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Epílogo

Sana centró sus orbes cansados en el mar oscilante a través de las enormes ventanas de la cocina de su casa en la colina de Ambrose. El sol estaba justo en medio de un firmamento azul celeste y el aroma a verano le impregnaba las fosas nasales aun mas que el pastel de banana que terminaba de enfriarse en la mesada.

Observó con melancolía la isla, tan distinta y al mismo tiempo tan idéntica a la primera vez que habían puesto un pie en ella hacía dieciocho años. Ahora era una isleña más que hablaba griego fluido y enseñaba historia en la secundaria a chicos de quince y dieciséis años luego de haberse titulado vía online al cumplir los veinticinco. Era muy amiga de sus vecinos, la mayoría amables y con hijos de la misma edad de Jack. Aquella islita perdida se había convertido en su hogar, tanto así que cuando Tzuyu le ofreció mudarse porque se veían demasiado jóvenes para la edad que deberían tener, Sana retrucó diciéndole que quizás eran ellas los que tendrían que camuflajearse entre la multitud. Fue así como terminaron llamando a Dahyun, quien les suministró un hechizo de apariencia más adulta para justificar que tenían un hijo de la edad de Jack. Por supuesto no se veían como dos mujeres de clase obrera en sus cuarentas, pero tampoco tenían el rostro de muchachitas veinteañeras. Y Sana, aunque no lo dijera en voz alta, disfrutaba un montón de lo sexy que Tzuyu se veía con un par de añitos más.

—¿Ma? —la voz gentil de su hijo la llamó desde atrás, interrumpiendo sus cavilaciones. Sana se volteó con rapidez encontrándose con Jack usando un sweater beige con mangas demasiado largas, un jean azul claro y esas horribles botas caqui que Tzuyu le había regalado para la Navidad pasada.

—¿Sí, bebé? —preguntó preocupada por la expresión de congoja en el rostro pálido de Jack. Sus ojos azules estaban tristes y la mueca de su boca no era mucho mejor.

—¿Mamá Tzuyu vendrá hoy? —la voz se escuchó estrangulada e insegura, como solía hablar cuando se sentía sobrepasado por las situaciones. A Sana se le estrujó el corazón. Jack no era como los otros chicos de su edad. Tenía una inocencia inexplicable y un corazón enorme dispuesto a perdonar cien veces, lo cual ni a Sana le gustaba, ni Tzuyu aprobaba, ya que ambas sabían perfectamente que había personas que no merecían siquiera media oportunidad.

Sana se limpió las manos en el repasador de la mesada y caminó hasta donde se encontraba parado su hijo. Sonrió de lado y le dio un beso en la frente.

—Oh, cariño. Mamá solo tuvo que ir a ver a tus tías para cerciorarse de que todo sigue bien en el Infierno, pero por supuesto que va a volver hoy, es tu cumpleaños —al ir creciendo, y para evitarle traumas al chiquillo, Tzuyu y Sana habían decidió festejar el nacimiento de Jack en el mes de Julio, muy lejos de la muerte de su madre biológica y el desastre en San Francisco. Muy lejos de cualquier cosa que pudiese hacerle daño.

—Adara y Colin dicen que mamá no está nunca porque tiene una aventura con alguien fuera de la isla —Sana rodó los ojos con exasperación. Odiaba a esos dos mierdecillas amigos de Jack que siempre decían basura estúpida para hacerlo sentir mal, y odiaba que su hijo siempre hiciera todo por caerles bien. No era muy sociable, le costaba charlar con la gente y sentirse a gusto, pero aquello no era mucho mejor. Maldecía el día en el que su Jack había conocido a los hijos de su estúpido vecino.

—Los padres de Adara y Colin son hermanos, no los escuches —mintió, a lo que el rubio frunció el ceño confundido.

—No, el señor y la señora Reginald se conocieron en un crucero por el Mar Mediterráneo, ellos me lo dijeron —aseguró. Sana suprimió una sonrisa y negó suavemente.

—Eres demasiado puro para este mundo, hijo —le dio una palmadita en el hombro—. Anda, ve a lavarte la cara y pon una sonrisa en ese bonito rostro que tu mami te va a llamar en cualquier momento. Mi laptop está en la sala.

—Okay ma —Jack salió caminando rápido al baño con una sonrisa dulce en los labios.

Estaba feliz de haber vuelto a tener contacto con Amelia. Finalmente la habían enjuiciado durante siete años hasta darle su condena; la habían hecho humana, como a JC, así que tampoco podía bajar a visitarlos. La buena noticia era que Jeongyeon y Jihyo se habían convertido en nombres muy pesados en la Ciudad Dorada, y de tanto en tanto se escabullían al Cielo de los humanos para que ellos pudieran charlar con Amelia y su cuñado, quien la mayoría de las veces tenía a Judas colgado de los hombros haciendo caras graciosas en la cámara para que Jack se riera.

