojos al sentir como Sana sonreía en el beso.
—Hola. Susurró en un suspiró la pediatra, picoteando una vez más los labios de Tzuyu.
—Aún no perdono tu escándalo de anoche. Se apartó y fué en busca de un vaso de agua.
—Me duele la cabeza, mucho. Lloriqueó la castaña llevándose ambas manos a la frente con un amago de dolor, su entrecejo fruncido y sus labios en un rictus acerbo.
—¿Qué? ¿por qué? ¿tomaste tus jodidas medicinas? .Sostenía el tazón con agua en su mano.
De inmediato buscó con la mirada las pastillas para la jaqueca que Sana había obtenido del médico.
—Uhm, no, anoche no las tomé... ¿por qué será?
—Porque eres una maldita paranoica que se cree con la autoridad de celarme.
Vió la bolsa café con los medicamentos de Sana en el suelo, a los pies de la cama. Se agachó y le lanzó la bolsa al mismo tiempo que estiraba su tazón de agua en dirección a la castaña.
—Gracias. Con su única mano servible y algo de esfuerzo, sacó una pastilla de un frasco de píldoras y se la llevó a la boca, recibió la taza que Tzuyu le ofrecía y bebió el agua, rogando porque su maldita jaqueca terminara.—¿Vas a entrenar hoy?
—Sí. Tzuyu caminó hasta el baúl donde con Sana guardaban todas las provisiones de comida y artículos varios que tenían, la maleta de Tzuyu ya no era más que un escombro empolvado bajo la litera.—Búscame en el gimnasio antes de la cena.
—Bien. Sana se colocó de pie y dejó la taza sobre la mesa.
Inmediatamente tembló de frío y buscó con la mirada la gruesa chaqueta invernal que Tzuyu había conseguido para ella, ese era su tesoro. La alarma sonó haciendo que Sana arrugara su expresión facial.
—Ugh. Maldita jaqueca.
—Castigo divino. Se burló Tzuyu con un frasco de shampoo y un jabón en la mano.
Sana iba a responder, pero se vió interrumpida por las guardias que iban en busca de la bolsa con ropa sucia de ellas, Tzuyu abrió la puerta y Sana les entregó la enorme bolsa de plástico negra. Ese era uno de los privilegios de Tzuyu, una vez a la semana lavaban su ropa personal y la devolvían al día siguiente, completamente seca y limpia. Tzuyu sabía que Sana lentamente había comenzado a colar algunas de las prendas de ropa que no quería perder, ya que en el lavado común no se podía guardar nada y solo quedaba rogar al cielo para que los cambios de ropa que les entregaban fueran decentes.
—Vamos, a las duchas. Indicó Tzuyu con un gesto de cabeza.
Sana salió de la celda con un pequeño morral de cuero en el cual llevaba un cambio de ropa interior y artículos de aseo personal, no había alcanzado a lavarse los dientes por lo que lo haría en los baños comunes luego de vestirse. Tzuyu caminaba a pocos pasos de distancia de Sana, miraba de reojo a las demás reas y empujaba cuando era necesario, pues no le molestaba comenzar el día botando algunos dientes y rompiendo algunos huesos. Ignorando el saludo de las asustadas guardias, llegaron a las duchas, sabía que las mujeres uniformadas temblaban de miedo al verla, quizá el haber enviado los pares de ojos de las mujeres que torturó como un regalo a toda la unidad de gendarmería, era la razón. No pudo evitarlo, cuando Momo lo mencionó como advertencia para el resto de las mujeres que se suponía, mantenían la paz y el orden al interior de Camp Alderson, sus ojos brillaron con la idea. Vió a Sana desvestirse mientras ella hacía lo propio y las furiosas marcas violáceas en la dermis del cuello de Sana la hicieron arrugar la nariz, le molestaba la facilidad con la que, ante el más mínimo agarre brusco, la piel de Sana se exponía maltratada como si fuese una muñeca de porcelana que al más mínimo contacto podría quebrarse.
Escuchó el silbido de algunas convictas cuando Sana se agachó para recoger su pantalón y apretó una prenda de ropa entre sus manos y mordió su mejilla interna. No podía reaccionar por algo tan estúpido como eso, ¿podía?, sabía que su corderita era vistosa, que llamaba miradas lascivas y lujuriosas con su carita aniñada y femenina. Algunas veces pensaba seriamente en tomar su navaja y soterrársela en los ojos a cien mujeres para dejar en claro que no le gustaba que mirasen lo que era suyo. Sana se giró en su dirección, como si hubiera adivinado los pensamientos de Tzuyu y mantenía esa sonrisa coqueta que la taiwanesa estaba orgullosa de decir, le pertenecía a ella solamente.
—¿Sabes, Tzuyu? en realidad, yo era bastante popular antes de caer en prisión.
—Por supuesto que sí. —Se cruzó de brazos y ladeó la cabeza con una sonrisa falsa.—Con lo que te gusta andar moviéndoles el culo a todas.
Sana se encogió de hombros y caminó al agua caliente, las mujeres se removieron de sus lugares para darle espacio a la hembra de la Emperadora y a esta.
—Y todas hacían exactamente lo que yo quería. El agua caía por su cabeza y su brazo inmovilizado se encontraba cubierto por varias bolsas de plástico.
—¡No me digas! porque aquí sigues siendo la misma mierda caprichosa.
—Y las mejores fiestas de Corea ocurrían en mi departamento.
Tzuyu sabía por dónde iba aquel juego, incluso podría llegar a pensar que últimamente Sana disfrutaba viéndola caer presa de los celos. A saber que había en esa pequeña cabecita de zorra astuta.
—Seguro terminabas penetrada por quien sabe cuántos dedos, ¿verdad? .Apretó el culo de Sana y se humedeció los labios en satisfacción.—Si es que eres una putita coqueta.
Sana miró por el rabillo del ojo como a no mucha distancia de ellas, una mujer se forzaba a sí misma en otra chica más débil; bajó la vista y tomó una bocanada de aire para recuperarse, necesitaba a Tzuyu.
—Soy lo que tú quieras que sea, mi dueña —Le susurró al oído.
Tzuyu sintió la tribulación en su voz, buscó con la mirada aquello que había inquietado a su cordera y chasqueó con la lengua al ver el motivo. De un movimiento alífero quedó con su cuerpo aprisionando el de Sana, con sus brazos flexionados y sus manos a los costados de la cabeza de esta. El agua caliente caía por sus cuerpos, dándoles el calor necesario para poder permanecer ahí completamente desnudas. Dió un lametón en el cuello de Sana, con su boca encajada en aquel delicioso tramo de piel caramelizada.
—Solo debes mirarme a mí. —El aliento caliente y húmedo de Tzuyu golpeó en su oreja.—Eres tan mía.
—Lo soy. —Abrazó a Tzuyu con su mano disponible y besó la quijada de esta, justo en la zona bajo el lóbulo de su oreja. —Soy de Chou Tzuyu, de la Emperadora... tanto que a veces duele.
Tzuyu iba a responder, a premiar la fascinante coquetería de Sana, sin embargo un par de ojos puestos en ellas dos, la hizo cambiar de respuesta.
—¿Sabes lo que ocurrirá el día que te vea coqueteándole a otra, verdad?
Sana se apartó, mirando a Tzuyu con una expresión dolida. El añil de sus bondadosos ojos podría penetrar el más resistente acero pero la taiwanesa no podía sentir culpa alguna, la necesidad de escarmentar a su amante estaba estrechamente ligada a sus más tortuosos pensamientos; unos donde Sana la traicionaba, y pues no sería extraño. Todo el mundo la había traicionado, incluso su propio padre.
—Yo misma me arrancaría los ojos antes de hacerlo, solo te quiero a ti.
—Vale, corderita, deja de ser tan cursi que apestas a perra en celo. Se mofó en un susurro que solo ellas podían escuchar.
Podía burlarse de Sana, pero no lo hacía en público. Sí quería que las reas de Camp Alderson dejaran de meterse con su cordera, no podía ir por toda la prisión dándoles motivos para meterse con ella.
—Y te encanta que lo sea, beso. —Los dedos de Sana se deslizaron exquisitamente por el marcado abdomen de Tzuyu, trazando una línea justo al medio de sus oblicuos.
Tzuyu no demoró en llevar sus labios a los de Sana, cerrando los ojos al sentir esa sensación suave y tibia. La manera en que los labios de la pediatra encajaban en su boca, como los movía con cuidado; dejando escapar pequeños hipidos ahogados de satisfacción. Los besos de Sana siempre dejaban un gusto dulce en el paladar de Tzuyu, le encantaba como la más baja se acoplaba a ella y recibía las penetraciones de su lengua; dócil y excitada. Barrió con su lengua por las comisuras de la boca de Sana y con la punta de sus dientes tiró de ese caliente y lleno labio inferior; Sana se arqueó ante aquello, perdida en el salvajismo animal que tenía Tzuyu para hacerla suya y se separaron cuando escucharon como las guardias avisaban sobre la restricción del horario para desayunar. Malditas aguafiestas.
—Me encanta que seas tan masoquista. Bromeó, dándole un pellizco en el culo.
Su cordera dió un brinco y frunció el ceño antes de ladear una sonrisa y guiñarle un ojo a Tzuyu.
—Pero odias hacerme daño. Y Tzuyu no lo negó.
Momo se encontraba en su celda, masticaba goma de mascar mientras leía por décima vez la única edición de la revista de mujeres que tenía. Ya era más de medio día y pronto iría a buscar a Tzuyu para que fuesen a comer, la chica que se encontraba haciéndole un estupendo sexo oral se colocó de pie al ver como Momo no le prestaba mayor atención de la que le prestaba a su revista.
—¡¿Vamos a follar o seguirás leyendo esa mierda?!
Inclinó levemente la revista hacia adelante y levantó la vista, la morena frente a ella esperaba ansiosamente una respuesta. Momo vió el reloj en su muñeca y se encogió de hombros.
—Me chupas como la mierda, solo vete. Se subió su pantalón y bragas.
Volvió la vista a su lectura e ignorando las maldiciones de una de sus muchas amantes, suspiró al verse completamente sola y en paz. Paz que no duró más de 5 minutos cuando su rubia y muy eufórica compañera de celda y novia, llegó acompañada de Sana. Su sonrisa brillante y carente de maldad contagió a la mujer que lanzó la revista al suelo y se enderezó de inmediato.
—¿Qué hacen aquí? pensé que habías dicho algo de un partido de cartas.
Dahyun rodó los ojos y movió su cabeza de un lado a otro como si no supiera la respuesta a esa pregunta.
—Dahyun tuvo un ataque de perra histérica cuando fué descubierta haciendo trampa y tiró las cartas al escusado. Respondió Sana.
Momo levantó las cejas y los bordes de sus labios subieron al formar aquella sonrisa que solo Dahyun era capaz de provocar en ella.
—¡Me sentía profundamente atacada! ¿de acuerdo? las amigas no hacen esas cosas, Dios. La rubia se sentó en la cama, cruzando sus piernas mientras veía su manicura inexistente.—Además, ni siquiera quería jugar a las cartas.
—Bebé... si fuiste tú quien dió la idea de... —Hizo comillas con los dedos.—Hacer un torneo de cartas para elegir a la reina de Camp Alderson.
—Ya, es que si no gano yo, no hay motivo para hacer ese torneo, duh.
—Ni siquiera entiendo por qué participé en primer lugar.
—Oh cállate, Sanake, tú no participas en nada que no involucre a los dedos de Tzuyu.
Momo sonrió al ver como su excéntrica rubia apuntaba con enfado a la amante de Tzuyu.
—Culpable. Musitó Sana con un sonrojo leve.
—Bien, demasiada información, ahora... ¿por qué están aquí?
Dahyun mordisqueó su labio inferior y señaló a la chica que rascaba su nuca, con mejillas arreboladas y una sonrisa tímida.
—Dahyun me contó que fuiste tú quien tatuó a Tzuyu.
—Sí, la mayoría de sus tatuajes se los he hecho yo ¿qué hay con eso?
—B..bueno, uhm... bien, esto es vergonzoso, pero...
—¡Ay, maricona frustrada! ¡dilo ya!.Le gritó desesperada Dahyun
Sana quería hablar, más los nervios estaban causando estragos en sus funciones cognitivas porque lo que iba a salir de su boca no eran simples palabras regaladas al viento, era una proclamación de tenencia perpetua. Era la manera que tenía para demostrar que después de 5 meses en las fauces del infierno, ya se había rendido completamente y que todas sus murallas estaban desmoronadas. Porque sin importar que acaeciera el día de mañana, sin importar si conseguía su libertad, ella iba a permanecer para siempre encadenada. Como la prisionera que era a los pies de su cruel dueña y Emperadora.
—Quiero que me hagas un tatuaje, una daga.
Tzuyu llegó al comedor y repasó con la mirada el lugar; tras ella se encontraba Jihyo, una reclusa caída por asesinato y robo con intimidación. Era una hija de puta, pero una bastante leal y que no dudaba en seguir cada una de las órdenes de Tzuyu. Se percató de que Sana no se encontraba en el lugar que ella había dispuesto para ese tipo peculiar de mujeres.
—Ve por la comida. Le indicó a Jihyo e hizo su camino hasta la mesa que había designado para ella y su grupo.
En esta se encontraba la china que comía con una sonrisa permanente en su rostro mientras coqueteaba con otra de las convictas cercanas a Tzuyu, Ryujin; una lunática que fué puesta tras las rejas por hacer explotar una bomba en un centro comercial, llevándose consigo la vida de 10 mujeres. Tzuyu no tenía un especial aprecio por la mujer, pero sus creencias la volvían una tipa fiel y honesta, algo difícil de encontrar en Camp Alderson.
—Hola, Emperadora. Saludó Ryujin con un gesto de cabeza.
Tzuyu levantó las cejas en saludo y entrelazó sus manos por encima de la mesa; para su suerte, Elkie parecía demasiado hipnotizada por la mujer como para molestarla. Quiso burlarse de ella y es que le parecía estúpido que intentara darle caza a la terrorista cuando ésta era prácticamente la única mujer en Camp Alderson a la que no le interesaba tener con quien follar. Jihyo llegó con las bandejas de comida para Tzuyu y para ella, la taiwanesa frunció el ceño y sonrió al ver las hortalizas con carne y patatas sobre su plato. Saciar el hambre era lo único en su cabeza en aquel momento.
—¿Y qué me cuentas, amor? .Elkie colocó una mano sobre el hombro de Tzuyu.—¿Aún no te aburres de la puta fácil que traes colgada al cuello?
Tzuyu ignoró las palabras de la china, demasiado ocupada en digerir sus alimentos. Sin embargo, la mención de Sana hizo que volviera la vista a la mesa donde su cordera debería estar almorzando, mas no estaba.
—Elkie. Rugió en advertencia, Jihyo.
Ella no conocía a Jeon Sana más allá de lo que había visto, pero mantenía a su Emperadora contenta y eso era todo lo que le importaba.
—¿Qué? al parecer ya no se puede hablar de la ramera de Tzuyu sin que todas salgan a defenderla. Una sonrisa falsa se perfiló en su boca.—Claro, seguro también les presta la vagina y por eso la protegen.
—¡Vete! .Demandó Tzuyu, apretando el tenedor con el que pinchaba su comida.
Las palabras de Elkie, más la ausencia de Sana y no saber dónde ésta se encontraba, comenzaban a jugarle una mala pasada.
—¿Me estás echando?
Tzuyu en un movimiento que nadie se esperaba, se colocó de pie y con su mano sobre la nuca de Elkie, la redujo rápidamente contra la mesa de metal en la que comían. La china se golpeó la cabeza contra la dura superficie, haciendo emerger de su garganta un quejido de dolor.
—Dije, vete ¿vas a comenzar a desafiarme, maldita rata sucia?
—N..no por favor, Tzuyu... s...suéltame.
Manoteó la cabeza de la china en un último golpe y volvió a su asiento. Las enmudecidas reas, al ver que el asunto no pasaba a mayores, volvieron a sus pláticas banales y Tzuyu tomó nuevamente el tenedor entre sus dedos. No dijo una maldita palabra más durante todo el almuerzo, sentía la comida pasar con dificultad a través de su garganta y cada bocado tenía el mismo sabor a mierda que el anterior. En un momento dado, apareció Momo a su lado y sonreía como una niña que guardaba un enorme secreto, llevándose pequeñas bocanadas de comida sin quitar la diversión de sus expresiones faciales al masticar.
—¿Y tú por qué cojones sonríes así? —Preguntó Ryujin terminando de beber su café.
—Por nada, por nada.
—Seguro consiguió que la rubia y ella hicieran el 69. Bufó Tzuyu, malditamente celosa.
Sana no era muy de meterse entre sus piernas, en realidad, nunca le había hecho un oral por lo que solamente podía soltar maldiciones.
—Con esa boquita que se gasta. Bromeó Jihyo.
No era secreto para nadie que ésta se traía un gustillo especial por Dahyun.
—¡Eh! que a la puta me la dejan tranquila, mariconas.
—No es que fuese ment... — Tzuyu detuvo sus palabras cuando vió por el umbral de la puerta doble, como su amante ingresaba en el comedor acompañada de Dahyun.
Sus ojos ónice hicieron contacto con los índigos de Sana sin embargo, la doctora rehuyó la mirada y las pupilas de la taiwanesa se expandieron bestialmente. Como una depredadora que veía a su presa intentando escapar y debía atraparla antes de que lo hiciera, se colocó de pie y caminó en dirección a Sana; que hacía la fila para obtener su almuerzo.
—Tzu...
—Cierra la maldita boca. Gruñó tomándola por el brazo sin cuidado alguno, sin importarle que fuera la extremidad lastimada de Sana.
Jaló de ella hasta que salieron del comedor. Sana la llamaba y preguntaba la razón de su molestia y ella escuchaba los lamentos de dolor por parte de la más baja, pero en su cabeza solo había ofuscación. Llegaron a una zona levemente apartada que les brindaba algo de privacidad. Tzuyu soltó el brazo de Sana y ésta se lo llevó al pecho, sobando la zona lastimada por su dueña. Sus ojos se cristalizaban por las lágrimas y tenía su labio inferior atrapado entre los dientes para que no le temblara.
—¿Dónde estabas? —Exigió saber.
—¿Qué? Hy..Tzuyu yo...
No tuvo tiempo de responder, la espalda de Sana colisionó contra la pared; Tzuyu la había besado, aplacando su respuesta. La emperadora presionó una mano en la quijada de Sana, sosteniendo su rostro con fuerza mientras le profanaba la boca en un beso duro y cruel. Como siempre, su cordera no opuso oposición alguna, se dejó subyugar como a Tzuyu le encantaba la taiwanesa sintió los dedos de una mano de Sana tocarle cuidadosamente la piel del cuello y gruñó placenteramente ante tal caricia. Sin importar cuán despiadada fuera con la más baja, las manos de Sana parecían imposibilitadas para devolver el daño y lentamente los latidos de su corazón amenguaron, la ira de sus pensamientos comenzó a verse disipada ante las oleadas de placer y calma que le proporcionaba el tener a su coqueta amante entre los brazos. Raspó con sus dientes la lengua de la doctora, suspirando pastosamente al escuchar como Sana parecía ronronear de placer con cada movimiento de la boca de Tzuyu sobre la propia.
—No me lastimes, que soy tuya. Murmuró Sana con la voz ajetreada cuando Tzuyu se apartó tenuemente en busca de oxígeno.
—No vuelvas a rehuirme la mirada.
—Sí.
—¿Dónde estabas? . _Tzuyu forzó su dedo pulgar en el interior de la boca de Sana, presionando sobre la calienta y húmeda lengua de ésta—. ¿Por qué desapareces de mi vista? vas a hacer que termine encadenándote a la cama, a ver si consigo que dejes de comportarte como una puta que no tiene dueña.
Sana cerró los ojos y cuando Tzuyu sacó el dedo de su boca, le aprisionó la mano contra su propia mejilla en busca de una caricia afectiva. Su dueña estiró una de las esquinas de sus húmedos labios en una sonrisa plácida, pero no apartó su mano.
—Sí tengo dueña. _Proclamó con sus ojos café fijos en Tzuyu.
—La tienes.
—Solo tú, no voy a escapar, no voy a desaparecer, eres mi dueña Tzuyu. Levantó su mano utilizable.—Y esto lo comprueba.
Tzuyu vió el inicio del plástico transparente que desaparecía bajo el suéter que Sana traía puesto. Sin perder un segundo, tomó la mano de la castaña y corrió la prenda de ropa dejando a la vista una perfecta piel caramelizada levemente resentida. Sintió un picor en su garganta al ver aquellos trazos perfectamente tatuados en Sana, era una daga; era ella.
—Es lo que somos, Tzuyu.
La Emperadora alzó el brazo de Sana y cerró los ojos cuando sus labios se posaron sobre el tatuaje de su corderita por encima del plástico, sobre aquella marca eterna en su piel dejó un casto beso, sus manos temblaban, dolía. La sonrisa inocente y simple de Sana dolía en ella y es que, solo quien se acostumbra al dolor, puede comenzar a encontrar placer en él.
—... Gracias.
Algo se sentía muy, muy bien, era húmedo y la instaba a levantar la pelvis, a encoger los deditos de sus pies y retorcerse. Abrió los ojos debido a la hormigueante y tibia sensación que nacía en su ingle. Tuvo que pestañear y acomodar los pensamientos en su cabeza para comprender que ocurría, ya que definitivamente no esperaba despertar y encontrar a Tzuyu acomodada entre sus piernas, tomando toda su vagina con la boca de manera obscena.
—Tz..Tzuyu, qué estás... ah... mierda, sí, ahí.
—¿Te gusta, verdad? puta corderita coqueta, voy a darte un orgasmo mañanero.
—¿Qué? p..pero, ¿ahora? no, Tzuyu, quiero bañarme primero...
—Pues te bañas después.
—¡N..no habrá agua caliente! .Su dueña ahuecó las mejillas succionando con fuerza su clítoris y provocando que Sana arqueara la espalda y gimiera por lo alto.—¡Tzuyu!
La nombrada sonrió, apartándose y dándole un lametón a los pliegues de Sana.
—Venga, sé que quieres...
Sana realmente odiaba a Tzuyu porque sí, Tzuyu tenía un muy buen método de persuasión.
—Dios, sí, sí quiero, por favor, sí, sí, sí. Se aferró a las sábanas de la cama cuando la taiwanesa volvió a introducirse en medio de sus piernas.
Tzuyu con sus carnosos labios alrededor sus pliegues era simplemente demasiado; por lo que no tuvo más opción que cerrar los ojos y abandonarse en gimoteos de placer. Llevó sus manos a la cabellera de su dueña y apretó con fuerza, obligando a Tzuyu a penetrarla con la lengua, a tomarla toda. La escuchó jadear antes de que comenzara a chupar violentamente, provocando que Sana perdiera todo el control de su cuerpo, su clítoris palpitaba de sobremanera debido a la excitación. Debía admitir que el sexo oral de su dueña era por mucho, superior a cualquier otra cosa que había experimentado nunca, incendiaba cada conexión nerviosa de su cuerpo y simplemente no podía dejar de lloriquear por más.
—Mi..mierda, m..me voy a correr... —Sollozó, aplanando sus pies en el colchón para poder levantar la pelvis y lograr que la lengua de Tzuyu se hundiera más en ella.—Hy..Tzuyu ya... por favor...
Tzuyu aferró sus manos en los huesos de las caderas de Sana, Tzuyu se impulsó en un movimiento rápido de cabeza, penetrando más a la chica. Escuchó a su corderita gemir ahogado cuando el orgasmo la alcanzó, corriéndose en la boca de Tzuyu, que tragó rápidamente, con sus ojos cerrados y chispas de colores bajo los parpados; su propio centro doliendo por obtener algo de alivio. Llevó su boca hasta el interior del muslo derecho de Sana donde lamió y chupó para dejar un cardenal de besos.
