Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝓔𝓵 𝓬𝓸𝓻𝓪𝔃𝓸́𝓷 𝓭𝓮𝓵 𝓶𝓸𝓷𝓼𝓽𝓻𝓾𝓸: 𝓭𝓲𝓮𝓬𝓲𝓷𝓾𝓮𝓿𝓮

Mis pensamientos se habían quedado vagando con Bimba. Había algo extraño ocurriendo, pero no lograba descifrar qué era. Algo que iba mucho más allá de los cambios visibles en el entorno.

Mientras trataba de analizar la situación, mi cuerpo era calmado del dolor por una ducha con el agua ajustándose con exactitud a la temperatura necesaria para aliviar los rastros de la paliza.

No había mentido a Caelus cuando dije que me sentía mejor. Sí, me sentía adolorida en zonas específicas, pero era algo soportable. Tenía también algunos hematomas, pero nada sorprendente. A pesar de todo, él no terminaba por convencerse. Decía que la fuerza de los ángeles era descomunal y que, en teoría, debería tener los huesos rotos. La idea me hacía pensar que quizá quienes me golpearon lo hicieron con la fuerza precisa para no dejarme severamente dañada, aunque tal consideración de su parte me parecía una completa locura.

Al salir de la ducha, una oleada de agotamiento se apoderó de mí, como si mi cuerpo pidiera a gritos un descanso inmediato. Me vestí con rapidez, y al notar que el sueño comenzaba a nublar mis pensamientos, volví al lavabo para lavarme la cara con agua fría, intentando mantenerme alerta. Todavía quedaba hacer otra visita a Bimba, y extrañamente, sentía algo en el estómago que me decía que no quería volver. Nunca antes me habían hecho un examen interno. Bimba, de hecho, siempre los había evitado con una insistencia inquietante, asegurando que no eran necesarios. Ahora, sin embargo, su postura había cambiado drásticamente, empujada por la orden—o más bien, mandato—del ángel.

Cuando regresé con Caelus, vi que se veía casi tan cansado y agotado como yo. Él ángel perfecto tenía una expresión de deplorable agotamiento en su rostro, era increíble, viéndole así parecía más real y no esa fantasía divina perturbadora.

—Lucius está averiguando qué se necesita para tu examen. Debe estar listo ya, así que volveremos enseguida —me avisó.

Nos encontrábamos en la casa de Lucius. Caelus había traído un cambio de ropa para mí. Afuera, el sol parecía haberse ocultado por completo, aunque en los niveles más altos del paraíso, las estrellas brillaban con una intensidad constante, como si nunca se apagasen las luces.

—Ambos estamos agotados —solté sin rodeos.

Caelus me observó con atención, enderezando su postura en un intento deliberado por parecer más alerta. Sin embargo, sus hombros todavía dejaban entrever el peso del cansancio.

—Es momento de descansar —añadí, haciendo hincapié—. Además, las almas divinas como yo no tenemos permiso para vagar de noche.

—Eso cambia si estás conmigo —aclaró él, con la misma calma que usaba para imponer su autoridad.

—Ya no estoy tan segura de eso —respondí, recordando vívidamente cómo me habían arrastrado a una sala y golpeado, aun cuando Caelus había estado presente.

Él apretó los labios, y por un momento, la furia atravesó su voz.

—Eso no va a volver a ocurrir jamás.

—Quiero descansar, Caelus. Lo necesito.

El ángel se quedó en silencio, observándome durante algunos largos minutos. Sin embargo, no había rastro de enojo en su mirada, solo una resignación tranquila ante mi insistencia.

—Está bien —cedió finalmente.

La falta de protesta me sorprendió, pero me sentí aliviada de que hubiera accedido tan fácilmente.

Al llegar, ni siquiera me molesté en cambiarme de ropa. Por suerte, el vestido era sencillo y cómodo, lo suficientemente ligero como para pasar por una versión más elegante de un camisón. Me quité los zapatos con un suspiro de alivio, sintiendo cómo mis pies se liberaban al fin del peso del día. Sin perder tiempo, caminé hacia la cama, lista para dejarme caer en ella y rendirme al sueño. Sin embargo, justo cuando me inclinaba, una mano firme me detuvo en seco.

—¿Dónde crees que vas? —preguntó Caelus, su tono era firme pero sin levantar la voz.

Me giré hacia él con una expresión entre cansancio e impaciencia.

—A dormir —respondí, como si fuera lo más obvio del mundo.

Caelus no retrocedió. Se cruzó de brazos con aire deliberado, sus ojos quedaron fijos en los míos, como si estuviera esperando a que recordara algo importante.

