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8. No necesito a tus amigos, tengo los míos.

Sana era pequeña al lado de las otras personas de su edad. Realmente pequeña. Había una razón por la cual sus hermanos la llamaban microbio, por lo tanto había sido lo suficientemente fácil perderse en aquel mar de gente cuando Tzuyu, sin previo aviso, había desaparecido sin dejar rastro. Sana no era demasiado fan de las multitudes, pero tampoco le amedrentaban; con una familia numerosa, se aprendía a ser sociable a la fuerza, y jamás había tenido problemas para relacionarse con nadie.

—¿Quieres bailar, muñeca? —una voz impregnada de vodka se le enredó entre el cabello haciéndole erizar los vellos de los brazos. Sana se volteó con rapidez, casi tirando al suelo el vasito rojo que traía en la mano con Coca-Cola y una pizca de ron.

—Oh, no, te lo agradezco —se volteó de nuevo para seguir surfeando entre el humo que salía de quien sabe dónde y los lasers que quemaban sus ojos, pero entonces sintió la mano de el mismo tipo agarrarlo por la cintura, desprevenida—. Disculpa, no sé si escuchaste, pero dije que no —la voz se le tornó fría y hosca, como un gato al que acababan de echarle un balde entero de agua helada. El tipo no parecía en sus cinco sentidos, pero tampoco estaba borracho perdido; solo era un imbécil más que no entendía las reglas básicas del respeto.

—Es solo un baile —insistió acercándosele peligrosamente al rostro, cosa que la menor resintió, propinándole un empujón que no hizo mucho, pero declaraba sus intenciones.

—Te voy a meter el vasito plástico por el culo si no me sueltas, orangután acéfalo, ¡dije no! —la rabia se pintó en ambos rostros, pero antes de que ninguno pudiera hacer nada, Tzuyu la rodeó con sus brazos quitándole de encima al tipo insistente. Su aliento suave y embelesador borró todo rastro de resentimiento por ese instante, propinándole un suave beso en la nuca.

—¿Necesitas ayuda, cariño? —preguntó directamente en su oído, así que dudó que el imbécil acosador estuviera escuchándolo.

—No, estoy bien, este infradotado simplemente no sabe tomar un no por respuesta.

—Mira, hermana, no sabía que era tu perra —el tipo se rio mientras comenzaba a alejarse.

—Desagradable bola de mierda misógina —Sana estuvo a punto de abalanzársele, pero Tzuyu la sostenía demasiado firme por la cintura—. ¿Cómo es que dejan salir sin correa a animales como éste? —enfrascado en su propio enojo, no fue capaz de pescar la rabia, la ira desenfrenada que había endurecido las hermosas facciones de Tzuyu.

—Mina está arriba, probablemente necesita tu ayuda ¿te molestaría ir a echar un vistazo, ángel? —preguntó Tzuyu manteniendo el tono calmo de voz, con los dientes muy apretados y luchando por conservar los ojos en su color correcto.

—¿Qué hay de ese tipo? Parece un depredador, no quiero que siga en la fiesta cuando hay aunque sea una mínima posibilidad de que haga algo malo —y Tzuyu, tan astuta y sabia como siempre, sabía que lo haría.

—Yo me encargo de él, tú te encargas de Mina ¿lo ves justo? —Sana suspiró profundamente y apoyó la cabeza contra el hombro de Tzuyu, aun siendo acunada por sus brazos.

—Quería que conocieras a mis amigos de otra forma...

—Tenemos todo el tiempo del mundo, créeme —la ojiverde dejó un suave beso en la sien de la menor para luego liberarla de su agarre—. Ve.

—Bajo enseguida.

—Esperaré por ti —una sonrisa ladina refulgió en el rostro marfileño de Tzuyu.

Sana subió las escaleras con la rapidez y agilidad que la caracterizaban. Sus hermanos decían que era una espástica, aunque Yuta juraba que solo era especial (y consumía demasiada azúcar).

La muchacho se volteó apenas un instante para dirigirle una última mirada a Tzuyu y cerciorarse de que todo estuviera en orden, pero no la encontró por ninguna parte. Alzó los hombros restándole importancia; se conocía a sí misma lo suficiente como para atribuir aquella ausencia a sus escasas habilidades para ver más allá de su propia nariz.

El panorama que lo recibió arriba fue completamente diferente al que esperaba. Si bien tuvo que pasar por otros tres lugares con universitarios fumando mota, teniendo sexo o besándose a lo bestia, por fin encontró a Mina en la habitación de huéspedes. Nadie nunca entraba allí y se notaba; las paredes prístinas en color claro, pero con tan poca que luz que daba un aire lúgubre, no habían muchas cosas alrededor y las que habían, no eran relevantes ni destacaban. Lo que sí que destacaba eran aquellas dos chicas sentadas en la alfombra con arabescos rojos y marrones; Mina estaba con los pies estirados imitando la pose de Dahyun, quien parecía muy cómoda con el yeso subido en un pequeño almohadón verde. Ambas estaban serios y parecían mantenerse en silencio desde hacía un largo rato, sin embargo podía notar como su amiga le alcanzaba a la muchacha morena un plato blanco con pequeños bastoncitos de queso, rodajas de tomate y podía oler el aceite de oliva que bañaban las hojas de espinaca cortadas rústicamente.

—Tzuyu dijo que necesitabas mi ayuda —fue lo único que atinó a decir, provocando un sobresalto bastante adorable de parte de Dahyun. Su buen juicio le dictaminó no preguntar sobre aquellas marcas violáceas, verdosas y amarillentas que le adornaban la cara. Antes sí hubiese creído aquella historia de que eran marcas de caídas o descuidos, pero claramente aquello había sido infligido por otro ser humano.

—¿Ahora vas a creer todo lo que te diga la idiota de Tzuyu? —la voz de Mina había sonado distinta a cualquiera de las otras veces que se enojaba con Sana. Había hastío en su tono, también sorpresa; como si hubiese perdido la compostura sin darse cuenta. Aquello le provocó un retortijón en el estómago a la castaña quien lo miró sin decir una sola palabra. Poco a poco, luego de un par de segundos, Mina respiró profundamente y se puso de pie despacio—. Lo siento, eso ha sido desagradable, no pretendía herirte.

—Está bien —mintió—. Lo entiendo, sé que estoy un poco deslumbrada por ella —Mina sintió una punzada de culpa, pero decidió primero ocuparse de Dahyun. Se agachó ligeramente para tomarla entre sus brazos junto al plato y su cara de miedo, para luego sentarlo sobre la cama de visitas. Sana no pasó por alto la manera en la que Mina observaba a Dahyun y la tocaba, como si fuese a quebrarse en cualquier momento. Una sonrisa le surcó los labios a Sana—. Hola, Dahyun.

—Hola —murmuró por lo bajo la morena intentando sonreír, pero se lo notaba tenso, mucho más de lo normal.

—Mi, estaba pensando en que podríamos ir a almorzar mañana para que conozcan a Tzuyu apropiadamente —sugirió juntando las manos con indecisión y tratando de usar la mirada aquella de ojos grandes y pestañas revoltosas que usaba para convencer de lo que sea a sus hermanos o a sus padres—. ¿Por favor? Mi idea era que cenáramos hoy, pero veo que estás muy ocupada con tu fiesta...

—Me pregunto cómo es que toda la universidad se enteró de que era mi cumpleaños y la dirección de mi casa —Mina usó un tono irónico impropio de ella a sabiendas de que la más pequeña había sido un bocón con la persona equivocada.

—Un misterio que jamás será resuelto —decidió Sana fingiendo completa inocencia. Dahyun frunció el entrecejo apenas un poco y observó a Mina con la interrogación en la punta de la lengua.

—¿Hoy es tu cumpleaños de verdad?

—Es complicado —respondió la mayor entre dientes procurando esconder sus expresiones faciales de su mejor amiga.

—¿Cómo que es complicado? es un cumpleaños ¿qué tan complicado puede ser eso? —Sana se notaba increíblemente confundida.

—¿Ella no sabe? —Dahyun sonaba más que anonadada, pero al mismo tiempo cautelosa.

—¿Qué no sé qué? —Sana frunció el ceño confundido mirando fijamente a Mina.

—Nada, sí es mi cumpleaños y ahora mi casa está llena de extraños ebrios e irrazonables —la muchacha de ojos avellana hizo todo lo que estaba en sus manos para volver a centrar la conversación en Sana, cosa que sirvió de distracción pues Tzuyu llegó en ese instante portando una expresión de suficiencia. Sana sonrió ampliamente al verla, sin notar el contrariado rostro de Dahyun y el exasperado de Mina.

—¿Qué sucedió con el tipo? —preguntó Sana con dulzura, a lo que Tzuyu respondió empleando el mismo tono.

—Lo guie lejos de la fiesta, ángel, todo está arreglado.

—Eres un sol, gracias —acto seguido se volteó para volver su atención a las otras muchachas—. Abajo había un pervertido, odio a esos tipos.

—¿Y Tzuyu... se encargó... de él? —la voz de Mina continuaba siendo un fino hielo a punto de quebrarse.

—Ya sabes lo que dicen los mandamientos "No hagas avances sexuales a menos que te sea dada una señal de apareamiento" —contestó Tzuyu con media sonrisa satisfecha.

—Los mandamientos no dicen eso en ninguna parte —apuntó Sana torciendo su expresión, recibiendo un guiño de su acompañante.

—No los que tú conoces —respondió con rapidez, pero antes de que nadie contestara; añadió—. ¿Qué dicen si vamos todos por unas hamburguesas al horrible lugar en la esquina con una estatuilla de un pato en la entrada? —ofreció con amabilidad. Sana sonrió ampliamente.

—¡El rincón de Sandy! Es mi lugar favorito —y entonces Sana agarró la mano de Dahyun con vehemencia—. Te juro que suena horrendo y se ve peor, pero tiene las mejores hamburguesas en todo San Francisco —el de ojos azules se quedó expectante a la respuesta, rogando internamente que Dahyun aceptara. No quería incomodarla, pero estaba segura de que si le subía la camiseta podría contar cada costilla que la morena tenía, y eso le provocaba un malestar inimaginable.

Fiel a su timidez e inseguridad, con una expresión que era indescifrable y miradas furtivas entre su mejor amiga y Dahyun, la chica dudó.

—Suena bien. pero vine de volada y olvidé mi billetera —mintió subiendo sus hombros con pena.

—Oh, descuida, querida Dahyunie —Tzuyu tomó la pequeña mano de Sana entre sus dedos—. Traigo la mía justo aquí —y se palpó el bolsillo del saco un par de veces.

El ambiente se sentía completamente extraño. Mina clavaba sus ojos avellana en los de Tzuyu como si de alguna manera aquello le perforara la piel de mármol. Luci se divertía de sobremanera. Le resultaba cómica toda la situación; el diablo, su alma gemela, una humana y un ángel en un diner de mala muerte que olía a aceite viejo y café malo, a punto de engullir una orden de cuatro hamburguesas triples con queso cheddar, cebolla caramelizada y bacon, tres papas grandes y cuatro vasos jumbo de soda de cereza y limón.

—La gula no está bien ¿Conoces los siete pecados capitales, Tzuyu? —Mina la observó con una expresión de hastío mientras la aludida luchaba por esconder una sonrisa de sorna.

—Oh, gran fan, los he cometido todos —aseguró provocando una risilla tonta de Sana quien se dedicó a aclararse la garganta luego y beber un sorbo grande de soda. Le incomodaba un poco que Mina estuviese tan seria y hostil con Tzuyu, pero procuraba no prestarle demasiada atención a ello. Sus ojos estaban centrados en el rictus de Dahyun, imposible de ignorar. Nunca, en veinte años de vida, había presenciado el hambre reflejado en un rostro. Por supuesto que había visto muchos hombres, mujeres y niños en situación de calle, los había asistido en la medida que podía, conocía el hambre de muchas formas a pesar de no haberlo vivido en carne propia, pero Dahyun... Dahyun era el retrato de la angustia, el dolor y el vacío en todos los sentidos posibles.

—¿Damos las gracias? —preguntó Mina rompiendo el hilo de pensamientos del de cabello chocolate. Dahyun lo observó sin saber exactamente qué responder. Se lo notaba imposiblemente incómoda y contrariada.

—La próxima —contestó Tzuyu quien ya tenía entre sus dedos llenos de anillos la hamburguesa. Dio un mordisco que hizo sonar la cebolla crujiente, la lechuga y el bacon. Mina estuvo a punto de reprochárselo, pero entones Dahyun lo imitó soltando un sonido de puro placer. Sus ojos permanecieron cerrados un momento mientras masticaba como si se le fuese la vida en ello.

