
𝖈𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 𝟏𝟎 - 𝖍𝖊𝖆𝖛𝖊𝖓 𝖔𝖓 𝖊𝖆𝖗𝖙𝖍
Todo indicaba que había sido un sueño.
¿Cómo iba a ser real, cuando todo había salido a pedir de boca?
Y nunca mejor dicho, porque había hecho precisamente eso: perderse en los labios de Narcissa. Tal vez había sido ella quien se había perdido en los suyos, lo cierto era que ya no recordaba del todo quién había besado a quién porque poco había importado inmediatamente después, cuando el beso era lo de menos.
Era la sensación de que la cama sobre la que se habían besado se trataba en realidad de una alfombra voladora y que todo lo que había debajo quedaba muy lejos de ellas. Era esa sensación de fragilidad, como de sumo cuidado cuando tratas de ser lo más sigiloso posible para tratar de evitar el desastre. Como si preguntarle a Narcissa si aquello estaba siendo real fuera el desencadenante que faltaba para que se terminara de manera repentina.
El peligro lo hacía mil veces mejor.
El peligro de ser pilladas, porque Cissy estaba prometida a otra persona. Porque eran dos chicas, y se suponía que las chicas no se besaban. El peligro de ser una vampira y una mortal y ese constante recordatorio de que Ivy podía acabar con su vida de un solo mordisco.
Pero no, Ivy no quería hacerlo. Besarla por segunda vez había sido lo que necesitaba para asegurarse de que no le deseaba ningún mal. Que jamás haría nada por hacerle daño y que esas ansias que sentía junto a ella eran causadas por su deseo romántico y no por su deseo de beber su sangre. Era una línea muy fina y difusa, como la línea entre el placer y el dolor, y Ivy sentía que caminaba de puntillas por encima de ella y tenía que hacer un esfuerzo exagerado por mantener el equilibrio.
Un sueño, eso había sido, pero qué bonita la marca de sus labios en la clavícula de Cissy. O qué bien olían sus sábanas. O qué suaves sus dedos rozando la piel por debajo del jersey. Era un sueño pero era real.
Ivy salió de la cama aquella mañana con la sonrisa más luminosa de todo el colegio. Algunos, incluso, le mencionaron lo espléndida que se veía cuando sonreía así y dejaba que sus pasos demostraran tanta elegancia como en ese momento. Se sentía henchida de pura felicidad y se sentía plenamente consciente de que nada podía arrebatársela aquella mañana.
—¿Y tú de dónde vienes tan feliz, señorita?
Vanessa había leído su estado de ánimo en medio segundo y había tardado otro medio en tratar de aducir una razón, sin éxito. No sabía por qué su amiga podía despertarse tan feliz, cuando se suponía que estaba muriendo gente, que tenían exámenes de igual manera y que en su casa todos la odiaban por ser nacida de muggles y sospechosa de ser una asesina.
—Siempre me despierto así de feliz, Nessie, no sé a qué te refieres —rebatió Ivy, sirviéndose el café con una sonrisa de lado.
—Si tú no duermes, idiota —contestó ella, dándole un golpe en el hombro y provocando que se derramara un poco de café—. Además, ayer apareció un maldito cadáver encima de tus tostadas y te fuiste toda asustada de la mesa.
Aquello era cierto. No le había prestado demasiada atención al hecho de que Eliana Cheeri había aparecido muerta el día anterior y unas lechuzas habían traído su cadáver colgando por la ventana.
—¿Se sabe algo?
—Bueno, tenía una mordedura tan grande como mi cara en el cuello, así que creo que podemos descartar que muriera de sed, por ejemplo —exageró Vanessa, tomando asiento y mirando el desayuno sin intenciones de probarlo—. Pero no, no se sabe nada. Ayer hicimos reunión en el club caza-vampiros para llorar su pérdida, lo cual fue un poco extraño.
—¿Extraño por qué?
—Literalmente somos el club caza-vampiros, Ivy. Y a Eliana la ha matado uno. No es que me cayera especialmente bien, pero me da pena, ¿sabes?
—¿Y no te doy pena yo?
—Me darías pena si no hubieras venido con cara de haber echado un polvo mañanero, así que desembucha: ¿por qué estás tan feliz?
Pensaba decírselo a Vanessa. Total, si no se lo decía ella, se acabaría enterando de un modo otro, ya que Vanessa tenía esa costumbre de saber todo lo que ocurría a su alrededor.
Se giró primero para tratar de buscar a Cissy y ver si estaba tan contenta como ella como para no importarle si alguien se enteraba de lo ocurrido, pero le costó un poco encontrarla entre los demás. Era popular, eso Ivy ya lo sabía, pero a veces se le olvidaba cuánto.
Me he besado con la más popular de Slytherin.
Una Black y una sangre sucia. Qué escándalo.
