19. Sobre el caos y la destrucción
Advertencia: el siguiente capítulo contiene violencia gráfica. Se recomienda la discreción del lector.
(Cambie a Juliette por Momo, o sea, Momo es Lilith)
Sana sintió como la comida y el vino caían pesado en su estómago, pero no demostró cambios sustanciales en su rictus. Le corría por la frente un sudor frio y su boca tenía un gusto amargo. Pensó en su fuero interno que, si el terror tuviese un sabor, probablemente sería ese.
Lilith continuó jugando su papel de Momo, acariciando a su hermano con naturalidad y charlando de un montón de anécdotas, seguramente inventadas, con sus padres quienes eran ajenos a que frente a ellos estaba la fuente de toda destrucción.
El apocalipsis hecho mujer.
La castaña metió otra porción de comida en su boca, masticándola excesivamente rápido sin realmente saborear qué comía. Se le había olvidado hasta su nombre. Levi, quien prestaba un poco más de atención, notó rápidamente cómo la mano de su hermana había temblado al tomar la copa de vino casi vacía, una vez más.
—¿Estás bien, microbio? —Sana se sintió expuesta frente a los ojos del infinitamente hermoso demonio que tenía a Levi agarrado de la mano. Sonrió vacilante, inclinando apenas la cabeza para fingirse desentendida.
—Sí, sí, solo creo que me sentó un poco fuerte el alcohol —todos en la mesa rieron con soltura, pero la única risa en la que podía concentrarse era en la de la rubia; sonaba como campanillas tintineantes —. Permiso, necesito ir al baño.
—Si vas a vomitar asegúrate de no hacerlo en la bañera como esa vez a los ocho años que te comiste todos los dulces de Halloween de Chris y Dom —se buró Levi. Lilith se rio con dulzura y golpeó suavemente el brazo de su hermano.
—Cariño, no le des lata, se siente mal —Sana tragó duro. Realmente sentía que estaba por vomitar—. Anda, ve Sana, estaremos aquí esperando si quieres volver a bajar —una sonrisa, que era de todo menos sincera, se dibujó en sus perfectos labios carnosos.
—S-sí, gracias.
Sana subió las escaleras a pasos agigantados pero sin levantar sospechas en el resto. Enfiló con rapidez hacia su cuarto y cerró la puerta detrás de ella respirando agitadamente. Sacó su teléfono del bolsillo y marcó el teléfono de Tzuyu. Le sorprendía que no estuviera ya en su cuarto si estaba vigilándola desde que había entrado a la casa.
El tono sonó unas seis veces, pero nadie contestaba. Volvió a marcar, esta vez el teléfono de Jihyo, pero sin previo aviso su celular salió volando a través de la habitación y se estampó contra la pared haciéndose añicos.
Sana se volteó, con la esperanza de que fuera literalmente cualquier otra cosa, pero no era estúpida. Lilith estaba parada frente suyo con su precioso vestido pegado al cuerpo y zapatos de tacón alto. La mujer inclinó sutilmente la cabeza.
—Tú sabes quién soy —declaró sin atisbo de duda en su imperturbable voz cantarina. La humana asintió dos veces, aletargada por el miedo y con la lengua hecha un enredo. ¿Dónde estaba Tzuyu? —. Yo también sé quién eres —aquella afirmación le erizó los vellos de los brazos. Sana intentó decir el nombre de Tzuyu, pero Lilith la detuvo al instante—. Ni lo intentes —y con un chasquido de dedos ambas aparecieron en otro lado.
Sana cayó al piso de rodillas por el inesperado viaje. Miró a su alrededor notando las paredes altas de concreto y las ventanas con varios vidrios rotos y sucios muy en lo alto. Alrededor había maquinaria pesada y enorme, pero el abandono y deterioro también eran visibles. El galpón parecía una fábrica abandonada, gris y fría, pero la chica nunca la había visto. No tenía idea de si estaba siquiera en San Francisco todavía.
Sana se recompuso de inmediato al verse en una terrible desventaja. Se puso de pie y limpió sus manos sucias en el pantalón de mezclilla que estaba usando.
—Quiero que sepas que en realidad no tengo nada en contra tuyo, ni siquiera me importas — lo peor de todo es que, de hecho, Sana le creía. La mujer caminó despacio pero decididamente de un lado a otro haciendo sonar con un eco sordo sus tacones.—. Pero tengo una especie de... "acuerdo" con Michael —Lilith rodó lo ojos con exasperación—. No digas nada, ya lo sé, escandaloso —chasqueó la lengua mirando fijamente a Sana—. Yo trabajando con alguien de arriba. Pero es un buen recurso ¿sabes? Mikey fue el que golpeó a Lucifer hasta el Inframundo —Sana se quedó completamente estática, oyendo con atención sin dar crédito a toda la situación. ¿Cómo es que su vida se había transformado en esto? —. Y necesito a alguien que tenga la fuerza que no poseo yo para destruir a esa bastarda mentirosa. En fin, Sana, fue un gusto conocerte pero estoy corta de tiempo.
Lilith chasqueó una vez más sus largos dedos delicados y frente a Sana apareció aquel demonio que una vez creyó simpático y amable; Asmodeus. Tenía los ojos completamente negros y había sangre en sus fauces abiertas y voraces.
Sana tembló sin saber qué hacer.
—Disfrútalo —deseó la rubia, y acto seguido volvió a desaparecer.
La respiración agitada de ambos se escuchaba en todo el galpón y Sana vio su propia muerte reflejada en los ojos agónicamente vacíos del demonio. Sin pensarlo más, Asmodeus se abalanzó sobre la humana dispuesto a arrancar su piel con sus propias garras.
Cerca de invierno era muy extraño ver un gigantesco sol brillante y cálido sobre San Francisco, pero la brisa helada que corría despeinando a los transeúntes lo compensaba.
No parecía un día de lucha, un día de sangre y dolor, pero lo era.