Sana seguía sin entender cómo es que funcionaba el Wifi en el Cielo.

Buscó en la heladera la crema de caramelo, chocolate y avellanas con banana que había preparado para rellenar la torta de Jack, y se puso manos a la obra, pero fue rápidamente interrumpida por unos brazos que le rodearon la espalda y unos labios mordisqueándole juguetonamente el lóbulo de la oreja.

—Hola, ángel —la voz aterciopelada le acarició la piel y un revoltijo en su estómago anunció con emoción la llegada de su esposa. Sana se dio la vuelta y rodeo el cuello de Lucifer con ambos brazos, poniéndose de puntitas para besar larga y tendidamente aquellos labios inigualables.

—Amor —se sonrieron mutuamente al separarse, pero no perdió detalle en notar otra vez el aspecto de Tzuyu.

Llevaba unos pantalones cortos en color borgoña, innecesariamente caros, y una camisa de bambula blanca completamente abierta por alguna razón. Su piel cubierta de tatuajes en un idioma que apenas había empezado a entender, estaba desde hacía años de un color más tostado, besada por el sol de la isla, y se veía jodidamente firme como si fuese una estrella de cine.

—¿Sabes? Aun teniendo conciencia de lo placentera que es mi imagen para los ojos ajenos, siempre me toma por sorpresa la manera en la que me tu me miras —Sana rodó los ojos y le dio un leve empujón.

—Ni siquiera sé cómo responder a tus altanerías, Tzuyu.

—Oh, pero fue un cumplido, mi ángel —aseguró con total seriedad, pero sin perder aquella chispa socarrona que le estiraba la comisura de los labios—. Quise decir que el mundo puede arder en llamas y perecer, siempre y cuando tu interés en mí siga intacto.

—Aww, cariño —Sana se puso de puntitas de pie para abrazar a su esposa—. Ya te pusiste fatalista de nuevo —se dieron un beso suave en los labios, no queriendo profundizar cuando Jack estaba probablemente en la sala hablando con su madre—. ¿Qué tal va todo?

—Lo mismo de siempre; muerte, destrucción y una que otra rebelión como para darle emoción al asunto —se encogió de hombros riendo al mismo tiempo que la castaña.

—¿Las chicas?

—Mina se ha hecho otro tatuaje más, y tuvo que intervenir en un asunto turbio del Vaticano que involucraba a dos de los demonios torturadores del sector de Adán, Dahyun tuvo otro altercado grande con Rowena y al final tuvieron que unir fuerzas y borrarle la memoria a la mitad de Manhattan, y Andras (Nayeon)... es Andras (Nayeon), ya sabes, el Infierno nunca había sido tan temible como ahora —Tzuyu metió el dedo en la crema que Sana había preparado y se lo chupó—. ¿Sabes que se encarga ella misma de despellejar a supremacistas blancos, agresores sexuales y pedófilos? Es una máquina, yo tenía demonios que lo hacían por mí, ah y le mandó un regalo a Jack —chasqueó sus dedos y en la mesada apareció un conejo de felpa muy blanco y con una sonrisa estúpida en el rostro. Sana frunció el ceño.

—¿Sí sabe que no tiene cinco años, no? —preguntó mirando al peluche.

—Andras (Nayeon) dice que Jack va a tener cinco años por siempre, lo decidió ayer —se rieron al unísono.

—Espero que venga de visita pronto —Sana suspiró—. Espero que todos vengan de visita pronto, hace meses que no los vemos.

Sana se apoyó en el hombro de la pelinegra cerrando levemente los ojos, intentando hacer memoria de todas las cosas que tenían planeadas para ese año.

Visitaban a sus padres al menos diez veces al año en épocas aleatorias, e iban en todas las fechas importantes como navidad y año nuevo. Jack era quien mejor la pasaba porque todo el mundo lo consentía, le daban regalos, comida y lo asfixiaban con amor. Era una persona muy táctil, era su manera de demostrar afecto, así que estaba feliz con sus abuelos y tíos; incluyendo a los sobrenaturales.

Lo que más feliz le hacía a Sana era la relación que había logrado recuperar con Kenji, quien luego de muchos años de terapia, le había confesado que siempre había sentido un profundo resentimiento con Sana por la muerte de su padre. Sentía que ella tenia la culpa, aun cuando era un bebé y no tenía sentido, porque había sido el ultimo en estar con Yun Minatozaki en vida. Sana, por supuesto, sintió el pinchazo de culpa en el fondo de su estomago ya que conocía la verdadera historia, la que Tzuyu le había confesado entre llantos y rogándole que no la dejara, pero aceptó que a veces no se podía tenerlo todo. Estaba conforme con la relación con Kenji y eso era todo lo que realmente importaba.

Dentro de tres semanas debían viajar de nuevo a San Francisco por la renovación de los votos de Nako y Daiki, y cinco meses más tarde irían otra vez para presenciar la boda de Levi con una preciosa chica que lo hacía muy feliz (y esta sí era humana). Casualmente, también era la gemela de la mujer que había desposado a su hermano Yuta.

Por su parte, Dominic seguía siendo un soltero empedernido y feliz de serlo, mientras que Christian sorpresivamente había salido del armario a los treinta y cinco años luego de conocer en el trabajo a un moreno de aspecto sospechoso y cara de pocos amigos que le había robado el corazón. Todavía seguían juntos, y es que nadie lo entendía. De todos sus hermanos, jamás se lo hubiese visto venir de Chris.

Un integrante de la familia que faltaba, y faltaría por siempre, había sido Goliat.

Lamentablemente, y como era lógico que pasase, el pequeño roedor había muerto luego de demasiados años. Más tarde, Tzuyu confesaría que en realidad había vivido tanto porque Jihyo le había dado longevidad, pero ya era su hora de partir. De regalo les había dejado caca en la almohada y los cables de la licuadora y la batidora masticados. Lo extrañarían por siempre.

Sana había estado desolada por semanas, pero el que peor la había pasado era Jack. Su hijo amaba a ese animal con todo su corazón, era al único integrante de la familia al que Goliat no mordía, ni le hacía destrozos. Tenían una relación única.

Tzuyu, quien no soportaba ver a su hijito tan triste, había tenido la fantástica jodida idea de regalarle un perro. Era un golden retriever con cara de tonto y un montón de pelos que dejaba en toda la casa, pero por fin Jack había vuelto a sonreír, y eso hacía a sus madres felices.

Fueron un poco menos felices cuando el mocoso anunció que el nombre del perro sería Cerbero.

Sana salió de su ensoñación, volviendo a trabajar en el pastel mientras Tzuyu le ayudaba a cortar fresas en un pequeño plato. Un sonido extraño se oyó desde la sala y ambas se acercaron por un costado, notando cómo Jack movía las cosas en el aire sin tocarlas, tan solo haciendo ademanes con las manos, mientras su madre miraba desde la pantalla.

Sana estaba preocupada, y aunque no quisiera admitirlo, Tzuyu también. Practicaban todos los días desde que el niño tenía seis años, pero era demasiado poderoso. Más que cualquier ser sobrenatural que hubiese conocido. Incluso más que el mismísimo Diablo.

Sus ojos, a diferencia de cualquier ángel o demonio, brillaban con un amarillo anaranjado intenso, como si pequeñas llamas de fuego lamieran su iris. El muchacho llevaba el caos en la mirada y la gentileza en el corazón. Y solo podían preguntarse ¿cómo aquello podría funcionar?

Se alejaron de allí volviendo a darle privacidad, y dispuestas a seguir con las preparaciones.

El sol descendía al momento de cantar el feliz cumpleaños. Se encontraban en familia a pedido del nefilim, porque no tenía muchos amigos de todos modos, y prefería pasar su día especial con sus padres y Cerbero.

Jack, quien tenía una sonrisa plasmada en el rostro aniñado y amable, observó a sus madres frente suyo, correspondiéndole el gesto y con sus ojos brillantes de expectativas mientras el fuego de la vela se extinguía de un soplido. Sus padres aplaudieron y silbaron, causándole una risa tonta y mejillas sonrojadas.

—¡Hora de los regalos! —Sana, quien parecía todavía más emocionada que Jack, fue caminando rápido hasta la cocina para volver con una caja de un tamaño considerable, envuelta en papel amarillo pálido y un enorme listón violeta fosforescente en el centro.

El muchacho se sonrojó tomandolo entre sus manos y abrazando a su madre a medias, disfrutando siempre de aquel tenue aroma a coco que desprendía su piel.

—Es mi color favorito —apreció acariciando el papel mientras muy tranquilamente lo rompía en partes iguales, encontrándose dentro con un precioso tesoro; el box set edición limitada de Harry Potter con relieves—. ¡Mamá! ¡Gracias! —exclamó, ahora sí abrazándola con un poco más de fuerza de la necesaria hasta que la humana se quejó suavemente.

—No hay de qué, cielito —le palmeó la cabeza un par de veces y la dejó ir al oír a Tzuyu carraspear a su lado.

—Bueno, bueno, ahora me toca a mí darte un regalo —Tzuyu se paró frente al muchacho y puso su mano en el hombro del contrario, apretando firmemente—. Jack, oficialmente has cumplido dieciocho años, eres prácticamente un adulto, entonces... —sin decir nada más, le tendió las llaves de un auto. Sana sonrió al ver el rostro iluminado de su hijo al recibir aquel cachivache.

Sí, habían discutido muchísimo por el tema del auto y no querían parecer los típicos ricachones vacíos frente a los vecinos, además de que un auto era peligroso, no importaba cuan supernatural y posiblemente inmortal fuera Jack.

—¿Es...es un...?

—Sí, pero no te emociones, tu madre no me dejó comprarte nada de alta gama —refunfuñó el Diablo. El ojiazul rodó los ojos y se cruzó de brazos.

—Está bien para ser tu primer auto ¿okay? Si demuestras más adelante que eres un conductor responsable, te compraremos algo mejor.

—Y es amarillo —agregó Tzuyu sonriendo. A Jack, quien solía ser de por sí muy emocional, se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Es perfecto —susurró y se acurrucó en los brazos de ambas mujeres con calidez.

Amaban su pequeña vida perfecta colmada de amor, una familia contenida y un tanto extraña.

La paz duró tan solo un momento, cuando las luces comenzaron a parpadear descontroladamente y un ligero temblor sacudió la casa. Jack frunció el ceño y Tzuyu puso sus ojos de un color negro profundo, lista para atacar a quien se presentara sin invitación a su morada. Sana, quien con una rapidez estimulante se había acercado a la mesa, tomó el cuchillo de cortar el pastel y lo empuñó protectoramente poniendo a Jack detrás de su cuerpo.

Una luz enceguecedora apareció de repente, y con ella un muchacho de cabellos rubios y mejillas sonrosadas con las alas blancas extendidas y majestuosas. Sana se quedó boquiabierto observando a su amiga, con el mismo rostro juvenil de la última vez.

—¿Jihyo? —se acercó con rapidez, sin prestar atención a la razón de su visita, y se abrazaron con fuerza. Jihyo olía igual que siempre; a suavizante de ropa y pino fresco.

—Sana —el ángel, recientemente ascendido a Guardiana del Gran Trono, se separó rápido agarrándola por los hombros, compungida. La humana tragó duro con el ceño fruncido y un nudo en la garganta.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Jihyo tomó aire con pesadez y miró a Tzuyu y a Jack, intentando no perder la compostura.

—Han anunciado el surgimiento del anticristo en la Ciudad Dorada —susurró con voz trémula, dándose cuenta de cómo la postura del Diablo y su esposa había cambiado, poniéndose rígida y escudando a Jack.

—Es imposible —murmuró Lucifer con los dientes apretados y los ojos tan negros y vacíos como el mismo abismo—. Tú sabes que Sana y yo no podemos-

—Un hijo no está hecho de la sangre, Tzuyu —le cortó el ángel antes de que pudiese culminar su frase. Sana se acercó al nefilim y lo abrazó por los hombros, dándole un beso sonoro en la frente. El muchacho temblaba sin entender apenas nada.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —cuestionó en un susurro la castaña, acariciando la espalda de su hijo para intentar tranquilizarlo. Tzuyu suspiró largamente y una ligera sonrisa fue compartida con Jihyo luego de un breve lapso de silencio en el que mil y un días les cruzaron la cabeza.

—Tienes a todo el Inframundo dispuesto a combatir guerras infinitas y morir por tu hijo, Sana —agregó Jihyo.

—Y a un par de ángeles rezagados... —aseguró Tzuyu, quien ya se sentía más tranquila y poderosa que nunca.

—Y al mismísimo Lucifer —esta vez fue Sana quien tomó la mano de su esposa y la llevó a sus labios, besando sus nudillos tatuados con las raíces que lo unían a Mina.

—Vamos a estar bien —aseguró la pelinegra, acariciando con parsimonia la mejilla tersa y bronceada del amor de su eternidad.

Las sonrisas se expandieron como pólvora a sabiendas de que, con un solo chasquido del Diablo, el mundo entero estaría a sus pies, correrían ríos de lava, los santos llorarían sangre y si un solo rasguño hería a su pequeño Jack, todos perecerían. Iban a masticarlos, escupirlos y desecharlos como basura.

Con una nueva confianza y firmeza, Sana suspiró acompasadamente, sonriendo de lado mientras sus ojos brillaban con la esperanza intacta desde el primer día.

Iban a estar bien.

Alzó una ceja e invitó a Jihyo a tomar asiento mientras Tzuyu le quitaba el cuchillo de la mano y procedía a cortar el pastel de cumpleaños.

—Bien —Sana tomó la copa de vino rosado descansando en la mesa y le dio un trago deliberado notando que todos a su alrededor parecían tan entusiasmados como ella—. ¿Cuál es el plan?

Fin.  


Por fin ha terminado esta historia, espero les haya gustado.

Tengo pensado mas adelante corregir y editar los capítulos, algunos nombres no me gustan, entonces en un futuro los cambiare y posiblemente a Jack lo haga mujer, por el momento disfruten esta version que falta mucho para la otra.

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