—Está deliciosa —comentó con la boca llena, pero no parecía perturbar en absoluto la paz de Mina. Sana sonrió. Por supuesto; Mina estaba coladísima por Dahyun aunque se hiciera la desentendida.

—Así que Dahyun —comenzó la muchacha de ojos cerúleos mientras masticaba deliberadamente lento una patata frita—. No sabía que irías a la fiesta de Mina —culminó con una sonrisa socarrona dispuesta a sonsacar cualquier tipo de información sobre la vida amorosa de su amiga. La morena se sonrojó suavemente mientras limpiaba sus manos con desesperación y agarraba el vaso para darle un sorbo largo.

—La verdad no iba a ir pero no sabía dónde más encontrarla —su voz era tan suave y melódica, tan tranquila, que hasta Tzuyu se quedó un poco más quieta mientras continuaba engullendo su cena.

—Oh así que querías encontrarla —la poca sutileza de Sana era tan embarazosa como ineludible. Tzuyu se mantenía al margen de todo notando como Mina iba quedando cada vez más y más acorralada. Le encantaba verla de esa forma.

—Sí, Jeongyeon le dijo que estaba vendiendo el libro de El Gran Gatsby a un buen precio así que Dahyun decidió comprarlo con urgencia antes de que alguien se le adelantara.

—Es mi libro favorito... —comentó por lo bajo la morena quien parecía deslumbrada por Mina, pero Sana no captó muy bien el por qué, más allá de lo obvio.

—Lo sé.

—Oh, Dahyun, ¿irás a la fiesta de Halloween que organizaron Chad y Stace? —pronto, el tema de conversación cambió completamente. Tzuyu aún estaba en silencio comiendo con elegancia todo lo que le rodeaba. Tenía un hambre muy dentro, imposible de saciar, y que nada tenía que ver con la comida. Era toda la situación, tan bizarra, apretada y desesperada. Tantas mentiras dichas en tan poco tiempo, el malestar de Mina, el hambre de Dahyun, la curiosidad inagotable de Sana teñida con su inocencia; todas aquellas cosas que hacían que algo ardiera dentro suyo. Un fuego que luchaba por apagar para que no terminase incendiando todo a su alrededor.

—Quizás si me sacan el yeso para Octubre, pueda —respondió con una sonrisa tan dulce en los labios, que hizo a Sana suspirar de ternura. Le encantaba este chico para su amigo.

—Tzuyu y yo iremos juntas.

—¿Ah sí? — Luci limpió su boca con una servilleta de papel y frunció ligeramente el ceño con confusión.

—Sí, te dije el ot... oh —las mejillas de Sana se encendieron como dos manzanar rojas—. Quizás olvidé preguntarte.

—No hay cuidado, sabes que la respuesta siempre es sí para ti, ángel —Sana se sentía en las nubes cada vez que Tzuyu decía esas cosas, pero decidió sonreír discretamente y continuar con la charla como si nada para no seguir poniéndose en evidencia, lo cual le enterneció de sobremanera al diablo.

—Entonces, Dahyun, si es que vas, ven con nosotros, seguramente Mina y otros dos de mis amigos estarán también, seremos una multitud.

—Más bien seremos como una girlband —señaló Mina con burla, provocándole a Tzuyu una risa entre tonta y siniestra.

—No lo sé, no es mi estilo —respondió con desinterés la morena.

Dahyun se terminó hasta la última patata frita de su plato. Acto seguido, Mina empujó suavemente el resto del suyo casi lleno para que el chiquillo se las comiera. Se miraron un instante breve, casi imperceptiblemente, pero fue suficiente. Sana tenía que hacer que Dahyun y Mina salieran en una cita.

De un momento a otro, Mina comenzó a hacer la conversación con Dahyun más fluida y menos mecánica. Tzuyu sabía que aquel era un intento desesperado de hacer sentir a la niña más tranquila, como si nadie hubiese notado la forma agitada en la que había devorado su cena era más que solo hambre temporal. Seguía sin poder creer que la imbécil de Mina no hiciera nada por Dahyun. Si a Sana lo estuviesen tratando un cinco por ciento de mal de lo que trataban a Dahyun, rodarían cabezas. Literalmente.

—Debes dejar de ser tan obvio con tus intenciones, cariño —Tzuyu acercó la silla de Sana de un tirón hasta quedar casi pegado a su oreja. La muchacha olía a naranjas frescas y flores de jazmín.

—No sé de qué hablas —contestó en un susurro íntimo, igual al de su acompañante, para luego darle un trago largo y ambicioso a su soda intentando evadir el asunto.

—Déjalo fluir —sugirió dando un vistazo hacia donde Mina y Dahyun charlaban sobre banalidades—. Si tiene que ser...será.

Tzuyu sonrió dulcemente intentando inspirarle confianza a su ángel, recibiendo a cambio la misma sonrisa cordial. Se inclinó lo que faltaba y dejó un beso en su sien, con tanta delicadeza y dedicación, que le quitó a Sana el aliento durante un instante.

Sana abrió sus ojos a las ocho de la mañana exactamente. Le agradaban muchísimo los fines de semana porque tenía tiempo de hacer todas aquellas trivialidades a las que no podía dedicarse los otros días por el trabajo y la universidad. Sí, la mayoría de las veces tenía que estudiar, pero este fin de semana era diferente. Los parciales había terminado, el señor Sweet les había dado el día libre porque su sobrina cumplía años y quería que todo fuera familiar y cerrado en el local, la ropa del cesto estaba limpia, no tenía tareas ni lecturas pendientes. Podía pasarse todo el sábado solo mirando el techo y pensando en Tzuyu Chou.

La noche anterior había sido magnifica. Si bien había comenzado trastabillando por la casa de Mina llena de gente que no quería, el acosador que se había encontrado, el rostro demacrado de Dahyun y aquella carga casi visible que llevaba sobre sus hombros, había retomado bastante genial para el final. Mina había dejado de ser desdeñosa con Tzuyu, pero tampoco le hablaba demasiado. Era obvio que algo había allí que ella no podía solucionar. Le era fácil entender que a veces aunque una persona se esforzara mucho en caerle bien a otra, no conectaban. La vida era de esa manera y estaba en paz con ello aunque no le agradara. Mientras Tzuyu y Mina fueran civilizados entre ellos, bienvenido sea.

Dahyun, en la mayor parte de sus interacciones con el resto, hablaba de arte. A la chica le gustaban muchas cosas que a Sana también, como el cine antiguo, los libros sobre distopias, la fotografía y los artistas plásticos (aunque claro, Dahyun sabía un montón más que ella en eso porque estudiaba arte). También había descubierto que no apreciaba demasiado la música y le aterraban los ruidos fuertes, pero aquello era entendible y fácil de deducir.

Por su parte, Tzuyu se había comportado como siempre; un caballero. Había logrado hacer malabares y mantener charlas diferentes con Mina, aunque éste no le prestaba demasiada atención, con Dahyun y con ella. Y se veía genuinamente interesada por todo lo que decían, como si cinco minutos de su vida no fuesen cien veces más interesantes que todo un año de ellos.

Había pagado por la comida y el postre, luego había dejado a Dahyun en su casa y se quedó a ayudar en la limpieza y el orden de la casa de Mina (misteriosamente lo que le tocaba a ella siempre lo terminaba con una rapidez implacable y exactitud envidiable). Para cuando hubieron terminado con todo, llevó a Sana a su casa y la acompañó hasta la puerta donde dejó un beso suave en su frente que había durado una eternidad y media. Sana necesitaba con urgencia acurrucarse entre sus enormes brazos y besarle la boca, pero se contuvo. Por último, cuando la de ojos azules por fin estuvo limpia y con su pijama puesto, a punto de disponerse a dormir, el celular le sonó con un nuevo mensaje de Tzuyu:

"Descansa, ángel. Estaré soñando contigo"

Y así es como la terminó de derretir. ¿Cómo podía una mujer de su talla haber aparecido en su vida así como así? Si no fuera una tontería, juraría que aquello era obra del destino. Un regalo del cielo. Su isla de eudaimonía.

Un último suspiro se escapó de sus labios entreabiertos. Era hora de levantarse.

Le esperaba un día improductivo lleno de cosas divertidas por hacer.

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