
☦︎ 𝗜 𝗹𝗼𝘃𝗲 𝘆𝗼𝘂 𝘀𝗼 | 𝐂𝐡𝐚𝐫𝐚𝐜𝐭𝐞𝐫𝐬
ᕕ 𝐇 𝐄 𝐀 𝐃 𝐂 𝐀 𝐍 𝐎 𝐍 ᕗ
[ ¿𝑴𝒖𝒆𝒓𝒆𝒏 𝒑𝒐𝒓 𝒕𝒊 𝒐 𝒎𝒖𝒆𝒓𝒆𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒆𝒍𝒍𝒐𝒔? ]
——————————————————
ʀᴇᴄᴏᴍᴇɴᴅᴀᴄɪᴏ́ɴ:
— ᴏɪʀ ʟᴀ ᴄᴀɴᴄɪᴏ́ɴ ᴍᴇɴᴄɪᴏɴᴀᴅᴀ ᴍɪᴇɴᴛʀᴀs ʀᴇᴀʟɪᴢᴀ ʟᴀ ʟᴇᴄᴛᴜʀᴀ —
——————————————————
𝖠𝗅𝗅 𝗈𝖿 𝗎𝗌 𝖺𝗋𝖾 𝖽𝖾𝖺𝖽'𝗌 𝖼𝗁𝖺𝗋𝖺𝖼𝗍𝖾𝗋𝗌
𝘐 𝘭𝘰𝘷𝘦 𝘺𝘰𝘶 𝘴𝘰 — 𝘛𝘩𝘦 𝘸𝘢𝘭𝘵𝘦𝘳𝘴
“ ᵇᵘᵗ ⁱ ˡᵒᵛᵉ ʸᵒᵘ ˢᵒ
ᵖˡᵉᵃˢᵉ ˡᵉᵗ ᵐᵉ ᵍᵒ ”
☦︎
𝐋𝐞𝐞 𝐒𝐮-𝐡𝐲𝐞𝐨𝐤
𝕷o viste todo. Todo. Desde sus pasos desesperados hacia ti, hasta los últimos alientos. Te habrías caído de no ser por Cheong-san tomándote de la cintura, sosteniendo tu cuerpo y asegurándose de que este no siguieses a Su-hyeok. Claro, podía evitar que fueses físicamente hasta él, pero no podía evitar que tu alma siguiese al muchacho que amabas tanto.
Su-hyeok, con mordidas en toda su anatomía y el virus disputando batalla con lo poco que le quedaba de él mismo, no dejó de pelear; no se permitió soltar a los zombies que querían llegar hasta ustedes.
Sus miradas conectaron por un instante. Lo amabas tanto, tan profundamente. Él se limitó a observarte, quizá grabando en su memoria la imagen de tu rostro por última vez.
Su-hyeok se regañó mentalmente. Debió haberte pedido un beso antes de salir del salón de música.
𝐏𝐚𝐫𝐤 𝐌𝐢𝐧-𝐣𝐢
𝕮olocaste un ya gastado cigarrillo entre tus labios. Sonreíste levemente. Sabía al labial de Min-ji y a recuerdos que morirían contigo en aquel oscuro closet.
Una llama brindó claridad por un momento. Encendiste el cigarrillo.
Golpes azotaban la puerta.
—¡Déjame entrar! —Gritó la voz dueña de tu corazón. Golpeaba la puerta con la vida yéndosele en ello —¡Abre la puerta! ¡Por favor, te lo ruego! —Suplicó.
Pusiste un pie sobre la puerta, prohibiendo que esta se abriese. Tu pierna tembló ante los fuertes golpes de Min-ji. Humo entró en tus pulmones, quedándose unos segundos allí y siendo expulsado a través de tu boca. El pequeño lugar se llenó del característico olor que te recordaba tanto a tu novia. Estabas eternamente agradecidx de poder morir de poder morir con el olor de tabaco rodeándote, era lo más parecido a un abrazo de Min-ji.
Más golpes en la puerta, más súplicas, más sollozos... Nunca removiste tu pie.
Sangre proveniente de tu nariz manchó en cigarrillo en tu boca. El carmín del fluido quedaría impregnado junto con la forma de los labios de Min-ji.
No te arrepentias de nada, volverías a ponerte enfrente de Min-ji y salvarla tal como lo hiciste minutos atrás.
—Ha-ri —Llamaste en tus últimos momentos de lucidez —, cuida a Min-ji, por favor.
𝐉𝐚𝐧𝐠 𝐖𝐨𝐨-𝐣𝐢𝐧
—𝕹o... —Susurraste, ahogadx en tus propios sollozos.
Sostenías con devoción y dolor la cabeza de Woo-jin, aferrándote a él y a esos preciosos ojos que sólo indicaban el final de una vida.
Woo-jin, en agonía y desangrándose, a penas alcanzaba a mirarte.
—Te quiero —Dijo, casi inaudible —. Te quiero muchísimo... —Fueron las últimas palabras que salieron de su boca.
Estabas segura que un “te amo” le seguiría a esos “te quiero”, pero el pobre no daba para más.
Sin saber muy bien qué hacer o cómo actuar, te limitaste a poner la mano sobre la mordida en un vano intento de detener el sangrado. Tal vez si presionabas lo suficiente, si tan solo detuvieses el fluir de la sangre...
No te diste cuenta de las lágrimas que cayeron en el rostro de Woo-jin, así como no te diste cuenta de las de él. No pudiste ver más allá de aquella mordida.
¿Cómo un acto de amor podía causar tanto daño? ¿Desde cuando salvar a alguien significa condenarlo a una infinito dolor?
Sí, vivirías, pero tu alma y corazón morirían con Woo-jin.
𝐉𝐚𝐧𝐠 𝐇𝐚-𝐫𝐢
𝕷a última imagen que verías, ese recuerdo final que tu cerebro almacenaría y que tal vez en el más allá podrías reproducir en algún televisor. Morir no era algo tan malo cuando podías hacerlo viendo los ojos de Ha-ri.
—¿Qué haces? —Preguntó.
Leíste sus labios a través del cristal. No podías oírla, pero sí podías sentir la preocupación que emanaba su ser.
—¿Qué haces, idiota? Entra —Pidió, intentando abrir la puerta, pero fallando gracias a tu fuerte agarre en esta —. ¡Entra, idiota! ¡Entra! —Comenzó a desesperarse, sacudiendo brutalmente la manija.
Respiraste hondo, repitiéndote una y otra vez que no tenías permiso de llorar. Te obligaste a sonreír.
—Ha-ri, basta —Dijiste, sin obtener nada por parte de ella mas que intentos de abrir la puerta —. Basta, cariño, basta.
Hilos de sangre bajaron por tu nariz. Ella lo vio, y más que verlo, lo sintió. Siguió intentando abrir la puerta.
—¡Entra, por el amor de Dios!
Colocaste tu palma en el cristal, en ella se podían apreciar marcas de dientes y tus propias venas resaltando gracias a tener el virus corriendo por ellas.
—No lo haré, cariño —Aclaraste. Contrastabas con su actitud desesperada. Eras un mar de calma, o bueno, aparentabas serlo, porque en realidad sufrias igual o peor que ella —. Yo me quedaré aquí afuera, y tú allá dentro, ¿Está bien?
Ella siguió intentando abrirla, pero no funcionó. La pobre lo tuvo que ver todo.
𝐘𝐚𝐧𝐠 𝐃𝐚𝐞-𝐬𝐮
𝕵amás habías sentido un dolor tan intenso, tan espantoso. Ver a Dae-su llorar era de esas cosas que dolían terriblemente, que quemaban hasta la parte más recóndita del alma.
—No llores, nene, no llores. —Pediste, rindiéndote ante las lágrimas tú también.
Tus dedos se colaron por los espacios del carrito que él sostenía, sosteniéndolo y empujándolo. Los zombies mordiéndote por todas partes te robaban la fuerza para seguir empujando, pero por él seguías intentando. Tenías que salvarlo, tenías que enviarlo a casa.
Él quería decirte algo, probablemente recordarte lo mucho que te amaba o siquiera pronunciar tu nombre, pero sus sollozos no lo dejaban. Estaba cerca de un ataque de ansiedad y con el pánico comiéndole cada nervio. Verte ser devorada, infectada... La persona que más amaba en el mundo muriendo ante sus ojos en una forma horrible.
La vida le pintaba un escenario más que cruel.
—Está bien, nene, te prometo que las cosas estarán bien —Hiciste el intento de consolarlo, lágrimas y sangre dificultando el trabajo —. Irás a casa.
Casa. Que lindo hubiese sido compartir con él una casa. Ojalá hubiesen podido ir juntos, vivir los dos y disfrutar de una vida llena de amor.
Continuaste empujando el carrito. Lo único que movía tu cuerpo era la idea de que él viviese y lograse salir de allí.
—Te amo, Dae-su —Últimas palabras abandonaron tu boca. Veías todo rojo y de pronto la idea de herir a los que alguna vez fueron tus amigos resultó muy tentativa —. Eres lo mejor que me pasó en la vida.
Ya no pudiste seguir empujando.
Dae-su tampoco.
𝐂𝐡𝐨𝐢 𝐍𝐚𝐦-𝐫𝐚
𝕹am-ra corrió tan rápido como sus pies pudieron. Intentó llegar contigo, de verdad lo intentó, su mano incluso se estiró hacia a ti, queriendo alcanzarte y evitar la tragedia.
Lastimosamente, Gwi-nam era más rápido.
Un empujón por parte de él y tu vida quedó resumida a segundos. Minúsculos instantes dónde las cosas transcurrieron a cámara lenta, permitiéndote ver la película de tu vida reproducida en tu cabeza y a Nam-ra intentando alcanzarte.
Nam-ra. Rayo de luz y eterno amor. La chica dueña de cada parte de ti. Que triste fue ver el rostro que adorabas llenar de besos, plasmarse en dolor y angustia pura. No era un buen último momento de vida.
Tu cuerpo abandonó la azotea, jugando a volar por el aire. Jugar porque la dura realidad es que simplemente caías, sin ningún plan de vuelo.
La cámara lenta no duró para siempre. El frío suelo de la escuela te dio la bienvenida, y con él, un pase directo al sueño del cual no se podía despertar. Cruzaste los dedos para soñar con Nam-ra.
Tal vez defender a tu novia del matón no fue la mejor idea.
𝐋𝐞𝐞 𝐂𝐡𝐞𝐨𝐧𝐠-𝐬𝐚𝐧
𝕰l mundo decidió dejar de hacer ruido. Voto unánime de silencio y la tierra dejó de emitir sonidos. No oías nada, sólo veías lo que tu mente procesaba como una película de terror.
No era un film de terror. Era la cruda realidad. La sangre que corría por el brazo de Cheong-san no formaba parte de ningún efecto especial, así como la mordida de Gwi-nam hacia el muchacho no estaba pactada por algún guión. Todo sucedía verdaderamente, aunque tu cerebro quisiese creer lo contrario.
Cheong-san era el protagonista y tú el/la condenadx que tomó la tonta decisión de amarle aún sabiendo los riesgos que conlleva amar al protagonista.
No pudiste oír sus palabras de despedida, ni sus recordatorios de lo mucho que te quería. No fuiste consciente de lo que en verdad ocurría hasta que aquel que considetabas el amor de tu vida huyó lejos en un intento de salvarte a ti y al grupo.
Su-hyeok tuvo que contenerte y alejarte de los impulsos de correr con Cheong-san.
No pudiste decirle que lo amabas, no pudiste despedirte propiamente de él.
—¡Cheong-san! —Gritaste, de rodillas y con la voz quebrada.
Él ya no pudo escucharte.
𝐍𝐚𝐦 𝐎𝐧-𝐣𝐨
𝕬gradecías eternamente a Cheong-san, lo hacías desde lo más profundo de tu corazón. Sin él, On-jo ya estaría en tus brazos otra vez.
—¡No lo hagas! —Gritó tu amada, luchando para soltarse del agarre de su mejor amigo.
Oías su voz a tus espaldas, desesperada y angustiada. No podías evitar pensar que el destino les jugaba una horrible broma, y no sólo a ustedes, a todos allí. Giraste levemente, topándote con la imagen que terminaría por romperte.
Carajo, como querías ir y abrazarla una vez más.
—On-jo —Le llamaste, haciendo todo lo posible por no quitarte de la ventana e ir con ella —, sobrevive, hazlo por mi.
Sabías que On-jo haría todo por ti, así como tú hacías todo por ella.
Devolviste tu mirada al frente. Vaya paisaje, la muerte. Recordaste todas las conversaciones filosofícas que alguna vez tuviste con On-jo, te preguntaste qué te esperaría en el más allá.
El vacío te recibió cuando tu cerebro reconoció el virus entrando en él. Esperabas que On-jo pudiese seguir sin ti.
𝐘𝐨𝐨𝐧 𝐆𝐰𝐢-𝐧𝐚𝐦
—𝕴diota —Fue lo que pudiste decir. La sangre saliendo de tu boca y el dolor en el estómago dificultaron la habilidad hacer oraciones entendibles —, te dije que no hicieras estupideces. —Regañaste al chico frente a ti.
Un pedazo de metal traspasaba tu abdomen, uno que iba dirigido a Gwi-nam, pero que detuviste por razones que ni tú mismx comprendías. Gwi-nam te observaba asombrado, con sus ojos muy abiertos y un gesto que iba de impacto a dolor. Caíste en sus brazos.
—¿Qué hiciste? —Le salió a él, cayendo de rodillas al suelo contigo encima.
Los demás presentes, incluido quien te apuñaló, se alejaron de ustedes. Una muerte de alguien medianamente inocente comenzaba a llenar su conciencia.
Sangre salpicó la camisa de Gwi-nam. Provenía de tu boca.
—Lo que siempre hago —le recordaste —, defenderte.
Manos temblorosas intentaron ayudarte, pero ya el daño estaba hecho y no había forma en que salieses bien paradx de allí. Tomaste las dos manos de Gwi-nam, las tuyas comenzaban a enfriarse.
—Tienes que dejar de hacer tantas estupideces, amor —Reíste. Imagen tétrica de ti sonriendo con la boca llena de tu propia sangre y la vida pulverizándose con cada segundo que pasaba —. Ya no sé cuántas veces deberé decirte que no logras nada siendo un imbécil.
Gwi-nam se veía como un niño asustado. Tenía tantas emociones adentro que no sabía cómo podía exteriorizarlas. Estaba molesto, sorprendido, dolido. No pensó que creerse el rey de la escuela le pasaría factura, mucho menos creyó que tú serías parte del pago.
—Cállate —Ordenó. Lucía errático, buscando algo que hacer —. No digas nada, no te esfuerces.
Cediste ante los impulsos de abrazarlo.
—Lamento tener que dejarte solo.
Él no te abrazó de vuelta, pero sí se dejó abrazar.
𝐎𝐡 𝐉𝐨𝐨𝐧-𝐲𝐨𝐮𝐧𝐠
𝕷as yemas de tus dedos tocaron las de de Joon-young. Estaba tan frío, helado. Deseaste que la barrera entre ustedes, el carrito, desapareciese, y así pudieses ir a sus brazos. No había nada que desearas más en ese momento que un abrazo, descansar en su pecho y respirar los aires de su perfume con tu nariz enterrada en su cuello.
—¡Vamos! —Gritó él. Sus ojos te veían a ti, sólo a ti, pero hablaba para todos en general —¡Vamos a casa! —Lágrimas y dolor se le mezclaron con las palabras.
No llorabas. Nunca fuiste de llorar, no recordabas haberlo hecho demasiado durante toda tu vida. Sin embargo, a pesar de no haber lágrimas, sí podías decir con seguridad que sufrías, sufrías como nunca lo habías hecho.
—Joon-young... —Susurraste, aferrándote a sus dedos. Era lo único que te quedaba de él, lo único que podías tocar.
Sus ojos comenzaron a tornarse rojos, así como sangre descendió por su nariz. Apreciabas como lentamente dejaba de ser el mismo, como pasaba del muchacho que quería salvarlos, a otra criatura más con intenciones de comerlos.
Tu mandíbula se apretó. Los latidos de tu corazón se aceleraron y respirar pasó de ser un acto automático a una dificultad. Te negabas rotundamente a soltar sus dedos.
Ya se iba perdiendo cada vez el rastro de amor en sus ojos.
—Vamos... —Fue su última palabra.
Deseabas intensamente que él volviese y fuesen juntos a casa.
𝐆𝐲𝐞𝐨𝐧𝐠-𝐬𝐮
𝕿us labios dejaron salir un silbido particular, una armoniosa canción que resultaba la favorita de tu novio y tuya también. Era esa canción que oían en las noches de amor. Lágrimas acompañaban las notas musicales.
Gyeong-su, atraído por el sonido, desvió su atención de sus amigos y la llevó a ti. En algún recóndito lugar de su cerebro había una parte no infectada que reconocía la preciosa melodía que abandonaba tu boca. Se movió con rapidez hasta donde estabas.
Brazos abiertos recibieron al muchacho. Te fundiste en un abrazo, te derretiste en su anatomía. Tus brazos lo rodearon, asegurándolo y sosteniéndolo como se lo merecía. Él era un sol, una de esas pocas buenas en la tierra, se merecía al menos un abrazo. La mordida en tu cuello no tardó en llegar. Gyeong-su te lastimó, te intentó arrancar la vida sin fijarse en quién eras.
Gritos de dolor reemplazaron tu silbido. Observaste a los demás, impactados, queriendo acercarse para ayudar. Hiciste una señal con tu mano, deteniéndolos.
—Está bien —Soltaste. Hablabas con dificultad y agonía —, está bien, chicos, está bien —Les aseguraste, abandonando el gesto con la mano y abrazando con más fuerza a Gyeong-su —. Está bien, Gyeong-su. No importa.
Tú lo abrazabas, él te hacía daño. En sufrimiento, diste dos pasos hacia atrás, los que faltaban para llegar completamente a la ventana. Cristal se clavó en tu espalda baja.
—Está bien, Gyeong-su. No pasa nada —Dijiste, sabiendo que no te oía, pero con la obligación de asegurarle que no pasaba nada, que no te importaba que te hiciese daño —. Se que no es tu culpa, cariño.
Como pudiste llevaste una mano a su cabello, si tan sólo pudieses acariciarlo una vez más...
Más gritos de dolor. Gyeong-su llevaba sus dientes muy profundo. Supiste que ya era momento.
—Lo siento, cariño. De verdad lo siento. —Te disculpaste entre sollozos.
Tus pies te impulsaron a través de la ventana. Juntos, siempre y por siempre.
Yo ahora:
Estaba releyendo lo que escribí y ya no lo encontré tan triste, pero les juro que mientras escribía era un mar de lágrimas. No es bonito imaginarse a Dae-su llorando, ni mucho menos hacerlo oyendo I love you so.
En fin, necesito terapia.
Pero olvidemos mi crisis emocional, ¿Cómo están ustedes? ¿Cómo les va? Yo espero que bien <3
Cuéntenme, ¿Les gustó lo que les traje hoy? Es una clase de celebración por los 2k de votos :D Aunque claro, si gustan que haga algo más feliz también puedo hacerlo.
Mis favorito en escribir y leer fueron los de Dae-su, Ha-ri, Gwi-nam y Gyeong-su. ¿Cuáles fueron los de ustedes? Los leo <3
En fin, no mucho que decir hoy. Lo próximo es un shot de Gwi-nam y se viene jot. Sí, el aviso es para ustedes nenxs que no dejan de comentar "mi turno" en el headcanon donde se sientan en las piernas de Gwi-nam (•̀ᴗ•́)و
Me despido con una foto de mi nene ❣︎❣︎
Flaco, t amo, haces mis días más felices (;´༎ຶٹ༎ຶ')
— 𝙸𝚜𝚛𝚘𝚓𝚒.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro