
𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝟏𝟕 - 𝖙𝖜𝖔 𝖈𝖆𝖓 𝖐𝖊𝖊𝖕 𝖆 𝖘𝖊𝖈𝖗𝖊𝖙
Cissy llevaba cinco minutos intentando explicarle a Ivy que no podían seguir juntas, pero le estaba costando más de lo que había pensado. No quería romper algo tan mágico. Tampoco quería que un deseo se transformara en una tragedia.
Ivy ni siquiera se había dado cuenta de lo que pretendía hacer Cissy cuando la guió hasta la habitación. Estaba asustada. Hacía un momento, todos habían visto a Ivy muriendo en vídeo. Después, Badger le confesaba que llevaba años enamorado de ella, y la salvaba quitándole aquel recuerdo a todo el mundo. Ivy se preguntaba si eso significaba también que el maldito vampiro que le había ocasionado tantos problemas se había olvidado también de aquello.
En esos escasos minutos tras el hechizo, Ivy se había trasladado a cómo iba su vida hacía un año. Porque la gente no solo se había olvidado de que era una vampira, sino que tampoco recordaban que era hija de muggles. El cambio en el trato de sus compañeros de casa, que la saludaron con una sonrisa a ella y a Cissy cuando se marcharon, fue difícil de creer para ella.
—... espero que puedas perdonarme.
Ivy levantó la cabeza. Se había escondido la cara entre las manos, tratando de procesarlo todo, y no había escuchado los balbuceos de Cissy.
—¿Perdonarte el qué?
—¿No me... no me has escuchado?
No sabía si estaba enfadada con ella, porque le temblaba ligeramente el ojo en un tic nervioso. Cissy tomó aire y lo guardó en sus pulmones, llenándolos hasta que no le quedó más remedio que soltarlo.
—Perdón, Cissy. Es que tengo la mente dispersa. ¿Te ha hecho algo Lucius? ¿Por eso estabas con él? —se preocupó Ivy. Narcissa se mordió la lengua—. ¿Qué ha hecho?
—Tenemos que acabar con esto.
Ivy aguardó, pero Narcissa no añadió nada más.
—¿Qué dices, Cissy?
—Que no puedo seguir estando contigo. Es muy peligroso para mí y para ti y... No puedo, ya está.
Cissy se abrazó a sí misma y no apartó la mirada de Ivy. Si no estuviera intentando romper con ella, Ivy habría pensado que buscaba su aprobación, ante aquella mirada declinada.
Ivy negó lentamente con la cabeza.
—No puedes... ¿Qué ha cambiado? ¿Es por lo de tu hermana?
—¿Qué tiene que ver mi hermana?
No se acordaba del ataque de Bellatrix. Porque Bellatrix la había atacado por estar con una sangre sucia, y ahora Ivy era una sangre pura a sus ojos.
—Que no lo aprobaría —improvisó Ivy.
—No solo ella. Nadie de los nuestros. No sé cómo será en Rumanía, pero aquí... Las cosas no pintan bien para la gente como nosotras.
—Entonces vayámonos de aquí, Cissy. —Ivy se adelantó unos pasos y agarró a la chica de las manos, suplicante—. No tienes por qué aguantar una vida que no quieres.
Pero Cissy negó. Ivy vio las lágrimas conglomerarse en sus ojos. Ella misma sentía un hueco en su corazón. Como si alguien le estuviera dando puñetazos para abrirse paso.
Se suponía que todo debía ir bien después del hechizo. Y Cissy quería dejarla sola.
—Ivy —la llamó. Ella apretó los labios con resignación—. No dejo de pensar en ti a cada segundo que no estás conmigo. Y... esto es lo más difícil que he hecho nunca, porque sé que algo así solo ocurre una vez en la vida...
—Entonces no lo estropees. Por favor.
—Es por tu bien. Por nuestro bien.
Narcissa se sintió sucia al repetir las palabras de Lucius. Egoísta.
Pero no estaba pensando solo en ella. Pensaba en Ivy y en lo que no le pasaría si la alejaba.
—Lo siento.
—Si lo sintieras no lo harías. —Ivy no quería creerlo. No justo en ese momento.
Cissy recogió su rostro entre sus manos.
Cuando se acercó a sus labios y la besó, Ivy quiso aferrarse al pensamiento de que aquella conversación no había ocurrido. Que Cissy la besaba como cualquier otro día, entre clase y clase cuando tiraba de su brazo a un aula vacía, o por la noche cuando cerraban las cortinas.
No abrió los ojos. Ni al separarse Narcissa de ella ni cuando dejó de escuchar su respiración. Olía su perfume todavía. La esencia de Narcissa estaba por toda la habitación.
Pero, cuando los abrió un minuto más tarde, la esencia era lo único que quedaba de ella, porque se había marchado. Ivy se forzó a llorar sin lágrimas que pudiera derramar.
La tristeza que la acompañaba el día de su graduación no tenía ningún sentido para los que la rodeaban. Para ellos, Ivy no tenía razones para estar infeliz, puesto que no sabían que aquel año había supuesto para ella un cúmulo de tragedias sin fin.
Su muerte a principios de curso no había hecho más que desencadenar un suceso funesto tras otro. Le habían seguido muertes, amenazas y ni un solo momento de tranquilidad más que aquellos que le había brindado la presencia y el cariño de Cissy.
Y ahora tampoco tenía eso.
La ruptura había sido peor que aquella discusión que habían tenido tras su primer beso, cuando Cissy había tenido miedo de seguir con lo suyo. En aquel momento, Ivy solo había sentido confusión y enfado. Sabía que tenían algo pendiente.
Ahora solo se sentía sola. En cuestión de veinticuatro horas, había aterrizado en una vida que no se sentía la propia. Nadie recordaba que era vampira y nadie la miraba con los ojos cargados de reproche por haberles hecho creer durante seis años que era una de los suyos. A principios de curso no habría pedido otra cosa que eso: sentirse como una más.
Ahora sabía que no tenía nada que ver, y ya se había empezado a hacer a la idea. Que ser sangre sucia, vampira y bisexual no era tan malo porque Cissy la quería sabiendo todas esas cosas. Pero sin Cissy, esa ecuación no tenía ningún sentido. La felicidad estaba sobrevalorada si no tenía a su lado a la persona a la que quería.
Nessa le peinó el cabello para la ocasión. Le regaló palabras de ánimo intentando hacerla reír porque sabía que si intentaba hablar de lo ocurrido con ella, solo terminaría sumiéndola en una nueva tristeza.
Nessa, Madame Pomfrey y Dumbledore eran las únicas personas que volvían a estar al tanto de la condición de Ivy. A los dos últimos se lo había tenido que contar porque seguía necesitando sus pociones de sangre y porque quería participar en la Orden del Fénix, ayudando como pudiera. A Nessa se lo había dicho porque necesitaba tener a alguien a quien no contarle ninguna mentira, y no era como si no fuera a terminar dándose cuenta, con lo observadora que era.
Badger no lo sabía. O tal vez sí, porque Ivy ni siquiera sabía cómo se había enterado la primera vez. Podría ser que, aunque lo hubiera olvidado, hubiera terminado llegando a la misma conclusión. De ser así, no se lo había hecho saber a Ivy. Solo estaba cerca de ella cada vez que podía e intentaba ser el amigo leal y carismático de siempre.
Ivy no se olvidaba de su confesión y de cómo le había dicho que la quería de todas las formas, ya fuera humana o vampira. No sabía si él recordaba esa conversación, pero, por el momento, Ivy prefería hacer como que aquello no había ocurrido. No tenía fuerzas para enfrentarse a los sentimientos de su mejor amigo, por muy egoísta que fuera. En el futuro lo hablaría con él, pero ahora su corazón estaba roto y no quería romper ninguno más por el camino.
La graduación no fue un momento de celebración aquel año. Había sido un curso marcado por la tragedia; demasiadas muertes en un solo recinto escolar. Las conversaciones entre padres y alumnos quedaban marcadas por las palabras "vampiro" y "Voldemort", y hablar del futuro de los estudiantes era entrar en un ciclo de "tal vez" y "cuando esto termine".
La incertidumbre era tal que ni siquiera Dumbledore, en su discurso, pudo desearles un próspero futuro. Se avecinaba una guerra y aquellos alumnos estaban siendo lanzados al mundo real, y de ellos dependía esconderse o luchar. No lo dijo con aquellas palabras, pero Ivy se sorprendió a sí misma aferrando con fuerza su varita y deseando comenzar su labor con la Orden para ayudar a los que no habían tenido tanta suerte como ella.
Pensó en utilizar el hechizo de Badger con todos los nacidos de muggle. Pensó en hacer olvidar a todo el mundo aquella estupidez de la supremacía de la sangre, pero hasta ella, que era un ser sobrenatural, sabía que todo tenía límites. Que el hechizo de Badger había resultado bien porque llevaba meses de preparación, pero aquello no significaba que pudiera solucionarlo todo.
Ante la injusticia tendría que presentarse con su varita en la mano y su mejor determinación, y sabía que Nessa y Badger no la dejarían sola.
—Padre, madre, esta es Ivy Blestem.
Ivy sonrió a los padres de Badger. Los suyos no habían acudido a la graduación por precaución; seguían en casa, vigilados en todo momento por un Auror.
Los señores Greengrass no parecían tan serios ni anticuados como Badger siempre los describía, pero sabía que las apariencias engañaban. Badger era clavado a su madre, con sus mismos ojos castaños expresivos y sus pestañas interminables. A su padre se parecía en la postura.
—Badger habla mucho de ti, Ivy —comentó su madre con una escueta sonrisa—. Dice que tienes familia rumana, ¿cierto?
—Así es.
No entró en detalles porque las mentiras eran mejores si se decían rápidamente y sin demasiada elaboración.
Sí que tenía familiares en Rumanía. No, no eran sangre pura como ella siempre había hecho creer a todos y como seguramente Badger le había comentado a sus padres.
—¿Por qué no vienes un día de estos a cenar con nosotros, eh? Así podremos conocernos mejor —propuso su madre. Miró de reojo a su hijo con una sonrisa y este se quedó mirando al suelo, con las mejillas sonrojadas.
—Será un placer.
No pensaba ir, pero no quería ser maleducada. Se excusó para buscar a los Macmillan, que siempre habían sido amables y acogedores con ella. Se llevó una pequeña bronca de la madre de Vanessa porque la última vez que había estado en su casa no se había despedido como tocaba. Ya ni siquiera recordaba la excusa que habían puesto para explicar por qué no estaba en su cama por la mañana, así que solo se disculpó varias veces y le prometió que aquello no volvería a pasar.
Todo estaba demasiado tranquilo desde que Ivy había vuelto de Hogwarts. Ella esperaba algo, una señal que dijera que estaba en peligro o que todo lo que había pasado en las últimas semanas había sido un sueño. No sabía qué era peor: estar esperando una llamada de la Orden o seguir pensando en Cissy y como había roto con ella con tanta facilidad.
Porque eso dolía. Dolía tanto ahora que no tenía forma de distraerse con nada que solo podía volver a pensar en ello, una y otra vez, desde que fingía que se iba a dormir hasta que se levantaba por la mañana. Sus padres veían raro que Ivy estuviera lista para ayudar en la panadería a las cinco de la mañana, pero la dejaban estar porque tenían sus sospechas.
Un corazón roto no era algo tan fácil de ocultar, sobre todo cuando por las noches no dormías y llorabas. Sobre todo cuando tenía bien marcadas las últimas palabras de Cissy que habían asegurado que pensaba en ella en cada momento que no estaban juntas. A veces se preguntaba si había sido solo una mera formalidad para no hacerla sentir tan mal. ¿Quién querría separarse voluntariamente de alguien en quien juraba pensar en todo momento? Ivy estaba segura de que tenía razones ocultas y esa certeza la devoraba por dentro.
Esperaba noticias de Dumbledore sobre La Orden del Fénix o sobre Vanessa y una invitación a su casa por la vacaciones, lo que fuera porque necesitaba hacer algo para poder dejar de pensar en Cissy y su ruptura; pero de Dumbledore no había ni una sola palabra y Nessie acababa de irse de vacaciones con sus padres para celebrar su graduación en Hogwarts. Así que Ivy seguía con su rutina, una en la que trabajaba en la panadería con la excusa de que necesitaba el dinero para la universidad muggle.
Ya ni siquiera tenía claro si quería estudiar, ¿tenía sentido cuando el mundo se estaba cayendo a pedazos? Cada vez había más noticias en El Profeta sobre muertes de nacidos de muggles, y Ivy cada día temía más por sus padres, a pesar de que se suponía que no tenía razones para hacerlo porque todos habían olvidado la verdad. Una mentira como esa terminaría saliendo a la luz, estaba segura.
Pero nunca parecía salir. Tanta tranquilidad la asustaba.
Hasta que, casi dos semanas después de la graduación, llegó. Llegó con todas sus fuerzas, dejando inconscientes a los aurores que vigilaban la casa de Ivy por si llegaba él. El vampiro que la atormentaba. Al parecer, el hechizo no había funcionado.
Llegó de madrugada, sabiendo que los aurores estarían distraídos y sería más fácil atacar para robarle el collar a Ivy. Tenía claro su plan: atacaría primero los aurores y dejaría que se desangraran para llamar la atención de Ivy y luego ir a por sus padres. Los usaría de rehenes, ya que utilizaría la naturaleza de su hija para convencerla de darle el collar. Después, mataría a todos. Se daría una buena merienda y se quitaría de encima a la molesta niña que tantos problemas le había ocasionado. Tendría que haberla matado en lugar de convertirla, y no lo había hecho por simple cabezonería. No volvería a cometer ese error.
Sin embargo, no contaba con que Ivy ya estuviera fuera, subida al tejado de su casa, mirando las estrellas. Había salido, en un intento de pedir un deseo a una estrella fugaz porque decían que esos deseos se cumplían y Ivy quería que se cumpliera uno. Quería que pasara algo, lo que fuera.
Se asomó por el tejado de su casa justo cuando los dos aurores cayeron al suelo y la sangre empezó a salir de sus cuellos. El olor a sangre era demasiado fuerte para Ivy, que bajó de un salto del tejado para seguir el olor. Las pociones de sangre no se comparaban a la sangre humana, así que oler aunque fuera una sola gota era demasiado para ella.
Y parecía que para el vampiro también porque había parado para probar un poco de la sangre de los dos aurores.
—¡Eh! ¿Qué te crees que estás haciendo? —le gritó, olvidando que eran las tres de la madrugada y uno no debía alzar la voz.
El vampiro pasó de nuevo uno de sus dedos por el cuello de un auror y lo chupó, gimiendo de placer al probar la sangre. Ivy ya no recordaba lo que era beber sangre humana, pero entendía las ganas, conocía el placer que le daba. Contenerse era tan difícil como evitar beber un vaso de agua frente a ella tras varios días sin beber. Sentía la necesidad en sus entrañas.
—No nos hemos presentado oficialmente, Ivy Blestem, soy Vladimir. Vladimir Yadormir—dijo el hombre, avanzando hacia la chica y haciéndola retroceder, pero el vampiro fue lo suficientemente rápido como para pegarse a ella y enganchar el collar con el mismo dedo que había mojado en la sangre—. Esto es mío y te lo advertí hace meses.
Nunca había tenido que pelear. Ni de forma muggle ni de forma mágica, y mucho menos había tenido que pelear con sus poderes vampíricos.Como mucho, los había utilizado para asustar, pero no era comparable. No había motivos para usar toda la fuerza, para correr lo más rápido que podía, pero en esos momentos, en una madrugada de julio, Ivy Blestem tuvo que aprender a hacerlo.
Fue la primera que salió volando por los aires, chocando contra uno de los árboles que había delante de su casa. El golpe la aturdió durante unos segundos, los justos para que quisiera levantarse e ir corriendo hasta la sangre que se estaba derramando en busca de fuerzas. Entonces, llegó el primer puñetazo por parte de Vladimir, y Ivy jadeó en busca de un aire que no necesitaba.
—Va a ser tan fácil arrancar el collar de tu cuerpo —le susurró el vampiro, cogiendo a Ivy por el cuello. Claramente, disfrutaba aquello de jugar con su presa. Al contrario que Ivy, para él la caza y el asesinato eran un deporte y no una dura carga.
Era como volver casi un año atrás en el tiempo, cuando Vladimir hizo eso mismo y Ivy acabó muerta en el suelo de la mansión abandonada. La única diferencia era que, por aquel entonces, necesitaba respirar y no tenía fuerzas para zafarse de su agarre. Ahora ya no lo necesitaba. Por eso, pudo propinarle una patada con todas sus fuerzas que le hizo atravesar un muro de hormigón.
Corrió hasta él, lo más rápido que había hecho nunca y le imitó. Si él había ido a por su cuello, ella también lo haría: ese debía ser uno de los puntos débiles de los vampiros. Debía haber prestado más atención en clase a cuáles eran sus puntos débiles para tenerlos siempre presentes. Ivy sabía lo básico, que las estacas eran mortales al igual que el fuego, pero ambas estaban fuera de su alcance en esos momentos.
Así que intentó apretar con todas sus fuerzas. Quería sentir cómo los huesos del vampiro se rompían bajo sus manos, quería acabar con él por toda la gente que había matado, por lo que le había hecho.
Casi pensaba que veía las miradas de todos los desdichados alumnos que habían tenido la mala suerte de cruzarse por su camino. Las súplicas por su vida. Los estertores de muerte bajo sus fauces. Ivy seguía sintiéndose la artífice de todas y cada una de sus muertes.
La había convertido en una asesina y todo porque... ¿por qué no la había matado?
—¿Por qué? —le gritó, apretando con más ganas el cuello de Vladimir—. ¿Por qué me dejaste viva?
La rabia y la adrenalina hacían que tuviera una fuerza inmensa. Se sentía capaz de atravesar su cuerpo con el impulso de su mano.
—Porque pensé que sería divertido —le contestó. Ivy aflojó un poco el agarre del cuello para coger un trozo de hormigón.
Divertido.
Lo agarró con facilidad y gritó, con toda la fuerza de sus inútiles pulmones, mientras dejaba caer con fuerza el trozo de hormigón sobre Vladimir. Lo hizo una y otra vez, cada vez con más fuerza, con más enfado.
Vladimir Yadormir le había jodido la vida y ella pensaba arrebatarle lo que fuera que le quedaba a él. Iba a hacérselo pagar. Por ella, porque ella se merecía tener una vida normal y le habían arrebatado todo solo por diversión. La risa de Vladimir empezó a ser cada vez más débil mientras que Ivy seguía en su intento de matarle.
La sangre falsa de vampiro, aquella compuesta sin duda por los restos de la que había ingerido de los aurores, le salpicaba las mejillas y el pelo oscuro. Sin embargo, el desgraciado vampiro no moría.
—Tienes que arrancar la cabeza, Blestem —Vladimir tosió nada más decirlo, en un momento en el que Ivy paró para ver si había acabado con él. Parecía divertido ante la perspectiva de morir.
Fue dicho y hecho, Ivy sujetó la cabeza de Vladimir, apoyó las rodillas en su pecho y tiró con todas sus fuerzas, desgarrando de un solo tirón el cuerpo del vampiro.
El crujir de su cuello fue el último sonido que se escuchó en el vecindario antes de que se instaurara un completo silencio. Fue el ruido del hueso roto que puso fin a la vida de Vladimir Yadormir.
...if one of them is dead.
Parece que el vampiro está muerto, pero también ha muerto Civy </3
Quedan 3 capítulos para que termine esta historia y esos tres capítulos son 📈📉 así que id preparándoos porque esto tiene fin el 2 de mayo. Ups.
Aliven't: 13 :)
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