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𝓒𝓸𝓷𝓸𝓬𝓲𝓮𝓷𝓭𝓸 𝓪𝓵 𝓶𝓸𝓷𝓼𝓽𝓻𝓾𝓸: 𝓸𝓷𝓬𝓮

Cuando el efecto del baño relajante dejó de hacer lo suyo, volví a sentirme recelosa con respecto a Caelus. Pensamientos intrusivos me asaltaban: ¿Planeaba matarme? Imaginaba que, en el momento en que menos lo esperara, sacaría un arma divina y atravesaría mi corazón. Temía incluso por mis propios pensamientos. ¿Podría leer mi mente? Había escuchado tanto sobre lo poderosos que eran los seres divinos que cualquier idea, por absurda que fuera, parecía probable.

A decir verdad, ya había desechado la opción de telepatía después de varios intentos ridículos por comunicarme telepáticamente con él. No había reaccionado en absoluto, así que no parecía tener esa capacidad. O bien, quizás estaba haciendo justo lo contrario de lo que yo quería para pasar desapercibido.

Estaba enloqueciendo.

Elaboré mentalmente una lista de interrogantes que deseaba poder responder. En primer lugar, ¿quién era Caelus realmente? ¿Qué tanto debía desconfiar? (porque confiar no era una opción). ¿Por qué me había secuestrado de mi hogar?

En la historia del paraíso, nunca jamás se había sabido de algún alma que hubiese podido escapar de su vínculo con un ángel. De hecho, nadie había querido hacerlo. Todos parecían sospechosamente cómodos en su rol. Era absurdo. Y lo encontraba todavía más absurdo habiendo pasado solo 24 horas en el paraíso. El trato que le daban a las almas era una verdadera humillación. Las denigraban, y era ridículo que no manifestaran ni una sola gota de indignación ante ello. Algo estaba muy mal en todo esto, y lamentablemente, iba a tener que adentrarme en un sitio que no deseaba para encontrar las pistas que me llevarían hacia la libertad de los seres que amaba y la mía propia.

Después de haber pasado más de cinco minutos en contacto piel a piel con el ángel, ya no podía soportarlo más. Me costaba respirar adecuadamente cuando él estaba tan cerca de mí. Ya no servía distraerme mientras sentía sus fuertes brazos sujetándome y apegándome a su cuerpo. Odiaba lo que sentía mientras nos manteníamos en esa posición. Además, la ropa que llevaba puesta era terrible, porque podía sentirlo demasiado, realmente demasiado.

Cuando paramos y pude bajarme de encima de él, me sentí aliviada y volví a respirar con normalidad.

—Necesito que me escuches y me obedezcas esta vez, Celesteia —la forma en que Caelus subrayó con un tono de voz más profundo "me obedezcas esta vez" me hizo poner en alerta. ¿A qué se refería? No recordaba haber hecho algo descortés o demasiado rebelde, salvo lo del teatro.

—Le escucho —dije, y su expresión fue burlesca, como si no creyera lo que estaba diciendo o como si le estuviera desafiando. No tenía sentido.

—La prenda que traes puesta es de un valor de difícil acceso, solo unos pocos ángeles podrían costear algo así —vaya, ahora comprendía la insistencia en cambiar mi vestuario, por eso se veía tan incómodo, pero él mismo me la había entregado después de todo—. Los ángeles desprecian a las almas, como te habrás dado cuenta. Te fulminarán con la mirada cuando libere el campo de seguridad que nos está ocultando ahora mismo. Al igual que en el teatro, te pediré que solo mires adelante, no agaches la cabeza y camina de la mano conmigo.

Sus palabras volvían a ser sospechosas, pero no pondría reclamos.

Asentí y acepté su mano cuando me la tendió.

—Gracias —otra vez, sentí la incomodidad invadiéndome salvajemente ante su tacto. Él estaba tranquilo y me sonrió. Observé sus ojos, que se habían quedado mirándome fijamente—. Iremos andando, y ve respondiendo a mis preguntas.

Asentí otra vez. De pronto, en menos de un pestañeo, a nuestro alrededor aparecieron estructuras y criaturas divinas. La ciudad de lujo en la que nos encontrábamos parecía sacada de un libro de destinos majestuosos, con torres de cristal que se alzaban hasta los cielos, conectadas por puentes dorados que resplandecían con una luz suave y cálida. La arquitectura era una mezcla de lo clásico y lo moderno, con detalles intrincados en cada columna y arco, como si cada edificio contara una historia antigua. Los jardines flotantes colgaban entre los edificios, con flores en tonalidades nunca antes vistas por mis ojos, iluminando el entorno con una belleza sobrenatural. A lo lejos, una fuente de agua cristalina caía en cascada desde las alturas, creando un sonido relajante que contrastaba con el bullicio de los angeles y almas que circulaban.

Mentalmente, traté de ignorar a las criaturas divinas a mi alrededor, sin embargo, fue difícil no notar a las almas que les acompañaban. Algunos se ocupaban de transportar objetos, cajas o bolsas. Otros hacían labores de limpieza o estética en las calles y la infraestructura. Por suerte, nadie parecía estar sufriendo o siendo tratado de manera indignante, más allá de ser probablemente explotados laboralmente.

No sentía que la ropa realmente destacara tanto, sin embargo, sí era diferente en comparación a los vestuarios en tonos beige y genéricos que usaban las demás almas. Lo único que compartíamos era el calzado, que consistía en sandalias de tela simple y resistente, diseñadas para soportar largas jornadas de pie o caminando. Las preguntas que me hacía Caelus ayudaron a que dejara de concentrarme tanto en lo que ocurría a mi alrededor mientras caminábamos hacia un destino que aún desconocía.

—Dime tu color favorito.

Conocía los nombres de los colores por los libros y por la flora celestial, sin embargo, en mi hogar, la variedad era escasa, por lo que solo había visto en vivo diferentes tonalidades de amarillo. Pero en las pocas horas que llevaba en el paraíso, había podido apreciar unos cuantos más.

—Celeste...

—¿Habrá otro color que te guste?

—Ese color me gustó mucho.

—¿Es por el vestido que te obsequié?

—¿Cuál es su color favorito?—pregunté, omitiendo a propósito responder a la pregunta que me había hecho con lo que me pareció fue un tono demasiado interesado y risueño.

—Realmente me gusta mucho el color lila, creo que se vería exquisito en ti.

Me llenó de nervios que me hablara de esa forma y con tanta confianza. Era absolutamente inapropiado.

—Celestia, necesito que dejes de hablarme con formalidad. Haz lo que te pido. Vamos a entrar ahora.

Ingresamos a una de las estructuras, una tienda de vestuario. El tamaño del lugar era colosal, al punto que superaba a mi hogar por cuatro veces. Sus paredes irradiaban una luz cálida que parecía emanar de ninguna fuente visible, iluminando las prendas como si flotaran en el aire. Los tejidos eran de una calidad exquisita, e increiblemente suaves al tacto. La inmensidad del espacio me sobrecogía, y la amplitud del lugar daba la impresión de estar en un santuario más que en una simple tienda.

—Llevaremos todo lo que quieras, Celestia —avisó Caelus.

No creía que me estuviera hablando en serio, y muy pronto comencé a sentir miradas incómodas y la sensación de ahogo me abrumó. Quizás no eran tantos ángeles los que me observaban, pero no quería voltear para comprobar cuántos efectivamente eran. Con que ya hubiera uno era suficiente para incomodarme. Estaba en su territorio, tocando y examinando las prendas que estaban diseñadas para ellos, era fácil adivinar la ofensa que eso les provocaba. Sin embargo, si podía permitirme ser realmente sincera, sentía un deleite secreto en la oportunidad que se me presentaba. Aunque fuera solo una especie de ilusión, parecía que en ese momento los ángeles no eran superiores a mí.

—Cariño, se acerca la seguridad hacia nosotros. Lo resolveré, por favor continúa eligiendo lo que desees —dijo Caelus, pero antes de alejarse, me dio un beso en la cabeza. Fue tan inesperado que me dejó perpleja. Un cosquilleo incómodo recorrió mi cuerpo con ese gesto, una sensación extraña y del todo inapropiada.

Mientras examinaba la ropa, miraba a Caelus de reojo. Se veía calmado, lleno de un carisma que parecía natural en él. Logró despachar rápidamente a los ángeles de seguridad que se habían acercado. Cuando volvió a mí, reparó en la pieza de tela que tenía en mi mano.

—Eso es ropa interior, Celestia, bastante sugerente, de hecho —dijo mientras me quitaba la prenda de las manos, que apenas estaba examinando. Solo entonces noté que era un vestido muy corto y delgado, no una polera como pensé en primer lugar—. Vamos a llevarlo.

Escuché una risa y al buscar de dónde venía, me encontré con una ángel. Era tal cual Caelus, una criatura de belleza angelical. Parecía inofensiva y bondadosa, pero dudaba que esa fuera su verdadera naturaleza.

—Las almas son realmente adorables, ¿no lo cree? —dijo la ángel a Caelus, con un tono cordial y cortés—. Las adoro, quiero tener mil. ¿Dónde consiguió la suya? Luce encantadora.

La forma en la que comenzó a hablar de mí, como si yo no estuviera allí, como si no pudiera escuchar, me molestó profundamente y me dejó confundida.

Caelus, que parecía estar atento a mis reacciones, se aproximó más a mí y me tomó por la cintura, atrayéndome hacia él.

—No se imagina la cantidad de cristales puros que tuve que ofrecer para tenerla —dijo, y sentí que él también comenzó a hablar de mí como si no pudiera escuchar todo eso.

—Su cabello se ve muy suave... y su aroma, ¡huele exquisito! Si piensa en ponerla a la venta, por favor contácteme.

La ángel le entregó una tarjeta de presentación a Caelus. Él la miró de reojo y se la guardó en el bolsillo. Sentí un profundo asco y náuseas.

—Qué honor conocerla, Diora. Usted es la responsable del teatro —mi atención aumentó tras escuchar a Caelus decir esas palabras—. He asistido a los espectáculos que realiza con sus almas divinas. Es impresionante.

La ángel pareció entusiasmarse y sentirse halagada tras las palabras de Caelus.

—¡Oh! Siempre es un placer escuchar eso. Mis marionetas son solo la mejor selección. ¿Cuál es su nombre? No recuerdo haberlo visto frecuentemente.

—Mi nombre es Lucian —respondió Caelus. Entendí que mentía, pero ni siquiera yo estaba segura de qué era verdad y qué era mentira.

—Encantada. Por favor, venga más seguido al teatro, tendremos nuevas adquisiciones pronto. Y, por supuesto, traiga a su adorable alma a la sala de espera. Ellos disfrutan compartir con los suyos, es un lugar seguro para que lo hagan allí.

—Lo tendré en cuenta.

Estuve contando en silencio todo el tiempo para contenerme de apartar las manos de Caelus de mi cintura. Él jugaba a propósito, sabiendo que no haría ninguna resistencia o comportamiento sospechoso en público.

Cuando la ángel se alejó, me giré rápidamente y di pasos hacia atrás para recuperar la distancia entre nuestros cuerpos.

—¿Puede, por favor, dejar de hacer eso? —protesté, procurando mantener un tono calmado y mi enojo bajo control. Caelus guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón y me miró con una aparente expresión de confusión.

—¿A qué te refieres exactamente, Celestia?

—Lo detesto todo, realmente —solté, arrepintiéndome de las palabras tan pronto como las pronuncié. Respiré hondo y traté de calmarme antes de continuar—. Por favor, no me toque sin avisar.

Quería pedir muchas más cosas, expresar muchas más cosas, pero no estaba en la posición de hacerlo.

—Está bien —la manera rápida y calmada con la que Caelus respondió me dejó perpleja—. Todavía me sigues hablando tan formalmente. Lo odio.

—Es que somos desconocidos —le recordé—. Intentaré mejorarlo.

Caelus y yo seguimos caminando por la tienda. El ambiente se sentía más pesado con cada paso que daba, las miradas no habían parado en ningún momento y sentía como si se intensificaran, acechando cada uno de mis movimientos. Traté de concentrarme en las prendas que colgaban ante mí, pero la sensación de ser observada se volvía insoportable.

—¿Te gustaría ver algo más? —preguntó Caelus con una amabilidad que, en ese momento, solo logró inquietarme más.

—No lo sé... Tal vez solo quiero salir de aquí —respondí, incapaz de disimular la incomodidad que sentía.

Caelus me observó detenidamente, como si estuviera evaluando mi estado. Luego, asintió lentamente, y me ofreció su brazo.

—Vamos entonces, pediré lo que has escogido para que lo lleven a casa. Me gustaría que por ahora, te pusieras este que escogí para ti.

Salí de esa tienda vistiendo la prenda más hermosa que jamás había llevado en mi vida. Era un vestido lila en detalles violeta y morado. Salir al aire exterior me resultó refrescante, como un alivio después de haber estado atrapada en un espacio donde el tiempo parecía haberse detenido. Mi ánimo lentamente mejoró.

—¿Dónde estamos yendo? —pregunté, el ángel iba silencioso y parecía pensativo.

—Todavía a ningún sitio. Me preguntaba si estarías preparada para conocer al Consejo Divino.

Detuve mi caminar, y Caelus, como si fuera una extensión de mí, también se detuvo.

—¿A qué se refiere? —pregunté, tratando de desentrañar sus palabras.

—De todas las cosas que te he pedido, desobedeces las más importantes.

Solté un suspiro de pura frustración. Una vez más, Caelus expresaba sus quejas sobre mi supuesta falta de disciplina, algo que parecía ser una constante entre nosotros. No lograba entender qué era lo que realmente le molestaba.

—Estoy esforzándome por obedecer —respondí, con un tono suave, controlando cada palabra para no perder la compostura.

—Precisamente ahí está el problema.

—Por favor, sea claro.

—En tus esfuerzos, cometes muchos errores —sus palabras podrían haber sonado a reprimenda, pero su tono de voz estaba teñido de una calma inquietante—. Y eso te hace demasiado evidente, mi querida Celestia. Pero necesitamos tener esta conversación en un lugar más privado.

Caelus extendió sus brazos hacia mí, una imagen que podría haber sido casi cómica si no fuera por la seriedad de la situación. Parecía como si estuviera pidiendo un abrazo, pero sabía que se refería a otra cosa: quería que voláramos, que me llevara con sus alas majestuosas.

—Gracias por avisar, en lugar de simplemente tomarme —dije. Era un cambio, aunque no dejaba de ser incómodo y desagradable.

—¿Prefieres que lo haga lento o rápido?

—No voy a montarme sobre usted y a abrirme de piernas como antes, con este vestido sería aún más incómodo. No crea que no me he dado cuenta de lo que hace. Es un pervertido.

Caelus adoptó una expresión que no supe cómo interpretar; parecía genuinamente perplejo, como si hubiera quedado atrapado en un pensamiento durante lo que pareció un largo segundo. Pero, de repente, estalló en una risa descontrolada.

—Oh, mi Celestia —dijo entre carcajadas—, eres única. Te tomaré en mis brazos y seré cuidadoso. Te aseguro que no soy ningún pervertido. Si alguna vez he tenido una reacción que me delatara, te pido disculpas. Eres hermosa y atractiva, pero no tengo intenciones ocultas. Lo prometo.

Sentí una mezcla de vergüenza y furia, pero decidí fingir que le creía.

Cuando volvimos a la privacidad de aquella casucha que aún me negaba a llamar hogar, no perdí tiempo en retomar la conversación anterior. Caelus había mencionado algo sobre mi falta de obediencia, o mejor dicho, mi supuesta falta de obediencia.

—Sea claro —exigí. No sentía miedo por mi vida, a pesar de estar en una clara desventaja.

—Lo seré —respondió Caelus, con una sonrisa que contrastaba totalmente con mi seriedad—. Pero aún no puedo dejar de pensar en lo que me dijiste. Nadie me había tratado así antes.

Omití cualquier comentario y lo observé con atención, esperando que retomara el tema.

—Mi Celestia, como dije, eres única. Extraordinaria, más bien —comenzó el ángel—. Te pedí más de una vez que no me llamaras por mi nombre, y sin embargo, lo seguiste haciendo. Te pedí que me trataras con menos formalidad, y lo seguiste haciendo. Te pedí que no agacharas la cabeza ante los ángeles, y lo hiciste. No te pedí que volvieras a mí después de salir corriendo a ver el alma encadenada en el teatro, y sin embargo, regresaste.

Hizo una pausa dramática. Parecía que esperaba una explicación de mi parte, pero no la tenía. Simplemente había pasado. No tenía más que hacer que escuchar.

—Entonces, querida, ¿lo entiendes al fin?

—Le pedí que fuera claro, pero solo está repitiendo lo mismo. Le dije que... te dije que me esforzaría por mejorar. Y lo haré.

—No entiendes que estoy jugando una carta riesgosa, Celestia. Voy a confiar en ti.

Caelus se acercó a mí, acortando el espacio entre nosotros, mirándome como si pudiera ver a través de mis pensamientos.

—No te puedo controlar, Celestia. Eso es lo que pasa contigo.

Escuchar esas palabras fue como si una luz iluminara la oscuridad que había nublado mis pensamientos. Era algo tan obvio, pero jamás lo había considerado. Tenía razón.

—Lo sospeché en un momento... —comencé a decir—, pero no podía estar segura hasta ahora. Ustedes... los ángeles... controlan a las almas divinas. Por eso no se quejan, y hacen todas las cosas ridículas y terribles que les piden.

Quise vomitar. Sentí que el mundo giraba y que mis rodillas se debilitaban. La ansiedad corría desenfrenada por mi cuerpo.

—Así es como son las cosas. Imagino que tendrás tu opinión al respecto.

—¿El hecho de que me hayas robado tiene que ver con que no puedes controlarme? —pregunté. Al fin, las respuestas que tanto había anhelado comenzaban a emerger.

—Te advertí que en ocasiones puedo ser impulsivo. Nunca tuve la intención real de robarte —escucharlo asumir la culpa del crimen que había cometido, hacía que me sintiera solo un poco menos terrible—. Te descubrí la primera vez que nos vimos. Iba a hacerte desaparecer, después de un poco de tortura, pero no cediste, y saliste corriendo.

—Me ibas a matar...

Caelus soltó una risa.

—No comenzamos nuestra relación de la mejor manera, es verdad. Pero si te consuela saberlo, aquella vez te dejé huir. Cuando me di cuenta de lo que hiciste, me aseguré de que nadie más pudiera atraparte. Luego te convertiste en un enigma, una obsesión para mí durante algún tiempo.

—Estás demente —sentencié, alejándome de él.

—Lo que intento decir es que me vi forzado a traerte conmigo. Ahora estoy seguro de mis sospechas: no puedo controlarte, y creo que ningún otro ángel puede hacerlo. Eres una amenaza para nosotros —sus palabras, acompañadas de una seriedad repentina, me llenaron de temor—. Eres todo lo que necesito en este momento, Celestia. Si colaboras conmigo, yo lo haré contigo. ¿Comprendes?

Decía que yo era una amenaza, pero él tenía todo el poder y el estatus de su lado.

—¿Qué es lo que quieres, Caelus?

Él sonrió, pero no era una sonrisa amable.

—Desde ahora, vamos a empezar a entendernos mejor, mi querida Celestia.

Hoy tardé un poquito más en actualizar :) pero aquí está el capítulo de la semana. Espero lo hayan disfrutado, muuuuchas gracias por leer, por favor sigan comentando sus percepciones sobre la historia. Hasta la próxima semana :)

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