(7) Te lo Prometo
Ha pasado una semana desde que Hermione y yo nos colamos en la Sección Prohibida de la biblioteca, y aún me siento como si caminara sobre una cuerda floja.
La revelación de que puedo ser una portadora de magia antigua no ha hecho más que añadir un peso extraño y desconcertante a mis hombros, un peso que no puedo sacudir, ni cuando intento distraerme, ni cuando Hermione me asegura que solo debemos esperar.
Ese tiempo en silencio me ha servido para asimilar la idea de que algo nuevo e inquietante despierta en mí, algo que ni siquiera logro comprender.
Además de esa incertidumbre, tengo algo más rondando mi mente... y es el cambio de comportamiento del que empezaba a ser uno de mis mejores amigos aquí en Hogwarts.
Desde aquel incidente en Las Tres Escobas en el que apareció aquella palabra para clavarse en mí como un dardo envenenado...
..."Sangre sucia", la decepción y el desconcierto me invaden.
Yo no sé quiénes fueron mis padres ni qué linaje corre por mis venas, pero esa palabra despertó preguntas que apenas había tenido el valor de formularme antes.
Esta mañana he recibido otra nota de Draco, escrita con esa letra elegante y pulcra que parece tan típicamente suya:
"Necesito hablar contigo. ¿Podemos vernos después de clases?
D. Malfoy".
Estoy sentada en la cama mirando el papel mientras trato de entender qué siento al respecto.
Araminta entra en el cuarto y me observa, la curiosidad en sus ojos es evidente cuando pregunta:
—¿Otra vez él?
Asiento, sosteniendo la nota entre los dedos, sin saber realmente qué responder.
—Honestamente, no sé qué pasó entre vosotros —continúa—, pero por lo poco que vi, parece que le importas. Y... es extraño, porque ese chico nunca parece que le importe nadie.
Su comentario me deja pensativa.
Desde que conozco a Draco, he visto que es una persona complicada, con esa mezcla peculiar de arrogancia y misterio. Sin embargo, desde aquella tarde, ha intentado disculparse cada vez que ha tenido oportunidad.
Sus esfuerzos han sido torpes, a veces casi resentidos, como si odiara tener que disculparse, pero, al mismo tiempo, sintiera una necesidad genuina de hacerlo.
Tal vez... tal vez realmente le importe.
A pesar de todo, eso no cambia el dolor que sus palabras me provocaron.
Aprieto la nota entre mis dedos, aún indecisa sobre si debo ir o no. Siento cómo el conflicto dentro de mí crece, desgarrándome entre la decepción y el inexplicable deseo de darle una oportunidad para explicarse.
—No sé, Araminta... —digo al fin, un poco más para mí que para ella— Creo que... tal vez sí le importe, pero eso no significa que deba perdonarlo, ¿verdad?
Ella me da una pequeña sonrisa comprensiva y se encoge de hombros.
—Supongo que no. Aunque no sé...
Se inclina un poco hacia mí y, con una voz apenas audible, susurra:
—A veces el cambio en una persona empieza por alguien que realmente les importa.
La idea revolotea en mi mente mientras me preparo para salir al Gran Comedor, aún aferrada a la nota de Draco.
Tal vez esté destinada a descubrir muchas cosas estos días, algunas sobre mi propia magia... y otras, quizás, sobre con quién debería rodearme estando por aquí.
Araminta y yo llegamos al Gran Comedor, donde el bullicio de la mañana está en pleno apogeo.
Nos acercamos a la mesa de Slytherin y allí están nuestras otras compañeras de cuarto, Selene y Ophelia, ya instaladas y comiendo antes de dirigirse a sus respectivas clases.
Al verme, ambas levantan la mirada y me saludan.
—¿Qué tal te ha ido en Encantamientos estas últimas sesiones, Leah? —pregunta Ophelia, mordiendo una manzana.
Sonrío, recordando un momento reciente en clase.
—Bueno, tuvimos un repaso de encantamientos básicos —empiezo—. Estábamos revisando los hechizos de primer año, y justo el día antes había practicado con Granger un Encantamiento de Levitación. Así que cuando Flitwick nos pidió demostrarlo, lo hice tan perfecto que hasta me felicitó.
—¡Vaya! —exclama Ophelia, con un destello de sorpresa— Hace apenas un mes ni siquiera te animabas a levantar una pluma... ¡Y ahora esto!
Selene, en cambio, parece intrigada por algo más...
—¿Dices que Hermione te está ayudando con las clases de repaso? —pregunta, y no puedo evitar quedarme un poco petrificada.
Recordar el tipo de cosas que Draco dijo de Hermione hace que una punzada de incomodidad me atraviese.
—Sí, me ayuda de vez en cuando... —respondo, dudando si contar más o no.
Selene, para mi sorpresa, sonríe.
—Eso está genial. Esa chica es increíble en Encantamientos. Me alegra que tengas a alguien tan bueno para apoyarte.
La calidez en sus palabras me desarma.
Selene no solo no muestra ningún prejuicio hacia Hermione, sino que parece genuinamente contenta de que esté ayudándome.
Me doy cuenta de que, aunque en Slytherin hay quienes despreciarían a los estudiantes "sangre sucia," no todos piensan igual, y quizás no estoy tan sola como a veces pienso.
Ophelia se inclina hacia adelante, bajando la voz con un brillo travieso en los ojos.
—¿Sabeís que he oído que Hermione Granger tiene algo por Ron Weasley? —susurra, como si fuera el secreto mejor guardado de Hogwarts.
Araminta asiente con entusiasmo desde el otro lado de la mesa, aportando su propio chisme.
—Yo también lo escuché. Justo cuando pasaba cerca de Lavender Brown en los pasillos, ella estaba comentándolo con Parvati Patil... Aunque, por lo que entiendo, Ron ni siquiera está aquí este curso, ¿no? Creo que se quedó ayudando a uno de sus hermanos o algo así.
Selene se ríe y da un mordisco a su tostada, fascinada con los rumores.
Mientras ellas conversan, una incomodidad extraña empieza a crecer dentro de mí.
No puedo evitar pensar en Hermione y Ron juntos; no es que me importe, pero algo en la forma en que Ophelia y Araminta hablan de ellos hace que un sabor amargo se quede en mi boca.
Es como si, de repente, un malestar sin explicación estuviera instalándose en mi pecho, algo molesto y, al mismo tiempo, difícil de identificar.
Intento buscar una razón lógica para esta sensación, pero me es imposible. "¿Por qué debería importarme?"
Hermione es solo... una amiga que me ayuda en Encantamientos. Y Ron... apenas he oído hablar de él, realmente.
Sin decir más, me levanto de golpe, como si necesitara escapar de esa conversación.
—Tengo que irme —digo, improvisando una excusa—. Quiero prepararme con tiempo para la clase.
Mis amigas me miran con sorpresa, notando la repentina incomodidad en mis gestos. Selene frunce el ceño, y Ophelia me observa con curiosidad, claramente extrañada.
—¿Seguro? Apenas has comido nada, Leah —dice Selene, señalando mi plato casi intacto.
—Estoy bien —respondo, obligándome a sonreír antes de girarme y salir del Gran Comedor.
A medida que avanzo por los pasillos, trato de sacudirme esa mezcla de desconcierto y desasosiego, preguntándome por qué algo tan trivial ha logrado afectarme así.
Perdida en mis propios pensamientos, consigo identificar a lo lejos a Granger conversando animadamente con Ginny Weasley.
Al verme, ella me sonríe, y yo le devuelvo la sonrisa con cierta timidez.
Estoy a punto de acercarme para saludar cuando, de repente, Harry aparece y toma a Hermione del brazo, murmurándole algo en voz baja. Con una mirada decidida, Hermione se despide rápidamente de Ginny y se deja llevar por Harry sin apenas detenerse.
La situación me deja con una sensación incómoda en el pecho, un vago malestar que no sé explicar del todo.
No es que me moleste, pero no puedo evitar pensar que, en el fondo, Harry no termina de confiar en mí, como si sospechara de cualquier persona fuera de su círculo más cercano.
No es la primera vez que me siento así en su presencia.
Pareciera que el "Trío de Oro" siempre anda tramando algo, y no me extraña: por lo que me han contado, desde que llegaron a Hogwarts, han sido el centro de cada suceso importante y cada misterio.
Llego finalmente a mi clase de Herbología, donde el invernadero está lleno de estudiantes de primer año esperando a la profesora Sprout.
Para mi sorpresa, junto a ella está Neville Longbottom, un chico de Gryffindor conocido por su habilidad con las plantas y por ser uno de los mejores alumnos en Herbología.
La profesora Sprout sonríe con entusiasmo, presentándolo a los alumnos con evidente orgullo.
—Hoy tenemos un invitado especial. Este es Neville Longbottom, un alumno de Gryffindor y uno de mis estudiantes más prometedores en Herbología. Ha tenido experiencias únicas con plantas de todo tipo, y me alegra que pueda acompañarnos hoy.
Él se ruboriza un poco al escuchar las palabras de la profesora, pero sonríe y nos saluda.
Todos parecen emocionados de tenerlo allí, y su humildad, mezclada con el evidente conocimiento que posee, me hace admirarlo.
Neville se sitúa frente a la clase con un ligero temblor en las manos, observando a los alumnos de primer año nervioso.
La profesora Sprout le da una sonrisa alentadora desde un lado, y él toma aire antes de comenzar.
—Bien... eh, hola a todos.
Su sonrisa tímida y el leve rubor en sus mejillas indica que está tan nervioso como parece.
—Hoy vamos a hablar sobre el cuidado de los Mimbulus mimbletonia, una planta que... bueno, es bastante peculiar y requiere paciencia.
Los pequeños rostros lo miran con curiosidad, algunos mostrando un poco de impaciencia. Neville se aclara la garganta, intentando recuperar la compostura.
—Para que la Mimbulus mimbletonia crezca sana y fuerte, es importante que le proporcionen suficiente sombra y que la rieguen cada tres días con agua tibia —explica, echando un vistazo a las hojas rugosas de la planta—. Ah, y... bueno, si la planta empieza a segregar un líquido espeso y... algo maloliente, no se preocupen, eso es completamente normal.
Los alumnos intercambian miradas de sorpresa, y Neville se ríe nervioso al notar la expresión en sus rostros.
—Todo requiere su práctica. Recuerdo una vez, cuando tenía más o menos... eh... bueno, cuando tenía la edad de la mayoría de vosotros...
Se corrige rápidamente al verme entre los estudiantes.
—... Fue en segundo año, y estábamos trabajando con mandrágoras, y... bueno, me desmayé por su agudo grito porque no tomé las medidas de seguridad adecuadas. Así que, mejor si me hacen caso, ya que todos los consejos que os voy a dar son importantes.
Los alumnos ríen ante la confesión, y Neville suelta una carcajada algo torpe, claramente agradecido de haber roto un poco el hielo.
—En fin... —continúa, ahora con un poco más de confianza— Lo más importante durante el trasplante de una Mimbulus mimbletonia es asegurarse de que no reciba luz solar directa. La planta es muy sensible al sol, y si empieza a inflarse, eso significa que está a punto de... bueno, de explotar. En ese caso, es mejor cubrirla rápidamente con un trapo, porque la limpieza después puede ser, ejem... bastante complicada.
Él sigue dando instrucciones mientras todos tomamos una maceta y comenzamos a trasplantar nuestras Mimbulus mimbletonia.
La clase transcurre sin incidentes... bueno, casi.
Mientras Neville pasa de mesa en mesa ayudando a los estudiantes más pequeños, noto de reojo que su propia planta ha quedado al sol directo.