Eso solo la hizo sonreír todavía más, algo que pareció captar la atención de Cissy, que encontró su mirada entre la multitud y...
La apartó de inmediato. Ivy habría pensado que se trataba de una maniobra de distracción o de una forma de fingir frente a los demás que nada había ocurrido para salvaguardar los futuros besos, pero no podía haber estado más equivocada, porque aquello se repitió varias veces durante aquel día.
Cissy se había sentado en los pupitres más alejados de ella, había huido de clase la primera para evitar encontrarse con ella en los pasillos y se había saltado la comida. A la hora de la cena, Ivy, cansada de buscarla sin cesar, se había acercado a ella fingiendo querer preguntarle algo sobre los deberes.
—Cis...
—No, Blestem. Narcissa, me llamo Narcissa.
Una daga directa al corazón habría dolido menos.
—Pero... Me dijiste que te llamara...
—No lo recuerdo.
Sin dar ninguna excusa, ni vaga ni elaborada, Narcissa se levantó del banco y, dándole la espalda, se marchó en dirección a la salida.
Era la misma reacción que muchos de aquellos a quienes había considerado amigos tuvieron con ella al salir a la luz su verdadero estatus de sangre. Pero aquella vez no había dolido tanto. A ellos no había estado toda la noche besándolos.
No encontró la fuerza para acercarse a Narcissa al día siguiente, porque por mucho que pretendiera no buscarla con la mirada, siempre se fallaba a sí misma y acababa dando de bruces con las negativas de ella. Era innegable. Narcissa estaba ignorándola de la peor forma posible y Ivy no comprendía qué había hecho mal, porque era imposible que ella no se hubiera encontrado a gusto.
Por eso había sucumbido al llanto. Mientras los demás lloraban las pérdidas de su compañera, ella lloraba la que Cissy... Narcissa había dejado. Atardecía y el sol también la abandonaba por el horizonte. Ivy estaba tentada de deshacerse del colgante que siempre llevaba al cuello y comprobar si aguantaba más que la puesta del sol, o si empezaría a quemarse antes la piel.
Justo cuando se llevaba una mano a la abertura de la cadena, la puerta de la Torre de Astronomía se abrió. Ella apartó la mano enseguida, sobresaltada y limpiándose las lágrimas de la cara con la manga de su túnica. Sin embargo, no era ningún alumno que tuviera clase, ni la profesora Sinistra buscando algún material. Era Badger.
—Eh, no te he visto en todo el día. Me tenías preocupado —le dijo su amigo en cuanto sus ojos recayeron en ella, encogida sobre sí misma en una esquina, apoyada en el murete de piedra—. ¿Estás...?
Ivy bajó la mirada. No tenía ánimos para mentirle, pero tenía menos para explicarle lo que había pasado.
—Estoy bien. No hacía falta que te preocuparas.
—Has faltado a Herbología, y nunca te saltas clases. —Badger avanzó hacia ella con una sonrisa de consuelo sincero. Se sentó a su costado y Ivy giró un poco la cara hacia el otro lado.
—Me dolía la tripa, Badger. Nada más.
Él asintió forzosamente, sin creérselo. Pero se quedó en silencio durante un rato, mientras Ivy maldecía en sus adentros no poder tener un rato de intimidad.
No obstante, cuando Ivy decidió apartar las manos de su rostro y el sol ya se había escondido parcialmente detrás de la colina, echó un vistazo al perfil del chico. Él mantenía cerrados sus ojos, y los últimos reflejos del día golpeaban sus rizos marrones. Ivy tuvo un fugaz déj+a vu de la noche de Navidad, cuando Badger no la reconoció y se acercó a ella para pedirle un baile.
Antes de besar a Cissy.
Otra vez el dichoso sentimiento. Ahogó un quejido y se rindió: apoyó su cabeza en el hombro de Badger y dejó que él pasara un brazo por su espalda para acercarla más. Si quería reconfortarla, sería bienvenido.
—He besado a alguien —murmuró Ivy, frunciendo los labios.
El brazo de Badger se tensó y su calmada respiración se cortó de golpe. Ivy levantó un poco la vista, pensando que él solo se había sorprendido por sus declaraciones. Se encontró unos intensos ojos marrones correspondiéndole, pero enseguida tapó cualquier otra emoción con una sonrisa que no le llegaba a las orejas.
—Pero eso es algo bueno —objetó Badger. Ivy se preguntó, por un momento, si se lo estaba diciendo a ella o a sí mismo—. ¿Por qué estás triste entonces?
—Porque... Pues porque no ha salido bien, por eso —suspiró Ivy, comenzando a jugar con los cordones de sus zapatos, enrollándolos entre sus dedos—. Me está ignorando y no sé por qué.
Badger guardó silencio durante unos cuantos segundos, hasta que dijo:
—No gastes tu tiempo en él si te hace eso, Ivy. Mereces alguien que te valore.
Él.
—Eso es fácil de decir —carraspeó Ivy, aclarándose la garganta para no meter la pata—. Él... es complicado, ¿vale?
—¿Y a ti te gusta?
Ivy agradeció qué Badger no pudiera verla de frente en esa posición, porque no tenía claro qué cara puso. A media sonrisa, esta se había interrumpido por el temblor de su labio inferior, y ahora retenía un llanto.
Claro que sí.
—No lo sé.
—Entonces, sal de ahí antes de saberlo —le aconsejó él—. Porque entonces será tarde.
—¿Tarde?
—Es difícil dejar de pensar en alguien cuando te gusta de verdad —explicó Badger—. Ya sabes. Te levantas y piensas en él. Te vas a dormir y sigues pensando en él. Cuando te das cuenta es cuando ya se ha hecho tarde.
Pero Ivy no quería salir. Ivy quería volver a besar a Cissy para olvidarse de todo lo demás, no al revés.
Instintivamente, entrelazó el dedo meñique y el anular con los de Badger, haciéndose a la idea de lo que acababa de decirle. Ya se había hecho tarde.
—Yo solo quiero saber si he hecho algo mal —reconoció Ivy, y se mordió el labio para que dejara de temblar.
—Oye, mírame. —Badger, con la mano libre, le sujetó el rostro para obligarla a no rehusar su mirada—. No has hecho nada.
—Eso tú no lo sabes.
—Te conozco desde los once años, Ivy. Si hubieras hecho algo malo no estarías llorando en la Torre de Astronomía.
—¿Y dónde estaría llorando, entonces? —preguntó ella con ironía. La cercanía le había hecho olvidar que debía fingir una respiración.
No creía que él se hubiera fijado en si estaba o no respirando. Parecía muy concentrado en otra cosa. Aunque Ivy no supiera qué era aquello por lo que necesitaba hacer acopio de toda su fuerza de voluntad.
Tenía la cabeza en las nubes, en el cielo de los fríos ojos de Cissy. Cuando en la tierra le esperaban los de Badger, cálidos y buscando ayudarla.
No mejoró en los siguientes días, claro que no. Cissy seguía huyendo de ella y el dormitorio parecía ser más frío que nunca. Cada vez que se tumbaba en la cama solo era capaz de mirar la cama de Cissy y podía oír perfectamente la respiración irregular de la chica, que demostraba que ella tampoco estaba durmiendo. Algunas noches, Ivy se levantaba de la cama, en un intento de llamar la atención de Cissy y que la siguiera hasta la sala común para hablar, pero ella nunca se levantaba, nunca hablaban.
—No sé que he hecho mal, Nessie —se quejó Ivy una semana después del incidente y una vez se lo hubo contado todo también a Vanessa, que la había escuchado con atención y había aportado grandes comentarios.
—Tú nada, esa pija estirada no sabe lo que se pierde contigo.
La forma de animar de Vanessa no era quizá la más adecuada, pero al menos le subía un poco el ánimo.
Lo que a Ivy no la animaba eran los amigos de Remus. Habían vuelto a la carga con el intentar demostrar que era una vampira y no habían parado desde hacía tres días. Era complicado mantener una conversación con alguien cuando tenías a tres personas siempre pegadas a tu espalda intentando los mismos trucos todo el rato.
Aunque habían incorporado una nueva forma de intentar descubrirlo, que involucraba el fuego. Por suerte, ese intento de quemarle la mano había sucedido en la biblioteca, con todos los libros cerca y Madame Prince también muy cerca. La bronca y el castigo que les había caído había sido suficientes para sacar a Ivy una carcajada, la primera desde que Cissy la había dejado.
Si es que podían decir que lo habían dejado, cuando, en realidad, nunca habían empezado.
—Oye, quizá es buena idea que esos cuatro lo sepan. —Vanessa devolvió a la Tierra a Ivy, o más bien, a la biblioteca.
James, Sirius y Peter habían conseguido colarse de nuevo en ella, con unos bigotes postizos y túnicas de otras casas que claramente habían robado a los elfos domésticos. Remus también estaba a su lado, intentando aguantar la risa cada vez que levantaba la mirada de sus deberes y veía a sus amigos. La verdad es que era gracioso verlos porque las túnicas les estaban grandes y, cada vez que Madame Prince pasaba al lado de ellos, agachaban rápidamente la cabeza.
—¿Y que nunca me dejen en paz? No, gracias. Además, no olvido que les intentaste ayudar.
—¡Estaba probando a qué eras resistente!
—Sí, y les animabas bastante así que, por lo que más quieras, no lo hagas otra vez.
Vanessa empezó a murmurar por lo bajo algo que Ivy no llegó a entender, pero poco importaba porque, de repente, volvía a estar rodeada por los cuatro. Está vez, incluso Remus venía con ellos.
—¿Te transformas en murciélago? —preguntó James nada más sentarse y a Vanessa se le escapó una carcajada.
—¿Por qué me voy a convertir en murciélago? —le contestó Ivy, más perdida que nunca. Esa sí que no se la había esperado, ni siquiera se lo había planteado.
—Por lo de que eres... una vampira —Sirius se había acercado a susurrar lo último e Ivy sintió, más que nunca, ganas de demostrarles de verdad que lo era solo para que la dejaran en paz. Tendrían su respuesta, la dejarían en paz y, quizá, en el peor de los casos, se los podría comer.
Vale, no se los iba a comer, pero Ivy empezaba a convencerse de que el fin justificaba los medios. En este caso el fin era que la dejasen en paz.
—No sé cuántas veces os lo he dicho ya, no soy una vampira.
—Siempre tienes las manos frías —dijo Peter, justo en ese momento e Ivy le miró. De reojo podía ver como Remus no dejaba de mirar a todos los lados, como si la conversación no fuera con él. Al final, por culpa de ese chico la iban a descubrir, porque mentir no era su fuerte.
—Es genético —respondió Ivy.
—No te pones roja.
—Ahí tengo que intervenir yo, sí que lo hace, bastante, tendríais que verla cuando habla de Narc... —Ivy aprovechó el momento para darle un gran pisotón a Vanessa, que dio un gran bote en el asiento, acompañado de un grito que, obviamente, llamó la atención de Madame Prince.
Los seis agacharon las cabezas, fingiendo que estudiaban, hasta que Madame Prince volvió a estar tras su escritorio. Seguía vigilante, pero al menos se quedó lejos de ellos.
—Tampoco comes últimamente —señaó James, y Ivy se le quedó mirando—. Tampoco bebes agua.
—¿Pero es que dedicáis todo vuestro tiempo a mirarme en las comidas o qué os pasa?
—Pues más o menos —murmuró Remus, pero todos le oyeron perfectamente.
—Mira, no sé qué os esperáis, pero no soy una vampira, ¿estáis locos? —Ivy les hizo un gesto para que se acercaran, no quería que nadie la oyera hablar de eso y los cinco, Vanessa incluida, acercaron sus cabezas al círculo—. Y si lo fuera, ¿qué más os da?
—Necesitamos encontrar al vampiro, queremos que nos transforme —confesó Sirius en esos momentos.
A Ivy se le pasó de todo por la cabeza. Desde que estaban locos a que se iba a comer a uno de ellos —probablemente Peter, de los tres era el único en el que Ivy confiaba lo suficiente en que no la fuera a liar por ser un vampiro— para que vieran lo que era estar muerta. No podían estar diciendo eso, y mucho menos tan tranquilos, como si no fuera para nada.
—¿Para qué queréis estar muertos? ¡No ganáis nada con eso!
O quizá sí, Ivy se dio cuenta de lo que ganaban cuando vio cómo Remus apartaba la mirada de la mesa. Era un hombre lobo, claro, y los vampiros eran inmunes a ellos. Si James, Sirius y Peter se transformaban en vampiros, podrían estar con Remus en las lunas llenas. Eso era lo que querían los tres, no dejar solo a Remus. Ivy no tenía muy claro si los tres eran tontos o demasiado leales.
—Mirad, sois tontos —determinó y Remus asintió, aunque Ivy estaba convencida de que no le iba a hacer tanta gracia lo que iba a decir—. ¿Queréis ser vampiros cuando podéis ser animagos?
Primero estuvieron callados. Fueron unos segundos gloriosos para Ivy, en los que pudo disfrutar de la compañía de los chicos sin que la intentasen descubrir o matar. Luego chillaron y llegó Madame Prince, que no tardó en echarlos de la biblioteca y a ella y a Vanessa también. Las había expulsado a ellas una semana y a Remus y sus amigos de forma indefinida durante todo el curso. Así que, en cuanto Ivy pudo volver a la biblioteca, pasó lo obvio.
De vampiros habían pasado a querer ser animagos y no pararon hasta que Ivy, cansada de ellos, les sacó de la biblioteca los libros que necesitaban y se los lazó casi a la cabeza de James y Sirius.
—Y ahora, por Merlín, Morgana, Dios o Santanás, ¡dejadme en paz de una vez!
La verdad es que la idea de los niños de querer ser vampiros para poder estar junto a Remus no era mala del todo, pero Ivy los ha salvado de eso. ¿Ser una rata o un vampiro? La respuesta es más que obvia, duh.
¿Por qué creéis que Cissy pasa de Ivy? ¿Por qué Badger es tan gua...? Uy, nos vamos del tema :)
Nos leemos el lunes que viene. Se viene POTENTE el capítulo, no decimos nada pero lo decimos todo.
Aliven't: 11 :)
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