(9) Bajo la Superficie
Las hojas secas crujen bajo nuestros pies mientras Draco y yo avanzamos por el camino a Hogsmeade, envueltos en capas gruesas para resguardarnos del frío.
Hemos decidido ir a por una cerveza de mantequilla, y aunque el aire gélido corta, el paseo es agradable, con una tranquilidad casi mágica.
La conversación va fluyendo entre pequeños temas sobre clases y profesores hasta que inevitablemente surge el tema que he estado evitando: el Baile de Invierno.
El Baile de Invierno es una celebración que, según cuentan, se remonta a los mismos inicios de Hogwarts. Es un evento para recibir el invierno y, a la vez, una noche de festividad y tradición en la que todos los estudiantes pueden relajarse antes de las fiestas navideñas.
— Y tú Leah... ¿Ya tienes pareja para el baile? —pregunta Draco, girando un poco la cabeza hacia mí— Estos últimos días te he notado algo distraída, ¿tiene que ver con eso?
Intento disimular mi ansiedad mirando el paisaje ya nevado a nuestro alrededor.
La verdad es que el tema de las parejas me tiene algo nerviosa, y no precisamente porque no tenga a alguien en mente... sino porque ese "alguien" es bastante inesperado.
Sobre todo para Malfoy.
—No lo sé, Draco... —me encojo de hombros— La verdad, no estoy pensando demasiado en eso.
—¿De verdad? —replica, con una sonrisa escéptica— Es decir, a estas alturas todos están hablando de quién irá con quién. Parece mentira que tú no tengas a nadie en mente.
Trato de evadir el tema preguntándole sobre sus clases y aparentemente funciona.
Llegamos a Las Tres Escobas, donde el aire cálido y el sonido de risas nos recibe.
Nos sentamos en una mesa cerca de la ventana y, mientras Madame Rosmerta nos sirve dos espumosas cervezas de mantequilla.
—Aquí tenéis, chicos, —Madame Rosmerta coloca las dos cervezas de mantequilla en nuestra mesa, y alza una ceja con una media sonrisa— hoy no os vais a pelear como la última vez, ¿verdad?
Draco se aclara la garganta, visiblemente incómodo, y lanza una mirada fugaz a Madame Rosmerta, quien nos observa con una expresión divertida.
—Eh, no, claro que no... —responde él, sonriendo cortés— Aquella vez fue... fue totalmente mi culpa. Fui muy inmaduro, y créeme, Leah ya me lo ha hecho saber.
Madame Rosmerta parece sorprendida al escuchar esto, y su sonrisa se vuelve más amplia, casi traviesa.
—Bueno, pues me alegra que os hayáis reconciliado. Aunque, para ser honesta, parecía una pelea de pareja la última vez.
La idea parece dejar a Draco perplejo, y lo veo parpadear un instante antes de negar rápidamente.
—¿Pareja? —pregunta él incrédulo.
Draco suelta una carcajada, sacudiendo la cabeza y añade:
—Oh, no, no... solo somos buenos amigos, Madame Rosmerta. Muy buenos amigos, eso es todo.
Yo también me río un poco, aprovechando para tomar un sorbo de mi cerveza de mantequilla y ocultar la incomodidad que me ha causado el comentario.
Madame Rosmerta nos mira satisfecha y da un leve asentimiento.
—Bueno, entonces que disfrutéis de las cervezas y de la tarde. Siempre es bueno tener amigos en los que confiar.
—Muchas gracias —respondo, levantando mi jarra y brindando de manera juguetona hacia ella.
Draco se relaja y toma un trago de su cerveza, sonriendo con esa expresión que suele tener cuando estamos juntos.
—Vamos, Leah, hablando de pareja... no creas que me he olvidado del tema del baile. —dice con una leve sonrisa— Venga, sé sincera, ¿con quién vas a ir?
Suelto un suspiro, apoyando ambos brazos sobre la mesa y miro fijamente mi jarra.
—Quedan dos días para el baile y... no tengo con quién ir...
Él frunce el ceño, visiblemente sorprendido.
—¿De verdad? Pensé que ya tenías todo bajo control, incluso vi a un chico de Ravenclaw de último curso acercarse para invitarte... ¿Lo rechazaste?
Las palabras me detienen un momento, y mi mente inevitablemente regresa a Hermione.
La razón de mi negativa me resulta difícil de explicar sin sentirme vulnerable.
Me limito a encogerme de hombros y murmurar:
—Sí... no pude aceptarlo.
Draco me observa, una mezcla de confusión y leve preocupación cruzando su rostro.
—¿Por qué no? —pregunta, con esa intensidad que emplea cuando no quiere dejar escapar detalles— ¿Hay alguien más a quien te gustaría invitar?
Siento el calor que sube rápidamente a mis mejillas, y aparto la vista un momento.
El silencio que sigue parece responderle, y él suelta una pequeña risa burlona.
—No será... ¿Qué tu prototipo soy yo y no sabes cómo decírmelo?
Eso me hace reír, aliviando por un segundo la tensión que crecía en el aire.
Draco sonríe conmigo, pero su expresión se torna más seria al cabo de un momento, y entonces su voz es más suave cuando añade:
—Leah, oye, sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad? Si hay algo que te preocupa o alguien en quien piensas, puedes confiar en mí.
Me sorprende lo genuino de su interés; sé que está tratando de cambiar, y aunque lo aprecio enormemente, no puedo evitar pensar en cómo reaccionaría si supiera la verdad...
Si supiera que quien ocupa mis pensamientos y hace que mis emociones se confundan es Hermione Granger, alguien a quien él...
Miro a Draco, atrapada en un dilema interno.
Confesarle esto podría poner en juego nuestra amistad y la confianza que estamos tratando de construir. Por otro lado, siento que ocultárselo es traicionarme a mí misma y a los sentimientos que estoy empezando a entender.
Él nota mi incertidumbre y se inclina hacia adelante, sus ojos enfocados en los míos con una seriedad que no suele mostrar.
—Oye, Leah, mírame. —me dice en voz baja, esperando a que levante la vista— Quiero que sepas que no te voy a juzgar más. No quiero hacerte daño de nuevo, ¿vale? Por favor, sé sincera conmigo.
Mi corazón late con fuerza mientras absorbo sus palabras.
Draco se muestra vulnerable, casi como si estuviera pidiéndome una oportunidad para demostrar que esta vez será diferente.
La única forma de saber si puedo confiar en él es dándole la oportunidad de escuchar la verdad y ver su reacción.
Lo miro a los ojos, y las palabras comienzan a salir, casi en un susurro.
—Es... difícil de explicar. Creo que... que me gusta alguien, pero no es alguien que esperarías. Alguien que... que tal vez tú no verías de la misma manera.
Él mantiene la calma, asintiendo despacio, como si quisiera darme tiempo para que encuentre las palabras correctas.
—No estoy interesada en ningún chico que conozcas... Es alguien que... que siempre me ha hecho sentir cómoda, que me inspira a ser mejor, alguien que me ha apoyado desde el principio...
Draco posa su mano suavemente sobre la mía, y me sorprende la calma con la que sonríe, como si ya hubiera resuelto este rompecabezas hace tiempo.
—Es Hermione, ¿verdad? —susurra con una certeza que me deja petrificada.
El miedo se apodera de mí por un instante, un miedo que me dice que quizá he sido demasiado transparente, que mis sentimientos han estado expuestos todo este tiempo.
Si mis amigas lo notaron... "¿era inevitable que él también lo hiciera?"
A pesar de todo, algo en su mirada me tranquiliza, y cuando comienza a hablar, mi corazón late aún más rápido.
—Leah... —su voz suave y pensativa, como si escogiera cada palabra con cuidado— Creo que siempre he visto algo especial en ti, algo que tal vez ni siquiera tú has llegado a ver. Has pasado por tantas cosas desde que llegaste aquí... y aun así, has seguido adelante. Tienes esa capacidad para ver lo bueno en las personas, para dar segundas oportunidades, incluso a quienes... bueno, como yo, que no lo merecían.
Sé que se refiere a nuestra historia complicada, cuando su orgullo y sus prejuicios casi nos destruyen antes de que siquiera pudiéramos ser buenos amigos.
—Y, bueno, entiendo por qué Hermione significa tanto para ti... —continúa— Ella estuvo para ti cuando yo... cuando yo no supe estarlo. Puedo verlo, Leah, que ella te ha ayudado a ser quien eres ahora. Ella te hace bien... y tú le haces bien a ella, mucho más de lo que tal vez te imaginas.
La sinceridad de sus palabras me deja sin aliento.
No es solo la aceptación en su voz, sino el respeto con el que se refiere a lo que siento, el reconocimiento de que mi relación con Hermione, incluso si nunca fuera más que una amistad, ha sido algo profundo y verdadero en mi vida.
—Gracias, Draco. —susurro finalmente, con un nudo en la garganta— No sabes cuánto significa esto para mí.
Él asiente, retirando su mano lentamente, y me dedica una sonrisa.
—Creo que estoy aprendiendo. —responde— Y creo que todos tenemos mucho que aprender, ¿verdad?
Asiento mientras pienso en lo obvia que he sido; si Draco, mis amigas, incluso yo misma, lo veo tan claro...
¿Cuántos más lo habrán notado?
—Si es tan evidente... —murmuro, sin mirarlo— Tal vez todos ya se hayan dado cuenta. Y... tampoco sé si Hermione siente lo mismo.
Draco me observa y, en lugar de burlarse o lanzar algún comentario típico suyo, me mira con una extraña mezcla de dulzura y comprensión.
Luego sonríe, dándome un empujón en el hombro.
—Leah, mírame. —levanto la vista, sorprendida por el tono suave de su voz— Si algo está claro aquí, es que tienes más valor de lo que crees. Nadie podría resistirse a esa manera tuya de siempre ver lo mejor de las personas.
Siento que mi corazón late con más fuerza, y aunque es solo un amigo el que me lo dice, sus palabras alivian un poco mi incertidumbre.
Justo cuando pienso en cómo agradecerle, él mira hacia la entrada de Las Tres Escobas, y se le dibuja una sonrisa teatral.
—Hablando de Hermione... Mira, acaba de entrar.
Mi reacción es inmediata; mi espalda se pone rígida y el calor me sube a las mejillas mientras giro la cabeza hacia la puerta. Pero, por supuesto, no hay rastro de Hermione en el local, solo el bullicio de siempre.
Draco estalla en carcajadas, y me mira como si acabara de ganar una apuesta.
—Tranquila, Leah. Solo era una pequeña broma.
Intento fruncir el ceño, pero su risa es tan contagiosa que me cuesta sostener mi enfado.
Él se reclina en la silla, aún con una sonrisa y añade:
—Solo podrás saber si le gustas, si hablas con ella. Nada de quedarte eternamente en las dudas. Lo peor que puede pasar es que sigáis siendo amigas, ¿no?
Respiro hondo, intentando que mis mejillas recuperen su color normal, y al final no puedo evitar sonreír.
—No sabes en qué te estás metiendo, Malfoy —le digo, mi tono lleno de burla.
Él se encoge de hombros con una sonrisa cómplice, como si en realidad entendiera más de lo que yo pensaba.
Por primera vez, siento que Draco realmente ha cambiado y que sigue esforzándose para seguir haciéndolo.
—Quiero que sepas que, si Granger no se da cuenta de lo increíble que eres, es que realmente es tan... —hace una pausa, sonriendo— ...bueno, tan como pensaba.
—Draco... —le lanzo una de esas miradas que ya conoce bien.
—Vale, vale, nada de comentarios sobre tu chica —él levanta las manos y sacude la cabeza, divertido.
Me apresuro a corregirlo, encogiendo los hombros.
—No es mi chica. Y ni siquiera sé si lo será...
Él levanta las cejas, sorprendido, mirando hacia la puerta.
—Esto... Leah, no quiero asustarte, pero... creo que acaba de entrar Hermione y viene hacia aquí.
Lo miro con escepticismo, y cruzo los brazos mientras empiezo a imitarlo en tono burlón.
—Sí, claro, como si te fuera a creer otra vez. Seguro que quieres que me vuelva a sonrojar por pensar en ella y con ir al baile...
Una voz suave y familiar suena detrás de mí.
—¿Al baile, dices?
El mundo se detiene.
Me congelo y siento cómo el calor sube desde mis mejillas hasta las orejas mientras giro lentamente.
Y allí está, Hermione, mirándome con curiosidad y una chispa divertida en los ojos.
—G-Granger... —balbuceo, tratando de mantener la compostura— ¿Q-qué haces por aquí?
Ella se inclina un poco hacia mí, regalándome una de esas sonrisas perfectas.
—Te estaba buscando, Leah. Quería hablar contigo.
Draco me lanza una mirada de complicidad y, por supuesto, de pura diversión.
—Bueno, yo ya tengo que irme... —dice, mirándome con una expresión que claramente dice "buena suerte"— ...Debo preparar ingredientes para pociones.
Lo miro con incredulidad.
"Cobarde" pienso mientras se va a paso rápido, dejándome ahí, petrificada.
Hermione observa el asiento libre junto a mí con curiosidad antes de preguntar:
—¿Este lugar está ocupado?
Sacudo la cabeza un poco más rápido de lo normal, sintiendo cómo el corazón se acelera.
—N-no, siéntate, adelante...
Trato de sonreír mientras ella se acomoda, sentándose tan cerca que su brazo roza el mío. Un pequeño temblor recorre mi piel.
Hermione gira su rostro hacia mí, mirándome con esa mezcla de curiosidad y atención que siempre me deja sin palabras.
—Entonces, ¿de qué hablabais tú y Malfoy? —pregunta, con tono casual.
Intento no parecer nerviosa y hago una mueca de indiferencia.
—Oh, nada importante. Me estaba hablando del baile... que aún está indeciso sobre a quién invitar y todo eso. Ya sabes, Draco siendo Draco.
Hermione frunce el ceño, un poco sorprendida.
—¿De verdad Draco te habló de eso... tan abiertamente?
La observo, interesada, y me inclino un poco más hacia ella.
—¿Por qué lo dices? ¿Te sorprende que él hable así conmigo?
Ella parece dudar un instante, pero asiente.
—Bueno, es que... —empieza a decir, mientras sus dedos juguetean con el borde de su jersey— Digamos que Draco y yo no hemos tenido la mejor de las relaciones. Siempre ha sido un poco... cruel, y aunque ya esperaba eso de él, a veces sus palabras realmente... duelen...
Hace una pausa, como si buscara las palabras exactas.
—No obstante, debo admitir que cuando se disculpó conmigo hace unos días, sentí que... era sincero. Como si, de alguna forma, tú hubieras logrado algo que nadie más había conseguido con él.
Las palabras de Hermione me hacen sentir un cálido cosquilleo.
Saber que ella piensa que de algún modo he ayudado a Draco a cambiar, me hace sentir más segura de mis elecciones y, por un momento, orgullosa de la amistad que estamos construyendo.
Además, verla así, tan abierta y sincera, me recuerda por qué me siento tan... atraída hacia ella.
Sus ojos me observan con una intensidad alarmante.
Desviando la mirada admito:
—No ha sido fácil... Creo que él realmente quiere ser alguien mejor, o al menos intentarlo, pero necesita ayuda para salir de esa coraza que se ha construido.
Hermione asiente lentamente, y una suave sonrisa cruza su rostro.
—Es algo admirable, Leah. No muchas personas se atreverían a darle una segunda oportunidad a alguien como Draco, y mucho menos a intentar verlo más allá de sus... defectos.
Nos quedamos en silencio unos segundos.
Hermione y yo estamos tan cerca que puedo ver cómo la luz de la tarde resalta destellos dorados en su cabello. Justo cuando quiero decir algo más, ella entrelaza sus dedos sobre la mesa y rompe el silencio.
—En realidad, Leah, quería hablar contigo sobre el baile, pero... no encontraba el momento —dice, con una sonrisa que me hace contener la respiración.
—¿Conmigo? ¿P-por qué? —pregunto, incrédula, sin saber bien hacia dónde va la conversación.
Hermione apoya la cabeza sobre su mano, mirándome de una forma que me hace querer congelar el momento.
—Pues, porque quería preguntarte si tú...
—¡¿Hermione?!
Una voz estridente que atraviesa el bullicio del local la interrumpe, captando toda nuestra atención.
Hermione y yo nos giramos al mismo tiempo, sorprendidas.
Un chico pelirrojo, de aspecto familiar, se abre paso entre las mesas, y en cuanto lo ve, Hermione se levanta rápidamente, con los ojos iluminados.
—¡Ron! ¡Cuánto tiempo! —exclama ella, lanzándose a abrazarlo.
Ron...
¿Ese Ron?
El Ron del que me hablaron mis amigas, uno de los integrantes del famoso "Trío de Oro"... y, según rumores, alguien a quien Hermione podría tener en alta estima.
Miro la escena mientras ellos se abrazan, intentando controlar la creciente incomodidad.
—¿Qué haces aquí? Harry me dijo que no regresarías hasta después de las navidades.
Ron se encoge de hombros y se ríe, aunque con un toque de incomodidad.
—Charlie se aburrió de tenerme por allí antes de lo previsto. Al parecer, solo él tiene talento para criar dragones en la familia...
Hermione se ríe, con ese gesto natural y alegre que pensaba que solo podía mostrar conmigo.
Luego, como si recordara de repente mi presencia, toma a Ron de la mano y lo acerca hasta nuestra mesa, donde me siento intentando no mostrar mi incomodidad.
—Leah, quiero presentarte a Ron Weasley, uno de mis mejores amigos. Ron, esta es Leah.
—Encantada —intento sonar lo más natural posible mientras le estrecho la mano.
—Igualmente —me responde él, devolviéndome el saludo con una breve sonrisa.
Sin embargo, apenas termina el saludo, Ron gira de nuevo hacia Hermione, como si no me hubiera notado más que de paso.
—Mione, tengo muchas cosas que contarte.
Mientras los veo conversar con esa naturalidad que solo los viejos amigos tienen, siento que una pequeña punzada de inseguridad comienza a instalarse en mí.