Y pasados unos segundos, la planta empieza a hincharse ligeramente, justo como él nos advirtió.
—Umm... Neville... —murmuro, intentando llamar su atención sin alarmar a los demás.
Sin embargo, él sigue distraído, ayudando a un par de alumnos que luchan con sus propias macetas.
Un segundo después, la planta comienza a expandirse peligrosamente, hasta que finalmente...
"¡Explota!"
Una gran cantidad de líquido espeso y maloliente salpica por todas partes, cubriendo parte de la mesa, el suelo y, claro, una buena sección del uniforme de Neville.
La clase se queda en silencio por un instante, hasta que un murmullo de risas contenidas se esparce por el invernadero.
Neville, con el rostro ligeramente rojo, se rasca la nuca y suelta una risa nerviosa.
—Y... bueno, supongo que esto es justo lo que tenéis que evitar... —dice con una sonrisa apenada.
Se quita cuidadosamente la capa empapada y la cuelga en un rincón.
La profesora Sprout sonríe y nos indica que la clase ha terminado, despidiéndonos con un gesto amistoso.
—¡Bien hecho hoy! Podéis marcharos.
Y luego, dirigiéndose a Neville, añade:
—¿Te quedarás un poco más, Neville?
Neville asiente, todavía tratando de limpiar el desastre.
—Sí, profesora... Creo que me tomará un tiempo limpiar esto.
Observo con curiosidad a Neville mientras intenta limpiar la pegajosa mimbulosa que cubre parte de su uniforme.
A pesar de su torpeza, siento una especie de simpatía hacia él. Es un poco patoso, sí, pero su dedicación por enseñar a otros es innegable, y eso hace que aprecie aún más el tiempo que ha invertido en enseñarnos sobre lo que le apasiona.
Con una sonrisa, dejo el invernadero y comienzo a dirigirme a mi próxima clase, Transformaciones.
Al doblar un pasillo, me detengo en seco al ver a la última persona que esperaba encontrar.
—¿Recibiste mi nota? —pregunta Draco, con una expresión inusualmente seria.
Me cruzo de brazos y lo observo con frialdad, sin molestarme en ocultar mi incomodidad.
—Sí, la recibí.
Él baja la mirada por un momento, claramente incómodo, antes de levantarla de nuevo y, con voz apenada, pide:
—¿Podrías darme un poco de tu tiempo? Quiero... quiero explicarme.
Lo miro en silencio durante unos segundos, sopesando sus palabras, y al final asiento.
—Tienes cinco minutos —digo, aún con un tono algo distante.
Observo a Draco mientras se sienta a mi lado, evitando mi mirada al principio, como si temiera lo que voy a decir o hacer.
—Quiero empezar pidiéndote disculpas. Sé que me comporté como un idiota el otro día. Lo que dije fue... inexcusable. Fui horrible... —admite, con la voz cargada de un peso que parece costarle soltar.
La disculpa que me ofrece parece genuina, y, aunque mi expresión permanece algo distante, por dentro estoy sorprendida.
Este es el Draco Malfoy que nunca imaginé conocer, sin su altivez ni sus desplantes.
Dejo que sus palabras se asienten un momento y, a pesar de que parte de mí quiere aferrarse al resentimiento, elijo el perdón.
Suspiro y respondo con calma.
—Tranquilo, Draco. Si solo has venido a disculparte, no te preocupes. Sé perdonar...
Él parece algo más relajado tras mi respuesta, pero no se detiene allí:
—También... quiero decirte que voy a intentar tener más respeto hacia Granger —noto cómo aprieta los labios antes de agregar—. Sé que es tú... amiga.
La palabra "amiga" parece costarle como si fuera una espina clavada en la garganta, pero lo dice.
Y a pesar de su orgullo, hay un cambio auténtico en su voz que no puedo pasar por alto.
Esto me deja en conflicto; he visto tantas facetas de Draco en este mes que aún me cuesta descifrar quién es realmente.
—Me alegra oír eso. Sé que muchas de las cosas que piensas no vienen de ti, que has crecido escuchando lo que es "bueno" y lo que es "malo" según otros. Valoro que estés dispuesto a cambiar por ti mismo.
Para mi sorpresa, Draco me responde con una sonrisa sincera, libre de las sombras de arrogancia y superioridad que suele llevar como un escudo.
—Claro... —dice, con una calma que no le conocía— Eres mi mejor amiga. No quiero hacerte daño, y si para eso tengo que mejorar, lo haré.
Su confesión me deja sin palabras.
¿Mejor amiga?
Si que es verdad que hemos hablado más de lo que imaginé, pero, "¿qué significa ser la mejor amiga de Draco Malfoy?"
Hace un mes yo era una desconocida más en esta escuela, y en apenas unas semanas hemos pasado de indiferentes a aliados inesperados.
Es una relación peculiar, complicada... pero tal vez, dentro de toda esa complejidad, hay una especie de sinceridad única que no había tenido con nadie.
Mejor amiga.
Esa palabra revolotea en mi mente, y al mismo tiempo, siento un nudo en la garganta. Me aclaro la voz y, sin apartar la mirada, le respondo con sinceridad.
—Draco, tú también eres muy importante para mí —mi voz suena más vulnerable de lo que esperaba—. Has sido uno de los pocos que me ayudaron a encajar aquí, a pesar de todo.
Respiro hondo, eligiendo con cuidado mis siguientes palabras:
—Valoro mucho el apoyo que he sentido por tu parte. Sobre todo al principio, cuando todo era... extraño. Creo que por eso lo que dijiste me afectó tanto. Me hizo pensar en todo lo que habíamos compartido y en lo que significaba para mí, y me llevó un tiempo entender cómo abordar todo esto contigo.
Draco asiente, escuchando cada palabra con una seriedad que pocas veces muestra.
Sus ojos se ablandan un poco conforme escucha todo lo que tengo que decir, y en ellos veo una vulnerabilidad que me demuestra cuánto está esforzándose por hacer esto bien.
—Por eso —continúo—, voy a darte un último voto de confianza. Porque creo que eres capaz de ser diferente, de verdad.
Lo observo detenidamente, buscando en su expresión alguna señal de cambio.
Él respira hondo, y sus labios esbozan una sonrisa agradecida, una expresión sincera que le ilumina el rostro.
—Gracias, Leah. Te lo prometo: mientras esté en mi mano, voy a cambiar. No quiero que vuelvas a dudar de mí.
Suspiro, sintiéndome liberada de la tensión que había acumulado.
Miro a Draco y, sonriendo con algo de alivio, bromeo:
—Menos mal, porque no sé cuánto tiempo más hubiera soportado tener que esquivarte por los pasillos, Malfoy.
Draco se ríe, soltando una carcajada inesperada y genuina.
—¿Así que me estabas evitando? —dice, con una chispa de picardía en los ojos— Pues yo he estado buscándote por todos lados, Leah. Y tu... jugando al escondite conmigo.
Nos reímos juntos, y por un instante, todas las tensiones se desvanecen.
Me doy cuenta de que esta pequeña conexión y este momento de paz significan más de lo que había imaginado.
Draco sonríe y luego, con un tono casual, me pregunta:
—Por cierto, Leah, ¿ya sabes a quién vas a invitar al baile?
—¿Baile? ¿Qué baile? —lo miro, completamente confundida.
Él rueda los ojos y clarifica:
—El baile de invierno, claro. Es dentro de dos semanas. ¿Acaso no lo sabías?
—¿Qué?! —exclamo, sorprendida.
Ni siquiera había oído que habría un baile de invierno.
Draco me observa, divertido por mi reacción. Parece que disfrutar de esta sorpresa inesperada le divierte, y yo me quedo procesando.
¿Un baile de invierno?
¿Dos semanas?
╔══❀・°・❀══╗
Se acerca el baile de invierno y a partir de allí todo va a irse a pique lentamente...
Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3
Gracias por leer.
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