
𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝟏𝟒 - 𝖈𝖆𝖚𝖌𝖍𝖙 𝖗𝖊𝖉-𝖍𝖆𝖓𝖉𝖊𝖉
Todo se seguía sintiendo como un sueño. Sentir las manos de Cissy por su cuerpo, besar su cuello, acariciar sus pechos, derretirse en sus labios. Pero no, no era un sueño, era real, estaban juntas y por eso, en aquel momento, estaban en la habitación, besándose como si el mundo fuera a acabar en unos minutos y ellas fueran a morir.
Las manos de Ivy pasaron de estar sobre la cintura de Cissy a empezar a buscar la forma de meterse entre la camisa de la chica y su piel. Bajó un poco la falda y sacó su camisa cuando se cansó de estar jugando. Aunque tan solo se cansó a medias ya que empezó un nuevo juego, uno en el que iba acariciando la espalda de Cissy poco a poco, subiendo cada vez más hasta que llegó al sujetador de la rubia.
El suspiro de Cissy llenó los oídos de Ivy y fue música celestial para ella cuando le desabrochó el sujetador y lo sacó de debajo de la camisa. Cuando Cissy gimió porque Ivy movió las manos hasta su pecho, Ivy volvió al cuello. Besarse sobre la cama era algo que a ambas les encantaba, pero ese día no tenían mucho tiempo, solo estaban aprovechando un momento que tenían después de cenar —Cissy tenía dolor de cabeza supuestamente y nadie le había preguntado a Ivy por qué volvía a la habitación— y la pared de la habitación les había venido muy bien cuando Cissy había entrado y no habían perdido el tiempo a lanzarse sobre la otra.
—Ven aquí —demandó Cissy cuando Ivy se alejó un poco y pasaron a cambiar las posiciones.
Las manos de Cissy eran las que buscaban la cintura de la falda de Ivy, una que desabrochó con manos expertas, dejándola caer al suelo, y empezó a jugar con el elástico de la braga de la chica mientras que, con la otra mano, buscaba el cierre del sujetador. Era divertido ver como Ivy se retorcía bajo sus manos, buscando que la tocara y que la liberarse de la tortura que había sufrido durante todo el día, cuando se veían y no podían ni acercarse.
—Cissy, por favor —le suplicó e intentó buscarla para que siguieran un poco más. Pero justo cuando Cissy se agachó y empezó a jugar con el elástico de las bragas de Ivy con la boca, las interrumpieron.
—Atención a todos los alumnos —era la voz de Dumbledore, sonando por todo el colegio como si le tuvieran en la misma habitación, algo que asustó a las dos chicas y se alejaron rápidamente—, por favor, acudid al atrio con la mayor brevedad posible.
Primero no se movieron. Luego, cuando empezaron a oír los pasos en el pasillo, se miraron y empezaron a vestirse. Ivy se subió la falda rápidamente y se remetió la camisa dentro de la falda antes de ir a ayudar a Cissy, que intentaba colocarse la camisa sin haberse puesto el sujetador.
—Cissy —le tendió el sujetador y la chica lo cogió rápidamente, maldiciendo por el camino.
Los pasos eran cada vez más rápidos y se oían las voces, preguntándose qué había pasado para que los convocasen en el atrio fuera de horario. Ivy pudo oír perfectamente las ideas de algunos de los más pequeños, como una fiesta sorpresa, un castigo multitudinario o, la peor de todas, que los fueran a avisar de que los mandaban a casa a la mañana siguiente.
Cuando una de las voces, la de una de las compañeras de habitación de Cissy y Ivy, sonó demasiado cerca de la puerta de la habitación Ivy cogió rápidamente a Cissy y la arrastró hasta el baño, por si acaso. Tenían que conseguir que se pusiera cuanto antes el sujetador para poder unirse a todos los alumnos de Hogwarts y fingir que no habían estado juntas. Pero el sujetador no parecía estar dispuesto a colaborar con las manos de Cissy, que era incapaz de abrocharlo.
—Joder —murmuró la chica, soltándolo un momento.
—Ven aquí.
Ivy lo cogió, intentando que no se notase que estaba nerviosa por si la pillaban juntas y las manos le temblaban un poco de más cuando intentó abrocharlo. Cissy parecía que se había negado a quitarse la camisa, pensando que así ganaba tiempo, cuando lo que estaba pasando es que estaban perdiendo aún más, sobre todo cuando uno de los enganches del sujetador se enganchó en la camisa.
—Mierda, lo siento, Cissy —le dijo, antes de mover las manos rápidamente hasta el frente de la chica y empezar a desabrochar los botones.
—Tenía que haberlo hecho desde el principio —murmuró ella, molesta, pero igualmente aprovechó que la mejilla de Ivy estaba a su alcance para darla un beso—. ¿Continuamos luego?
—Por supuesto.
Ella le robó un beso en los labios justo antes de terminar de desabrochar los botones. Así pudo, por fin, levantarle la camisa y desenganchar el sujetador. Ivy no pudo evitar volver a rozarle una vez más la espalda antes de abrocharlo y luego ayudarla a volver a poner todo los botones. Se arreglaron el pelo revuelto y, por fin, salieron de la habitación para ir con todos los demás al atrio.
Llegaban de las últimas, con los alumnos más rezagados que llevaban el pijama puesto. Todos tapaban el centro de la acción, donde se veía la cabeza de Dumbledore, así que se las apañaron para tener un poco más de visión, empujando a los más pequeños e ignorando los susurros de la gente. Aunque deberían haberlos escuchado.
El cuerpo estaba sobre la fuente, impidiendo el flujo correcto del agua. La piel vacía de color como en los anteriores, la marca de colmillos en el cuello, los ojos abiertos por la sorpresa. El profesor Koda, que enseñaba Defensa Contra las Artes Oscuras, había sido la nueva víctima del vampiro que iba a por Ivy.
Ivy se tapó los labios para evitar gritar por la imagen. Por más cuerpos sin vida que viera, tenía claro que jamás se acostumbraría a aquello. Las extremidades lánguidas, los ojos inmóviles, la rigidez de su piel. La certeza de que sus últimos momentos habrían sido, sin duda, aterradores.
Por su culpa.
—Ivy, no.
Nessa se había colocado junto a ella, sabiendo que su amiga necesitaría el apoyo.
—No hagas ninguna estupidez —le advirtió, al ver que no respondía.
—Esto no puede seguir así —farfulló Ivy. Las lágrimas le nublaban la visión.
—Dumbledore no tiene dos dedos de frente —escupió Cissy, junto a ella—. ¿Cómo se le ocurre hacer venir a todos los alumnos más pequeños? ¿Acaso quiere traumatizarlos?
—Quiere que vean la realidad, Narcissa. Quiere que sepan lo peligroso que es el enemigo, cualquiera de nosotros podría ser el siguiente si no hacemos nada por aniquilar a todo aquel que suponga una amenaza.
La voz de Lucius sonó demasiado fuerte como para haber dirigido exclusivamente ese comentario a Narcissa. Quería que todos le escucharan.
Para Dumbledore, aquellas palabras no pasaron desapercibidas. Miró a Malfoy con dureza antes de dirigir su mirada durante un breve segundo a Ivy. Tal vez, estaba intentando asegurarse de que aquel incidente no tuviera su nombre marcado. Con solo observar la mueca de pánico que cubría su rostro, supo que ella no tenía nada que ver.
—Señor Malfoy, agradecería que no utilizara sus propios prejuicios para convencer a los demás de algo que no sabemos con absoluta certeza.
—¡¿Que no sabemos?! ¡¿Cuánta gente más debe morir para que se dé cuenta de cuál es el problema?!
Algunos alumnos, especialmente sus amigos o aquellos a los que tenía atemorizados, secundaron sus palabras. Lucius, sintiendo que la aprobación de los demás le daba más peso a su afirmación, se abrió paso entre la multitud para colocarse sobre el primer peldaño de la fuente, junto al cuerpo, donde todos pudieran observarle.
—Señor Malfoy, le aseguro que el profesorado y el Ministerio están haciendo lo posible para que...
—¡El Ministerio! —bufó Lucius. Se pasó las manos por el pelo, fingiendo exasperación, antes de mirar a los alumnos—. ¡No hace falta que intervenga el Ministerio, el problema es de este colegio y de nadie más!
—Ya está bien, Lucius —exigió Slughorn, abriéndose paso también para llegar hasta él—. Deja terminar al profesor Dumb...
—¡Él es el problema! ¡Él es quien deja entrar a cualquiera en este colegio! ¡Sangres sucia, traidores a la sangre! ¡Desviados! ¡No me extrañaría que también hubiera licántropos y otros híbridos indeseables!
Ivy miró de reojo a Remus, que parecía mucho más pequeño ahora que se había encogido sobre sí mismo, como si quisiera desaparecer. Sirius dio un paso al frente, preparado para cubrirlo si fuera necesario, a pesar de que, en realidad, nadie dudaba de Remus.
—Deja que cualquier escoria entre a nuestras aulas, favorece la comunicación entre la sangre pura y la sangre sucia y luego se sorprende cuando llegan los problemas.
—Cómo se te llena hablando la boca de los sangre sucia cuando en realidad sois los puristas los que hacéis inestable la convivencia —saltó Vanessa, haciendo escuchar su voz—. Sois vosotros los que discrimináis sin parar y los que atacáis a los nacidos de muggles.
—Debería darte vergüenza, Macmillan, ponerte en contra de los tuyos —escupió Lucius. Pronto, fue secundado por los gorilas de sus amigos—. Precisamente tú, que te juntas con traidores, sangre sucia y... Vampiras.
—Atrévete a repetir eso —amenazó Vanessa.
Ivy la tomó del brazo, quizás con más fuerza de la necesaria, mientras intentaba reponerse de la acusación de Malfoy. Evidentemente, su intento de hacer que olvidara su encontronazo no había servido para nada.
—No tengo problema en repetirlo: Ivy Blestem es la vampira que está causando todas estas muertes.
—Malfoy, ya es suficiente —bramó Dumbledore, tentado de silenciarlo con la varita.
—¡Blestem me amenazó de muerte! ¡La vi convertida, con los ojos rojos y los colmillos fuera! ¡Tiene fuerza sobrehumana y ese collar que lleva...!
Ivy estaba temblando, intentando controlarse para no saltar desde su posición a varios metros de Lucius y atacarlo. Todos la estaban mirando, sopesando si sus palabras eran verdad. Pensando si su imagen se parecía a aquella que los libros describían sobre vampiros: si era tan hermosa, tan fiera, tan fuerte. Le recordaba inevitablemente a cuando todos habían descubierto que era nacida de muggles.
Ni siquiera notó la varita de Nessie sobre su piel. Solo se dejó llevar cuando su amiga alzó el brazo de Ivy para que todos lo vieran.
Le sangraba el brazo, aunque era incapaz de notar el dolor de la herida. Nessie debía haberla hechizado de alguna forma.
—¿Sangran los vampiros, Lucius? ¿Comen en el Gran Comedor, con todos nosotros? Además, Ivy siempre está con alguien cuando ocurren los ataques —la defendió Nessie.
—Estaba conmigo mientras ha ocurrido este —juró Cissy, plantándole cara a Lucius por primera vez.
Ivy se giró para mirarla con orgullo antes de devolverle la mirada a Lucius.
—¿Dónde estabas tú, Malfoy? —inquirió Badger, colocándose también cerca de Ivy—. Todos sabemos que tú y tus amigos sabéis algo sobre los vampiros y ya sabes quién y no lo estáis contando.
Lucius fulminó a Badger con la mirada. Ivy se adelantó y colocó una mano sobre su hombro para advertirle que dejara de hablar.
—Ya es suficiente —musitó ella—. Solo quiere llamar la atención, como siempre.
Se limpió la sangre de la manga con un hechizo y se alejó de los demás. Todos la miraban con una mezcla de lástima, respeto y precaución. No era la primera vez que la acusaba de ser vampira frente a los demás.
Solo quería hacer algo. Ser de ayuda de cualquier forma. Si Ivy pudiera materializarse delante del vampiro y pelear a muerte, lo haría. Porque, por muchas veces que Nessie le hubiera dicho que los ataques eran únicamente culpa del vampiro, Ivy se mantenía fiel a su sentimiento de culpa.
Si no le hubiera robado el collar, el vampiro se hubiera marchado sin dejar otro reguero de cadáveres. Pero la solución no era dar marcha atrás, porque eso era imposible. Podía jugar con las leyes del tiempo usando un giratiempo, pero las consecuencias de aquello serían, sin lugar a duda, peores; no era de fiar retroceder meses en el tiempo.
Pero sí podía hacer algo por remediarlo. Sí podía desaparecerse y buscar al causante de todo aquel daño.
Ivy tomó la precipitada decisión de huir del castillo, sin tener en cuenta que, al haber aparecido un nuevo cadáver, había aurores en el recinto. Un grupo hablaba con los profesores cerca de la cabaña de Hagrid, y unos cuantos vigilaban las entradas de los terrenos.
Aun así, ella contaba con una agilidad sobrehumana. Ivy pudo escabullirse entre los arbustos sin levantar sospechas y reanudar la marcha, rumbo a Hogsmeade. En Hogwarts no podía aparecerse. En el pueblo sí.
El camino entre las tinieblas de la noche sería más tenebroso si Ivy no fuera parte de la oscuridad, considerándose uno de los monstruos que la habitaban. Uno que quería dejar de esconderse, y para ello hablaría. Llegaría a Hogsmeade, se aparecería en el Ministerio si hacía falta, y hablaría con quien estuviera dispuesto a escuchar. Porque los problemas con los vampiros no quedaban comprendidos únicamente en Hogwarts. Él y sus amigos se dedicaban a atormentar a todos los magos.
¿Quería su collar? Tendría que arrancárselo del cuello en cuanto encontrase las agallas de enfrentarse a él en persona.
Sí, Ivy estaba decidida.
Pero, como todas las decisiones, empiezan con una seguridad desmesurada y acaban con una caída en picado. Su caída fue toparse en su huida con el director Dumbledore. Ivy, totalmente confundida y abrumada porque se había inmerso en una maraña de pensamientos autodestructivos, se quedó inmovilizada frente al anciano mago.
—¿Una caminata de medianoche, señorita Blestem? —dijo Dumbledore con naturalidad y las manos cruzadas tras la espalda.
—Yo no he matado al profesor Koda. Ni a Davis, ni a Turbado, ni a Cheeri —saltó a la defensiva—. ¡Se lo juro por lo que más quiera, profesor!
Estaba asustada. Ni siquiera entendía cómo Dumbledore podía haber llegado a la entrada a Hogsmeade antes que ella, cuando lo había dejado en el colegio y lo habría visto adelantarla. Pero era Dumbledore. Él podía hacer cualquier cosa.
—Ya lo sé, señorita Blestem. —Dumbledore se llevó una mano al bolsillo de la túnica y, acto seguido, le tendió un cuadrado de papel a Ivy—. Estoy convencido de que usted no colocaría esta fotografía en la escena del crimen. Pero, como comprenderá, es una pista que la une a este.
Ivy agarró la foto entre sus dedos. Se quedó totalmente rígida en su lugar, porque en el olvido quedaron sus continuos recordatorios de actuar como una persona normal. Ahora mismo, Ivy estaba más muerta que nunca. Su corazón apenas servía de decoración en su pecho, sus ojos podían pasar siglos sin pestañear y el aire sin entrar a sus pulmones.
Eran sus padres. Elizabeth y Razvan Blestem, unos dulces panaderos cuyo único crimen había sido permitir a su descuidada hija quedarse a dormir en casa de su mejor amiga. Liza, con sus trenzas azabaches recogidas en coleteros dispares, su centelleante mirada fija en su marido mientras le agarraba del brazo. Razvan, que sonreía enseñando los dientes y achinando los ojos por el flash.
—Algo grave se está aconteciendo, Ivy —declaró Dumbledore, decidiendo que era buena idea tutearle—. Y, aunque apunta a que eres el epicentro, no necesariamente quiere decir que sea tu culpa.
—No sé qué puedo hacer, profesor —admitió Ivy. Estaba segura de que las manos le temblarían si pudiera—. Yo... Yo no quiero que muera nadie más.
Mucho menos, mis padres. Que será lo que pase si confirmo que el vampiro es el culpable de todo el sufrimiento.
—¿Ha oído hablar de la Orden del Fénix?
Ivy observó a Dumbledore en la penumbra, considerando si le estaba tomando el pelo. Hablaban de ataques serios, ¿qué tenía que ver un ave en todo esto?
Él interpretó su silencio como una negación.
—La Orden del Fénix es una organización que lucha contra Voldemort y sus secuaces. Sabemos que Hogwarts no es el único lugar donde han atacado. Y hace poco ocurrieron ciertas... revelaciones. —Dumbledore tanteaba el terreno—. Vampiros. Voldemort tiene compinches vampiros por todo Reino Unido.
—Eso no es ninguna noticia, con todo el perdón, profesor.
—Esta fotografía es una clara amenaza, Ivy. Puede que no estés dispuesta a contarnos por qué, pero los vampiros no te han recibido precisamente encantados entre sus filas.
Dumbledore hizo una pausa, tratando de calar sus palabras hondo en la chica.
—La Orden del Fénix tendrá un hueco para ti siempre que lo necesites. Tenlo en cuenta, Ivy, por favor.
Aquí no para de morir gente, la verdad, cualquiera podría ser el siguiente (:
Un saludo a Kodaaaaaaaa <3
Nos leemos el próximo lunes con más vampiras y más m... momentos vampíricos (?)
Aliven't: 12 jeje hacía tiempo que no cambiábamos el número.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro