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𝕱𝖗𝖎𝖉𝖆𝖞 13𝖙𝖍 (𝕯𝖊𝖒𝖔𝖓 𝕭𝖎𝖗𝖙𝖍𝖉𝖆𝖞)

Viernes 13, un día único en el año, eterno sinónimo de mala suerte. Una fecha que básicamente todos tachan como la peor del calendario, debido a todas las malas supersticiones que la rodean.

Desde los mortales, hasta los ángeles existentes en el cielo, concuerdan con ésto.

O bueno, todos menos uno, Sana. Para ella, viernes 13 es sinónimo de felicidad, y hay una sencilla razón para que a éste ángel le guste el peor día del año.

Simplemente, le agrada porque su novia, Tzuyu, cumple años justo en esa fecha.

Pero, ¿qué clase de mala suerte tuvo Tzuyu para nacer ese 13?, ninguna realmente, sólo que era de esperarse que ésto fuera así considerando que él es un demonio. Sí, un ser de luz y uno de oscuridad, juntos. Parece imposible, pero es cierto.

¿Cómo?, se preguntarán. Bueno, eso es más complicado.

*Flashback*

Ambas se conocieron de una manera curiosa a decir verdad, hacia ya dos años atrás.

Cruzaron miradas por primera vez cuando, por una coincidencia del destino, Sana cuidaba a un humano, al cual Tzuyu quería —o más bien debía corromper.— Sana era la ángel guardián de aquel mortal, mientras que Tzuyu tenía por trabajo llevarle malos pensamientos y lograr descarrilar su camino en la vida.

Aquella coincidencia generó una discusión extraña entre ambos seres, pues las dos necesitaban cumplir sus respectivas misiones, y no deseaban problemas con sus superiores por dejar "ganar" a la contraria. Sin embargo, después de que pelearan por quien tendría de su lado a ese pobre mortal —que no estaba enterado de la rara situación—, Tzuyu dejó que la ángel hiciera su trabajo.

¿Porqué?, le pareció un ser muy lindo a simple vista, y es bien conocido que los demonios se dejan llevar fácilmente por las apariencias. Así que con tal de caerle bien a esa rubia de esponjosas alas, perdió una —realmente insignificante— misión, y ganó un corto regaño por parte de Lucifer.

Sana, luego de aquello, tuvo la sensación de que esa demonio no era del todo malo. Quizá había decidido dejarla continuar su trabajo por amabilidad, pensó. Era inocente en gran medida.

Con el paso del tiempo, ambas siguieron teniendo encuentros cortos por distintas razones, aveces tan absurdas, que incluso llegaron a pensar seriamente que alguien las quería juntar a propósito.

Algunas veces se veían en las asambleas de Ángeles y Demonios organizadas mensualmente, cruzando sus miradas sólo a distancia.

Otras ocasiones se topaban en alguna ciudad, mientras ambas cumplían sus misiones.

Y en más situaciones, como coincidencias de tiempos, reuniones entre los pocos de ambas especies que se llevaban bien entre sí, ser regañadas al mismo tiempo por sus superiores, etc.

Todo fue así de fugaz, hasta que una noche Tzuyu se decidió a pedirle una cita, con la intención de conocer correctamente por fin a esa chica rubia que parecía no querer dejar de chocar en su destino. Sana acabó aceptando la invitación luego de muchas insistencias, y jamás se arrepintió de haberlo hecho, pues rápidamente notó que las dos eran más parecidas y compatibles de lo que cualquier ser creería.

*Fin del flashback*

Y ahora, dos años después, Sana estaba emocionada debido al cumpleaños de su pareja. ¿Cuántos años tenía?, incluso Tzuyu perdió la cuenta, pero con certeza sabía que no sobrepasaba los trescientos. Y considerando que la ángel apenas llegaba a los doscientos cincuenta, era un poco graciosa su enorme diferencia de edad.

Al menos a ellas les daba gracia. Pero a sus amistades, ni eso ni su relación les causaban buenos humores.

—¿Qué haces afuera hoy?, es viernes trece Sana. —regañó su mejor amiga, Mina, mientras veía a Sana salir de una tienda.

