𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝟏𝟐 - 𝖑𝖆𝖘𝖈𝖎𝖛𝖎𝖔𝖚𝖘
No sabía si había logrado hacer que Lucius olvidara el hecho de que, hacía unos días, Ivy le había mostrado sus ojos cuando estos se teñían de rojo. Era cierto que no dejaba de mirarla con aversión y que mantenía esa expresión de «Voy a pillarte con las manos en la masa» en la cara, pero... No era nada que extrañar en Lucius Malfoy, quien se había prometido acabar con Ivy desde el primer día.
Así que ahora, por si no fuera poco con el sádico vampiro que la acosaba para que le devolviera el collar e iba matando a gente —dentro y fuera del castillo, porque corrían todo tipo de rumores—, debía preocuparse por si Lucius la había descubierto al completo o no. Y qué mejor lugar donde reflexionar sobre sus problemas que en la ducha, donde nadie la veía y podía olvidarse de fingir una conducta humana.
Un tarareo interrumpió sus pensamientos. Ivy no necesitaba sacar la cabeza a través de las cortinas para comprobar la identidad de la chica que había entrado al cuarto de baño, pero aún así lo hizo. Fue una mirada fugaz a la espalda de Narcissa antes de darse cuenta de que se estaba quitando el uniforme y apartar la vista antes de ver algo que no debiera.
Sentía algo tirando de su estómago porque habían pasado casi dos semanas desde que se pasaron el día entre besos y caricias, y ahora lo único que recibía de la chica eran escasas miradas que se clavaban como estacas. Sin embargo, Ivy no había insistido en hablar con ella, así que no podía permitirse dejarse llevar por las ganas que tenía que verla cerca, de observar sus ojos azules, cristalinos, que...
Estaban justo delante de ella.
Ahogó un grito y se aferró a la pared antes de perder el equilibrio por el sobresalto.
Narcissa no tenía suficiente con ignorarla, también tenía que causarle un infarto, porque acababa de meterse a la ducha en la que Ivy estaba bañándose. También tenía que mirarla directamente a los ojos con una ceja enarcada. Totalmente desnuda.
Ivy no dijo nada. No podía.
—¿Y bien? —dijo Narcissa, como si lo que acababa de hacer fuera normal y no hubiera dejado pasmada a Ivy, que trataba por todos los medios de no bajar la mirada de su barbilla.
—¿Qué? ¿Por qué has...? ¿Por qué te has metido aquí dentro?
Ivy cerró los ojos y sacudió la cabeza para intentar organizar sus pensamientos. También los cerró porque se le había ido la vista y no podía soportar no mirar cuando Narcissa no hacía ningún esfuerzo por taparse.
—¿Es verdad que estás liada con Badger?
—¿Eso a ti qué te importa? —contraatacó Ivy, tratando de sonar lo más ruda posible, teniendo en cuenta que si su corazón siguiera latiendo lo estaría haciendo a un ritmo alarmante.
—No has respondido.
—Pues sí. Nos hemos besado. No habría pasado si no me hubieras ignorado después de aquel día.
—Lo siento mucho si me importa más mi vida que el... besuquearme con alguien por puro placer —rebatió Narcissa.
Ivy abrió los ojos porque no le gustaba nada el tono de cabreo que había adoptado Narcissa. Ella era la que la había ignorado, ¿qué derecho tenía a enfadarse ahora?
—Ya. No tienes por qué exculparte de nada —dijo Ivy con un deje irónico en la voz. Obviamente, Narcissa no trataba de justificarse, solo quería llevar la voz cantante en la discusión que ella misma había comenzado—. Si no tienes nada más que reprocharme, puedes salir de la ducha.
Narcissa alzó la barbilla para mirarla con ese brillo de superioridad que cargaba. Era demasiado orgullosa. Y Ivy también lo era para admitir que le traía loca esa mirada.
—No lo entiendes, Blestem.
—Entonces explícamelo, Black.
Nada salió de los labios de Narcissa. Ivy rodó los ojos e hizo amago de correr las cortinas para salir. Ya no le importaba el baño, solo quería perder de vista a Narcissa y a la estúpida sensación que le provocaba por todo el cuerpo. Pero ella le sujetó el antebrazo antes de que pudiera hacerlo.
—Cuidado. Me acabo de duchar, pero igual sigo siendo demasiado sangre sucia para que me toques —espetó Ivy, y Narcissa levantó la mano inmediatamente por la dureza de sus palabras.
Ivy se cruzó de brazos, esperando a que Narcissa le explicara por qué le había frenado. O que dijera algo, mínimo que le contestara a la puya que acababa de soltarle. Se estaba cansando de su actitud.
Así que se acercó a ella. Narcissa retrocedió un paso, Ivy adelantó otro. La espalda de Narcissa se golpeó con la pared, y ella apretó los labios porque Ivy no había dejado de aproximarse y ahora había apoyado la palma de su mano en las baldosas al lado de los hombros de Narcissa.
Tan pronto como tenía la cabeza llena de ideas sobre todo lo malo que podía pasar si la pillaban con, no solo una chica, sino con una hija de muggles, se fueron todas. Sus piernas corrían el peligro de ponerse a temblar en cualquier momento porque el pudor de Ivy también había desaparecido, se había ido de la mano con el miedo de Cissy.
No le quedó otro remedio que tirar hacia abajo del cuello de Ivy para atrapar sus labios. Y no duró más de unos segundos hasta que se dio cuenta de la realidad de la cercanía de sus cuerpos, rozándose a cada centímetro que se movían, de los dedos de Ivy, que bajaban por su dorso dando toquecitos leves hasta agarrar su cintura y hundir las yemas en su piel.
Ahora lo único que la enfadaba eran los días en los que no habían estado así de cerca. Le enfadaban los mechones de pelo de Ivy que se le pegaban al cuello y no le dejaban besarlo con propiedad. Le enfadaba tener que agarrar ella la mano de Ivy para que la sujetara del trasero porque no se atrevía.
Le encantaba lo mucho que Ivy duraba besándole a ella, casi como si no necesitara respirar. Le encantaba pasar los dedos por su costado y, por un momento, incluso le encantó el agua que las salpicaba desde arriba.
Pero todo lo que le encantaba tenía que acabar, como siempre.
El metomentodo de Lucius, como de costumbre, estaba preparado para arruinar todo lo bueno que le ocurría a Ivy. No entendía en qué momento había pensado que le podía gustar alguien como Lucius Malfoy el año anterior, si nunca le había parecido atractivo en exceso. Siempre se repetía a sí misma que se había acostado con él por supervivencia, por aquello de "si no puedes con el enemigo, únete a él".
Desde entonces, el chico del cabello rubio platino se había divertido contándole a todos cómo era Ivy en la cama, y cuando salió a la luz que, encima, era nacida de muggles, el acoso se volvió peor.
Al parecer, Malfoy no tenía límites, pues ahora había decidido, tras mucha investigación y alguna que otra carta con conocidos que sabían sobre vampiros, que el collar que Ivy llevaba en el cuello era lo que la hacía parecer humana frente a los demás. Él sabía de buena mano que la chica no era humana, porque le había visto los ojos del color de la sangre amenazándole con matarlo de un solo golpe.
Había visto a la chica intentar hacer que olvidara lo ocurrido con mucha insistencia, mientras le aprisionaba entre su fuerte agarre y la pared. Él había fingido que su intento había tenido éxito, pero se había marchado corriendo a su habitación a llorar de puro pánico porque había visto pasar su vida frente a sus ojos.
Sin embargo, lejos de fingir para siempre que no había visto nada para salvarse de la amenaza de muerte de la vampira, ahora tenía renovadas ganas de destruirla. Si le quitaba el collar, podría mostrar frente a todos su verdadera naturaleza y conseguir que le arrebataran la vida con una estaca al corazón o quemada en la hoguera.
Ivy era una asesina.
Se lo repetía a sí mismo mientras se colaba en el cuarto de baño durante la ducha. Se lo repetía para hacerse a sí mismo saber que lo estaba haciendo por el bien común y, al mismo tiempo, para recordarse que tenía que tener mucho cuidado porque podía matarlo de un solo golpe y luego beberse su sangre de almuerzo.
Sin embargo, cuando rebuscó entre su ropa tirada sobre el lavabo no encontró ni rastro del collar. Volcó el jersey, miró entre las mangas y le dio una patada a los zapatos para ver si salía despedido, pero nada. Debía de estar duchándose con él.
No tenía más remedio que comprobarlo. Si era rápido, podía intentar aturdirla mientras estaba con los ojos cerrados y arrebatárselo. Sacó su varita y se acercó con sigilo a la única ducha que estaba en funcionamiento, esperando encontrarse a Ivy enjabonándose el cabello y sin enterarse de lo que ocurría a su alrededor.
Y entonces escuchó un gemido.
No había escuchado nunca un gemido así salir de entre los labios de una mujer.
Pero sí había estado en la cama con Ivy y sabía cómo reaccionaba ella, y esa voz no era la suya.
Cuando corrió ligeramente la cortina de la ducha para comprender qué estaba ocurriendo, sintió que se le subía el corazón a la garganta. Ni en sus mejores pesadillas ni en sus más macabros pensamientos había imaginado jamás encontrar a su Narcissa atrapada entre los brazos de otra persona. De otra mujer.
Su angelical rostro estaba torcido en una mueca de éxtasis; sus ojos cerrados pero luchando por abrirse y mostrando solo la córnea de color blanco, sus labios entreabiertos dejando escapar el aire. Ivy estaba enterrada bajo su cuello y sus manos...
Sus manos no estaban a la vista, pero Lucius no tenía que imaginarse dónde estaban por la manera en la que su cuerpo se sacudía frente al de Narcissa. Tuvo que dar un paso atrás para intentar recobrarse tras lo que acababa de descubrir.
No solo la vampira sangre sucia seguía viva y saliéndose con la suya.
No. Era mucho peor. La vampira le había robado lo que era suyo.
Salió corriendo despavorido. Le habría aterrorizado mucho menos encontrársela desangrada entre sus fauces.
Pero el miedo se evaporaba conforme bajaba las escaleras a la sala común. Su primer instinto había sido contárselo a todo el mundo. Decirles que además de sangre sucia y vampira, Ivy Blestem era una depravada. Una de esas.
Pero entonces, todos sabrían que Narcissa también lo era. Que su prometida prefería a esa persona que reunía todos los atributos que Lucius detestaba por encima de él. Y eso no lo podía permitir.
Así que lo que hizo fue tocar a la puerta del despacho de Slughorn. Despeinó su pelo para dar mucha más credibilidad a su historia inventada y entró tratando de arreglarse bien la túnica.
—¿Qué te pasa, hijo? ¿De dónde vienes tan preocupado?
—Señor... —carraspeó, tratando de recobrar la voz. Se sentía orgulloso de sí mismo por lo bien que se le daba mentir—. Acabo de presenciar algo de lo más horripilante en las duchas de las chicas y...
—Hijo, cuando las chicas están en esos días del mes...
—¡Pura lascivia, señor! —escupió Lucius. Se le hinchó la vena de la frente al gritar aquello y trató de recomponerse—. ¡Puro vicio y lujuria! ¡Ellas estaban junto a él y...!
—¿De qué hablas?
Lucius se dejó caer sobre el asiento y se tapó los ojos con las manos, intentando imaginarse la escena con claridad para describirla mejor.
—Había un alumno en una de las duchas y dos... alumnas estaban junto a él. Estaban... Practicando sexo, señor.
—¿Los tres?
—Los tres —afirmó él, destapándose los ojos y mirándole con terror—. ¡En el baño! ¡Donde puede entrar cualquiera!
—Desde luego es de lo más inaceptable, hijo, ese tipo de actos no deben tener lugar en los aseos compartidos, por supuesto que no.
Lucius carraspeó una vez más, sin comprender exactamente por qué Slughorn no censuraba el acto en sí sino el lugar en el que había ocurrido.
—He venido en cuanto he podido para alertarle, profesor.
—¿No les has llamado la atención?
—¡No quería estar cerca de esos traidores, profesor! ¡De esa sangre sucia! ¡¿A quién se le ocurre?!
Slughorn pestañeó varias veces con incredulidad. Lucius estaba esperando a que le preguntara por la identidad de los involucrados, pero Slughorn no parecía demasiado interesado, así que tuvo que llevarlo por donde él quería. Tenía muy claro quién se vería salpicado por el error de Narcissa y de Ivy.
—La sangre sucia de Ivy Blestem era una de ellas, señor. Estoy seguro de que no es la primera vez que lo hace, ya sabe lo que se dice de ella...
—No sé nada, Malfoy. Agradecería que no te creyeras por ahí todo lo que se dice sobre tus compañeras.
—¡Lo he visto! —espetó él, dando un golpe sobre la mesa—. ¡Y los otros eran Greengrass y Vanessa Macmillan, de Hufflepuff!
—¿Greengrass?
—Y Macmillan.
Greengrass y Macmillan acabaron salpicados por defender a la sangre sucia y por traicionar a los de su sangre. Si alguien se enteraba de que Lucius había sido quien los había acusado, les serviría como advertencia de lo que les pasaba a los sangre pura que intentaban juntarse con los sangre sucia.
Slughorn apuntó sus nombres y, tras mucha meditación e insistencia por parte de Lucius, acordó que debían ser reprendidos en privado y castigados por su indecencia.
El anuncio de que Slughorn quería hablar con Ivy, Vanessa y Badger fue público. Después de la clase de Pociones de ese día, anunció que se tenían que quedar para hablar con él un momento y, cuando todos los alumnos desaparecieron, él también lo hizo, murmurando algunas cosas que Ivy no entendió.
¿Por qué decía que esperaba no encontrarlos a su vuelta repitiendo lo del cuarto de baño? Porque a Ivy solo le venía una cosa relacionada con un cuarto de baño y era lo que había hecho con Narcissa esa misma mañana.
No se había quedado tranquila después de saber, por su aroma, que era Lucius quien había entrado en el baño. Esperaba que no se hubiera dado cuenta de que era Narcissa a la que estaba besando y tocando. ¿Tenía que seguir llamándola Narcissa después de eso o podría volver a llamarla Cissy? Porque definitivamente no podía seguir fingiendo que no había pasado absolutamente nada.
—¿Creéis que vamos a suspender Pociones y por eso nos ha llamado? —preguntó entonces Vanessa. Ivy no pudo evitar reírse.
—Puede ser, no he entregado la última redacción —contestó Ivy, recordando por qué no lo había hecho.
Todavía no podía mirar a Badger a la cara, la verdad. Se habían liado en el embarcadero y, al día siguiente, había pegado el puñetazo a aquel chico solo por lo que iba diciendo de ella. Luego ella cogió a Malfoy —le hubiera encantado que hubiera sido del pelo, no se le ocurrió en ese momento— e intentó... hacerle olvidar.
¿Habría funcionado? Había estado tan centrada en ello que se había olvidado por completo la redacción en la habitación y no la había entregado. Juraría que Vanessa sí que lo había hecho, ya que ella nunca se olvidaba de ese tipo de cosas. Había gato encerrado.
—¿De verdad creéis que estamos suspendiendo? —preguntó Badger. Ivy se atrevió a mirarle. Nunca había pensado que él pudiera besar tan bien, aunque no llegaba a igualar los besos de Narcissa.
—No estáis suspendiendo. —El profesor Slughorn habló en cuanto entró en la mazmorra, seguido de la profesora Sprout y Madame Pomfrey.
Ivy no entendió nada y mucho menos cuando Madame Pomfrey empezó a hablar sobre el sexo seguro mientras Slughorn no sabía a dónde mirar y la profesora Sprout solo observaba a Vanessa y negaba de un lado para otro.
Llegó a pensar que era por los rumores de que se había liado en el embarcadero con Badger, pero, ¿por qué no estaban dando la charla en el Gran Comedor, donde todos pudieran escucharla bien? Todo el mundo sabía que el baño de prefectos era muy utilizado para ello, al igual que la torre de Astronomía y los vestuarios de Quidditch.
—¿Por qué nos cuenta todo esto, Madame Pomfrey? —Ivy decidió interrumpirla y ella solo carraspeó y miró al profesor Slughorn.
—Un alumno de Slytherin me ha avisado esta mañana de que... los tres estaban... Sabemos que son jóvenes, pero las duchas... donde cualquiera puede verlo... ¡los pequeños! —exclamó, antes de carraspear—. Y meter a una alumna de otra casa en Slytherin... sabéis que eso sí que no está permitido, chicos. Todos nos hemos divertido así alguna vez en nuestras vidas, pero tenemos que pensar un poco en las consecuencias.
Los tres se miraron entre sí, con la boca abierta. La mente de Ivy iba a toda velocidad porque estaba claro que eso era obra de Malfoy. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Estaba claro que iba a querer vengarse, seguro que las había visto. Y su forma patética era decir que habían metido a Vanessa en Slytherin. Ella había besado a su novia, la había hecho gemir de formas inimaginables para él, así que estaba claro quién iba a salir ganando.
—Horace, puedes decirlo —terció la profesora Sprout, viendo cómo el hombre se iba poniendo cada vez más rojo y se giró para mirar a los chicos—. Estáis castigados, pero no por el trío, si no porque Macmillan no debería haber entrado en las duchas de Slytherin.
Los tres miraron fijamente a la profesora Sprout, que se dirigió a la puerta y llamó directamente a Vanessa. La chica tardó en reaccionar, todavía asimilando lo que acaban de decirles, pero la acabó siguiendo.
—Ivy, por favor, pásate por la enfermería más tarde, tengo más de tu... medicina —musitó Madame Pomfrey antes de salir también del aula.
—Bien, bien, ya está todo aclarado así que... Sí, al castigo —murmuró Slughorn antes de empezar a moverse por el aula de Pociones—. Vale, Blestem, limpia el aula. Greengrass, conmigo. Vas a organizar el armario de ingredientes. Y recordad, nada de volver a meter a Macmillan en la sala común de Slytherin, sabéis que no se puede, chicos. ¡Vamos, Greengrass, que el armario no se organiza solo!
Badger también tardó de más en reaccionar, pero cuando lo hicieron y la dejaron sola, Ivy solo pudo quedarse mirando a la nada durante mucho más tiempo del necesario. Todavía estaba intentando procesar que la manera en la que Malfoy había intentado jugársela era acusándola de hacer un trío en las duchas con sus dos mejores amigos.
¿Quizá había visto mal y por eso había pensado que era Vanessa? ¿Existiría la posibilidad de que no supiera que había sido con Narcissa? Pero ¿cómo había metido a Badger en todo eso? No, estaba claro que a él le había metido porque quería castigarle de alguna forma.
Aunque sí que le jodía tener que limpiar toda el aula de pociones solo porque a Malfoy le habían entrado ganas de hablar con Slughorn. Lo raro era que no hubiera ni un solo rumor del supuesto trío, aunque quizá quería guardárselo para él hasta asegurarse de que la castigaban.
Consiguió moverse después de unos minutos y entonces se clavó la varita en el muslo. Slughorn había tenido tanta prisa por irse que se había olvidado de lo importante, quitarle la varita. El castigo finalmente no iba a ser para tanto y le había salido mal a Lucius.
Ivy movió la varita y decidió sentarse en una silla a esperar a que todo estuviera hecho. La esponja limpiaba la tiza de la pizarra, la fregona repasaba bien las esquinas y había, al menos, quince trapos, limpiando botes de las estanterías, sonando al mismo tiempo que los pasos que se acercaban.
Unos pasos se acercaban. Ivy se movió rápidamente hasta la fregona mientras rompía el hechizo y los trapos cayeron de golpe al suelo y la fregona en sus manos justo cuando se abrió la puerta.
—Sí, ya estoy limpiando, profesor Slughorn —masculló, sin molestarse en mirar.
Pero entonces respiró y se dio cuenta de que, definitivamente, no olía como el profesor Slughorn. No, olía como esa misma mañana, cuando Narcissa se había colado en la ducha. Allí estaba ella, cerrando la puerta a sus espaldas y mirándola.
—Así que estás castigada —Narcissa no se movió de la puerta y Ivy asintió, sin entender muy bien qué hacía allí la chica—. ¿Lucius otra vez?
Ivy volvió a asentir y Narcissa suspiró con pesadez, como si supiera que eso iba a pasar. Todavía no se había alejado de la puerta, al igual que Ivy no había soltado la fregona, por lo que se dio cuenta y la dejó apoyada en una de las mesas y se cruzó de brazos.
—¿Querías algo, Narcissa?
Todavía no superaba que la hubiera dejado de hablar tanto tiempo para luego llegar esa misma mañana y que la hubiera besado como si nada. Que la hubiera dejado tocarla como si no hubieran pasado ni un solo día separadas. Ivy seguía sintiendo los trozos de su corazón roto por lo que había pasado y no quería volver a ilusionarse. Por eso la llamó Narcissa, por eso intentó mostrarse fría, aunque por dentro lo único que quería era volver a besarla como esa mañana.
—Deberíamos hablar de lo de esta mañana —murmuró la chica. Por fin, se alejó de la puerta para avanzar hacia Ivy.
Sacó la varita y apuntó a la puerta para bloquearla antes de comenzar a caminar en su dirección. Volvían a estar tan cerca como en las duchas, esta vez solo separadas por la ropa y unos míseros tres centímetros de aire. Menos mal que Ivy no necesitaba respirar, porque no sabía cómo lo habría hecho y no sabría como haberle dicho a su corazón que no se acelerase ante la cercanía de Cissy.
Porque era Cissy, esa que se acercaba de nuevo era su Cissy, la que había visto en la cama el día que la cabeza de Eliana Cheeri se separó de su cuerpo. La misma que pasó todo el día besando y acariciando. Y no pudo resistirse mucho más.
Ivy besó de nuevo a Narcissa como si el mundo se fuera a acabar en los próximos siete minutos y fuera la última vez que iba a poder hacerlo. No le supuso mucho esfuerzo levantarla hasta la mesa más cercana y dejarla allí mientras que los labios de ambas se iban hinchando poco a poco de tanto roce. Sí, debían hablar, pero primero iba a besarla hasta que estuviera gimiendo su nombre.
No paró ni un segundo, volcándose en ella todo lo que su cuerpo le pedía, pero siempre con su oído pendiente de los pasos en el pasillo porque no iba a dejar que las volvieran a pillar, no. Si iban a seguir así iba a hacer todo lo posible para que no las descubriesen, porque si la alternativa era no volver a besar a Cissy, Ivy no iba a aceptarlo.
—¿De qué es lo que quieres hablar? —le preguntó antes de bajar a su cuello. Cissy gimió al sentir los labios de la chica besando su clavícula.
Recordaba perfectamente cómo sus manos habían encajado perfectamente en el trasero de la chica mientras la besaba de esa forma esa mañana y no tardó en repetirlo, dejando olvidado todo el pudor posible. La acercó todo lo que pudo y más y agradeció que Cissy hubiera prescindido de las medias esa tarde porque sin duda alguna le facilitaban el trabajo para tocarle por debajo de la falda.
Volvió a sus labios, aprovechando el momento para dejar el trasero de la chica libre y desabrocharle unos cuantos de los botones superiores de la camisa para poder besarla mejor. Ya tenía un par de marcas, así que Ivy esperaba que no le importase tener algunas más, y siguió besándola mientras Cissy se derretía entre sus brazos.
O al menos, hasta que Cissy, de repente, la alejó un poco y bajó de la mesa para girarlas. Con un suave empujón Ivy fue la que acabó sentada en la mesa y ahora era Cissy la que estaba en su cuello, desabrochando la corbata con dedos hábiles y abriendo todos los botones. Bajó sus manos lentamente por el cuerpo de Ivy hasta que llegó a la falda de la chica y la subió sin dejar de rozarle la piel.
—¿Tenías que llevar medias hoy, Ivy? —Cissy aprovechó el momento para dejar el cuello de Ivy y volvió a sus labios mientras la chica sonreía.
Ya no era Blestem, ahora era Ivy. De nuevo era Ivy. Así que cuando Cissy acabó apartando las medias de Ivy para poder seguir acariciándola, no se cortó cuando gimió su apodo.
Vamos a ser sinceras: en este capítulo solo había una escena HOT y al final terminaron siendo dos, porque nos sabía a poco ;)
Cada reacción a este párrafo es un chinga tu cola Lucius Malfoy.
Nos vemos el próximo lunes, con más drama y más lesbianas.
Y feliz cumple a una de nuestras lectoras más fieles ohmyweirdo. Te queremos un montón <3
¡Y feliz San Valentín! <3<3<3 ¡Viva Civy!
Aliven't: 11
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