Lilith, quien había aparecido en medio del parque John F. Kennedy, sonrió de lado con uno de esos gestos gatunos y calculadores que la caracterizaban. Estaba complacida de ver que Tzuyu ya la estaba esperando en el mismo lugar, vestida con aquel traje negro azabache con el que la había conocido y sus cabellos pelinegros despeinados flotando contra el viento. No quedaban ni vestigios de aquella Tzuyu sonriente, con camisas floreadas y volátiles y despreocupada.
—Lucifer, querida, qué placer —la rubia comenzó a acortar la distancia entre las dos, y a cada paso que daba una prenda de su ropa se desprendía dejando al descubierto su piel dura y grisácea, reemplazando los viejos harapos del vestido blanco con una especie de armadura oscura y amoldada a cada articulación de su piel. De su cabeza salió una cornamenta enroscada y extraña, mientras que de su espalda se extendieron largas alas similares a la de un murciélago. Sus ojos, normalmente verdes en su envase humano, se habían convertido en dos bolas blancas sin vida.
—¿Dónde tienes a Sana, perra? —los dientes apretados del Diablo denotaban su ira controlada. Lilith frunció el ceño con falsa indignación.
—Tzuyu, cariño, ¿dónde están tus modales? ¿Nunca un Lilith como estás, qué bien te sienta el encierro? —chasqueó la lengua con desagrado, pero tanto aburrimiento que parecía completamente segura de que no podía perder aquel enfrentamiento.
—Cierra la puta cloaca en tu cara que llamas boca —los ojos de la pelinegra se volvieron negros y profundos. La marca del brazo le picaba. Sentía cerca a Mina—. ¿Dónde cojones tienes a Sana?
—Bien —la mujer se rindió ante la falta de comunicación—. ¿Así es como lo quieres? Perfecto.
Y sin mediar más palabras, la lucha comenzó.
Lilith era poderosa, más que ningún demonio perteneciente a Tzuyu, más que muchos de los ángeles rasos que había conocido.
Pero nunca más que el Diablo.
Los golpes en el rostro no faltaron. Lilith se deleitó al ver sangre escurrir por la boca de Tzuyu y fue lo suficientemente rápida como para alzar sus manos en el aire y empujarla sin siquiera tocarla hasta la otra punta del parque. La demonio se carcajeó con intensidad a medida que se acercaba. Tzuyu estaba deshecha y dolorida, tirada en el suelo pero reacia a rendirse.
Alzó su mano en dirección a la mujer haciendo que, de un segundo a otro, esta se cubriera en llamas que le recorrían desde el centro del pecho hasta sus extremidades, logrando reducirla, pero se incorporó rápidamente y contraatacó. Sacó de su armadura dos cuchillos infernales y tiró estocadas en dirección general de la cara de Lucifer. Ésta esquivó cada una con lentitud, como aletargado, y justo en el momento en que uno de los cuchillos fue hasta su garganta, Mina apareció de ninguna parte con su espada angelical clavándosela en la espalda a Lilith. Ella profirió un grito desgarrador y Tzuyu casi pudo escuchar la espada deslizándose fuera de su herida. El diablo sonrió.
Sin previo aviso, aquella batallada en dueto se había convertido en un trio. Puños, patadas, sangre, Mina tirándole a Tzuyu su espada para que combatiera a Lilith, Tzuyu ayudando a Mina a sujetarla con sus fuerzas divinas y demoniacas.
Cuando todo pareció inevitable, Lucifer desplegó sus gigantescas alas de un blanco grisáceo causando una expresión de confusión en el rostro de Lilith. Su aspecto tétrico y poderoso comenzó a perderse, dejando otra vez su envase humano. Estaba amedrentada, observando sin entender nada aquel par de alas que ella misma lo había visto arrancarse hacía tantos milenios atrás.
Tzuyu se echó sobre Lilith y la agarró del cabello con una fuerza descomunal, casi arrancando el cuero cabelludo del cráneo.
—Dime dónde está Sana —y su puño lleno de anillos imponentes impacto con furia sobre su rostro. Un líquido viscoso y negro saltó de la nariz o la boca de la demonio. Era difícil decir.
Ella, fingiéndose altiva como siempre, sonrió mostrando los dientes manchados del mismo líquido. Tzuyu volvió rojos sus ojos e impactó de nuevo en su rostro otras dos veces. Las heridas se abrían y cerraban al instante, pero sabía que dolía. Sabía que Lilith sentía tanto dolor como un humano, pero con la resistencia de un demonio.
—¡Dime dónde tienes a Sana! —Lucifer volvió a arremeter contra la demonio, pero no soltaba ni una palabra. Dagon, consumida por la impotencia y el horror de lo que estaría padeciendo su mejor amiga, puso una rodilla en el suelo y la espada angelical contra el cuello de cisne de la mujer. Lilith perdió, de inmediato, todo rastro de diversión en el rictus.
—¡No, no, no! —rogó, pero Mina apretó más fuerte sacando apenas un hilo de líquido negro de su cuello—. ¡Si me matas nunca sabrás dónde la dejé! —Tzuyu detuvo la mano del ángel con rapidez. Se le notaba nerviosa, casi desvariante.
—Dímelo, perra hija de puta, ella no tiene nada que ver en esto ¡dime dónde cojones lo tienes!
—¡Te lo diré si me dejas ir!
—Tzuyu... —el ángel de ojos color miel la observó titubeante. No era normal que Tzuyu vacilara al tomar una decisión, mucho menos de ese estilo. Ella estaba allí, entregada, rendida, lista para morir. Pero Sana era más importante.
—Mina, suéltala —ordenó. Y, por una vez, la aludida obedeció sin rechistar porque sabía que si la situación fuese al revés ella hubiese hecho lo mismo—. ¿Dónde está?
Lilith sonrió con sorna levantándose a la altura de Tzuyu y poniéndose en puntas de pie para susurrarle la respuesta al oído.
El dolor era punzante y constante. Tenía la pierna rota en tres partes y casi no sentía el brazo cruzado detrás de su espalda erróneamente. Miro a su alrededor, el piso lleno de sangre y la inconsciencia amenazando con, por fin, noquearla por completo para que dejase de sufrir. Se ahogaba en su propia sangre y sentía que no podía respirar.
La cantidad de palizas que Asmodeus le había proporcionado eran bizarramente irreales. ¿Cómo podía alguien disfrutar tanto de la tortura?
No solo la había destrozado, sino que le había narrado todo el proceso mientras escupía una y otra vez lo mucho que la odiaba por haberle envenenado la cabeza a su ama. Cómo había arruinado todo. Cómo no era suficiente, una simple humana asquerosa e insignificante destinada a perecer y llevarse el corazón de su reina con ella.
Gritaba en otro idioma, en uno que Sana no conocía, pero tampoco le interesaba. Apenas sí entendía el español aún con el pitido incesante en su oído izquierdo. Esperaba no haberse quedado sorda, pero la verdad sus esperanzas estaban marchitas.
¿Qué iba a decir Tzuyu? ¿Qué haría? ¿Saldría vencedora de todo esto? ¿Saldría ilesa? Era lo único que le interesaba.
Un llanto desgarrador le perforó la garganta cuando Asmodeus hundió en su pierna sana uno de los cuchillos del infierno que Tzuyu mismo había forjado para ella.
Se iba a ir de este mundo sin haberle dicho a Tzuyu que la amaba.
Asmodeus la agarró del cabello obligándola a fijar su único ojo bueno en su rostro demoniaco.
—Quiero ver en tus ojos cuando tu alma escape de tu cuerpo —subió la mano para dar la última estocada directo en su garganta, pero entonces el predio se iluminó como si un rayo hubiese impactado allí. Las pocas ventanas en pie se habían explotado haciendo que los vidrios volaran como dagas hacia el suelo.
Los dos presentes llevaron la mirada hacia la recién llegada y Sana sintió una calidez penetrante recorriéndole el cuerpo.
—Tzuyu... —susurró ahogadamente la chiquilla con una débil sonrisa sangrienta. El Diablo la miró con la pena y el odio refulgiendo en sus ojos negros. Acto seguido clavó los mismos orbes en Asmodeus, aquel que ella misma había convertido en demonio, en marqués del infierno y su confidente.
No esperó a decir una palabra. No había absolutamente nada que decir cuando la ira burbujeaba en el fondo de su estómago como ácido sulfúrico. Lucifer abrió la boca dejando escapar de ella un espeso humo entre rojo y negro que se metió por la boca de Asmodeus. Sana frunció el ceño sin comprender qué sucedía. El cuerpo inerte de su novia yacía tendido en el suelo como un saco de carne en desuso.
Asmodeus comenzó a proferir gemidos agónicos de dolor mientras caía de rodillas delante de Sana. De sus ojos comenzaron a salir gotas espesas de un líquido viscoso y oscuro, al igual que de sus fosas nasales y boca. Las venas de su cuello se hincharon y el rostro se le puso de un rojo violetaceo claramente insano. El silencio que se creó de pronto fue abrumador. Y repentinamente, explotó.
Pedazos de su cuerpo saltaron por todos lados, mezclados con gusanos, podredumbre y aquella sangre negra que había manchado a Sana por completo, mezclándose con la suya tan roja como el carmín.
El mismo humo rojo que había entrado en Asmodeus, volvió al cuerpo de su novia devolviéndole la consciencia. Se puso de pie con rapidez y derrapó hasta caer de rodillas frente a Sana, manchando su traje negro de diseñador. Los orbes verdes profundos se aguaron, pero no derramó ni una lágrima.
—Oh, ángel, joder... —la acunó en sus brazos para tenerlq más cómodo, pero Sana emitió una queja de dolor en cuanto la movió—. Lo sé, mi amor, lo siento —chasqueó sus dedos una vez haciendo que todos sus huesos rotos se unieran y todas las laceraciones en su cuerpo desaparecieran. Lo único que quedaba de aquella tortura extensa y exhaustiva eran recuerdos que no podría borrar y la ropa empapada de viscosidad negra y sangre todavía húmeda.
Sana se arrastró hasta quedar sentada a horcajadas encima de Tzuyu y la rodeó con sus brazos llorando con suavidad, casi sin hacer ruido. Por fin, el Diablo se sentía más serena; tenía a su ángel en los brazos, sana y salva. No dudaba en que todo lo que había sucedido con el traidor de Asmodeus dejaría marcas emocionales profundas, pero al menos estaban juntas. Sana estaba bien.
—Shh... shh... tranquila, estás a salvo, estás a salvo —intentó susurrar palabras de conforte en el oído de la humana, pero ésta no dejaba de temblar en sus brazos sin querer despegarse ni un poquito de Tzuyu.
—P-pensé que m-me iba a morir —susurró. La pelinegra sintió su corazón romperse en mil pedazos, pero solo atinó a enterrar su nariz en el cuello de su ángel y dejar besos suaves allí.
—Jamás. Jamás dejaré que algo así vuelva a sucederte, Sana —juró, y aquella promesa tenía gusto a eterna.
Por primera vez desde que se había enterado que Tzuyu era el Diablo, Sana se subió a uno de sus autos, el cual estaba estacionado afuera del galpón. No sabía cuál era, pero su color rojo fuego la reconfortaba y los asientos de cuero italiano olían a nuevos.
Mina estaba allí dentro, en el asiento del conductor. También manchado de sangre negra y roja, probablemente perteneciente a Tzuyu. No se atrevía a preguntar todavía qué había sucedido, si había visto a Lilith, cómo la había encontrado. Ni siquiera se permitía a sí mismo pensar en la tortura a la que había sido expuesta, sin embargo en su mente se reproducía en un loop infinito la explosión del cuerpo de Asmodeus. Jamás había visto algo así, y probablemente jamás iba a volver a verlo.
Resultó ser que la fábrica abandonada solo estaba a cincuenta kilómetros a las afueras de la ciudad. Se sintió pequeña y a la merced de criaturas muchísimo más fuertes y más inteligentes que ella.
Ninguna habló durante todo el viaje, pero Tzuyu no dejó de abrazarla ni un minuto. La necesidad física que sentían la una por la otra era abrumadora.
Tardaron solo una hora y media hasta llegar al edificio de Tzuyu, y se encontraron con que Jihyo, Jeongyeon, Andras (Nayeon) y JC estaban ya allí, en la sala principal, discutiendo casi a los gritos sobre qué hacer exactamente.
JC caminó con rapidez hacia ellas cuando notó la sangre en todos lados, y fue sucedido por el resto de los presentes que rodearon principalmente a Sana para preguntar cómo estaba. ¿Por qué nadie se estaba preocupando por Tzuyu más que JC? ¿Por qué a ella no le preguntaban cómo estaba y si seguía herida?
Sana derramó unas lágrimas silenciosas sin responder absolutamente nada. Tzuyu se acercó de nuevo a ella y la rodeó con los brazos obligándola a esconderse en su pecho.
—¡Luci ¿qué mierda pasó?! —Jihyo la increpó sabiendo que probablemente tenía la culpa—. ¡Dijiste que lo tenías controlado!
—Lilith nos agarró a todos por sorpresa —Mina saltó en defensa de la pelinegra con el ceño fruncido.
—¡¿Y no pensaron en avisarnos?! —exclamó Jeongyeon.
—¡¿Están dementes?! —Andras (Nayeon), quien traía el costado de la cabeza completamente rapada y lo que le quedaba de pelo era negro, puso los ojos del mismo color.
—Están ahogándolas —JC se paró en frente de su cuñada y su hermana—. Empatía, es lo único que estoy pidiendo. Acaban de volver, no sabemos qué sucedió y solo escucho las voces acusadoras de tres seres que deberían ser apoyos. Tranquilícense —quizás había sido su ceño fruncido o la voz autoritaria y fría que había utilizado, tan impropia de él, pero JC logró finalmente que todos se disiparan y cerraran la boca por cinco minutos.
—Gracias... —susurró Tzuyu, a lo que el castaño respondió con un asentimiento—. Ángel, ve a recostarte unos minutos. Cierra las puertas y descansa —la chiquilla obedeció sin rechistar, arrastrando los pies y sintiéndose todavía atolondrada.
—Tzuyu ¿qué pasó? —Andras se puso delante de la reina intentando comprender, pero su rostro demacrado no auguraba nada bueno.
—Ella se hizo pasar por la novia de Levi y atacó a Sana. Se la llevó a la fábrica de neumáticos afuera de la ciudad e hizo que Asmodeus la torturara... —Tzuyu, completamente consciente de que su humana preferido probablemente podría escucharlas, intentó hablar en un susurro casi ininteligible. No quería que rememorara todo aquello. No quería que volviese a pensar en eso nunca más.
Jeongyeon parecía tan escandalizada como furiosa en partes iguales. Jihyo miraba hacia un punto fijo en ninguna parte, probablemente culpándose por no haber estado allí.
—¿Quieres que hable con ella? —ofreció JC, pero Tzuyu negó suavemente balanceando la cabeza.
—Luego —contestó. Andras suspiró pesadamente aclarándose la garganta.
—Tenemos malas noticias —soltó sin anestesia.
—Joder, ¿ahora qué?
—Michael está en la Tierra —la voz de Jihyo sonaba ausente—. Es lo último que escuchamos de los ángeles.
—Tenemos que reagruparnos y seguir el plan, Tzuyu —Mina puso una mano sobre el hombro del Diablo, brindándole un confort nuevo que realmente era necesario en ese momento. La mujer asintió varias veces con la boca en una línea recta y las cejas ligeramente fruncidas.
—¿Cuál plan? —preguntó Andras (Nayeon).
Tzuyu suspiró pesadamente e hizo un ademán para que esperaran. JC verbalizó aquello ofreciendo que todavía no era el momento. Sin decir una palabra más, su hermana caminó pesadamente hasta su cuarto donde Sana se encontraba abrazada a las almohadas con los ojos rojos por el llanto pero completamente en silencio.
—Mi amor —susurró inclinándose detrás de ella y abrazándola por la espalda—. Tenemos que irnos de aquí —besó con suavidad la nuca de la menor. Sana sabía a sudor y sangre, pero no le importaba.
—¿Dónde iremos? —se volteó para poder mirar fijo a los ojos verdes de su novia quien le correspondía como si todas las estrellas brillaran en sus orbes cerúleas.
—Es un secreto... —sonrió apenas, con debilidad, intentando infligirle confianza. Sana enredó sus dedos con los de Tzuyu.
—¿Mis padres y Levi?
—Estarán bien, lo prometo. Lilith no está interesada en ellos y Michael no puede tocar a los humanos o mi padre se va a molestar.
—Si es que aparece, porque no es el padre más presente del mundo.
—Sí, lo sé —suspiraron al unísono y compartieron un beso suave, cargado de sentimiento.
—Bueno... vamos...
Cuando todos aparecieron de repente en la cocina donde Dahyun estaba preparando la cena, los ánimos seguían por los suelos. La cuchara con salsa que la muchacha sostenía en la mano, cayó al suelo repentinamente y en el rostro perfecto y dulce no había más que molestia.
—Algún día me van a matar de un susto —se quejó, justo a tiempo para que Mina la estrechara entre sus brazos y besara sus labios con miedo. Agradecía tenerla allí, lejos de donde el infierno se estaba desatando—. ¿Qué sucede? —preguntó en un susurro notando la cara larga de Sana y Tzuyu, y los rostros compungidos del resto de los seres sobrenaturales de la habitación.
—Te pongo al tanto después —respondió con un susurro inseguro para luego darle otro beso en la sien—. ¿Qué estás cocinando?
—Hola a todOs —saludó recién después de aquello, pero contestaron sin mucho entusiasmo—. Estoy haciendo pasta.
—¿Tiene huevo? —JC se acercó a la cocina con media sonrisa reconfortante. Le caía increíble Dahyun.
—No, es pasta vegana —respondió con una sonrisa brillante. Mina no podía dejar de verla.
—¿Eres vegana?
—No, pero planeo serlo eventualmente.
—Dubu es vegetariana —aclaró Mina mientras la abrazaba por la espalda interrumpiendo el movimiento del cucharón limpio en la salsa.
—Cool —JC hizo aparecer un par de ingredientes más en la mesada dejando a la morena de piedra mirándola fijamente—. Por si necesitas más cosas para cocinar, los ángeles son bastante despistados con eso porque no necesitan comer —Dahyun dejó caer la mandíbula y volvió sus ojos hacia su novia.
—¿No necesitas comer? Pero siempre me haces cocinar y te comes DOS platos de todo, Mina.
—A ti te gusta cocinar —se excusó—. Y a mí me gusta comer, aunque no lo necesite —esta vez miró a JC achinando un poco los ojos con el sarcasmo en la punta de la lengua.
En otro costado, donde una vitrina preciosa y antigua de madera esperaba con botellas de alcohol importado del Inframundo, Andras, Jeongyeon y Jihyo compartían una charla de estrategias bastante airadamente. Pretendían murmurar pero los siseos extremadamente fuertes y el aumento del tono de Andras (Nayeon), las dejaban al descubierto.
Pronto, más de lo que podría cualquier de los presentes haberse imaginado, el ambiente se tornó armonioso y cauteloso en partes iguales. Poco a poco, los ángeles y demonio fueron acercándose también a la cocina para disfrutar de la preparación de la comida y repartirse tareas. Por primera vez en muchísimos años, Dahyun se sentía como si tuviese una familia, una de verdad... una buena.
Sus ojos se escapaban de cuando en vez para espiar a Sana y Tzuyu quienes se mantenían apretujadas en el sofá individual de la pequeña sala contigua. La humana parecía estresada y en sus ojos brillaban lágrimas que amenazaban con salir.
Por su parte, Tzuyu la mantenía pegada a su pecho, envuelta en sus brazos y susurrándole cosas al oído que nadie más que ellas sabrían nunca.
Decidió no seguir espiando el intimo momento y dedicarse a terminar la cena para el resto.
Lucifer se sentía profundamente responsable por todo lo que su ángel estaba experimentando. Necesitaba saber que estaría bien, que se iba a recuperar de aquel golpe traumático que había pasado. Sana era una humana, no conocía realmente el dolor que un demonio podía infligirle, más allá de lo físico, lo que eran capaces ellos de hacer con su cabeza.
—Siento tanto no haber podido protegerte —el murmullo suave fue sucedido por una serie de besos suaves en la mejilla y el cuello de Sana, quien los recibió sumisamente. La chiquilla intentaba mantener sus ojos cerrados ante las palabras y el contacto porque sabía que se rompería en llanto si los abría.
—Está bien, estás ahora... fuiste por mí —aseguró pegándose más a Tzuyu, sintiendo la necesidad de fundirse en ella.
Los besos continuaron y las manos de Tzuyu recorrieron una y otra vez el cabello de su novia, mimándola todo lo que podía. Pasaron varios minutos, muchos más de los que parecían realmente, hasta que la ojiazul abrió sus ojos y secó cualquier rastro de lágrimas. Una sonrisa sincera pero débil se posó en sus labios y procedió a estirar la cabeza para poder besar a Tzuyu en los labios.
Se besaron lento y profundo, cargados de una emoción en la que ambas estaban ahogándose desde el primer día que se habían conocido. Por la cabeza de Sana cruzó la loca idea de decirle a Tzuyu que la amaba, decírselo ahora mismo y con firmeza por si no volvía a tener otra oportunidad.
—Tzu... —comenzó, pero fue interrumpido por el llamado de Andras (Nayeon) a la mesa.
La burbuja de intimidad se había reventado.
Jeongyeon se encontraba poniendo los cubiertos y Jihyo los vasos mientras Mina se encargaba de terminar el jugo de naranja recién exprimido. Dahyun y JC todavía hablaban sobre sus dietas y de lugares en la ciudad con menú aptos.
En un santiamén, los platos estuvieron servidos con ayuda de Andras y todos se sentaron alrededor de la larga mesa rectangular.
JC se había sentado en la punta con Tzuyu a un lado y Sana al otro.
—¿No sientes como que te faltan cinco comensales, hermanito? —se burló recordando la última cena, escondiendo la risa detrás del vaso de jugo que se bebía. Sana le dio un puñetazo suave, pero también le causó gracia.
—Graciosísimo, T —JC se llenó la boca de pasta.
—¿Por qué te traicionó Judas? —preguntó Dahyun desde la punta contraria, sosteniendo el tenedor curiosamente. Tzuyu se rio en voz alta atragantándose ligeramente. Los ángeles, quienes también sabían la historia, se mantuvieron calladas y cabizbajas con las mejillas sonrojadas.
—Eso es mentira —aclaró el hombre. Mordió su labio inferior un poco apenado y suspiró pesadamente, como si estuviese recordando algo—. El que me vendió fue Juan.
—¿Juan? ¿Pero que ese no era como tu favorito o algo así? —la voz de Sana se escuchó escandalizada por encima de todos los cubiertos chocando con los platos y el silencio del resto.
—Sí, éramos buenos amigos, pero se enteró que Judas y yo como que... ya sabes —la confusión duró poco, pues de repente Dahyun se atragantó con el jugo y Sana se quedó boquiabierta con el tenedor lleno de pasta en el aire—. Nos dijo que éramos unos degenerados y me entregó con los romanos, y después dijo que Judas era el que me había delatado por un par de monedas. Todos lo odiaron, yo me morí y bueno... ya saben lo que pasó con Judas al final... —JC suspiró con melancolía.
—No inventes —la ojiazul estaba todavía anonadada. Jesús apretó los labios y subió los hombros.
—Pasó hace un montón de tiempo, Judas está bien. Le ofrecí el mismo trato que a Maggie y mis padres pero decidió quedarse en el Cielo como humano y los humanos no pueden bajar a la Tierra.
—¿Fue al Cielo? —Dahyun intervino de nuevo.
—¿Cómo que los humanos no pueden bajar a la Tierra?
—No, cuando un humano muere su alma va a la Ciudad Dorada y como no son seres celestiales ni tienen amiguitos VIP como Jesús, solo pueden vivir allí. Y claro que fue al Cielo —contestó Tzuyu—Juan es el que está allá abajo. No puedes engañar a mi padre, hacer que maten a su hijo cruelmente y simplemente salirte con la tuya.
—Que se joda Juan —habló Jihyo.
—Sí, que se super joda —Dahyun parecía indignada y un poco aniñada. Mina sonrió con dulzura y acarició su mejilla amorosamente. A veces se le olvidaba que Dahyun era la más pequeña de todas ellas.
—¿Y Judas no quiso volver como tú, tus padres y Maggie?
—No, es feliz allá arriba... —apretó los labios con clara disconformidad y siguió comiendo.
Las charlas fueron derivando en un montón de anécdotas disparatadas e increíbles sobre el mundo en general. Tzuyu quejándose de como los humanos de mierda la habían culpado por un montón de cosas que no había hecho realmente. Claro que tampoco tenía un historial intachable, pero ese era otro cantar.
Jihyo y Mina habían explicado con lujo de detalles cómo funcionaban las cosas en la Ciudad Dorada, quienes entraban, quienes estaban años en el purgatorio para expiarse de pecados menores y estúpidos para poder entrar finalmente. Jeongyeon, por su parte, sonreía mientras hablaba del Cielo como algo precioso en donde todos obtenían lo que más deseaban y estaban rodeados de sus seres amados por el resto de la eternidad. También era importante que el tiempo pasaba de forma diferente, como si no existiera en absoluto. No había sufrimiento, no había dolor, solo paz.
Andras (Nayeon) orgullosa de su trabajo en el Infierno, también había contado con demasiados detalles innecesariamente sangrientos y grotescos, cada castigo brindado por ella o por Adán, quien era de los mejores torturadores de allá abajo.
Sana y Dahyun se sentían abrumadas, pero también agradecidas al poder contestarse a sí mismas uno de los grandes misterios de la vida; ¿qué había después de la muerte?
Con los estómagos llenos y el ánimo más arriba, fue tiempo de dilucidar el plan cuidadosamente preparado por JC y Tzuyu.
—Para poder ganar esta batalla es necesario que nos preparemos —JC cruzó las piernas mientras convertía en vino su jugo de naranja restante —. Nosotros somos seis y ellos solo dos, pero el poder que Michael maneja vale por el doble de nosotros...
—También el de Tzuyu, y tienen a tres ángeles y un demonio, y tú eres mágico —agregó Sana con esperanza, pero el hombre se limitó a levantar las cejas con incertidumbre y menear la cabeza.
—No creas que eso significa demasiado. Jihyo, Jeongyeon y Mina son simples ángeles y Andras y yo no poseemos ni por asomo la divinidad que Michael y Tzuyu manejan. Además de eso, si bien Lilith es también nada más que un demonio, fue la primera mujer que Tzuyu convirtió y eso le otorga mucho más poder que al resto —Sana se fue desinflando de a poco al oír las palabras. Las probabilidades no sonaban nada prometedoras—. Guiaremos la batalla a la plaza San Marco porque es el lugar más alejado que hay de la ciudad y con menos gente al que podemos acceder. Si lo hacemos de otra forma corremos el riesgo de que Lilith y Michael quieran llevarnos hacia donde podemos crear más destrucción. Tenemos que procurar el menor daño colateral posible.
—¿Con eso te refieres a muertes, verdad? —Dahyun se mordisqueó las uñas con inquietud.
—Sí. Ninguno de nosotros puede revivir a los ya fallecidos, así que hay que cuidar eso.
—JC tomó prestada la espada de San Miguel cuando estuvimos visitando a Maggie en la Toscana —agregó Tzuyu.
—La espada de San Miguel es la única capaz de matar a un arcángel, pero solo si es otro arcángel quien la empuña y comete el fratricidio —aclaró—. Lilith es un poco más fácil de vencer. Cualquiera de sus armas sirve para el cometido, pero tienen que ser certeros, de otra manera puede curarse con muchísima rapidez y no les dará tiempo de hacer otro intento.
—Vamos a vencerlos —aseguró Tzuyu con media sonrisa ladina. Sana le tomó la mano por debajo de la mesa y la subió hasta poder besar sus nudillos.
—¿Qué hay de nosotras?
—Tú y Dahyun van a quedarse en la isla hasta que todo termine —contestó Mina, cortando de golpe la queja de los humanos—. Si están presentes nos van a ralentizar, Lilith y Michael no dudarán en usarlas para contraatacar.
—Nuestras probabilidades son mejores si se quedan en un espacio seguro —culminó Andras, no muy segura de la decisión, pero dispuesta a acatar órdenes de quienes más sabían.
—Mañana empezamos con el entrenamiento.
Dentro, en la casa, todos estaban descansado finalmente, excepto por Tzuyu y Sana.
La noche era profundamente oscura, y las estrellas y luna brillaban en el centro de un cielo sempiterno y glorioso. La brisa, tan suave como tibia, provocaba el mecimiento sereno de las palmeras y las olas del mar. Sana estaba disfrutando de aquel lugar precioso. Una isla en ninguna parte que le pertenecía completamente al Diablo.