Sí, hay tiendas en el cielo.

—¿Debo explicarte otra vez?—la miró con obviedad luego de haberse sobresaltado un poco por su repentina aparición.

—Ah sí, tu novia.— bufó—Sigo pensando que no deberías estar con un demonio, sabes que no está bien visto.

—No dices lo mismo cuando sales a escondidas con esa íncubo. —Mina se sonrojó a lo bestia —¿Chaeyoung se llama?, mira que su raza es ligeramente peor que un demonio normal como Tzu, eh.

—Ya silencio, ¿no deberías estar ya celebrando con ella?, anda vete. — desvió la mirada nerviosa.

—También te quiero Miguri —sonrió victoriosa al haber callado por enésima vez los reclamos algo "hipócritas" de su amiga.

La amaba, sí, pero también debía defender su relación cada vez que a Sana se le ocurría mencionarla. Más aún porque Sana era la única que sabía de aquella casi relación con el íncubo, y entre las dos se cubrían sus encuentros.

Después de comprar lo necesario para el cumpleaños de la demonio, Sana regresó a su hogar con algo de prisa, pues aún debía preparar el regalo que le daría. Tenía que cocinar y además armar, en sí eran dos regalos.

Tzuyu muchas veces le había mencionado el cuanto detestaba esa fecha, puesto que ni siquiera los de su raza lo felicitaban de buena forma. No recibía regalos, no tenía fiestas, y era muy difícil que alguien se acercara a decirle "feliz cumpleaños".

El año anterior, Sana lo había visitado ese día, y pasaron la tarde comiendo y viendo televisión, pues no quería incomodar a su novia haciendo algo enorme por ella.

Sin embargo, éste año estaba decidida a cambiar esa negatividad, y prepararle un día especial, sin importar que al principio no le gustara el asunto a Tzuyu. Quizá conseguiría hacerla disfrutar de su cumpleaños.

Caía el atardecer, y Sana ya tenía todo listo. Un delicioso pastel de chocolate con vino y decorado con fresas se mantenía guardado en la cocina, así sólo debería encender la vela con forma de infinito —básicamente por desconocer la edad exacta de Tzuyu—, y una botella de alcohol reposaba en la mesa.

Además de tener una pequeña caja perfectamente envuelta en papel negro en su sala de estar, en ella había metido una enorme carta y un pequeño detalle en origami. Esperaba que le gustaran esos pequeños presentes a la mayor.

Luego de arreglar su apariencia, fue momento de llamarla, y ellas tenían una manera peculiar de hacerlo. Con el fin de evitar que alguien viera a Tzuyu entrar a su casa, ésta le había dado una sencilla indicación.

"Di mi nombre tres veces frente al espejo, y yo apareceré de inmediato".

Así que acomodando por última vez sus rizos rubios, se paró frente al espejo de su baño, y con una sonrisa emocionada siguió su instrucción.

—Tzuyu, Tzuyu, Tzuyu. —dijo mirando su reflejo fijamente.

Bajó la mirada unos segundos después, aguardando pacientemente a que su novia apareciera. Y no tuvo que esperar mucho, pues pronto sintió unos grandes brazos alrededor de su cintura, aunque no era un contacto completo debido a la intervención de sus blancas alas.

—Que sorpresa que me llames de la nada, cariño. — sonrío levemente.

—Feliz cumpleaños amor. —la vio a través del espejo, con su sonrisa rectangular acaparando su rostro.

—Sería más feliz si tus alas me dejaran tocar tu trasero. — recargó su mentón sobre el hombro contrario con dificultad.

—Tú siempre tan pervertida—se giró con cuidado para besarla tiernamente.

Tzuyu era una demonio bastante atractiva, de cabello largo negro, ojos dorados que se tornaban a rojo cuando su lado más salvaje aparecía, cuerpo perfectamente marcado, un par de alas negras similares a las de un murciélago en su espalda, y un par de cuernos sobresaliendo de su frente.

Y bueno, cabe resaltar que sólo usaba una especie de toga en su parte baja y de arriba, pues no le gustaba la sensación de tener una tela cubriendo su abdomen.

Sin embargo, aunque sí fuera una pervertida nata, hasta ese momento jamás había pasado la línea con su inocente novia, pues la misma Sana le pidió paciencia en esos aspectos.

Y Tzuyu, al amarla tanto, respetó aquello.

Pero claro que tenía destellos de perversión, diciéndole cosas un poco subidas de tono o lanzándole miradas lascivas de vez en cuando. Amaba ver como su ángel se sonrojaba a causa de sus acciones.

—Tengo un par de regalos para ti. — sonrió mirando esas brillantes pupilas de oro.

—No debías molestarte cariño, sabes que no es necesario. — soltó una pequeña risa.

—Vamos, el año pasado no me dejaste darte nada, sólo quiero que le tomes gusto a tu día especial. — acarició la mejilla contraria.

—Vale. — suspiró en medio de una sonrisa.

Le daba ternura que su novia quisiera ayudarla a cambiar su negatividad con la fecha, eso le demostraba aún más cuanto la quería Sana.

—¿Cuáles son mis regalos?—bajó un poco sus manos, deteniéndose en la cadera de la ángel.

—E-están en la sala. — cerró sus ojos un segundo, sobresaltado por el contacto repentino.

—Vamos entonces. —Sana emocionada, la tomó por la mano y la llevó fuera del baño.

A paso rápido llegaron a la sala, donde la menor frenó sus movimientos y miró a su novia con una sonrisa un tanto coqueta. O al menos Tzuyu la interpretó así.

—Intenta adivinar qué te daré.— jugaba con los mechones de cabello negros que caían por la frente de su novia.

—Mmm... ¿Son grandes?—sonrió de lado.

—Algo, sí. — rió un poco con aquello, ya que en realidad sus presentes eran de tamaño pequeño. Pero, quería emocionarla.

—¿Se ven bien? — continúo buscando pistas.

—Uh sí, se ven preciosos. — admitió alzando un poco sus alas por la felicidad que sentía.

—Mhm... Creo que tengo una idea de lo que son. —asintió con su sonrisa agrandándose.

Sana caminó con rumbo a la cocina, creyendo que su novia había captado la sorpresa correcta.

Mientras Tzuyu pensaba que al fin su paciencia daría frutos, y que ese día correría con suficiente suerte.

Porque mientras la ángel describía por encima su pastel y caja, la demonio había imaginado que se refería a su gran y bonito trasero. Definitivamente tenían mentes muy diferentes.

Tzuyu se apresuró a llegar detrás de su novia, y con aquella alejada idea en mente, hizo lo que había deseado desde que lo vio por primera vez. Aprovechando que las alas de Sana se mantenían separadas debido a su emoción, posó sus grandes manos sobre aquel par de "regalos".

—¿Q-qué haces?—dio un ligero brinco al sentir el toque.

—Tomando mis presentes, cielo. —apretó lentamente sus manos, comprobando lo suave que era esa zona.

—P-pero... Éso n... ¡Ah! — un gemido se atravesó en su garganta al sentir un apretón más fuerte.

-Sabía que tus gemidos serían lindos, aunque no creí que tanto. —Sana notó como los dorados ojos de la mayor cambiaban rápidamente a un tono escarlata, indicándole que no tendría escapatoria.

—Amor... Espera... — Tzuyu dejó un par de besos húmedos en su cuello, mientras pegaba su entrepierna a su trasero, rodeando con una mano su estrecha cintura.

—Definitivamente son dos regalos grandes y que lucen excelentes— susurró en su oído con voz extremadamente ronca.

Sana mentiría si dijera que quería detenerla, en realidad se sentía bien esa cercanía. Ella nunca había estado en una situación así, pero le estaba agradando.

Tzuyu la giró en un movimiento rápido, y sin previo aviso besó a su novia lenta y profundamente, sintiendo como la menor intentaba seguirle el paso de manera torpe. Y era lógico, siempre le había dado besos dulces, por lo que Sana no estaba preparada para un contacto así.

Sin embargo, Tzuyu no pudo esperar más, y mordió el labio inferior de la rubia con algo de fuerza, haciendo que éste abriera su boca con un breve jadeo. Fue ahí cuando empezó el verdadero beso, pues Tzuyu introdujo su larga lengua en la cavidad contraria, provocando un gemido ahogado en Sana, quien apretó los hombros de la mayor debido a la extraña, y a la vez placentera, sensación.

La demonio mantenía sus manos en el trasero de la rubia, amasando a su gusto la zona. Había imaginado muchas veces el como sería tocarlo, pero en definitiva, era mucho mejor poder hacerlo en realidad y no sólo en su mente.

Siguieron besándose por un par de minutos, hasta que la necesidad de aire las obligó a separarse apenas unos cuantos milímetros. Sana iba a preguntar el porqué de esas acciones, básicamente porque no comprendía como habían escalado las cosas a eso. Pero Tzuyu habló primero, con una sonrisa impregnada de perversión y sus ojos escarlata brillando con deseo.

—Eres una excelente besadora. —pasó su dedo por los labios contrarios, acariciando suavemente la zona —Me pregunto para que más será buena esa linda boquita.

—Yo... Quisiera intentar algo. —respondió aún con la respiración errática.

—Adelante cariño. — la miró atentamente, y dio un par de pasos hacia atrás cuando vio la intención de la ángel de agacharse.

Sana siempre había tenido curiosidades carnales, como cualquier ser existente, aunque jamás las había dejado salir. Era un ángel y se suponía que no debía tener esa clase de pensamientos ¿no? Pero, era el día especial de su novia, y quería aprovechar esa oportunidad para dejarse llevar.

La cosa era que tenía miedo de hacerlo mal.

Mientras se agachaba, pasó sus manos desde el pecho hasta la cintura de Tzuyu, apreciando su abdomen marcado, que aunque siempre los tenía a la vista, nunca los había tocado de esa forma.

Llegó hasta el borde de la toga negra que el mayor portaba, bajándola hasta que tocó suelo, y revelando un bóxer oscuro que retenía un gran bulto. Sana tragó duro antes de bajar esa última prenda, lentamente liberando el miembro contrario, y sorprendiéndose al ver el tamaño de éste.

Aunque lo negara, siempre había intentado imaginar lo que Tzuyu tenía bajo esa larga toga, y ahora que lo veía frente a sus ojos, simplemente no podía creer que hubiera esperado tanto por ello. Se agradeció a sí mismo por al fin decidirse a llegar más lejos con su novia.

—Dios mío... —susurró aún atónita.

—No lo menciones mucho a él ¿puedes? — soltó una risa ronca.

—Sólo déjame decir algo. — sonrió levemente, bajo la mirada atenta de Tzuyu—Perdóname señor, porque voy a pecar.

Se acomodó completamente de rodillas, y ya decidido, tomó entre sus manos el miembro frente a ella. A pesar de que sus manos eran relativamente grandes, ni siquiera con ambas podía cubrir toda la extensión, y comenzaba a dudar si eso entraría en algún lado suyo en realidad.

Tzuyu soltó un suspiro pesado cuando su novia empezó un lento movimiento de arriba a abajo, despertando cada vez más a su miembro. Aunque eso no fue lo mejor para ella, pues tan sólo unos instantes después, no pudo evitar jadear fuertemente al sentir la cálida lengua de Sana pasando por toda su extensión hasta la punta.

—Dios... — echó su cabeza hacia atrás cuando la rubia dio una pequeña succión en su glande.

—Tú tampoco lo menciones cariño. — dijo mirándola de reojo, procediendo a meter el miembro a su boca.

A duras penas lograba engullir la mitad, teniendo que tomar la base con su mano para cubrirlo por completo. Inició entonces un vaivén lento, moviendo por igual su mano y su cabeza de adelante hacia atrás. Sana no tenía idea de si lo estaba haciendo bien, aún seguía insegura con respecto a sus habilidades.

Sin embargo, cuando sintió un ligero tirón en su cabello, acompañado de un audible gruñido por parte de la peli negra, supo que no estaba fallando en el intento.

Aumentó la velocidad de sus movimientos, tratando de ahuecar lo más posible sus mejillas para poder meter una parte más a su boca. Tzuyu, ya hundida en su instinto salvaje, empezó a mover su cadera siguiendo el vaivén de la rubia, llegando cada vez más profundo.

Sana cerró fuertemente los ojos y se sostuvo de los muslos contrarios debido a ésta brusca acción. Su novia le estaba follando la boca, dejando salir jadeos y gruñidos de sus delgados labios con cada embestida que daba, mientras la ángel luchaba por relajar su garganta para no acabar ahogándose.

Un par de minutos después, Tzuyu se corrió a gran cantidad en la boca de Sana, quien tragó toda la esencia blanca sin dudarlo. En realidad tenía un sabor ligeramente dulce, y ese podría convertiste en su favorito, pensó.

No se arrepentía de haberle dado una mamada a Tzuyu, pues aunque lo improvisó prácticamente por completo, le había gustado a la demonio, y a ella también.

—¿Estás segura que jamás habías hecho un oral?— preguntó la mayor intentando controlar su respiración.

—Nunca. —se puso de pie, con las mejillas completamente sonrojadas.

—Pues entonces me siento aún más afortunada. — la besó profundamente sin pudor alguno, siendo correspondida de inmediato.

Pero claro que para la demonio no acabaría ahí, ella había escuchado de dos regalos, y hasta ahora, sólo había recibido uno. Así que levantó a Sana sujetándola de los muslos, y ésta enredó sus piernas en la cintura contraria aún sin separarse del desesperado beso.

Necesitaban y querían más, por lo que Tzuyu caminó con cuidado de no caer hasta la habitación de su novia, pateando la puerta para abrirla de una. En esos momentos ni sus respectivas alas ni los cuernos de la mayor eran importantes, ya no estorbaban, pues todo lo que querían era unirse en una sola.

La peli negra apegó a Sana contra la primer pared que encontró, bajando inmediatamente sus besos al acanelado cuello de ésta, lamiendo y mordiendo a su antojo. La menor sólo podía jadear sin parar, sosteniéndose de los hombros de Tzuyu y moviendo su cabeza hacia un lado dejando su cuello aún más expuesto, en un claro acto de sumisión.

—¡Ah, Tzuyu! —gritó al sentir como ésta le hacía una marca bastante visible. Sin duda alguna quedaría morada por varios días.

—Así todo aquel que te vea sabrá que eres mío. — sonrió de lado, continuando sus acciones.

Además empezó a dar embestidas falsas, haciendo a Sana subir y bajar sobre su miembro sin llegarlo a introducir. Y aún de esa forma, la rubia podía sentir que esa cosa a duras penas entraría en ella. No lograba callar los jadeos altos que Tzuyu le provocaba, y sus mejillas ardían cada vez que su novia gruñía en su cuello.

Finalmente, a Tzuyu se le terminó la cordura, y separó a la rubia de la pared para caminar directamente hasta la cama individual.

Con cuidado de no lastimarla, la tumbó en el colchón, quedando así arriba de ella ubicándose entre sus piernas.

Quitó de un tirón la toga blanca que cubría todo el cuerpo de la ángel, haciéndola jadear por la acción, descubriendo que Sana sólo llevaba unas pequeñas bragas de encaje y que apenas llegaban a tapar su entrepierna.

Eso, junto a la escultural figura que poseía, hicieron que los ojos de Tzuyu brillaran un poco más.

—Ésta bonita ropa me hace pensar que lo tenías todo muy bien planeado. —sonrió mientras bajaba la última prenda con rapidez.

—N-no... Yo... —fue interrumpida por un deseoso beso.

Aún así, pensó que ya no tenía ningún caso explicarle a Tzuyu que se había equivocado de regalo. Lo estaba disfrutando en demasía, y lo que menos quería era que el momento terminara.

La mayor empezó a masturbarla lentamente, torturando a Sana.

Dejó de besarla, bajando inmediatamente a lamer y morder los pezones ya erectos de la ángel, provocando que ésta encajara sus dientes en su labio inferior, luchando por no gritar de placer.

—Vamos angelito mío, déjame escucharte. — lo miró de reojo sin detener sus acciones, obteniendo sólo una negación con la cabeza por parte de la rubia —Sabes que no pararé hasta que grites mi nombre.

—No quiero que pares nunca.— alcanzó a pronunciar entre jadeos.

Tzuyu, decidido a escuchar a su novia gritar, bajó aún más, dejando besos húmedos por todo el pecho y abdomen de Sana.

Aprovechando para dejar marcas rojas en su cintura y dando mordidas ligeramente fuertes en sus caderas, deseando probar y marcar como suya cada centímetro de la rubia.

Pero lo que realmente lo hizo cumplir su objetivo, fue cuando mordió el clítoris de Sana en un sólo movimiento, envolviéndolo cálidamente al instante.

—¡Tzuyu! — gimió fuertemente, y por inercia tomó con sus manos el largo cabello negro de la demonio. Ésta, satisfecha por ese bello gemido, empezó a lamer toda su intimidad en ritmo constante, sacándole varios gemidos fuertes a la menor.

Sana se sentía en el mismo paraíso, esa lengua larga era muy hábil, más de lo que imaginó en algún momento.

Sin embargo, Tzuyu no le permitió correrse aún, puesto que se detuvo repentinamente, haciendo que la ángel se quejara entre un gemido ahogado.

—¿P-porqué te d-detie... ¡Ah, carajo! — interrumpió su reclamo cuando sintió la caliente lengua del mayor pasar por su, ahora necesitada, entrada.

—Lindo vocabulario. —susurró al separarse un poco.

Su lengua ligeramente puntiaguda profanaba aquella rosada y palpitante zona, entrando y saliendo de ella de forma lenta y tortuosa. Sana se aferraba a las sábanas gimiendo altamente, mientras por inercia abría más sus piernas dándole mejor entrada a Tzuyu.

Si se sentía así de bien con sólo su lengua, no podía esperar a comprobar que tan excelente se sentiría su pene dentro suyo.

—Tzu... P-por favor... — gimió fuertemente cuando la peli negra introdujo casi la mitad de su cálido músculo en su interior.

—¿Por favor qué, cielo? — se separó de ella, dirigiéndole una mirada cargada de perversión.

—Cógeme ya. — pronunció con la respiración errática.

—Tus deseos son órdenes. — un destello más emanó de sus ojos, y su miembro palpitó nuevamente al escuchar hablar de esa forma a Sana.

Era un ángel, pero eso no significaba que fuera del todo inocente.

Tzuyu separó aún más las hermosas piernas de la rubia, acomodándose de mejor forma entre ellas. Alineó la punta de su miembro en la necesitada entrada, relamiendo sus labios al verla nuevamente.

A pesar de que quería cogerla sin compasión, luchó consigo misma para no hacerlo en primera instancia. Era la primera vez de Sana, y su perversión no era más fuerte que el amor que le tenía. Por lo que, vigilando en todo momento las expresiones de la menor, comenzó a entrar lentamente en ella.

Poco a poco sus paredes cálidas lo abrazaron, tan deliciosamente que sintió que su control se perdería en cualquier segundo.

Mientras Sana jadeaba de forma pesada al sentir como se abría cada vez más, en un doloroso y placentero estiramiento. Jamás imaginó que pecar lo llevaría al cielo.

Tzuyu entró por completo unos instantes después, quedándose quieta para evitar lastimarla. Besó las mejillas sonrojadas de Sana con delicadeza, además de limpiar el par de lágrimas que habían salido de sus bellos ojos azules.

Cuando la rubia movió su cadera hacia adelante ligeramente, la contraria supo que ya se había acostumbrado a su tamaño, y que ahora podía seguir.

Comenzó con un vaivén lento y profundo, dando en el punto dulce de Sana sin problemas. Ambas se sentían nubladas por el placer, ya sin poder articular correctamente alguna oración completa. Tzuyu en verdad se estaba controlando demasiado para no subir la velocidad ni la fuerza en sus embestidas, pero su autocontrol cayó al subsuelo cuando la ángel volvió a hablar.

—A-amor... Más... D-dame más~ —sus ojos brillaban con deseo, pequeñas lágrimas resbalaban por sus mejillas, y una sonrisa pervertida apareció en sus labios.

Y ante tal imagen tan erótica, Tzuyu no pudo negarse a cumplir la petición de su novia.

Sujetó una de sus piernas y la subió hasta su hombro, teniendo así más apoyo al moverse. Salió de su interior, sólo para entrar fuertemente de nuevo, dando en el punto G de Sana y sacándole un sonoro gemido.

Inició así sus embestidas más rudas, haciendo que el sonido obsceno de sus cuerpos chocando inundara la habitación.

La penetraba rápido y duro, mostrando el instinto más salvaje que poseía, gruñía y soltaba jadeos roncos cada vez que llegaba a lo más profundo de la menor.

Mientras Sana se deshacía en gemidos entrecortados y gritos llenos de placer, sintiendo incluso como el pene de Tzuyu golpeaba hasta su vientre.

Compartían besos desordenados, que al separarse formaban un delgado hilo de saliva. Las pupilas de Tzuyu permanecían rojas con un brillo remarcado en ellas, mientras que los ojos color cielo de Sana tenían un aspecto vidrioso debido a la enorme estimulación que estaba recibiendo.

En aquella recámara sólo reinaba el impacto constante de Tzuyu contra el trasero de Sana, los gruñidos salvajes de la demonio, y los "¡oh Dios!" provenientes de la ángel.

Y luego de varios minutos así, el tan esperado orgasmo les pegó con fuerza. Sana puso los ojos en blanco cuando se corrió entre ambos cuerpos, viendo las mismas estrellas gracias a la tan enorme sensación. Tzuyu tardó un poco más en terminar, embistiendo a su chica hasta que alcanzó la liberación, llenándola por completo de su esencia.

Luego de darse un baño juntas, en donde volvieron a hacer el amor dentro de el cubículo de la ducha, ambas regresaron a la cama de la menor con sus energías bajas.

—Ahora sí me gusta mi cumpleaños. — sonrió Tzuyu acariciando los rubios cabellos húmedos de su novia.

—¡Logré mi cometido! — festejó con una tierna sonrisa.

—Gracias por los regalos, los adoré demasiado. —pasó su mano por las alas esponjosas de Sana, sabiendo lo sensibles que eran.

—Ay, y esos ni siquiera eran tus regalos en realidad. — susurró disfrutando de las caricias.

—¿Qué? — la miró confundida—¿Cómo que no eran?

—No, te había preparado otras cosas. —se sentó a horcajadas sobre el regazo de Tzuyu.

—Pero... Esas pistas eran claramente referentes a... —frunció el ceño sin entender la situación.

—Dije que eran algo grandes, aunque en esa parte mentí un poquito. —sonrió haciendo figuras invisibles en el pecho de la mayor con su dedo —Y que se veían preciosos.

—¿Qué otra cosa además de tu trasero tiene esa definición? — recibió un pequeño golpe por una sonrojada rubia.

—Un pastel, y una cajita con algo adentro. — explicó riendo levemente.

—Ah... Eso tiene sentido, sí. —imitó la risa contraria —¿Pero porqué me dejaste seguir?

—Quería hacerlo desde hace un tiempo, pero creí que acabaría decepcionándote. — admitió con el sonrojo aumentando en sus mejillas.

—Jamás pasaría tal cosa, ya deberías saber que amo cualquier cosa que haces. —unió sus labios en un beso dulce.

Sana había logrado su objetivo, y ahora sabía que tendrían una nueva costumbre para las fechas especiales. O quizá, ni siquiera esperarían a que el calendario lo indicara, de hecho, parecía que la tierna angelita había recargado sus energías.

—Mhm... Cielo ¿qué haces? — suspiró pesado poniendo sus manos sobre la cadera de Sana.

—Parece que empiezo a tener una adicción por que me folles. —movía su trasero lentamente sobre el miembro de la peli negra, buscando causar cada vez más fricción.

—Yo con gusto lo haré cada que quieras. — y sin esperar más, atacó el cuello contrario con besos deseosos.

Definitivamente, ese viernes 13 era el mejor día en la vida de la pareja. Y por supuesto que no dormirían ni un poco, ahora que la perversión de la ángel había salido a relucir.

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