𝓐𝓷𝓽𝓮𝓼 𝓭𝓮 é𝓵 : 𝓭𝓸𝓼
Bimba sabía que yo no estaba muerta. Ambas lo comprendíamos, aunque nunca habíamos abordado el tema directamente. Mensualmente, me examinaba, revisando mis signos vitales. Ella me había enseñado sobre eso y algunas nociones básicas del funcionamiento del cuerpo humano, pero me advirtió que debía mantenerlo en secreto.
—Hoy nos visitaron ángeles en la academia. Sus alas son realmente asombrosas —comenté, y Bimba pegó un brinco, aparentemente asustada al escucharme.
—¿Cómo era su forma?
A mi criterio, Bimba era el alma divina más hermosa. Su cabello oscuro, una melena corta con ondas suaves, le daba una apariencia elegante. Era también la más alta de todos nosotros, superando incluso a los demás en estatura. Además, poseía una fuerza que se reflejaba en sus abrazos, los cuales me hacían sentir cálida y protegida.
—Bueno... como la nuestra, humana. Aunque sé, por los libros, que esa no es su forma original. ¿Tú has visto a un ángel en su verdadera forma?
—En realidad me parece que ellos no tienen una forma precisa. Imitan la nuestra por su belleza y utilidad, pero no he visto documentos que lo describan con exactitud. Me sorprende que hayan visitado la academia de forma tan abierta. Tu curso aún es muy principiante, ¿no?
Bimba me había atrapado. Los ángeles que había visto lo hicieron desde una gran distancia, cuando, en medio de una clase, me distraje mirando hacia otro salón mayor, donde algunas siluetas de las criaturas divinas eran visibles. No fui la única que reparó en ellos; otros compañeros estaban tan absortos como yo.
—Hoy, uno de nuestros maestros bromeó con algo que no me gustó para nada, Bimba.
—¿Ah, sí? Cuéntame qué fue.
Era un nuevo maestro que había llegado recientemente a nuestra clase, justo cuando estábamos por terminar el segundo año. Mis calificaciones eran buenas, al igual que las de todos en mi curso. No había nadie que destacara; éramos estudiantes normales, tranquilos, cumpliendo con lo que se esperaba de nosotros. Las amistades genuinas resultaban difíciles de forjar, ya que las actividades eran mayormente individuales y durante los recreos no se permitía hacer ruido. Solo jugábamos ajedrez en silencio, evitando cualquier comentario, bajo la atenta mirada de los tutores, quienes se aseguraban de que no se produjera la más mínima cháchara social.
—Este profesor dijo que, si teníamos suerte, alguno de los ángeles podría enamorarse de nosotros y reclamarnos.
—Ah, Cel, ¿en serio les dijo eso?
—Me parece de muy mal gusto. El curso en el que estoy no nos prepara para eso, y no deseo que ese sea mi destino. Lo que explicó me sonó como una relación de esclavitud.
—¿Esclavitud? ¿Dónde aprendiste esa palabra, Cel?
—Ah... Jo me habló sobre eso hace años. Me contó algunas historias. Me pareció interesante, pero terrible. Qué complejo era nuestro mundo humano, ¿no? Aunque en los últimos tiempos... he sentido que aquí, aunque diferente, hay muchas cosas que no encajan.
—Es normal cuestionarse y reflexionar, Cel. Estás aprendiendo del mundo —dijo Bimba, terminando de examinarme. Anotó algunos apuntes en el cuaderno que siempre utilizaba para mí. Luego se sentó en su escritorio y estiró los brazos, echándose a descansar—. Cel, los ángeles son criaturas realmente excepcionales y existimos para servirles, independientemente de nuestra labor como almas humanas. Lo más sensato es hacer tareas lejos de ellos. Son complejos y poseen mucho poder. Te sugiero ser discreta y pasar desapercibida.
—Esa es una tarea que se me da muy bien—bromeé.
Bimba y Vef trabajaban en una organización dedicada al cuidado de las almas humanas, una especie de hospital. A veces los visitaba después de la academia, ya que ellos se organizaban para pasar por mí y cuidarme en los momentos en que Petunia no podía hacerlo. Nunca me dejaban sola.
—Estoy preocupada por Jo, Bimba —admití. Aunque rara vez me dirigía a él, a veces escuchaba sus conversaciones con Vef sobre el futuro. También ojeaba sus apuntes a escondidas, lo que me proporcionaba información alarmante—. ¿Sabes cuál es su objetivo, verdad?
—Cada uno de nosotros debe prepararse lo mejor posible para lo que aspira a lograr, pero no depende de nosotros que ese plan sea efectivo. Los ángeles decidirán.
—Pero ustedes son muy talentosos. Vef y tú lo hicieron a la perfección. Jo también podría lograrlo.
—Jo sabe lo que hace, Cel. Debemos dejarlo así.
—Siento que me odia... No me escucha.
Jo estaba decidido a obtener un papel como alma consejera de ángeles, quienes participaban en juicios en El Consejo Divino. Era un trabajo de alto estrés, y estar a la par con los ángeles era complicado. Pocas almas humanas lo conseguían y generalmente terminaban alejándose de sus vínculos familiares.
—Jo te adora y se preocupa mucho por ti. Así es como todos funcionamos en casa.
No estaba del todo convencida de lo que Bimba decía. Ella no mentiría, pero el comportamiento de Jo era extraño. En ese momento, decidí hacer todo lo posible por reparar mi relación con él. Antes lo había dejado pasar, pero solo quedaba un año para que Jo terminara la academia y necesitaba tiempo para convencerlo de cambiar de plan.
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