—Me encanta la playa... —susurró la castaña apoyando su cabeza en el hombro de Tzuyu, mirando hacia el horizonte. La contraria sonrió y besó el cabello de Sana—. Cuando tenía diez u once años, mi papá nos llevaba a Mile Rock Beach cada dos fines de semana. Yuta siempre buscaba rocas bonitas y me las regalaba. Teníamos una colección entera —el ambiente era tan calmado cuando estaban las dos solas alejadas del resto del grupo que era imposible no sentirse embelesada por la voz de Sana.
—¿Dejó de llevarlos? —la pelinegra giró apenas la cabeza observando a lo lejos su casa segura. Todas las luces estaban apagadas, lo que indicaba que todos estaban ya dormidos o en proceso de dormirse.
—Sí, no es que no quisiera llevarnos pero empezó a trabajar más que antes para pagar la colegiatura de mis hermanos porque no nos alcanzaba ni con el trabajo de Christian o Dominic. Además siempre quiere sacar a mi mamá a lugares lindos a cenar o invitarla a algún lado.
—Un tipo romántico —ambas rieron.
—Sí, mi papá es el mejor. A veces me pregunto qué hubiese sido de nuestras vidas si Yun estuviese vivo —Tzuyu se puso ligeramente tenso ante la mención del padre biológico de su ángel, pero decidió no ahondar en el tema. Sana no quería saberlo y Tzuyu no quería decirlo.
—¿Lo echas de menos? —tanteó el terreno sin comprometerse demasiado. Sana acarició la arena alrededor suyo, fuera de la cobija que habían puesto para no ensuciarse.
—No lo recuerdo en absoluto, era un bebé cuando murió. Supongo que por eso mis hermanos llaman Daiki a mi papá y no papá —sonrió mirándola a los ojos—. Apenas he escuchado historias de Yun, a mamá no le gusta mucho hablar de él.
—¿Quieres que te cuente de él?
—¿Lo conociste?
—Sí. A todos... he estado contigo desde que naciste —Sana frunció el ceño confundida pero con la sonrisa sutil e imborrable en los labios.
—Okay... para nada preocupante.
—Tenía que cuidarte, lo siento.
—¿Me has visto... ya sabes? O sea... —Sana se rio con nerviosismo y las mejillas enrojecidas—. Es decir ¿has estado en mi cuarto o algo así cuando me vestía o...?
—No, no, claro que no —Tzuyu la empujó ligeramente a modo de juego—. No soy una pervertida. He estado en tu cuarto un par de veces mientras bailabas cantando Lady Gaga o los Backstreet Boys. También cuando estudiabas o llegabas llorando del trabajo por algún tipo de frustración. Me mataba no poder consolarte.
—Dios, eso es embarazoso —Sana se tapó la cara con ambas manos y rio tras de ellas.
—No, es tierno —la atrajo hacia su cuerpo, acariciando su cintura—. Tu eres tierna. La humana más amable, dulce y altruista que he conocido en toda mi vida. Eres quien me devolvió la fe en la humanidad —Sana mordió su labio inferior con los ojos brillando a la luz de la luna—. Sé que suena estúpido considerando quien soy, pero también es cierto.
—Tzu... —susurró la chiquilla sin poder evitar sentirse extasiada con las palabras de aquel maravilloso ser que estaba sentada a su lado a orillas del mar. No concebía la idea de que hubiese nada malvado realmente en ella, aunque sabía más.
—¿Sí, ángel? —la menor se acercó dándole un beso suave en los labios mientras acariciaba los cabellos oscuros del Diablo tan suaves y sedosos como el raso fino.
—Te amo —murmuró contra su boca, profundizando el beso con ahínco. Tzuyu rodeó a la chiquilla con sus brazos, posicionándola a horcajadas encima suyo, disfrutando de su piel tostada por el sol y el sabor a café recién hecho de su boca. Se separó ligeramente, viendo aquellos orbes que le habían robado la voluntad desde el primer parpadeo. Tan serenos y llenos de amor, uno que Tzuyu creyó que no merecía, uno del cual pensó que no era digna ni pura para recibir.
—Yo te amo a ti, Sana. Con cada fibra de mi existencia, hasta el final de todo... —Sana rio dulcemente y le dio tres besos cortos.
—Es gracioso lo dramática y fatalista que te pones cuando eres romántica ¿sabes? —Tzuyu le correspondió y lo tiró con suavidad en la manta contra la arena.
—Oh, cierra la boca —acarició el rostro de Sana con cariño—. Cuando todo esto acabe haremos una fiesta en diciembre para celebrar tu cumpleaños y el de JC, invitaremos a todos tus amigos y vamos a bebernos todo lo que esté en mis vitrinas —Sana se rio y besó su mandíbula.
—Mhm, me gusta esa idea. ¿Qué tal si mejor me llevas a la playa?
—¿Con tanto frio? Tendré que llevarte a Bora Bora.
—¿Será verano allí? —Tzuyu asintió—. Suena bien —las manos traviesas del Diablo continuaron acariciando a Sana por debajo de su camisa blanca—. ¿Tzu?
—¿Sí, mi ángel?
—¿Vas a hacerme el amor? —las mejillas de la chiquilla se encendieron de un momento a otro, tomando desprevenida a su novia. La miró de arriba abajo, tan apetitosa como siempre, tan suave y despreocupada que le provocaba cosquillas en el estómago. Una sensación extraña que jamás había sentido.
—¿Aquí? ¿Ahora? —su respiración se puso pesada. Sana asintió efusivamente y enredó los dedos detrás de la cabeza de Tzuyu y lo atrajo hacia sus labios con un movimiento sagaz—. ¿Y si nos ven los demás?
—¿El Diablo pudoroso? —rio. Tzuyu le mordió suavemente el labio inferior.
—Solo protejo tu virtud, preciosa. Si fuera por mi... te empotraría en cada maldita superficie del lugar.
Sin decir otra palabra, Tzuyu le robó la respiración con un beso apasionado, mordiendo su labio inferior en el proceso y robándole un gemido de lo más profundo de su ser.
Sus cuerpos se rosaban en un vaivén lento mientras las manos de Sana se atrevían a explorar por debajo de la ropa de Lucifer. La piel dura y suave, sus músculos definidos y el calor que emanaba, le resultaba increíblemente sensual hasta un punto enloquecedor. Pronto, Sana comenzó a sentir arena en demasiados lugares molestos y la pasión fue reemplazada por una risa tonta mientras intentaba continuar besando y acariciando a Tzuyu. Su mano se coló por debajo de los pantalones de la contraria. No llevaba ropa interior.
—Amor... —susurró Sana encontrándose con el miembro imposiblemente duro de la mujer. Un gemido gutural se escapó de sus fauces y entonces notó que los ojos de Tzuyu estaban negros—. Acabo de recordar algo.
—¿Es éste el momento adecuado, ángel? —Tzuyu se movió contra el puño de Sana disfrutando lo resbaloso que todo se sentía por su líquido preseminal y la suavidad de la mano de la humana.
—Es que ¿tienes lubricante o condones? —empujó ligeramente a Tzuyu indicándole que se acostara contra la manta mientras ella continuaba masturbándola.
—Oh, joder, Sana —el Diablo cerró los ojos ligeramente intentando recobrar la compostura, pero le era imposible cuando estaba disfrutando tanto. La chiquilla se deleitó observando las expresiones de su amada con una sonrisa en el rostro—. Puedo-Puedo chasquear... los dedos y...
—No —respondió tajantemente, aumentando el ritmo de su mano—. No me molesta que uses tus poderes, pero no lo quiero en nuestra intimidad. Pero dime... ¿no te gustaría poder hacerlo? —acercó sus labios a la oreja de Tzuyu y mordió suavemente el lóbulo soltando un ronroneo deseoso—. ¿No te gustaría poder abrirme con tus dedos despacio, tenerme suplicándote por más?
—Joder, Sana —Lucifer la miró fijo con dos perlas negras en los ojos, bajando la mano para apretar el trasero de su novia.
—¿Te gustaría poder simplemente tomarme y follarme fuerte y duro contra la arena? —gimió suave acercando sus labios a los contrarios y repartiendo besos ruidosos y húmedos, apretando un poco más el agarre del miembro de una jadeante y desesperada Tzuyu—. La próxima vez... —susurró, sintiendo lo tensa que su novia estaba poniéndose en su mano—. Quiero que acabes dentro de mí y me llenes... —con un último gemido lastimero y potente, Tzuyu llegó al clímax manchando la mano de Sana que cada vez se movía más y más lento hasta por fin detenerse por completo. Acto seguido, y bajo la atenta mirada satisfecha de la ojiverde, Sana subió los dedos hasta su boca y chupó sin perderse ni un segundo la expresión de la contraria.
—Mierda... mierda —sin esperar a recomponerse ni un segundo, Tzuyu empujó a Sana con fuerza para que callera en su espalda y lo besó profundamente—. ¿De dónde cojones sacaste toda esa charla sucia? —Sana se rio quedito dejando que Tzuyu le bajara los pantalones y la ropa interior hasta medio muslo.
—Stacy me dijo que a las chicas y chicos les gustaba eso —se fue quedando sin aire al hablar cuando sintió la mano de Tzuyu masturbándola con maestría.
—Joder ¿puedo lamerla? —marcó su cuello con un chupetón rojizo sin esperar respuesta, pero Sana contestó entre gemidos de todas formas.
—No, no aquí, tengo ar-arena en... todas p-partes —se sujetó de los hombros de Tzuyu retorciendo los deditos de sus pies, demasiado abrumada por el placer. Tzuyu era realmente habilidosa.
—Bien ¿quieres terminar? —su voz sonaba varias octavas más graves. Sana asintió efusivamente abriendo su boca en una perfecta o y haciendo su cabeza para atrás—. ¿Serás una buena chica y acabaras cuando te lo ordene?
—Tz-Tzuyu... s-si... —una sonrisa diabólica fue esbozada en el rostro de Lucifer quien aumentó el ritmo de su movimiento. Sana, quien ya estaba excitada desde antes que su novia le pusiera un dedo encima gracias a sus jadeos y expresiones de placer, no podía aguantar ni un minuto más de aquella dulce tortura—. P-por favor... —Tzuyu, con los ojos negros, desaceleró las caricias para alargar el momento cúspide, pero aquello no le hizo ni pizca de gracia a la humana, quien volvió a apretar el agarre y se movió contra la mano de su novia— Tzuyu, por favor... —y luego de morderle el cuello con posesividad, le susurró al oído:
—Córrete —y sin poder contenerse, se vino con un jadeo profundo, tirando con demasiada fuerza los oscuros cabellos de Tzuyu y arqueando su espalda.
Por un minuto eterno, las dos se quedaron en silencio recuperando la respiración y disfrutando del absoluto silencio de la noche. Las estrellas brillaban con muchísima luz. Sana sonrió.
—Eso fue... intenso —susurró Sana. Tzuyu rio por lo bajo y se sacó la camiseta para poder limpiarlas a ambas.
—Te deseo otra vez.
—Ey, con tranquilidad, macho alfa. No tengo el aguante de un ser sobrenatural —ambas se rieron al unísono disfrutando de un beso apasionado a la luz de la luna.
—Te amo tanto...
—Y yo a ti.
Se quedaron durante una hora más en silencio, oyendo las olas romper contra alguna roca y las hojas de las palmeras silbar con la brisa aterciopelada. Más caricias fueron repartidas, más besos fueron brindados. Inundados de un amor que iba más allá de los tiempos y el espacio... ajenos a que ese, podría ser su último momento juntas.
Quedan 3 capitulos.
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