—Dormiremos juntos —aclaró con calma—. Recuerda, llegamos a un acuerdo.

Me quedé inmóvil por un momento, vacilando entre el cansancio que me nublaba la mente y la súbita incomodidad que me produjo su declaración. Había olvidado por completo esa condición. En realidad, ya habíamos dormido juntos una vez, aunque apenas tenía recuerdos claros de ese momento. Probablemente no fue incómodo... o quizá el hecho de haber estado inconsciente durante todo el tiempo me ahorró cualquier incomodidad.

—¿Piensas romper tu promesa? —insistió el ángel, con tono sereno, aunque con un matiz de exigencia subyacente.

Fruncí los labios, sopesando la situación.

—¿Es necesario que duerma encima tuyo?

—Sí —respondió sin añadir explicación alguna. Aunque la pregunta era más para ahorrar tiempo, porque yo ya conocía los motivos detrás de eso.

Resoplé, resignada.

—Entiendo. Vamos.

Mi cuerpo reclamaba descanso de manera urgente, y en mi estado de agotamiento sabía que no me costaría ignorar la incomodidad inicial. Además, el joom de Caelus tenía la propiedad especial de inducir sueño en quienes lo usaban. Con Caelus como barrera, el joom emitiría la dosis justa para permitirme descansar profundamente sin arriesgarme a quedar atrapada en un sueño del que no pudiera despertar. Sería un descanso tibio, reparador, que al menos me devolvería una parte de la energía perdida.

Caelus fue el primero en acomodarse sobre el joom, dejándose caer de espaldas con la tranquilidad despreocupada de quien está acostumbrado a ocupar su espacio. El gran cojín gigante cedió bajo su peso, amoldándose a su cuerpo y alas con una suavidad casi etérea. Yo lo observé un momento, sintiendo cómo los latidos de mi corazón se aceleraban sin razón aparente. Sin más alternativa, me deslicé junto a él, acomodándome sobre su pecho boca arriba. 

El cuerpo de Caelus irradiaba un calor sereno, y aunque la situación era incómoda al principio, la incomodidad pronto se convirtió en una sensación extraña, casi placentera. Me sentía nerviosa, sí, pero no era algo desagradable. Podía sentir la respiración lenta y constante del ángel debajo de mí, y en cada exhalación, una pequeña parte de la tensión en mis músculos se iba desvaneciendo.

Por un momento, ambos quedamos inmóviles, como si cualquier movimiento adicional rompiera esa frágil burbuja de calma. Caelus, que normalmente se mostraba imperturbable, parecía tan sorprendido como yo por la cercanía que la situación había provocado. Noté cómo su respiración vaciló apenas un segundo, y una tímida rigidez se apoderó de su cuerpo. Mis dedos juguetearon distraídamente con el borde del joom, intentando disimular los nervios que me invadían, pero la tranquilidad latente en la postura de Caelus comenzó a colarse en mí, poco a poco.

—Relájate —susurró, su voz era baja y casi titubeante. Fue un murmullo que apenas rompió el silencio entre nosotros, pero su tono no llevaba la orden de siempre, sino algo más suave, más cercano.

Y sin darme cuenta, dejé que mi cabeza se apoyara un poco más en su pecho, sintiendo el latido constante de su corazón debajo de mí. El calor del joom y su presencia hicieron lo suyo: un sueño cálido y reparador me envolvía lentamente, borrando los últimos restos de resistencia que quedaban en mi mente.

En algún momento de la noche fui consciente de que los brazos del ángel se habían acomodado a mi al rededor, abrazándome, me sentía tan en calma que eso no importó, incluso me resultó agradable. De lo adormilada que seguía mi mente solo buscaba un refugio, y en ese momento, Caelus lo fue. Sin embargo, a la mañana siguiente, la realidad nos golpeó como un viento frío al abrir los ojos. No fui la única en despertar sobresaltada y con el corazón encogido por lo que había ocurrido. Pero, a juzgar por la expresión en el rostro de Caelus, él estaba aún más desconcertado que yo.

Ninguno dijo nada, pero nuestras miradas expresaban todo por sí solas. De cualquier forma, tuvimos poco tiempo para hablar, ya que un ruido ensordecedor, provocado por alguien golpeando con insistencia la puerta de la pequeña choza, nos había despertado en primer lugar. Me levanté rápidamente de encima de él, al mismo tiempo que él apartaba sus brazos de mí con la misma agilidad.

Corrí hacia la pequeña habitación y, tras cerrar la puerta, me dejé caer al suelo, sentándome de bruces. Necesitaba tiempo para procesar qué santos me estaba ocurriendo. Mi respiración era irregular, y por más que intentaba tranquilizarme, no lograba dar sentido a lo que sentía.

Al otro lado en la sala alguien seguía llamando de manera insistente a la puerta. Caelus se ocupó de abrir, y yo, sorprendida ante nuestra primera visita, vigilé a través de una pequeña hendidura de la puerta.

Si bien, la vista no era tan accesible, podía escuchar pasos con claridad, unos pasos diferentes a los de él: apresurados e impacientes.

—Nimeth —dijo Caelus, su tono reflejaba una sorpresa contenida—. ¿Qué haces aquí?

—¿Tanto tiempo sin vernos y eso es lo primero que me dices? —respondió una voz femenina, alterada y claramente molesta. Su tono tenía esa mezcla incómoda de reproche y familiaridad—. Así que este es el lugar donde has estado escondido. Usar los árboles Morthelit para pasar desapercibido fue una jugada inteligente, lo admito.

—Te arriesgaste mucho al venir aquí —soltó con una nota de fastidio en la voz—. Si lo hiciste es porque alguien te reveló mi paradero. Dime, ¿quién fue?

—No tienes derecho a reclamarme nada, no después de todo lo que me has hecho. —El tono de ella se endureció, reflejando una ira contenida que hacía eco de la de Caelus—. Si estoy aquí, es para advertirte que no soy la única que sabe dónde te escondes. Deberías sentirte aliviado de que yo haya llegado primero.

Desde mi escondite, ajusté mi postura para observarla mejor. La puerta crujió levemente cuando la empujé un poco más, apenas lo suficiente para tener una vista clara. Finalmente pude verla: era una ángel, tan majestuosa como cualquier criatura alada del cielo. Su cabello, tan fino y brillante como la luz misma, caía en cascadas perfectas alrededor de su rostro. Sus alas se agitaban sutilmente, como si reflejaran el enfado que se arremolinaba dentro de ella. Un brazalete adornaba su brazo, y su vestimenta, ajustada a la perfección, destacaba su figura con una elegancia intimidante.

—Si no me lo quieres decir, encontraré la forma de averiguarlo —advirtió Caelus, sin perder la calma—. Ahora, ¿por qué estás aquí?

—Vine a salvar tu trasero, estúpido —contestó Nimeth, entre molesta y preocupada—. Y también a saber qué demonios está pasando. No me creo lo del compromiso. ¿Qué intentas realmente?

Caelus no mostró ninguna emoción, como si la pregunta no le afectara en absoluto.

—¿Salvarme de qué, exactamente?—preguntó el ángel, ignorando por completo la pregunta de ella.

—Mi hermano te tiene en la mira, y sospecho que no es el único.

Una idea rápida pasó por mi mente tras escucharla hablar. Si ella era la hermana de alguien, de alguien que tenía en la mira a Caelus, ese alguien probablemente se tratara de aquel guardia con el que discutió cuando nos apresaron. Y atando esos cabos, entonces ella era la anterior prometida de Caelus. Tenía sentido que estuviera furiosa.

—El idiota de Rheus tiene que aprender a dejar el pasado atrás —respondió Caelus, relajado, como si la situación no tuviera mayor relevancia para él—. Lo que sabes es lo que de seguro has escuchado, voy a casarme.

—Con un alma divina, sí. Todos hablan de eso. —Nimeth lo interrumpió con cierto ápice de amargura—. Pero quiero saber la verdad. ¿Qué te pasó? Te encerraste durante meses, aislado de todos, sin decir una palabra. Y de repente, apareces como si nada y anuncias que te vas a casar.

Caelus se encogió de hombros con aparente indiferencia.

—Supongo que, visto así, sí es sorpresivo.

—No juegues conmigo. No va a funcionar. —Nimeth lo miró con una mezcla de frustración y preocupación—. Sabes que puedes contar conmigo, pero necesito saber la verdad, Caelus.

—No necesito nada de ti, Nimeth. —El tono de Caelus fue cortante, aunque no desprovisto de cierta gratitud—. Agradezco tu advertencia, pero es todo.

—Sigues siendo tan testarudo como siempre. —Ella comenzó a observar la habitación con creciente sospecha, sus ojos recorriendo cada rincón con precisión. Yo contuve el aliento, sabiendo que si seguía buscando no tardaría en encontrarme.

Me giré rápidamente, escondiendo todo mi cuerpo detrás de la puerta entreabierta. No la cerré del todo, para evitar que el ruido alertara su atención, pero sabía que no le costaría mucho descubrirme. La habitación era pequeña, y mi escondite no era precisamente el más ingenioso.

—Si ya terminaste, agradecería que te marcharas —dijo Caelus con una calma que parecía forzada.

—¿Dónde las escondes? —preguntó Nimeth, y su tono dejó entrever un interés inquietante.

La pregunta me desconcertó. Yo esperaba que me buscara a mí, pero su interés parecía estar dirigido hacia otra cosa. La curiosidad se encendió dentro de mí como un fuego difícil de ignorar. ¿A qué se refería con "ellas"?

Me puse de pie con sigilo y volví a asomarme. Nimeth seguía explorando, abriendo pequeños compartimentos y revisando con insistencia. Caelus se interponía en su camino con cada paso, pero la determinación de ella era evidente. Mi corazón se aceleró cuando la vi aproximarse velozmente hacia la puerta donde yo me escondía.

Caelus también se movió para detenerla, pero antes de que pudiera hacerlo, tomé una decisión impulsiva. Abrí la puerta por completo, saliendo de mi escondite y dejándome ver.

El silencio se apoderó de la sala. Nimeth se detuvo en seco, con sus ojos clavados en mí, llenos de sorpresa. No era a mí a quien buscaba, pero mi presencia la dejó momentáneamente sin palabras.

Notoriamente fastidiado, Caelus hizo un ademán para presentarnos, frente a la evidente situación que, a esa altura, ya no se podía ignorar.

—Celestia, te presento a Nimeth, una celebridad del primer nivel del paraíso. Nimeth, te presento a Celestia, mi prometida.

Yo también me quedé congelada por unos segundos. Había visto muchas criaturas aladas hasta ese momento, pero ninguna como Nimeth. Ella irradiaba un aura cautivadora que acaparaba toda mi atención. Aunque sus pies tocaban el suelo, su porte imponente y la ligereza de sus alas la hacían parecer que flotaba por encima de todos. Su cuerpo era una perfecta combinación de fortaleza y belleza. Me sentí deslumbrada.

—Es un gusto —dijo Nimeth, rompiendo el trance en el que ambas parecíamos haber caído.

Correspondí a su saludo con una reverencia discreta y respetuosa. Noté cómo Caelus me observaba con recelo ante mi gesto

—Celestia es encantadora —comentó la ángel con una sonrisa suave. No detecté ninguna malicia en sus palabras, pero luego sentí el sutil roce de su poder divino, intentando influenciarme—. ¿Realmente deseas casarte con Caelus?

La pregunta me tomó por sorpresa, pero tuve que pensar rápido. Sabía que el control angélical no funcionaba en mí, pero debía responder con cuidado para no levantar sospechas.

—Sí, realmente deseo casarme con Caelus —respondí imitando la entonación monótona que había visto usar a Bimba cuando Caelus empleó su poder sobre ella. No fue una actuación perfecta, pero pareció convencer a Nimeth.

—Si vuelves a hacer eso con ella, me enfadaré de verdad —intervino Caelus con frialdad—. Ni siquiera yo lo hago.

El desconcierto de Nimeth fue evidente.

—¿Estás diciendo que ella…?

—El amor no es un mito después de todo —contestó Caelus con satisfacción en la voz—. Ahora vete.

Nimeth y yo compartimos una mirada cómplice, una que daba entrever que tanto ella como yo teniamos mucha curiosidad por hacer y responder preguntas. Sin embargo, la simple idea era algo peligroso  A pesar de la aparente inofensividad de la ángel, sabía que no podía confiar en ella. Esa aura inocente y angelical era solo una fachada; Caelus me lo había enseñado muy bien.

Apenas se marchó, Caelus volvió a dirigirse a mí. El Caelus de la mañana, sereno y ligeramente avergonzado por su comportamiento. se había marchado por completo, ahora se veía más bien molesto y amenazante. Di un paso atrás cuando se aproximó. Su entrecejo se frunció con aparente desconcierto ante mi reacción.

—¿Qué ocurre? —preguntó. A pesar de la intensidad de su aura, su tono de voz no parecía enojado, así que intenté relajarme.

—Lo siento, pero te veías muy molesto.

—Solo estoy un poco irritado, pero no tiene nada que ver contigo—replicó, dejando escapar un suspiro que sonó como un leve retumbo en la habitación.

—Lo entiendo. Era ella tu ex prometida, ¿verdad?

Él asintió.
—Que ella haya llegado hasta aquí no es una buena noticia. Vamos a tener que movernos —dijo, con sus ojos destilando una seriedad que me puso en alerta.

—¿A dónde iremos? —pregunté, sintiendo que la ansiedad comenzaba a burbujear en mi estómago.

—Para empezar, con Lucius. Tengo una vaga idea de lo que buscan, y al menos quedarnos allá nos dará algo de tiempo

—¿Qué es lo que buscan?

—Encontrar cualquier forma posible para someterme. No te lo conté antes, pero estoy siendo investigado desde antes de que nos conociéramos. Mi hogar está detenido; no puedo acceder hasta que me liberen de ese asunto —explicó, su mirada estaba fija en un punto distante, como si recordara algo doloroso.

—¿Y por qué te investigan?

—Hablaremos de eso cuando estemos en casa de Lucius. Llevaremos apenas equipaje, así que espero que no te hayas encariñado demasiado de este lugar, porque no volverás a verlo nunca.

Aquel comentario, lejos de preocuparme, fue un alivio monumental.

—¿Cómo es que averiguaron tu paradero? —pregunté, intentando encontrar algún rastro de lógica en toda esta confusión.

—Eso es algo que solo había revelado a Lucius, y él es muy discreto con su información —respondió, cruzando los brazos con seguridad.

—¿Crees que él haya sido intimidado o que haya sido capaz de hacerlo? —inquirí.

—De ningún modo. Jamás mentiría y jamás faltaría a su palabra —aseguró, su tono era lleno de confianza, pero su mirada revelaba una sombra de duda.

—¿Entonces, cómo? —presioné, intentando conectar los puntos en mi mente.

—Su subordinado podría haber tenido acceso a la información —explicó, su voz serena contrastaba con la tempestad de pensamientos en mi cabeza.

—¿Estás insinuando que pudo haber sido Jo? —pregunté, la preocupación se transformaba de pronto en una sensación helada.

—No puedo asegurarlo, pero es lo que creo.

A pesar de su posición y de gozar de cierto poder, Jo seguía siendo un alma divina, influenciable ante las órdenes de los ángeles. La idea de que él hubiera sido quien reveló la información no parecía realmente descabellada.

—Entonces si ha sido Jo —continuó hablando Caelus—. Lucius no podrá oponerse a que invadamos su hogar por un par de días. Quizá incluso sea mejor y se ponga todavía más en marcha con mi defensa —añadió, con un destello de diversión cruzando su rostro.

Esa última idea parecía divertirlo tanto como lo fastidiaba. Por otro lado, me había invadido cierta preocupación. Si acaso Jo había sido entrevistado por los ángeles, no sería dificil que pudieran acceder a mayor informacion sobre mí. Y si bien, eso no me preocupaba, el pensar que pudieran conocer de mis seres queridos me causó terror.

El último minuto que pasamos en esa choza, que jamás me digné a llamar hogar, fue liberador. Aquella estructura sombría había sido el escenario de muchos malos recuerdos, un refugio donde la luz parecía extinguirse, literal y figurativamente. Si bien, Caelus seguía siendo un misterio, cada vez me daba más pistas útiles, y parecía volverse más accesible a revelarme información. Jugaría con todo eso a mi favor. Aunque estabamos jugando en el mismo equipo, no podía dejar de verlo con ojos de enermigo. Estar al lado de él hacía que mi corazón bombeara poderoso en alerta.

Guardé lo básico de vestimenta en una improvisada bolsa de tela que había confeccionado a partir de otro vestido, ajustándola a mi cuerpo como mejor pude antes de subir a los brazos del ángel. Una vez estuvimos en lo alto, Caelus se detuvo y me invitó a observar hacia abajo.

Sentí un vertigo abrumador, la distancia era enorme. Entonces, un espectáculo inquietante captó mi atención. Los árboles que rodeaban la choza comenzaron a moverse, sus troncos retorciéndose con vida propia. Se alzaban y se deslizaban, absorbiendo todo a su alrededor, arrastrando y desmembrando la pequeña casita que había sido testigo de mis momentos más oscuros.

En medio de aquella destrucción, comprendí que estábamos dejando atras algo mas que un simple lugar físico.

*  *  *
Me tardé en escribir porque el tinte de ideas estaba algo seco. Me costó reconectar con la historia al inicio de este capítulo, pero creo que poco a poco lo fui logrando :) gracias por leer!

Se agradecen y valoran mucho votos, lecturas y comentarios.

XOXO

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro