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𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝟏𝟖 - 𝖜𝖍𝖆𝖙'𝖘 𝖔𝖓𝖑𝖞 𝖞𝖔𝖚𝖗𝖘


A veces, Ivy caminaba por la calle y veía a Vladimir en una esquina, a través del cristal de una tienda o de los espejos retrovisores de un coche, pero cuando se giraba, él no estaba ahí. Porque Ivy había acabado con su vida, o su no vida, o lo que fuera que le quedaba.

Y, si los vampiros pudieran convertirse en fantasma, Ivy estaba convencida de que el de Vladimir la atormentaba. Día a día.

Normalmente, le bastaba con llevar una mano a su collar para sentir aquella seguridad que su tacto le brindaba. Como si fuera capaz de recluir por completo su parte sobrenatural. Sin embargo, en ocasiones, eso solo conseguía alterarla más, porque era un recuerdo del acto que había cometido el pasado julio.

Pero el verano dio paso al otoño y conforme las hojas de los árboles se caían al suelo, Ivy iba poco a poco recuperándose del tormento del año anterior. Las secuelas seguían ahí, las ganas de abrazar a Cissy, las de no temer por la vida de sus padres, las de poder decirle la verdad a todos los que la querían.

Algo que la mantenía con los pies en la tierra era la Orden del Fénix.

Ocurrió pocos días después del asesinato de Vladimir. Ivy encontró las fuerzas para confesárselo a Dumbledore y fue cuando él la invitó a la primera reunión. Debía tener extremo cuidado porque a los ojos del público ella seguía siendo una sangre pura, y si alguien supiera que sus padres eran muggles, podrían cantar y acabar con la poca seguridad que los salvaguardaba.

—Os presento a Ivy Blestem. —Dumbledore había mirado a todos los presentes, señalando a Ivy con el brazo extendido. Ella apenas reconocía algunos rostros—. Agradecemos tu ayuda, Ivy.

Sí que parece un poco una secta, pensó Ivy durante la hora y media que duró la reunión. Vanessa se habría reído mucho de haber estado sentada a su lado, porque a cada cosa que decía Dumbledore todos asentían de acuerdo sin replanteárselo y Ivy no escondía su sorpresa.

De hecho, Vanessa no tardó mucho en incorporarse a la Orden. A Ivy no le gustaba la idea de que su mejor amiga arriesgara su vida, pero no podía hacer nada cuando ella hacía lo mismo.

—Imagínate que me muerde, no sé, una sirena; seríamos compis sobrenaturales y no tendrías que preocuparte tanto.

—Creo que no te conviertes en sirena porque te muerda una —advirtió Ivy, sonriendo porque Nessie era capaz de pedirle a una que lo hiciera—. Y tampoco creo que resultaras de ayuda si no puedes salir del agua.

—Ya, ya... Aguafiestas.

Ivy no lo reconocía en voz alta porque no hacía falta, pero los comentarios de Vanessa le hacían los días un poco más felices. Le recordaban a cuando se hicieron amigas, sus primeros años en Hogwarts siendo felices en la compañía de la otra.

Pertenecer a la Orden no era, sin embargo, ningún pasatiempo. Sí, los minutos se largaban tan rápido que dudabas que estuvieran ahí, pero era porque tenías que correr constantemente por tu vida. Más que pasatiempos, matatiempos.

Dumbledore mandaba a Ivy a misiones secretas para el resto, porque estaban involucrados los vampiros. Consiguieron destapar la red de secuestro de nacidos de muggles llevada a cabo por Voldemort y los vampiros que estaban de su parte.

En el ámbito sentimental, Ivy nunca había sabido si de lo que gozaba era de una suerte inmensa o una horrible.

Horrible, porque el amor de su vida —no era el mejor término para describirlo— no le había dirigido la palabra en meses, y fingía que no existía. Inmensa, porque Badger no se había separado de su lado y, con el paso del tiempo, Ivy pensaba menos en Cissy y más en Badger.

Recordaba aquella cena en casa de los Greengrass y sentía un cosquilleo en el estómago. En la graduación, los padres de Badger la habían invitado, y cumplieron su promesa. Badger se había puesto una elegante túnica para recibirla, y Ivy no le sacó los ojos de encima en toda la noche.

Recordaba, también, su confesión antes de borrar las memorias de todos.

Y cada día tenía más ganas de corresponderle.

Tantas, que una tarde otoñal se animó a hacer aquello que llevaba un buen tiempo pasándole por la cabeza. Estaban sentados en un banco de un pueblo muggle, cuando comenzaba a anochecer y el naranja se fusionaba no solo con el azul claro sino también con el negro. Badger leía la tarjeta de la rana de chocolate que le había tocado, pero si le preguntaras a Ivy, no se acordaría de lo que estaba diciendo.

Porque ella solo miraba sus labios moviéndose. Notaba el roce de sus hombros y la mano de Badger sobre su tobillo, porque tenía ambas piernas sobre el banco para abrazarse a sí misma.

Y de repente la mano de Badger estaba en su mejilla y sus labios habían desaparecido de la vista de Ivy porque estaban atrapados entre los suyos.

Así fue cómo Ivy decidió pasar página. O capítulo, o libro, o simplemente tiró todo lo que había escrito sobre Narcissa Black a un rincón, sin pretender volver a leerlo nunca más.

Salir con Badger Greengrass suponía cierta seguridad. No era ningún secreto que su familia se codeaba con algunos de los más allegados de Lord Voldemort, y eso ponía a Ivy justo debajo de las narices del enemigo, lo cual era muy peligroso y seguro al mismo tiempo. Por suerte, sus padres, por simpatizantes que fueran, eran de lo más amables con ella, aunque fuera porque creían que era sangre pura y encantadora.

Salir con Badger Greengrass suponía tener la mente siempre ocupada. Badger sabía todo sobre todo y eso suponía que Ivy aprendía algo nuevo cada día. No era una persona que se quedara sentada esperando a descubrir algo; si Badger leía en el periódico que había una feria muggle, agarraba su chaqueta y se llevaba a Ivy de la mano a ver qué era eso de una noria. Si leía que había hamburguesas a las que se le echaba curry en vez de ketchup, la llevaba a un restaurante y se reía con ella cuando hacía una mueca con la nariz porque le desagradaba el olor.

Era así. Era sencillo. Era salir con su mejor amigo y no tener que sentir miedo porque alguien los estuviera mirando, y aunque a veces se sentía culpable porque una parte de ella siempre acudía a Cissy, aunque fuera justo cuando iba a oscurecer y pensaba que había pasado todo el día sin hacerlo, cada día era más fácil superar ese minuto de debilidad.

Hasta que lo suyo se hizo oficial y todos sabían que Badger y Ivy eran pareja. Hasta que alguien mencionó lo buena pareja que hacían y lo bonitos que serían sus bebés. Sus bebés. Ivy nunca podría brindarle eso a Badger, por mucho que lo intentaran. La primera vez que vio a Badger sujetando en brazos a un bebé en una reunión familiar y vio que le brillaban los ojos, Ivy se marchó al cuarto de baño y acabó con dos mechones de pelo en su mano al arrancárselos por la ansiedad.

Salir con Badger implicaría siempre vivir en la mentira y eso era algo a lo que todavía no se había acostumbrado.

La mentira se hizo más grande el día que recibió la invitación para la boda de Lucius y Narcissa, el trece de diciembre de 1973, y no mostró lo mucho que le dolió leer esos nombres juntos. Se hizo enorme porque no dijo cuánto sufrimiento le traía esa noticia. Tal vez, si hubiera sido sincera con Badger y le hubiera contado que Cissy había sido su novia durante gran parte del año anterior, se habría sentido menos como una novia infiel. Pero no lo hizo. Se tragó la verdad y fingió que era perfectamente capaz de acudir a la boda de dos antiguos compañeros de clase, como si no supusiera nada para ella.

Se plantó el día de la ceremonia tomada del brazo de Badger. Llevaba un bonito vestido rojo y el color de labios a juego y Badger era mil veces más guapo que el novio. Se obligó a pensarlo mientras entraban al recibidor de la mansión Malfoy. Solo lo miró a él para intentar no entrar en pánico. No esperaba que nadie se echara encima de ella porque, en teoría, nadie recordaba su verdadera naturaleza, pero Malfoy sí sabía algo. Igual que Narcissa.

No la habían invitado a ella, en realidad. Habían invitado a Badger y ella era su acompañante, y solo había accedido a acudir con él porque no quería dañar sus sentimientos y porque, para no hacerlo, tenía que ser sincera. Y no estaba lista.

Así que tuvo que enfrentarse a la mirada de Lucius desde el altar. Su orgullo la obligó a mantenerla, sin temblar, hasta que las puertas se abrieron y entraron las amigas y familiares de Narcissa portando ramos de flores. Bellatrix estaba como pez fuera del agua con su túnica elegante y su pelo recogido en un moño en la parte baja de su cabeza.

Ivy mantuvo su mirada durante más tiempo del necesario porque no quiso mirar a Narcissa entrar con su precioso vestido blanco de encaje, o su pelo platino peinado en una trenza y cayendo sobre su espalda. No quiso ver sus manos, con las uñas brillantes y bien cuidadas, sujetando un ramo de flores con hojas de hiedra.

No quiso pensar que era una total declaración de intenciones, pero las hojas de hiedra llamaban a gritos su nombre y Ivy pensaba que le estaba pidiendo ayuda, así que estuvo buscando su mirada mientras caminaba hacia el altar, esperando que sus ojos del color del ópalo se posaran sobre los suyos y no sobre los de Lucius.

Pensó en alzarse y detener la boda. Pensó en quitarle a Lucius lo que le debería pertenecer a ella, pero Narcissa no se giró en ningún momento a buscarla. Se quedó de pie, sin flaquear, mirando a Lucius sin ningún tipo de expresión en el rostro, como un fantasma. Recitó las palabras que lo unirían a él para siempre y solo antes de dar el "sí, quiero", su mirada se perdió entre los invitados y se posó sobre la de Ivy.

Parecía que la estuviera retando. Parecía que la desafiaba a huir con ella o a contentarse con llamarla para siempre la mujer de Lucius.

Ivy se descubrió a sí misma clavando las uñas en el tapizado de la silla. Se descubrió imaginándose que dejaba su bolso en el suelo y corría para llevarse a Narcissa de la mano.

Pero la mano que agarró su muñeca fue la de Badger, y no lo hizo de manera brusca ni protectora. Badger acarició su muñeca con el pulgar y luego la tomó con delicadeza para plantar un beso sobre sus nudillos y guardar su mano entre las suyas.

Ivy se descubrió odiándose a sí misma por romperle el corazón a Badger Greengrass una vez más, así que apretó los labios en una sonrisa y miró a la chica sobre el altar sentenciando su destino. Su propio destino.

Podrían haber huido hacía meses y Narcissa prefirió lo contrario. Lo pensó todo el banquete, bebiendo el vino de la cosecha de los Malfoy y asintiendo con una sonrisa cuando los demás la felicitaban por la bonita pareja que hacía con Badger. Lo pensó mientras sus miradas se conectaban cuando ella cortaba el pastel.

La miró, intentando preguntarle por qué no habían huido. Por qué se estaba haciendo eso. La quería, ella la quería de verdad, y Malfoy... Malfoy solo la veía como una recompensa, un trofeo que enseñar a sus amigos mortífagos. Pero Ivy no, Ivy había visto a Narcissa como era en realidad y no era como todos aquellos de los que estaban ambas rodeadas.

Volvió a preguntarle, con la mirada, intentando que se fijara en ella, intentando llamar su atención sin ni siquiera moverse. Ivy se estaba enfadando, se estaba molestando porque no tenía respuestas y las quería. No era justo que pasara meses enteros evadiéndola, sin tener una sola noticia suya, y ahora le pidiera auxilio en mitad de una ceremonia, rodeada de personas que no dudarían en alzar la varita contra ella de saber la verdad.

Notaba la mano de Badger sobre la suya, acariciándole los nudillos, y desvió la mirada de Narcissa durante unos segundos para mirar a Badger. Le sonrió y él le devolvió la mirada.

Lo único que necesitaba de Narcissa era un cierre para poder avanzar ella también con su vida. Siempre querría a Narcissa Black, no por nada había sido su primer amor. Pero iba a pasar página, por Badger. Porque a él también le quería.

Esa vez, cuando miró a Narcissa, prometiéndose que sería la última vez, no solo la vio a ella. Malfoy también la miraba. También se había dado cuenta de que Ivy no dejaba de mirar a su ahora esposa. Ivy decidió escuchar. El corazón de Narcissa latía acelerado, una aceleración que conocía bien porque la había escuchado mientras realizaban los ÉXTASIS. Era un corazón acelerado por los nervios, por la ansiedad de no saber qué iba a pasar a continuación. Por otro lado, estaba el de Malfoy. Un latido seguro, ligeramente acelerado de la misma forma que se alteraba un corazón cuando planeabas hacer algo que te iba a traer satisfacción. Ivy temió por lo que fuera que Malfoy estaba planeando.

Decidió volver a centrarse en la boda a pesar del enfado que estaba empezando a sentir, en la mesa donde estaba sentada, en Badger. Rio con los chistes que contaban, terminó la tarta cuando llegó y no dudó en tomar la mano de Badger para bailar con él una vez los recién casados terminaron su primer baile. Estaba claro que Narcissa nunca le iba a dar la respuesta que quería, la que Ivy necesitaba para poder cerrar todo su pasado juntas. Y eso enfadaba a Ivy más que nada.

—Voy al baño —le dijo a Badger cuando pararon un momento para coger una bebida.

—Te espero, ¿vas a querer seguir bailando o nos sentamos un poco? —le preguntó el chico y Ivy le sonrió.

—Bailando, por supuesto.

Le dio un beso en la mejilla antes de salir del salón de baile hacia el baño. Por supuesto, había un poco de cola, así que decidió investigar un poco por la Mansión Malfoy en busca de otro baño. Tenía que estar en algún lugar cercano porque la gente rica tenía, por algún motivo que Ivy desconocía, un número demasiado elevado de cuartos de baño.

Lo encontró después de abrir cinco puertas distintas y cuando se coló en una habitación. Con todo lo que se había movido quizá hubiera tardado menos si, sencillamente, hubiera esperado. Se lavó las manos tranquilamente y se observó en el espejo.

—¡Joder! —gritó Ivy cuando vio en el reflejo a Narcissa—. Casi me matas de un infarto.

—¿Por qué me estabas mirando?

La forma en la que estaban en esos momentos le recordaba a Ivy a un momento muy concreto entre ambas, en las duchas del colegio antes de que decidieran salir juntas. La única diferencia que había en esos momentos era ambas iban mucho más vestidas que aquel día, aunque eso no es que fuera mucho más difícil.

Lo que sí que era difícil era volver a estar tan cerca de Narcissa. El baño era grande, pero Narcissa la había acorralado contra el lavabo y sus cuerpos se tocaban, o al menos lo hacían sus vestidos y, bajo toda la tela, sus cuerpos. Estaba enfadada con ella, pero a la vez estaba deseando que el espacio entre ambas se redujera lo mínimo posible para poder volver a besarla. No apreciaba lo mucho que seguía necesitándola a pesar del tiempo que había pasado y a pesar del enfado que sentía en esos momentos.

—¿Ivy? ¿Por qué me estabas mirando? —Narcissa repitió la pregunta, esta vez mucho más amable, mucho más ella, la que era cuando estaban las dos en la cama, bebiendo vino mientras leían Drácula.

—¿No puedo mirar a la novia en la boda? —respondió Ivy, intentando sonar lo más neutra posible, sin dejar que se mostrase ningún tipo de sentimiento, ni bueno, ni malo—. Felicidades, por cierto.

—Yo... yo... quise hablar contigo —empezó a decir Narcissa y Ivy decidió fingir que le parecía gracioso.

—¿Quisiste hablar conmigo cuando? ¿Después de que me ignoraras durante lo que quedó de curso?

—Quería hablar contigo, Ivy, de verdad. —El tono de Narcissa parecía suplicante y, por un momento, Ivy pensó en rendirse.

Porque delante parecía volver a tener a Cissy.

—¿Y de qué querías hablar?

Si el lavabo estuviera más frío que ella, podría centrarse en el tacto helado sobre sus manos, unas que apoyaba con fuerza sobre la superficie de cerámica, intentando mantenerlas lejos de Narcissa.

—¿Por qué me mirabas en la boda, Ivy?

Narcissa se pegó más a ella entre la tela del vestido, buscando sus manos mientras tocaba suavemente los pliegues que formaba la tela entre ambas. No dijo nada cuando, al intentar alcanzar sus manos, también le tocó la cintura. O, más bien, Narcissa le acarició la cintura, lentamente y con suavidad.

—¿Me sigues queriendo, Ivy? —susurró Narcissa, casi pegada a sus labios—. ¿Me sigues queriendo como te sigo queriendo yo a ti?

Ivy se enfadó. Se enfadó con Narcissa por ir al baño a decirle eso después de haberse casado con Malfoy y se enfadó con ella misma cuando aceptó el beso. Un beso hambriento, uno que buscaba más, por eso las manos de Narcissa no tardaron en buscar la cremallera del vestido de Ivy mientras que las de Ivy intentaban deshacer la preciosa trenza de Narcissa. Y cuando las manos de la chica rozaron su espalda, Ivy se separó durante unos segundos.

—Tú... tú estás casada, Cissy —se le escapó, pero ella no dijo nada, solo apartó la mirada—. Y yo... yo... de verdad quiero a Badger. Esto no es justo para nadie.

—Pero... nosotras podemos.... No tienen por qué enterarse, Ivy, puedes querernos a los dos y...

—No puedo hacerle eso a Badger, Cissy, él siempre ha estado para mí y...

Las palabras murieron en los labios de Ivy. Badger siempre había estado para ella y Cissy no, quizá era todo tan sencillo como eso. Mientras que Badger había buscado la forma de protegerla de todo el mundo, Cissy la había dejado y roto el corazón. Porque su amor no había sido suficiente como para luchar por él.

—Ivy, no sabes... lo difícil que es esto. Me separé de ti para protegerte, pero me duele de igual manera estar lejos que cerca de ti. Echo de menos tus manos heladas y el calor que me haces sentir a pesar de eso.

—Basta...

—Es injusto, pero permíteme ser injusta. Permíteme ser egoísta, al contrario que Ofelia...

—¿Y qué hay de mí, eh? ¿Y si quiero ser egoísta yo y ser feliz y no tener que estar sufriendo día tras día por un amor que nunca me vas a poder dar?

El labio inferior de Narcissa temblaba tanto que parecía suplicar a gritos que Ivy lo calmara con un beso. La rubia pareció pensar lo mismo.

—¿Me darías un último beso? —susurró, intentando aguantar las lágrimas. Ahora era ella quien tenía el corazón roto porque la habían dejado.

Ivy sabía que era mala idea, pero no sabía hasta qué punto. Aun así, volvió a besarla, aprovechando para girarla y subirla al lavabo. Si iba a ser el último, iba a aprovecharlo bien ya que no había podido hacerlo cuando rompieron. Decidió que sería el mejor beso que jamás le había dado porque así sería un beso justo para su memoria. Así que la besó como si de verdad fuera a morir en pocas horas y no tuviera una eternidad por delante.

Claro que, como había pasado meses atrás, en los baños de Hogwarts, el gemido llamó la atención de alguien. Y era un gemido que reconocía de esa vez.

Lucius Malfoy abrió la puerta del baño para encontrarse una escena de lo más lujuriosa y pervertida si es que alguien le preguntaba. Su esposa estaba con el vestido de novia completamente levantado, sentada sobre el lavabo mientras que tenía a una mujer entre las piernas, besándola como si necesitara beber de ella para poder seguir viviendo. Quizá, lo peor de todo, es que Lucius Malfoy reconocía perfectamente a esa mujer que intentaba quitarle lo que era suyo por derecho.

—¡Tú! —gritó, agarrando a Ivy del cabello y tirando de ella para alejarla de Narcissa.

Sacó la varita para apuntar a Ivy en cuanto la tuvo delante. Por un momento, sus ojos le dieron miedo y todo en su cuerpo le gritó que lo que tenía que hacer era salir corriendo de ese baño y dejar todo atrás, incluida su obsesión por una mujer que no le quería. Pero desapareció de pronto y la apuntó con la varita.

—Yo te maldigo, Ivy Blestem, a ti y a toda tu descendencia —escupió, mirando a la chica a los ojos—. Que tu alma se pudra si te atreves a yacer en el lecho de un Malfoy y así lo haga la de tus descendientes.

La empujó al suelo y fue directo a por Narcissa, bajándola del lavabo lo más rápido que pudo. Tenía que alejarla de esa... depravada. Porque si algo recordaba Lucius Malfoy era cómo Ivy sabía hacer las cosas en la cama. Y si Narcissa había descubierto eso...

—Tenemos que consumar nuestro matrimonio, Blestem, largo de nuestra casa —ladró antes de cargar a Narcissa en brazos y llevarla a la que sería su habitación por el resto de sus vidas. Las súplicas de la chica quedaron ahogadas tras la puerta de madera.

Ivy sintió que el veneno de las palabras de Lucius se extendía por sus huesos. Le recordó al exacto momento en el que la ponzoña del vampiro la convirtió en una de ellos. Sintió que algo en su interior se moría, otra vez. Narcissa, a unos cuantos metros de ella, también sentía lo mismo mientras arañaba el cabecero de la cama y gritaba pidiendo una ayuda que jamás llegaría.

He's in the room. Your opal eyes are all I wish to see; he wants what's only yours.

Quedan nada más dos capítulos para que todo esto termine y la cosa está que arde. 

Nos leemos el próximo lunes <3

aliven't: 13

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