Parece casi como si no existiera en esta escena.
Me obligo a mantener la sonrisa, aunque no puedo evitar preguntarme, en silencio, si la persona que ocupa el corazón de Hermione no esté ya frente a mí, riéndose y conversando de forma tan cercana.
—Es lo mínimo que espero de ti después de meses desaparecido... —admite Hermione— pero, ¿podríamos hablar en otro momento? Justo iba a preguntarle a Leah...
No le doy tiempo a continuar; las palabras salen de mi boca, casi sin pensarlo.
—Tranquila, no te preocupes por mí, Hermione. En serio.
Me sorprende el tono que uso, como si la distancia que quiero poner entre nosotras estuviera en cada sílaba.
Hermione me mira, confusa, y parece que está a punto de insistir.
—P-pero, Leah, necesito preguntarte...
—De verdad, no pasa nada. Hablad, tenéis muchas cosas que contar...
La interrumpo de nuevo, sintiendo cómo un sabor amargo se apodera de mí, aunque intento ocultarlo con una sonrisa que espero sea convincente.
Ron se encoge de hombros, despreocupado, y hace un gesto a Hermione como diciendo que ya ha escuchado mi decisión.
—Ya la has oído, Hermione. No pasa nada —dice con una sonrisa despreocupada, volviendo su atención a ella.
Sin darles más tiempo, cojo mis cosas, luchando contra el nudo en la garganta y el calor incómodo que me quema el pecho.
—Es más, creo que me voy. Tengo cosas que hacer, así que... os dejo. Que lo paséis bien.
Bajo la mirada, recogiendo mis pertenencias apresuradamente.
Siento los ojos de Hermione sobre mí, como si quisiera detenerme, pero sigo adelante, sin mirarla.
Antes de que pueda girarme para irme, la escucho, su voz casi un susurro, cargada de algo que no sé cómo descifrar.
—Leah, ¿podremos vernos luego un momento?
Mi mente grita que debería decirle que no, que no merece la pena, pero mi voz actúa antes.
—Sí, supongo. Si tienes tiempo... —respondo, sin mirarla— Nos vemos.
Salgo del local sin mirar atrás, sintiendo cómo el frío de Hogsmeade golpea mi rostro, pero sin conseguir apagar el ardor que llevo en el pecho.
Intento calmarme mientras camino hacia el castillo, pero el sentimiento crece y se retuerce, convirtiéndose en una mezcla de celos y decepción que no se va.
Cada paso parece pesarme más que el anterior, y cuando finalmente llego a la calma de mi habitación, me dejo caer en la cama, exhausta y sin entender por qué me duele tanto algo que no debería.
Tumbada en la cama, cubro mi rostro con ambas manos, tratando de acallar la mezcla de emociones que me consume.
Susurro en la quietud de mi habitación:
—"¿Por qué... por qué le he hablado así, de forma tan indiferente? Esa persona no era yo... No sé qué me ha pasado. Ahora probablemente me odia."
Aunque me lo repito, el dolor en mi pecho no disminuye. En lugar de eso, crece, extendiéndose como una marea oscura que sube desde el fondo de mi estómago, trepando hasta mi garganta.
Intento ahogarlo, empujarlo hacia abajo, pero es como si cada pensamiento, cada recuerdo de Hermione sonriendo junto a Ron, estuviera prendiendo fuego a algo dentro de mí. Algo que se niega a quedarse callado.
Mi respiración se vuelve pesada, y el aire que entra parece no ser suficiente.
Siento cómo mi pecho late de manera descontrolada, como si algo estuviera rompiendo sus límites, escapándose de mí.
Cierro los ojos, esperando calmarme, pero lo único que logro es sumergirme más en ese torbellino de emociones, en ese calor abrasador que no para de crecer y expandirse.
De repente, mi cuerpo entero se siente extraño, como si las sensaciones se desbordaran en un arremolino de energía que me sacude desde el centro, una fuerza ancestral que no logro comprender.
Las yemas de mis dedos hormiguean, el calor llega hasta mis hombros, y una chispa parece encenderse detrás de mis ojos, como si las pupilas me ardieran.
La habitación empieza a vibrar ligeramente. Siento una presión en mi mente, como si fuera a estallar, como si cada pulso de este poder desconocido estuviera a punto de escapar sin control alguno.
Y justo cuando siento que ya no puedo soportarlo, que todo mi cuerpo arde y palpita al ritmo de esta energía incontrolable.
╔══❀・°・❀══╗
Leah, ¿Estás bien?
Porfa no te mueras... :(
Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3
Gracias por leer.
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