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Capítulo uno

Peter

¡Pan!—no tuve que girarme para saber que era Félix.

—traes novedades, supongo— miré la daga que segundos antes había estado afilando.

—encontramos un cuerpo en la playa—se apresuró a informarme

—si, lo sentí — me levanté con intenciones de ir.

—¿Sabías también, que es una chica? —paré en seco

—eso es nuevo.

Nos apresuramos para llegar y ver lo que sombra nos había dejado, aunque sospecho que no fue él porque de lo contrario me hubiera informado.

No tardamos mucho en llegar, varios niños perdidos se encontraban alrededor de la que parecía, nuestra nueva compañera.

Me hice espacio teniendo que amenazarlos y al llegar noté que no era precisamente humana, tenía un cierto aura mágico.
Félix se apresuró a llegar junto a mí.

—vaya, ¡Qué sorpresa!—exclamé secamente. —es un hada.

—¿Qué demonios hace un hada en la isla?

—eso precisamente es lo que quiero averiguar —chasqueé los dedos hacia unos niños mayores. —llevenla a la jaula. —ordené.

Me hicieron caso en seguida por lo que cuando la tomaron, nos regresamos al campamento.
Tenía cierta curiosidad con respecto a la chica, Azul no me había contactado para avisarme que me mandaría a otra de sus discípulas.

«¿Por qué rayos está aquí?»me pregunté mentalmente.

—Pan, la chica despertó — me avisó Rufio.

—¿Tan rápido? —levanté mi ceja izquierda.

—eso creo—el niño no sabía que responderme, pues desconocía el motivo que llevó al hada a despertarse tan pronto.

Fuimos hasta el sector de las jaulas en uno de los laterales del campamento, aunque en zona boscosa.
La jaula que contenía a la chica, ya estaba en el piso, por lo que me acerqué y la abrí.

Me quedé observandola unos segundos,su aspecto no estaba de lo mas cuidado, por obvias razones.
Su cabello caía a los lados de su rostro con suaves ondas castañas, sus ojos marrones estaban un poco hinchados y el vestido rosa pálido, bueno, estaba hecho un desastre.

—¿Quién eres?—preguntó con un ligero temblor en la voz—¿En... En dónde estoy? —miró a su alrededor como pudo pero solo se encontró con los barrotes de bambú y algo de bosque como vista.

—¡Qué modales los míos! —reí —soy Peter, Peter Pan—abrí los brazos—esto es Neverland y ellos son los niños perdidos—miré a mis compañeros.

—¡No puede ser!—se echó a llorar—¿Por qué estoy aquí?

—creí que tu sabrías decirme —la miré con curiosidad —cómo el detalle de que eres un Hada.

—no recuerdo nada—admitió. —¡Espera! ¿Cómo sabes que soy un Hada?

—también soy un ser mágico, señorita—sonreí petulante, mientras alzaba mi mano y producía un poco de magia para ella.

—entiendo—bajó la mirada.

—¡Vamos! Te sacaré de ahí— extendí mi mano y al sentir la suya tiré con suavidad hasta sacarla fuera de la jaula.

Regresamos al campamento en silencio, los niños perdidos iban vigilando a la chica, en todo momento.

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Margot

No sabía en dónde estaba ni como llegué,tenía una laguna en mi memoria y por más que escarbara hasta lo más profundo de mi mente, no conseguía recordar nada.

Apenas sabía cual era mi nombre y especie, porque no soy humana, sino un hada.

La jaula en la que estaba se abrió encontrándome con un par de ojos verdes, un chico rubio me miraba desde el exterior con curiosidad.

Luego de una charla algo corta, me ayudó a salir y me llevó a su campamento.

Me dijo que era Peter Pan, eso hizo que regresara el tiempo y recordara algo. Y es que justo en dónde estoy es peligroso, además de que técnicamente le pertenezco.

Sé todo esto porque en el reino de las hadas se hablaba mucho de estas cosas, es historia básica.

Además tenía entendido que en esta región vivía un hada, Tinker Bell quién fue expulsada y la dejaron aquí. Quizás ella podía ayudarme, solo debía encontrarla.

Me senté en un tronco y ahí me quedé, sin hacer ni decir nada.
Sabía las atrocidades que era capaz de hacer, el niño eterno.

—No me has dicho tu nombre —Peter se sentó a mi lado esperando una respuesta a su no pregunta.

—Margot, me llaman Margot—dije tímidamente.

—Hada de la danza ¿Cierto?

—si—musité apenas

—¿Tienes hambre? —me extendió la mitad de un coco con lo que parecía frutas.

—si, gracias —acepté la comida y me alimenté.

Unos minutos más tarde Pan se puso a tocar la flauta, no escuché nada y eso era buen indicio. No me siento sola ni perdida aunque lo estuviera.

Los niños bailaban al son de una melodía inexistente, al menos para mi. Era entretenido, casi te invitaba a moverte.

Tuve la mala idea de mirarme, el vestido estaba arruinado, mis pies descalzos tenían algún que otro raspón, mis brazos estaban decorados con rasguños y moretones. Si así estaba mi cuerpo, no imagino mi rostro, pero no era algo que me preocupara.

—¿Te encuentras bien? —un chico muy alto, rubio y con una intimidante cicatriz en el rostro, se acercó a hablarme.

—si, gracias —sonreí por cortesía —¿Cómo te llamas?, soy Margot por cierto.

—Félix—se presentó con una pequeña sonrisa en el rostro.

—¿Hace mucho estás aquí?—pregunté con curiosidad

—francamente no lo recuerdo—se encogió de hombros.

—¿Y has pensado en regresar?

—miró el lugar unos minutos, luego a los niños perdidos y por último a Peter Pan —no, porque este es mi verdadero hogar.

—tengo miedo—admití —no recuerdo nada y no sé porque estoy aquí, además se lo suficiente como para querer irme de aquí, no te ofendas. —sentí mis ojos húmedos por las lágrimas contenidas.

—¿Sabes... todo?, osea—miró a Peter Pan con disimulo —¿Todo?

—sí, las hadas estudiamos cada Reino mágico y no mágico—expliqué.

—¿Sabes?, si pudiera ayudarte lo haría.

—Eso es muy lindo, pero no debes preocuparte por mi. —miré mis manos.

—Margot —Peter se puso a mi lado —supongo que tienes sueño, acompañame.

Antes de ir con él, me despedí de Félix, me pareció un buen chico y además me agradó mucho.

En cuanto a Pan, bueno no tuve mucho trato con él, lo poco que hablamos no me dejó conocerlo en nada.
Pero hay que admitir que era muy atractivo, desde su sedoso cabello rubio, hasta sus ojos verde esmeralda.
Pero no me iba a permitir el enamorarme de él ¿O sí?

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