—Mal..maldición. —Jadeó Sana, agotada con su cuerpo tenso por el duro orgasmo.
Tzuyu se removió de la cama y tomó una pequeña bolsa de papel, Sana frunció el ceño al ver como se volteaba para no mostrarle su contenido.
—¿Qué es eso? ¿qué estás haciendo?
—Abre bien las piernas, corderita, que te tengo una sorpresa...
—¡No! —Abucheó con un puchero formándose en sus labios.—Nos vamos a perder el desayuno, Tzuyu.
—Anda, yo quiero follarte con este arnés y este lubricante de vainilla, deja de joder como una maricona y abre las piernas.
—¡No pienso aceptar! tengo hambre y quie... oh... oh, joder. Arqueó su espalda al sentir la intromisión de dos resbaladizos y calientes dedos de Tzuyu en su entrada.—Mierda, sí, sí, ju..justo ahí.
—¿Lo sientes? lubricados con sabor a vainilla para tu deliciosa vagina.
—¿D..de dónde lo sacaste?
—Eso no importa, ahora deja de pensar en salir de esta cama y deja que te disfrute corderita.
Sana iba a protestar, pero los dedos de Tzuyu cepillando su centro se lo impidieron, por lo que se dejó sodomizar, abriendo aún más sus piernas. Su dueña sonrió ladinamente, dejando escapar un hoyuelo. Dos de los dedos de Tzuyu entraban y salían lentamente de su interior, en una fricción mojada y caliente que la tenía gimoteando desvergonzadamente. El cuerpo de su dueña estaba al desnudo, dejando su maravillosa contextura muscular a la vista, sus increíbles tatuajes y el sudor perlado que le recorría sus pechos.
—¿Te gusta, corderita? mis dedos follándose tu deliciosa vagina. Agregó un tercer dedo y aumentó el ritmo de las penetraciones, Sana hundió la parte posterior de su cabeza en la almohada, entre gemidos que le impedían responder y que enloquecían a la posesiva de su amante.—Eres tan caliente, tan hermosa... mira como mueves tus caderas... intentando follar mis dedos.
—P..por favor...
—¿Qué quieres?
—A t..ti... te quiero a ti, en mí.
—Hmmm. Tarareó sonriente, sacando sus dedos—. ¿Ya no quieres ir a desayunar? —Sana negó con un movimiento frenético de cabeza.—Esa es mi corderita, tan buena para mí
Sacó sus dedos del interior de Sana, ganándose un quejido por parte de esta, sus manos barrieron por los tersos pechos de la chica hasta sus piernas, las cuales separó para posicionar el miembro falso entre ellas. Sana lloriqueó el nombre de Tzuyu al sentir como la penetraba lentamente, su boca sintiéndose seca, sus manos temblando levemente, y una comezón en su vientre; todo su cuerpo caliente y sudoroso.
—Beso... por favor.
—Joder... tan necesitada por mí, putita mamona.
Llevó su mano izquierda hasta el clítoris de Sana y presionó con su pulgar dándole suaves caricias, mientras que con la mano derecha pellizcaba el suave pezón de la doctora. Sana vociferó un lloriqueo de dolor y placer y Tzuyu se acomodó mejor sobre Sana, dejando que las dos piernas de ésta se enredaran en su cadera. Comenzó a repartir un camino de besos cortos sobre el mentón y cuello de su cordera a medida que oscilaba su pelvis en embestidas largas y profundas, lamió la extensión de su afilada mandíbula y mordió uno de sus pómulos; terminó sobre sus labios en un beso duro y posesivo. Los gemidos de Sana eran suaves y melodiosos, las notas de su voz seducían al instinto animal de Tzuyu, con sus ojos cerrados y labios amaestrados que se dejaban mordisquear y chupar.
—Mía. Susurró Tzuyu sobre el beso, llevando su mano izquierda a una de las nalgas de Sana, enterrando sus dedos en la febril y transpirada piel caramelizada de su amante.—Todo esto es mío, tú eres mía.
—Sí, soy tuya... t..tú eres mía. Gimió, sintiendo sus labios afiebrados.—Mi dueña.
—Te encanta, ¿verdad? —Impulsó su pelvis hacia adelante con fuerza, clavándose en Sana, que curvó su espalda y rasguñó la piel de Tzuyu en respuesta; ahogando un grito a modo de quejido.—Ser la única para mí.
—S..soy la única, lo soy...
—Lo eres... solo tú, mi corderita, solo tú.
Tzuyu sonrió, a gusto por la demanda de Sana en ella. Jamás le había pertenecido a nadie; jamás quiso hacerlo, pero con su delicada amante, la idea parecía incluso cautivadora. Esa era la Emperadora, con sus codos hundidos sobre el colchón, a los costados del cuello de Sana, que le jalaba el cabello con ambas manos. Sus frentes pegadas mientras con su boca feroz y demandante, le exigía mil besos.
—M..mierda... es ahí, es ahí, Dios, sí. Sana apretó el agarre de sus piernas en Tzuyu, hundiendo sus talones en los glúteos de esta.
El sudor emanando de sus cuerpos, con las manos de Sana recorriéndole la espalda en caminos imaginarios, clavándole las uñas cuando el placer se hacía insostenible y así el orgasmo las alcanzó al mismo tiempo; repentino y tórrido. Sana abrió los ojos, regalándole una expresión rota y afiebrada a Tzuyu, que gruñó complacida; sintiendo como se corría sobre Sana. Tzuyu no se explicaba la facilidad con que la cordera la excitaba, era tanto que no necesitaba ser tocada para llegar al orgasmo, con solo escuchar los gemidos y susurros de su corderita, al ver su cabello pegado en su frente y el sudor recorriendo sus dulces y delicados pechos hacía que la taiwanesa tocara el punto más alto, nunca iba tener suficiente de su castaña. Tzuyu se desplomó sobre el cuerpo de Sana cuyo estómago gruñó en necesidad de alimentos y una ronca y perezosa carcajada escapó de la boca de la pediatra.
—Te odio tanto. Gruñó con voz gastada la chica con mejillas afiebradas y ojos somnolientos.
—Vamos por algo de comer, que esto... —Pinchó la piel del estómago de Sana.—No se mantendrá rellenito si no te alimento, cordera glotona.
Sana por alguna razón que no terminaba de comprender, el por qué, estaba esperando por la lunática de Tzuyu en el gimnasio. Su dueña le había dicho que después del almuerzo fuera para allá, sin darle mayor explicación. Y bueno, sí, Sana no quería desafiarla; al menos no en ese momento, por lo que ahí estaba, sentanda al lado de Yeojin, con una botella de agua entre sus manos, observando a mujeres de gruesa contextura ejercitarse mientras Yeojin, que se encontraba a su lado, se burlaba de ellas.
—Son tan lamentables. Susurró bajito su acompañante.—Solo míralas.
—Como una de esas te escúche... lo único lamentable va a ser tu culo. Le advirtió Sana a modo de broma.
No era como si alguien fuera a buscarle pelea a Yeojin, al menos no encontrándose Sana presente y es que el riesgo de terminar envuelta en una contienda con la Emperadora no era algo que cualquier reclusa estuviese buscando; ni siquiera Sojung. Sana no podía mentir en ese aspecto y fingir que no le gustaba sentirse protegida gracias a Tzuyu, pues es es que le fascinaba, joder. Era una de las principales razones por las que podía dormir en las noches, eso y que siempre terminaba demasiada agotada después de follar como animal con su dueña. Vale, que Sana no podía ignorar cómo Tzuyu la cuidaba; aún si era de manera bruta e infantil. Se molestaba si alguien miraba mal a Sana y no escatimaba en gritarle a medio Camp Alderson si alguien se atrevía a siquiera pensar en ponerle las manos encima a la chica. A Sana le gustaba, una parte de su cabeza, aquella inocente y engreída, comenzaba a pensar que era porque Tzuyu estaba desarrollando sentimientos por ella. ¿Estúpida? seguramente, pero Sana no controlaba su propio ritmo cardiaco ni la manera en que este se aceleraba cuando pensaba en Tzuyu y ella, como algo más que una convicta empoderada y su mascota. Cuando pensaba en ellas como una pareja; teniendo una relación normal y a veces se encontraba a sí misma deseándola. Lo cual, sí, era peligroso... ¡era prácticamente ser una suicida! Y es que, con honestidad, caer por Tzuyu no era una decisión inteligente. Pero nuevamente, Sana no destacaba por sus decisiones racionales, así que... bueno, no se estaba negando mucho a los sentimientos que nacían en ella hacia su dueña. Era algo nuevo, algo que jamás había sentido antes y eso que había estado en tantas relaciones como le había sido posible. Sin embargo, era eso... era algo nuevo, algo que no podía explicar, que seguramente nunca podría explicar. Quizá era porque estaba en prisión, quizá ya se estaba volviendo loca. ¿Le importaba? no.
—¿Cuánto tiempo más vamos a tener que estar aquí? .Preguntó Yeojin, ya notablemente aburrida de ver a mujeres levantando pesas y dejando escapar guturales jadeos.—Me dijiste que solo serían unos minutos.
—Lo sé... —Chasqueó con la lengua.
Tzuyu le dijo que iría a hablar con su mecenas y que no tardaría mucho, pero ya llevaban más de media hora esperando, no era como si tuviesen algo mejor que hacer, pero el gimnasio y su olor a sudor, no podría ser considerado un sitio de devoción para Sana, quien podría estar ayudando en la unidad médica en ese preciso momento.
—Hablando de la Emperadora... literalmente. Yeojin señaló la entrada.
Tzuyu entró por esta, cargando un saco sobre su hombro, lucía gruñona y amargada como de costumbre, con labios apretados, mandíbula en alto y un notorio ceño fruncido. Repasó con la vista el precario recinto y al encontrar sus ónices con los ojos de Sana, casi sonrió. Un traicionero hoyuelo en su mejilla derecha queriendo formarse.
—Es que me la como. Susurró Sana para sí misma, mordiendo su mejilla interna para no sonreír.
Tzuyu caminó hasta ellas y dejó caer el saco al lado de Yeojin, que la saludó, pero fué vilmente ignorada.
—De pie, corderita. Demandó, aferrando sus dedos al borde de su camiseta negra, la cual se sacó de un rápido movimiento y sus esculpidos pechos de diosa griega cubiertos por su top deportivo quedaron a la vista.—Ven, sígueme.
Tzuyu se alejó, su espalda, marcada con grandes y rojos rasguños que cierta persona reconocía a la perfección. ¿Cómo no hacerlo? ella se los hizo. Sana prácticamente escuchó a Yeojin pasar saliva y le dió un codazo; uno fuerte. Y sin importarle las quejas de su amiga, se colocó de pie y caminó al encuentro de Tzuyu, que se encontraba alongando sus extremidades.
—¿Qué ocurre? .Preguntó sin comprender mucho.
—Vamos a entrenar.
—Ent... espera, ¿qué? .Seguramente había escuchado mal, con un demonio, definitivamente debió haber escuchado mal.
—No te hagas la sorda, Sana, dije que vamos a entrenar, voy a enseñarte a pelear.
—¿Qué? ¿por qué? ¡no! .Retrocedió dos pasos, su cabeza moviéndose frenéticamente en negación.—Yo no peleo, Tzuyu, no, olvídalo.
¿Para qué iba a aprender a pelear? era ridículo, insólito. Tzuyu avanzó hacia la castaña con el enojo comenzando a tomar posesión de sus facciones.
—Vas a aprender a defenderte. La golpeó en el pecho con su dedo índice, de manera inquisidora.—Todas saben que eres débil y no me gusta.
—No sé pelear. Se justificó pobremente.—N..nunca pude, no es lo mío, no, Tzuyu... esto es estúpido, yo no...
—Escúchame, corderita, vas aprender lo básico para poder defenderte... porque sabes que no siempre puedo estar pendiente de ti y si... —Tragó.—Si algo como lo de la otra vez vuelve a pasarte, me volveré loca, lo juro.
—No ocurrirá, yo... —No terminó, no pudo y es que Tzuyu tenía razón, ella no podía asegurar que eso no volvería a ocurrir.—No me gusta pelear.
—Lo sé.
—Me estoy sintiendo muy atacada emocionalmente.
—Joder... ya detén tu mariconería, solo te enseñaré lo básico y seguro te termina gustando... venga, corderita, hazlo por mí. Se acercó a Sana y la tomó del mentón, su pulgar acariciando el labio inferior de esta.—No quiero que pelees, ese es mi trabajo, pero quiero que puedas defenderte, solo eso.
—¿Y si me lastímo?
—No lo harás.
Sana asintió, buscando en los recovecos de su cabeza alguna manera para zafarse de aquella actividad que, en definitiva, no quería realizar. Aguardó en silencio unos segundos, Tzuyu observándola escudriñadoramente.
—¿Podemos ir por un té primero?
Dios, eso era sin lugar a dudas una de las cosas más estúpidas que había dicho en su vida y venga, que realmente había dicho muchas cosas estúpidas. Tzuyu rodó los ojos y se apartó.
—No, no iremos por un jodido té, zorra astuta, ahora... ¿vas a ser una cordera obediente o me obligarás a llevarte a nuestra celda y darte azotes en el culo?. Sana chupó su labio inferior, la amenaza de Tzuyu sonaba como todo menos una amenaza, algo que al parecer su dueña notó ya que no pudo evitar sonreír, negando con la cabeza.—Ahora no, cordera guarra, vamos a entrenar aún si debo obligarte.
Sana suspiró y accedió con un gruñido bajo, maldiciendo a la estúpida de Tzuyu cuyos ojos parecían brillar de la emoción.
—¿Qué tengo que hacer?
—Esa es mi corderita. Hizo un movimiento de manos, indicándole a Sana que la imitara.—Primero vamos a estirar ese cuerpo, así no terminarás con algún desgarro.
La doctora bufó y comenzó a imitar los movimientos de Tzuyu, ignorando las miradas de las demás convictas en ellas. Seguramente en sus cabezas, se estaban riendo de Sana, malditas mandriles... ya sería fuerte, Tzuyu iba a enseñarle y entonces...
—¡Me duele! —Chilló, cuando Tzuyu intentó hacerla tocar las puntas de sus pies con los dedos de sus manos con su cuerpo completamente doblado hacia abajo.—Me duele, me duele, me duele.
—¡Venga, mamona! ¿pero qué mierda? ni siquiera estoy ejerciendo presión.
—¡Voy a llorar!
—Pues llora lo que quieras, hija de puta, ahora, toca tus malditos pies o te juro que voy a terminar volándote el culo de una patada.
—¡Me estás abusando!
—¡Tus pies, Sana! no te veo tocando tus pies.
Y como si no fuera ya lo bastante humillante, Sana escuchó a Yeojin carcajearse a gusto de su desgracia. Oh Dios, iba a vengarse con tantas ganas...
—¡Los estoy tocando! ¡¿no ves?! . —Gritó agudo.
Apenas si tocaba las puntas de sus pies. ¡No era su maldita culpa ser de tamaño compacto y tener deditos pequeños! Tzuyu, maldita monstruo.
—Ya, ahora aguanta ahí.
—Me estoy mareando... esto no es normal, c..creo que soy alérgica.
—¿Alérgica al ejercicio? vamos, ni siquiera hay que tener neuronas para saber que eso es imposible, mentirosa. Se burló, su mano aplanada en la espalda de Sana, obligándola a permanecer doblada. —Y deja de quejarte, solo llevas unos segundos, Sana. Su amante comenzó a contar lentamente en voz alta hasta llegar a 20. —Ya, puedes enderezarte, ahora vamos a alongar esas piernas...
—¿Qué tienen mis piernas? pensé que te gustaban... —Ronroneó, sentándose en el suelo y estirando sus piernas tal como Tzuyu le indicaba.
—No me intentes coquetear, Sana.
—¡No estaba haciéndolo!
—Ya, más encima me mientes...
—Ugh, eres horrible.
Tzuyu la ignoró por completo, enfocándose solamente en los ejercicios que tenía destinados para Sana ese día. Siguieron con ejercicios ligeros por una hora, desde flexiones para los abdominales, hasta saltar la cuerda, lo cual era tan ridículo que Sana no encontraba palabras para ello. ¿Qué demonios ganaba aprendiendo a saltar la cuerda? no era como si pudiera defenderse con ese conocimiento.
—¿Ya? ¿terminamos?. — Preguntó exhausta, limpiando el sudor de su frente.
Se sentía acalorada en todas partes, sudada y no por buenas razones. Tzuyu estaba como si nada, lo cual solo incrementaba el enojo de Sana; recibió la botella de agua que su dueña le ofreció y caminó hasta un banquillo con Tzuyu pisándole los talones. Esta dejó caer su cuerpo sobre la superficie de manera exagerada, ignorando el bufido de Sana.
—Sí, terminamos por hoy, ve a limpiarte y relaja el cuerpo, mañana continuaremos.
Caminó hasta su saco, el cual se encontraba en el suelo a pocos pasos de Sana, de su interior sacó una larga venda y comenzó a vendarse la mano derecha.
—¡¿Mañana?! —Gritó Sana, incrédula.—¡Pensé que era solo por hoy!
—¿Cómo demonios voy a enseñarte a pelear en unas horas? ni siquiera te puedes tocar el culo, mamona. Tiró del borde de la venda con los dientes para apretar.
—Puedes enseñarme a dar golpes, lo básico, ¿sabes?
—Ya... ¿y de qué te sirve dar golpes si no tienes resistencia?
Sana rodó los ojos, no le importaba en lo más mínimo. ¿Acaso ella iba a joder a Tzuyu hablándole de medicina? no, no lo hacía.
—No lo sé y no me importa... me duele el cuerpo, tengo sed y estoy sudando como una animal.
—Deja de quejarte corderita, eres irritante. Terminó de vendar sus dos manos y sacó una pañoleta del saco; utilizándola para sujetar los cabellos que se salían de su coleta.—Y ahora vete que voy a entrenar.
—¿Sabes qué? me iré, no pienso quedarme...
—Es justamente lo que dije que hicieras.
—¡Me voy por voluntad propia!
—Sí, por supuesto...
Sana bufó y salió del gimnasio, ignorando las burlas de Yeojin a su espalda, no iba a hablar con Tzuyu por el resto de su vida. ¡Que se pudriera! era la peor mujer del mundo... la más grosera, estúpida, bruta, psicópata, y...
—¡Eh, corderita! .Una mano se atenazó en el hombro de Sana.—¿Y mi beso? .Mierda ¿podía el universo dejar de conspirar en su contra por una maldita vez?.—Venga, sin pucheros, estira esa boquita...
Sana gruñó suave y se colocó de puntitas para picotear los labios de Tzuyu con su ceño fruncido en todo momento.
—Manipuladora. Tzuyu curvó sus labios, hoyuelos a la vista y cejas juguetonamente arqueadas.
Sana picoteó los labios de Tzuyu una vez más antes de apartarse y girar sobre sus talones, la idea de ir a recostarse sobre la cama por los próximos 5 años ocupaba toda su mente. Una nalgada en el culo la hizo voltear, con un intento de gruñido intimidante saliendo de sus rojitos labios; Tzuyu solo se reía
—. ¡Deja de hacer eso!
—¡Como si no te gustara! .Se reía al mismo tiempo que se alejaba en un trote ligero.
Sana mordió su lengua para no gritar "La pervertida aquí eres tú, idiota" porque quizá y solamente quizá, Tzuyu podía tener un poco, la nada misma, de razón.
Una semana entrenando. ¡Una semana real, de 7 días! eso superaba incluso su record de 3 días haciendo Pilates; dos años atrás y realmente merecía un premio porque tener a Tzuyu de entrenadora era en realidad, un infierno. Un maldito, cruel y devastador infierno. ¡No tenía piedad! y no le importaba si Sana lloraba, gritaba o maldecía, la arrastraba todos los días al maldito gimnasio y la hacía entrenar hasta que no le quedaran fuerzas con métodos viles, ¡prácticamente inhumanos! Sana comenzaba a replantearse si Tzuyu tenía conciencia, porque al parecer esta no le remordía en lo más mínimo; sin importar cual método de tortura Tzuyu utilizara en Sana.
—¡Solo son 10 malditas flexiones de brazos, Sana!
—¡No puedo! ¡me duelen los brazos! .Gritó.
Su cuerpo yacía estirado sobre el suelo, boca abajo, apoyado en sus manos a los costados de su torso.
—Vamos, corderita, solo 10 flexiones y comenzamos a practicar golpes. La animó de pie al lado de Sana, quien intentaba sin éxito alguno realizar el ejercicio que Tzuyu le pedía y es que no era fácil o al menos no para ella; una ser humana de gelatina.—Venga, no seas floja... más de lo que ya eres.
—¡Es fácil decirlo cuando no eres tú quien está siendo sometida a la tortura!
—¿Me quieres joder? esto no es nada, mamona, ya basta de pataletas y haz las putas flexiones o te pondré a correr por el patio durante todo el día.
Sana suspiró, mordisqueando su labio inferior e intentando descender. Sus brazos temblaban y sus mejillas estaban violentamente rojas debido a la fuerza que estaba ejerciendo.
—¡Eso es, mamona!
—Cállate. Chilló muy agudo debido a la falta de aire.
No había más reas. Sana le había exigido, suplicado, a Tzuyu que echara a todas del lugar o de lo contrario no entrenaría, ya bastante malo era tener que humillarse frente a Tzuyu y no lo haría frente al resto de Camp Alderson. Cuando estuviera al nivel de las otras reclusas, entrenaría orgullosamente rodeada de estas; antes no, por lo que solamente estaban ellas dos. Tzuyu con una camiseta de mangas rotas, un estropeado pantalón militar, el cabello que caía por su frente sujeto con una banda elástica y sus pies descalzos contra el suelo. Y Sana... bueno, Sana lucía la ropa de Tzuyu, con un suéter negro que debía doblar en los bordes de las mangas para que sus manos no quedaran ocultas y un pantalón corto que debería llegarle a los muslos pero que le llegaba a las rodillas. Ese día milagrosamente no hacía tanto frío, o al menos Sana no lo sentía; quizá porque estaba sudando como una puerca, pero lo importante era que no se estaba congelando los huesos y luego de meses en prisión, aguantando el crudo clima, eso era prácticamente un regalo del cielo.
—Venga, venga, llevas 3, dame 7 flexiones más y terminamos.
Pero que maldita animal era, ¿no lo era? no le importaba lo más mínimo cuán mal lo estaba pasando la pobre Sana, realmente no tenía perdón del cielo... Sana expulsó el aire por la nariz; lenta y pesadamente con sus ojos fuertemente cerrados y sus labios apretados, gotas de sudor barriendo por su cuello hasta sus pechos. Escuchó como Tzuyu contaba, con voz animada, cada flexión que ella realizaba, desplomándose sobre el suelo cuando su dueña finalmente llegó al número 10. No iba a sobrevivir otro día más así.
—Creo que... ugh, estoy teniendo una crisis emocional. Tenía los ojos cerrados, pero estaba segura de que Tzuyu había sonreído.
—Si entrenáras con las mismas ganas que sueltas mariconerías, esto sería una pasada.
Sana con una lentitud fascinante se sentó en el suelo, cruzando sus piernas cual indio, recibió la botella de agua y la toalla que Tzuyu le ofreció; secando el molesto sudor de su rostro. Le dolían músculos que ni siquiera sabía que tenía; y eso que era doctora.
—¿Podemos tomar un descanso?
—Vale, 10 minutos y retomamos.
—Siento todo el cuerpo tirante. Masculló agotada, ladeando su cabeza de un lado a otro.
—Te quejas por todo, joder. Sana esbozó un puchero, levantando la mirada a través de sus gruesas pestañas.—Guarda lo puta para la noche, corderita.
—¡¿Podrías dejar de pensar que siempre que te miro es porque quiero follar?!
—¿Podrías dejar de querer follar cada vez que me miras? soy una persona con sentimientos Sana, no solamente un cuerpo sexy.
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